30/07/2020, 15:34
Cuando llegasen al dojo más cercano; un inmenso hombre entrado ya en edad parecía estar comandando a toda la gente que cruzaba de un lado a otro, en la entrada del edificio. Se le notaba mayor, con algo más de unos cincuenta años, una inmensa y lacea cabellera gris que llegaba casi hasta el final de su espalda. Las arrugas de su rostro estaban más que marcadas, y sus ojos eran profundos y apagados; vestía con unas botas de combate altas, el típico pantalón de los ninjas y una larga chaqueta que llegaba hasta los tobillos tan negra como sus botas; y con negro sobre negro, una camisa oscura bajo aquella chaqueta.
— ¡Todo aquel que no sea necesario, que desaparezca de mi vista; quiero ver los pasillos los más vacíos posibles! ¡Despejad todas las habitaciones posibles! — le gritaba con un dedo acusador, a un enfermero. — ¿Seguimos teniendo agua y luz?
— ¡S-Señor, usted no es médico, ni siquiera debería estar aquí! — respondió aterrado ante el porte de aquel hombre.
— Pero sé perfectamente que toda esta gente necesita ayuda; y si al menos puedo comandar correctamente, si puedo salvar aunque sea una sola vida porque hemos hecho las cosas bien. Habrá merecido la pena; así que todos los que tengan tiempo de discutirme, tienen tiempo de salvar a alguien — respondió aferrándose a los hombros de aquel hombre, con una mirada casi inhumana, chocando ambas frentes; en cuanto lo liberase, aquel hombre correría por los pasillos.
Su seriedad no desaparecería ni por un instante, mientras observaba como aquel hombre huía ante él. El ver a más gente entrar, lo alertaría girándose levemente sin perder su expresión, para caminar sin duda.
— ¿Venís del estadio? ¿Como esta la situación? ¿Estaís alguno...?
— H-Hola Oda-san... — respondería tímidamente, al verle tan alterado.
—Gracias a los Dioses... — dijo con su áspera voz característica, se llevaría entonces una mano a la frente. — Disculpadme... Pero no hemos parado desde que la gente comenzó a correr erráticamente. Conseguimos evacuar a bastante gente, intentando que salieran de forma ordenada; pero tras aquellas explosiones... Todo se volvió el mayor de los caos
— ¡Todo aquel que no sea necesario, que desaparezca de mi vista; quiero ver los pasillos los más vacíos posibles! ¡Despejad todas las habitaciones posibles! — le gritaba con un dedo acusador, a un enfermero. — ¿Seguimos teniendo agua y luz?
— ¡S-Señor, usted no es médico, ni siquiera debería estar aquí! — respondió aterrado ante el porte de aquel hombre.
— Pero sé perfectamente que toda esta gente necesita ayuda; y si al menos puedo comandar correctamente, si puedo salvar aunque sea una sola vida porque hemos hecho las cosas bien. Habrá merecido la pena; así que todos los que tengan tiempo de discutirme, tienen tiempo de salvar a alguien — respondió aferrándose a los hombros de aquel hombre, con una mirada casi inhumana, chocando ambas frentes; en cuanto lo liberase, aquel hombre correría por los pasillos.
Su seriedad no desaparecería ni por un instante, mientras observaba como aquel hombre huía ante él. El ver a más gente entrar, lo alertaría girándose levemente sin perder su expresión, para caminar sin duda.
— ¿Venís del estadio? ¿Como esta la situación? ¿Estaís alguno...?
— H-Hola Oda-san... — respondería tímidamente, al verle tan alterado.
—Gracias a los Dioses... — dijo con su áspera voz característica, se llevaría entonces una mano a la frente. — Disculpadme... Pero no hemos parado desde que la gente comenzó a correr erráticamente. Conseguimos evacuar a bastante gente, intentando que salieran de forma ordenada; pero tras aquellas explosiones... Todo se volvió el mayor de los caos