8/07/2020, 23:17
Quería ser la heroína. Quería entrar y salvar a Ranko, enfrentarse al gran malo y salvar el día. Pero no lo era, ni lo sería. Podía sentir el enorme poder de aquel monstruo calando más y más en ella con cada segundo que pasaba. Había conseguido que Ren saliese del estadio, que se alejase del peligro, pero también había alejado de ella a la única persona que podía infundirle suficiente coraje para no convertirse en una estatua de gelatina.
Ahora no podía dar un solo paso más hacia delante, todo lo que le pasaba por la mente era huir, lejos, salir tras Ren y huir con ella a un lugar seguro y después a un lugar aún más seguro hasta confirmar que ambas estaban a salvo.
No quería morir, no quería morir con solo un beso de la amejin sobre sus labios, quería muchos más. Quería vivir mucho más, ver mucho más, sentir mucho más, no podía quedarse ahí y simplemente morir como un daño colateral.
Entonces ocurrió, tembló todo el estadio, abriendose brechas en suelo y paredes, pero para entonces Hana ya estaba corriendo, buscando salir del estadio con lágrimas en sus ojos. Si Ranko no salía con vida no se lo perdonaría nunca, sin embargo, prefería una vida arrepintiéndose que no vivir.
No era una heroína, era una princesa. Una chica débil y asustadiza, egoísta y caprichosa, una niña jugando a ser una kunoichi y no llegando ni a estudiante. No tenía valor alguno, solo tenía miedo y este movía su cuerpo y justificaba sus acciones. Morirían cientos de personas, personas que ella supuestamente debía proteger y allí estaba, huyendo. No salía a buscar ayuda como le había dicho a Ren que hiciese, no, huía con el único objetivo de salvar su suave y delicado culo.
No había nada digno en lo que hacía, pero no paró de correr ni un segundo en dirección contraria al estadio, por lo menos no hasta que viese algún rostro conocido.
Ahora no podía dar un solo paso más hacia delante, todo lo que le pasaba por la mente era huir, lejos, salir tras Ren y huir con ella a un lugar seguro y después a un lugar aún más seguro hasta confirmar que ambas estaban a salvo.
No quería morir, no quería morir con solo un beso de la amejin sobre sus labios, quería muchos más. Quería vivir mucho más, ver mucho más, sentir mucho más, no podía quedarse ahí y simplemente morir como un daño colateral.
Entonces ocurrió, tembló todo el estadio, abriendose brechas en suelo y paredes, pero para entonces Hana ya estaba corriendo, buscando salir del estadio con lágrimas en sus ojos. Si Ranko no salía con vida no se lo perdonaría nunca, sin embargo, prefería una vida arrepintiéndose que no vivir.
No era una heroína, era una princesa. Una chica débil y asustadiza, egoísta y caprichosa, una niña jugando a ser una kunoichi y no llegando ni a estudiante. No tenía valor alguno, solo tenía miedo y este movía su cuerpo y justificaba sus acciones. Morirían cientos de personas, personas que ella supuestamente debía proteger y allí estaba, huyendo. No salía a buscar ayuda como le había dicho a Ren que hiciese, no, huía con el único objetivo de salvar su suave y delicado culo.
No había nada digno en lo que hacía, pero no paró de correr ni un segundo en dirección contraria al estadio, por lo menos no hasta que viese algún rostro conocido.