10/07/2020, 01:04
El caos rodeó a Ranko y le pasó de largo. No se fijó en los cadáveres, ni en la sangre ni en los escombros. Ni siquiera en el agradecimieto de Etsu. En aquel momento nada era importante, sólo salir de allí y sacar a sus amigos. Escuchó un grito después de cruzar el pasillo y entrar a la habitación siguiente. Un rugido bestial acompañado de vigas y rocas que caían. Sin querer, como un instinto, sus ojos voltearon hacia la derecha, como si pudiese ver mágicamente a través del concreto y la madera.
”Ojalá mueras” se sorprendió pensando.
Llegó a la grieta, y el golem intentó abrirla más para pasar. El techo comenzó a ceder a pedazos. Las Rankos se apresuraron para salir por la grieta mientras el golem les protegía con sus largos y anchos brazos. Habían logrado salir al último pasillo, pero el golem se había quedado en la grieta, sosteniendo las paredes, pero no tardaría en ser aplastado por el estadio. No podían ver qué había sido del hombre, y no le importó mucho a la chica.
Ahora carecían de la protección del golem, pero podían darse libertad de moverse más rápido. Ranko, con Etsu encima, corrió tan rápidamente como pudo, y la luz se hizo un instante después. Tras ella, su clon, con Akane encima, le seguía a paso ligeramente más lento. No se detuvieron al salir de la estructura, pues Ranko creía que había que alejarse lo más posible. Pronto, su enfoque comenzó a perderse, y la realidad se asentó en ella. Su vientre le dolía mucho, y el fornido Etsu le hacía mella en el hombro. Pero podía aguantar. Tenía que aguantar más. Sólo un poco más. Al fin veía gente, personas que habían logrado escapar. Muchos lloraban, otros corrían, otros gritaban. Era como despertar de una pesadilla, y darse cuenta de que la pesadilla era mejor que la verdad.
—E-estamos fuera, Etsu-san. A-Akane-san está con nosotros. Estamos… Estamos fuera… —dijo con voz exhausta sin detener su tembloroso paso. No se dejaba de escuchar el ruido de la estructura cediendo ante ¿tornados? ¿fuego? ¿relámpagos? No sabía en realidad qué había sido, pero ya no le importó mucho.
El andar trabajoso de Ranko se detuvo al ver a alguien conocido. La chica morena que había estado en la camilla ahora abrazaba a una rubia mientras decía su nombre. Lloraban. Ranko suspiró, como si la humanidad de aquellas chicas disminuyera su dolor. Como si fuesen esperanza en medio del caos. Se les acercó, con el Ranklon que cargaba al perro inconsciente siguiéndole con incluso más trabajo.
—Ha… ¿Hana-san? ¿E-están bien? —Ranko resollaba.
Los pensamientos de preocupación no tardaron en aterrizar en su mente. ¿Estarían los demás bien? Sus padres, su hermana, sus amigos participantes...
"Yondaime-sama... " volteó hacia lo que pronto serían las ruinas del Estadio de los Dojos, y rezó porque su Morikage, y todos, estuviera bien. Su corazón latió más rápido cuando vio a un ave gigantesca elevarse entre los escombros, a lo lejos.
”Ojalá mueras” se sorprendió pensando.
Llegó a la grieta, y el golem intentó abrirla más para pasar. El techo comenzó a ceder a pedazos. Las Rankos se apresuraron para salir por la grieta mientras el golem les protegía con sus largos y anchos brazos. Habían logrado salir al último pasillo, pero el golem se había quedado en la grieta, sosteniendo las paredes, pero no tardaría en ser aplastado por el estadio. No podían ver qué había sido del hombre, y no le importó mucho a la chica.
Ahora carecían de la protección del golem, pero podían darse libertad de moverse más rápido. Ranko, con Etsu encima, corrió tan rápidamente como pudo, y la luz se hizo un instante después. Tras ella, su clon, con Akane encima, le seguía a paso ligeramente más lento. No se detuvieron al salir de la estructura, pues Ranko creía que había que alejarse lo más posible. Pronto, su enfoque comenzó a perderse, y la realidad se asentó en ella. Su vientre le dolía mucho, y el fornido Etsu le hacía mella en el hombro. Pero podía aguantar. Tenía que aguantar más. Sólo un poco más. Al fin veía gente, personas que habían logrado escapar. Muchos lloraban, otros corrían, otros gritaban. Era como despertar de una pesadilla, y darse cuenta de que la pesadilla era mejor que la verdad.
—E-estamos fuera, Etsu-san. A-Akane-san está con nosotros. Estamos… Estamos fuera… —dijo con voz exhausta sin detener su tembloroso paso. No se dejaba de escuchar el ruido de la estructura cediendo ante ¿tornados? ¿fuego? ¿relámpagos? No sabía en realidad qué había sido, pero ya no le importó mucho.
El andar trabajoso de Ranko se detuvo al ver a alguien conocido. La chica morena que había estado en la camilla ahora abrazaba a una rubia mientras decía su nombre. Lloraban. Ranko suspiró, como si la humanidad de aquellas chicas disminuyera su dolor. Como si fuesen esperanza en medio del caos. Se les acercó, con el Ranklon que cargaba al perro inconsciente siguiéndole con incluso más trabajo.
—Ha… ¿Hana-san? ¿E-están bien? —Ranko resollaba.
Los pensamientos de preocupación no tardaron en aterrizar en su mente. ¿Estarían los demás bien? Sus padres, su hermana, sus amigos participantes...
"Yondaime-sama... " volteó hacia lo que pronto serían las ruinas del Estadio de los Dojos, y rezó porque su Morikage, y todos, estuviera bien. Su corazón latió más rápido cuando vio a un ave gigantesca elevarse entre los escombros, a lo lejos.
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