18/07/2020, 01:04
Caos. Lo que Ranko encontró —junto a Etsu, Hana y Ren— no fue más que caos. La gente corría despavorida, empujándose unos a otros y tropezando con los escombros y las decenas de cadáveres que yacían en el suelo, regando la tierra con su sangre. Lo peor eran los chillidos. Niños perdidos que gritaban llamando a sus padres. Padres que llamaban a sus hijos. Aullidos de verdadero dolor. Gente con la cabeza abierta; con una pierna aplastada; con el brazo mutilado.
Los enfermeros que habían salido junto a ellos se unieron a los ninja médicos que trataban de ocuparse de los más graves. Ranko y el resto vio a uno de ellos abandonar a un hombre moribundo que gritaba pidiendo que no se marchase. Tenía las piernas aplastadas por una gran roca y un trozo de hierro incrustado en el pecho. ¿Por qué le abandonaba el ninja-médico, entonces?
Quizá porque sabía que no podía salvarle. Quizá porque cada segundo perdido con él era una muerte más que hubiese podido evitar en alguna otra parte.
Los enfermeros que habían salido junto a ellos se unieron a los ninja médicos que trataban de ocuparse de los más graves. Ranko y el resto vio a uno de ellos abandonar a un hombre moribundo que gritaba pidiendo que no se marchase. Tenía las piernas aplastadas por una gran roca y un trozo de hierro incrustado en el pecho. ¿Por qué le abandonaba el ninja-médico, entonces?
Quizá porque sabía que no podía salvarle. Quizá porque cada segundo perdido con él era una muerte más que hubiese podido evitar en alguna otra parte.
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