8/01/2021, 12:48
Al tiempo que el barco atracó, Eri ya comenzaba a tener nociones de cómo llevar uno de esos gigantes cachibaches que se movían por agua, y también una clara respuesta a la pregunta: ¿Por qué no es buena idea tener un barco? ¿Cuál era? ¡Demasiada información! Que si anclas, que si babor, que si estribor... Era como si a la kunoichi le estuvieran hablando en un idioma inventado para que gente ajena a los barcos no entendiese nada de nada. Se limpió un poco la cara por la brisa marina y escuchó a Hanabi decir:
—¿Todo listo?
Eri asintió, asegurándose de que llevaba todo lo necesario para bajar del barco y aventurarse al hogar del nuevo Daimyō, que no escatimaba en gastos, el sitio donde vivía parecía un castillo demasiado majestuoso para Eri, quien se encogió de hombros ante tales vistas. ¿Para que querrían tanto espacio? A veces pensaba que lo hacían para imponer su estatus más que por necesidad.
Justo en la entrada, dos guardias les cortaron el paso, dos antiguos shinobi que, a simple vista, no parecían muy felices por ver de nuevo a quien fue, en su momento, su jefe. Eri no los reconoció al comienzo, y, siendo sincera, tampoco le hubiera gustado encontrarse con gente amiga allí, pues, por sus caras, ni contentos ni en fase de estarlo.
Y, por si fuera poco, le sugirieron amablemente a Hanabi que esperase un día para acordar la visita al Daimyō. Y su respuesta dejó a Eri helada en el sitio.
—No.
Todo tembló a su alrededor, ¿o fue ella? Aquel estallido desde su Kage la dejó temblando cual flan en el sitio, pero no fue la única pues, las paredes, los cuadros, e, incluso; todos los papeles que se encontraban en recepción volaron cerca de donde estaba Datsue. El recepcionista, veloz en la recolección de lo que había caído, lo recogió como pudo y se perdió del lugar.
Uno de los shinobi volvió a hablar, esta vez, como si el miedo lo hubiera hecho entrar en razón, guiándoles hacia la sala de espera durante un breve periodo de tiempo antes de ver al Daimyō.
Eri asintió ante la felicidad de Hanabi, intentando mantenerse serena, seria y calmada. Cosa que, a veces, le resultaba un poco difícil. Se colocó cerca del Uzukage y siguió al shinobi sin pronunciar palabra.
—¿Todo listo?
Eri asintió, asegurándose de que llevaba todo lo necesario para bajar del barco y aventurarse al hogar del nuevo Daimyō, que no escatimaba en gastos, el sitio donde vivía parecía un castillo demasiado majestuoso para Eri, quien se encogió de hombros ante tales vistas. ¿Para que querrían tanto espacio? A veces pensaba que lo hacían para imponer su estatus más que por necesidad.
Justo en la entrada, dos guardias les cortaron el paso, dos antiguos shinobi que, a simple vista, no parecían muy felices por ver de nuevo a quien fue, en su momento, su jefe. Eri no los reconoció al comienzo, y, siendo sincera, tampoco le hubiera gustado encontrarse con gente amiga allí, pues, por sus caras, ni contentos ni en fase de estarlo.
Y, por si fuera poco, le sugirieron amablemente a Hanabi que esperase un día para acordar la visita al Daimyō. Y su respuesta dejó a Eri helada en el sitio.
—No.
Todo tembló a su alrededor, ¿o fue ella? Aquel estallido desde su Kage la dejó temblando cual flan en el sitio, pero no fue la única pues, las paredes, los cuadros, e, incluso; todos los papeles que se encontraban en recepción volaron cerca de donde estaba Datsue. El recepcionista, veloz en la recolección de lo que había caído, lo recogió como pudo y se perdió del lugar.
Uno de los shinobi volvió a hablar, esta vez, como si el miedo lo hubiera hecho entrar en razón, guiándoles hacia la sala de espera durante un breve periodo de tiempo antes de ver al Daimyō.
Eri asintió ante la felicidad de Hanabi, intentando mantenerse serena, seria y calmada. Cosa que, a veces, le resultaba un poco difícil. Se colocó cerca del Uzukage y siguió al shinobi sin pronunciar palabra.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)