10/01/2021, 16:47
Gondu les condujo a través de varios pasillos y hacia arriba por las escaleras al último piso. Los funcionarios de Palacio les miraban con una mezcla de curiosidad y de terror. Los guardias, con una inquietud visible. Era evidente que se suponía que no deberían estar allí. El consejero del Señor Feudal les señaló una serie de sofás en una sala amplia y cómoda con una decoración exquisita, digna de un rey.
—¿Esperarían aquí mientras les preparo un té? —preguntó, haciendo hasta cuatro reverencias, que los muchachos pudieran contar.
—Claro, Gondu. Tranquilo, esperaremos lo que haga falta. Al té y a Uzumaki Shiden.
—Ahem, el Excelentísimo Señor Feudal desea que le llamen...
—Shiden.
—Ahem. —Contrariado, Gondu se dio la vuelta y se marchó a pasos acelerados.
Hanabi tomó asiento con un gesto adusto y les miró, uno a uno. Luego, dirigió la mirada con recelo y significativamente a hasta dos cámaras de seguridad que habían en las esquinas.
Luego volvió a mirarles.
—En fin, supongo que habrá que esperar —dijo, recostándose. A la izquierda se extendía un pasillo largo que acababa en una opulenta puerta de madera de roble con picaportes de oro. A ambos lados, dos guardias con sendas lanzas mantenían una postura marcial. Hanabi se inclinó hacia adelante y fingió preocupación poniéndose la mano frente a la boca—. Si habláis, tapáos la boca disimuladamente. Esas dos cámaras no me hacen ninguna gracia.
»¿Con quién está reunido Shiden? ¿De qué hablan? Si hallamos una manera discreta de averiguarlo mientras esperamos, mucho mejor. —Hizo una pausa—. Lamentablemente no tengo recursos para esto, y hay mucha vigilancia. Tendría que ser en un momento...
Hanabi se aclaró la garganta de golpe y se volvió a recostar. Gondu había venido muy rápido. Llevaba una bandeja de plata con cuatro pequeños vasos. Un té exquisito, de la Mediana Roja. Digno de un kage y de su séquito. Hanabi tomó el vaso con una radiante sonrisa y se lo quedó en el regazo.
—El favorito del Excelentísimo, Hanabi-dono.
—Estupendo, estupendo.
—Si me disculpan, ahora iré a informar de su llegada al Excelentísimo, señor.
—Adelante.
Gondu pasó la bandeja frente a los otros shinobi para ofrecerles también un poco de té. Después, avanzó a pasitos apresurados por el pasillo, y entró en el despacho del... Excelentísimo.
—¿Esperarían aquí mientras les preparo un té? —preguntó, haciendo hasta cuatro reverencias, que los muchachos pudieran contar.
—Claro, Gondu. Tranquilo, esperaremos lo que haga falta. Al té y a Uzumaki Shiden.
—Ahem, el Excelentísimo Señor Feudal desea que le llamen...
—Shiden.
—Ahem. —Contrariado, Gondu se dio la vuelta y se marchó a pasos acelerados.
Hanabi tomó asiento con un gesto adusto y les miró, uno a uno. Luego, dirigió la mirada con recelo y significativamente a hasta dos cámaras de seguridad que habían en las esquinas.
Luego volvió a mirarles.
—En fin, supongo que habrá que esperar —dijo, recostándose. A la izquierda se extendía un pasillo largo que acababa en una opulenta puerta de madera de roble con picaportes de oro. A ambos lados, dos guardias con sendas lanzas mantenían una postura marcial. Hanabi se inclinó hacia adelante y fingió preocupación poniéndose la mano frente a la boca—. Si habláis, tapáos la boca disimuladamente. Esas dos cámaras no me hacen ninguna gracia.
»¿Con quién está reunido Shiden? ¿De qué hablan? Si hallamos una manera discreta de averiguarlo mientras esperamos, mucho mejor. —Hizo una pausa—. Lamentablemente no tengo recursos para esto, y hay mucha vigilancia. Tendría que ser en un momento...
Hanabi se aclaró la garganta de golpe y se volvió a recostar. Gondu había venido muy rápido. Llevaba una bandeja de plata con cuatro pequeños vasos. Un té exquisito, de la Mediana Roja. Digno de un kage y de su séquito. Hanabi tomó el vaso con una radiante sonrisa y se lo quedó en el regazo.
—El favorito del Excelentísimo, Hanabi-dono.
—Estupendo, estupendo.
—Si me disculpan, ahora iré a informar de su llegada al Excelentísimo, señor.
—Adelante.
Gondu pasó la bandeja frente a los otros shinobi para ofrecerles también un poco de té. Después, avanzó a pasitos apresurados por el pasillo, y entró en el despacho del... Excelentísimo.
