22/07/2020, 01:27
—¿E… Etsu-san? —Ranko tragó saliva. Comenzó a desesperarse aun más —. ¡Etsu-san!
Sentía que su amigo respiraba, y tal vez estaba hasta despierto, pero no respondía. Hana decía que su hermana estaba herida, pero ésta afirmaba que estaba bien y podía caminar. La rubia no parecía tener nada malo, más que temor y preocupación, al menos al parecer de Ranko.
La Kusajin no tardaría en toparse con médicos, pero éstos, como era de esperarse, tenían las manos ocupadas. Se dijo que no podía pedirles que interrumpieran sus acciones, pues se notaban mucho más urgentes que atender el estado de los Inuzuka. Avanzó hasta el segundo ninja médico que vio, quien intentaba reanimar a una joven. El primero había estado atendiendo una emergencia muy sangrienta, y el que se encontraba más allá estaba con un niño. La de la trenza pensó que el ninja que atendía a la chica podría ocuparse también de Etsu.
Depositó con sumo cuidado al chico a un metro y medio del médico, y su Ranklon hizo lo mismo con el can. Ranko sintió un alivio enorme sobre los hombros, y se arrodilló para sentarse frente a Etsu. Comenzó lentamente a ser más consciente del dolor de su propio cuerpo. Suspiró fuertemente.
—E-estuvimos d-dentro cuando los estallidos —comenzó a explicar Ranko al médico —. N-no me responde, p-pero quisiera asegurarme d-de que está lo suficientemente bien antes d-de seguir. ¿P-podría ayudar a m-mi amigo en cuanto pueda? —A pesar de su preocupación, no querría insistirle demasiado, pues tal vez el otro caso era más urgente. La pierna de Etsu había sido tratada, pero ¿seguiría bien? Si estaba despierto… ¿era que estaba en shock nada más? Sólo quería una buena noticia, sólo una. Esperaría al médico mientras intentaba normalizar su respiración y mantenerse enfocada.
»Hana-san, Ren-san —se dirigió a las chicas, alzando una seria mirada —. D-debo ver por Etsu-san y Akane-san. S-si siguen adelante, las alcanzaré. Resguárdense.
Seguía sin saber si el lugar era seguro, pero si gastaba un instante en asegurarse de que su compatriota estuviese “bien”, se quitaría un peso incluso de sus hombros incluso mayor a los kilos de Inuzuka. Entre tantos gritos y llanto, sería una lágrima menos qué derramar. Esperaría a prisas.
Sentía que su amigo respiraba, y tal vez estaba hasta despierto, pero no respondía. Hana decía que su hermana estaba herida, pero ésta afirmaba que estaba bien y podía caminar. La rubia no parecía tener nada malo, más que temor y preocupación, al menos al parecer de Ranko.
La Kusajin no tardaría en toparse con médicos, pero éstos, como era de esperarse, tenían las manos ocupadas. Se dijo que no podía pedirles que interrumpieran sus acciones, pues se notaban mucho más urgentes que atender el estado de los Inuzuka. Avanzó hasta el segundo ninja médico que vio, quien intentaba reanimar a una joven. El primero había estado atendiendo una emergencia muy sangrienta, y el que se encontraba más allá estaba con un niño. La de la trenza pensó que el ninja que atendía a la chica podría ocuparse también de Etsu.
Depositó con sumo cuidado al chico a un metro y medio del médico, y su Ranklon hizo lo mismo con el can. Ranko sintió un alivio enorme sobre los hombros, y se arrodilló para sentarse frente a Etsu. Comenzó lentamente a ser más consciente del dolor de su propio cuerpo. Suspiró fuertemente.
—E-estuvimos d-dentro cuando los estallidos —comenzó a explicar Ranko al médico —. N-no me responde, p-pero quisiera asegurarme d-de que está lo suficientemente bien antes d-de seguir. ¿P-podría ayudar a m-mi amigo en cuanto pueda? —A pesar de su preocupación, no querría insistirle demasiado, pues tal vez el otro caso era más urgente. La pierna de Etsu había sido tratada, pero ¿seguiría bien? Si estaba despierto… ¿era que estaba en shock nada más? Sólo quería una buena noticia, sólo una. Esperaría al médico mientras intentaba normalizar su respiración y mantenerse enfocada.
»Hana-san, Ren-san —se dirigió a las chicas, alzando una seria mirada —. D-debo ver por Etsu-san y Akane-san. S-si siguen adelante, las alcanzaré. Resguárdense.
Seguía sin saber si el lugar era seguro, pero si gastaba un instante en asegurarse de que su compatriota estuviese “bien”, se quitaría un peso incluso de sus hombros incluso mayor a los kilos de Inuzuka. Entre tantos gritos y llanto, sería una lágrima menos qué derramar. Esperaría a prisas.
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