12/07/2020, 11:51
(Última modificación: 12/07/2020, 12:12 por Himura Ren. Editado 4 veces en total.)
El pánico se había adueñado del cuerpo de la genin de la lluvia, quien entre espasmos y sollozos, no podía hacer nada más que llorar a grito pelado sin soltar a Hana.
Habían hablado en más de una ocasión sobre que pudiera ocurrir algo así; que tuvieran que enfrentarse a muerte, por alguna misión o designio de las más altas autoridades de sus respectivos países, que estallara un enfrentamiento a puertas abiertas entre las aldeas, o que aquellas bestias carentes de razonamiento y el resto de bijuus atacaran. Todo eso lo habían hablado, y ligeramente mentalizado; o eso creía Ren. Aquella idea tan frágil, que no era más que una mentira, se rompió en mil pedazos. No estaba preparada para algo así, y aún menos para concienciarse de que pudiera perder a Hana.
Solo había podido huir, como ella le ordenó; al fin y al cabo, al contrario que la rubia, ella si pensaba que tenía posibles dotes de liderazgo, y si era si huir era lo que le había pedido, lo haría mil veces más si Hana pensaba que aquella era la mejor opción.
— N-N-No pude encontrar ayuda, no podía v-volver... N-No podía salvarte — lamentaba entre sollozos, mientras sus lagrimas seguían brotando como la densa e incesante lluvia de su país; mientras apoyaba sus manos sobre las mejillas de Hana. — Perdónameperdónameperdónamelosientotantísimo — los gritos y las llamadas de auxilio en la lejanía, solo la volvían más nerviosa.
Dos jovenes idénticas se acercaron hasta ellas, Ren la reconoció, era aquella chica que estaba junto a Hana en el interior y seguramente la otra sería un clon; aunque podían ser gemelas, ese pensamiento no era el más habitual en aquel mundo. A sus espaldas, llevaban a otro joven y un gran canino.
—Ha… ¿Hana-san? ¿E-están bien?
No una, si no dos vidas había conseguido salvar aquella joven ¿Y ella? ¿Que había hecho Ren? Oh si. Salvar su culo casi de milagro, mientras otras vidas estaban en peligro; entre ellas las de alguien muy especial. Debían de odiarla, ambas, por ante poner su vida al bien común. Las pocas fuerzas en su interior, desaparecieron con la aparición de aquel último pensamiento, sus brazos bajaron lentamente y se desplomó de rodillas para apoyarse sobre estas y sus manos.
—Soy un fracaso... Como samurai, como ninja. Como todo — murmuraba angustiada, mirando sus propias manos. — No he podido hacer nada... Ni detener a ese hombre, ni ayudaros... No he quedado en sexto puesto por casualidad... — recordó entonces los combates, que hace horas se desarrollaban con total tranquilidad en el estadio. — No... ¿Sexto? No es eso; oí que uno ni apareció, y otro no podía ni continuar... S-Soy la última... Es obvio que no se podía esperar nada de mí en una situación así — aferró la tierra y la hierba con fuerza, haciendo varios surcos.
Técnicamente, no se equivocaba.