13/07/2020, 17:16
Hana y aquella chica, de aparente nombre Ren, se abrazaron fuertemente. Ranko alcanzó a escuchar lo que decían y no pudo evitar acongojarse. ¿Cuántas vidas se habrían interrumpido? ¿Cuántos guerreros lo habrían dado todo en aquel ataque? ¿Cuántos se habrían visto forzados a no hacer nada? La rubia se disculpó mientras que la morena se desplomó, sintiendo pena por sí misma.
—Si-siento si estás incómodo, Etsu-san, pero no puedo bajarte aún. A-aguanta hasta que lleguemos a un… un lugar más seguro. —le diría al Inuzuka. Ella tampoco estaba en la posición más favorable, con una herida antes grave, recién cerrada, el impacto de los escombros y el cansancio de todo lo vivido ese día. Y varios kilos de Kusajin a los hombros.
Odiaba interrumpir tal escena, pues sentía que aquellas chicas tenían sus propios asuntos. Pero también sentía que seguían en una zona de riesgo. ¿Cómo estar seguros de que los atacantes no seguirían amenazando la seguridad de la gente?
—Na-Nadie podría haber de… detenido a ese… ese hombre —El rostro cansado de Ranko se dirigió a la morena. Era una desconocida, pero tenían ahora algo en común: habían sobrevivido a una catástrofe. Y aparte se habían sentido terrible por ello —. Valemos más a-aquí, vivos para luchar otro día, q-que allá, enterrados. N-no nos lamentemos de eso.
Era una pastilla más que amarga que tenía que tragar. Tenía que aceptar que, por más valiente que se imaginase, aún no estaba preparada para enfrentar a los villanos. Necesitaba mucho, mucho más entrenamiento. Si sus patadas habrían sido suficiente para detener a aquella bestia, nunca lo sabría. Sólo sabía que había sacado a tres personas de perecer bajo los escombros. A Etsu, a Akane y, por supuesto, a Ranko.
—No s-sé si sea seguro aquí. Debo… debemos seguir.
Se refería a ella y a sus amigos, aunque no se molestaría si las chicas se movían junto a ellos. Comenzaría a pasar de su posición, entonces, y seguiría hasta que encontrase un lugar relativamente seguro, donde pudiese bajar a Etsu y Akane para que se recuperaran. Y donde ella misma pudiese descansar, por supuesto.
Debía haber un lugar donde estuviesen atendiendo a la gente, ¿no? Un punto de reunión para los sobrevivientes, ¿no? Esperaba ver a todos allí. Su familia, sus camaradas, debían estar a salvo. Rogaba a los dioses del bosque mientras caminaba, les pedía verlos vivos.
Rogaba también no desfallecer en el intento.
—Si-siento si estás incómodo, Etsu-san, pero no puedo bajarte aún. A-aguanta hasta que lleguemos a un… un lugar más seguro. —le diría al Inuzuka. Ella tampoco estaba en la posición más favorable, con una herida antes grave, recién cerrada, el impacto de los escombros y el cansancio de todo lo vivido ese día. Y varios kilos de Kusajin a los hombros.
Odiaba interrumpir tal escena, pues sentía que aquellas chicas tenían sus propios asuntos. Pero también sentía que seguían en una zona de riesgo. ¿Cómo estar seguros de que los atacantes no seguirían amenazando la seguridad de la gente?
—Na-Nadie podría haber de… detenido a ese… ese hombre —El rostro cansado de Ranko se dirigió a la morena. Era una desconocida, pero tenían ahora algo en común: habían sobrevivido a una catástrofe. Y aparte se habían sentido terrible por ello —. Valemos más a-aquí, vivos para luchar otro día, q-que allá, enterrados. N-no nos lamentemos de eso.
Era una pastilla más que amarga que tenía que tragar. Tenía que aceptar que, por más valiente que se imaginase, aún no estaba preparada para enfrentar a los villanos. Necesitaba mucho, mucho más entrenamiento. Si sus patadas habrían sido suficiente para detener a aquella bestia, nunca lo sabría. Sólo sabía que había sacado a tres personas de perecer bajo los escombros. A Etsu, a Akane y, por supuesto, a Ranko.
—No s-sé si sea seguro aquí. Debo… debemos seguir.
Se refería a ella y a sus amigos, aunque no se molestaría si las chicas se movían junto a ellos. Comenzaría a pasar de su posición, entonces, y seguiría hasta que encontrase un lugar relativamente seguro, donde pudiese bajar a Etsu y Akane para que se recuperaran. Y donde ella misma pudiese descansar, por supuesto.
Debía haber un lugar donde estuviesen atendiendo a la gente, ¿no? Un punto de reunión para los sobrevivientes, ¿no? Esperaba ver a todos allí. Su familia, sus camaradas, debían estar a salvo. Rogaba a los dioses del bosque mientras caminaba, les pedía verlos vivos.
Rogaba también no desfallecer en el intento.
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