21/01/2021, 12:55
Eri se mantenía alerta, sin alejar la mirada de su Uzukage, quien parecía abstraído a cualquier estímulo externo a él. Estaba nerviosa, estaba preocupada, pero lo que no estaba, era aterrorizada.
Hasta aquel mismo instante.
El humo se formó de una explosión que, disipado; dejó ver el cuerpo casi sin vida de Gondu, luchando, en vano; por seguir viviendo a pesar del daño sufrido. A su lado, Hanabi había acabado con él sin miramientos, buscando a su próximo objetivo: Uzumaki Shiden. Él iba a buscar la verdad, su verdad, aunque ella no entendiera del todo de qué hablaba, solo sabía que estaba temblando y que, su de normal alegre y comprensivo Sarutobi Hanabi, ahora dejaba una estela de llamas a su paso en busca de justicia.
Vio como ninguno de los guardias le suponían problema, y, aunque uno de ellos logró desarmarlo, solo consiguió acabar con un sello explosivo en la cara.
Sus ojos volvieron a ellos y Eri los sostuvo por un momento.
—Seguidme o detenedme. Pero no os quedéis ahí mirando.
Pero ella lo miraba sin entender, sin comprender nada, solo mirando como su Kage se alejaba.
En su aldea, Uzushiogakure; le habían hablado de los modales, del respeto, de la moral. De que el Uzukage era el alto cargo al que se le debía respetar por encima de todo, no cuestionar sus decisiones, seguirle allá donde hiciera falta, y Eri cumplió cuando Uzumaki Shiona estuvo al cargo, cuando le arrebataron la vida a Gouna a pesar de haberla querido tanto como a su madre. Pero nunca fue convencida por Zoku hasta que, como un rayo de sol en pleno invierno, apareció Hanabi y la paz se restauró.
Ella siguió a aquel hombre durante todos esos años, ella disfrutó a su lado, lo escuchó siendo como un padre para ella. Un ejemplo a seguir.
Y eso mismo hizo: seguirle, como siempre. Porque es lo que una hija haría.
Y cuando acabó con la vida de Shiden justo en frente de ella, a pesar de que, con las piernas aún temblando y su vista clavada en el cuerpo sin vida del antiguo Daimyō, se arrodilló frente a Hanabi, junto a Datsue, manchándose de sangre pero con una nueva convicción.
Ser más justos.
—Larga vida a la República de la Espiral.
Ella seguiría sus pasos.
No importaba el precio.
Hasta aquel mismo instante.
El humo se formó de una explosión que, disipado; dejó ver el cuerpo casi sin vida de Gondu, luchando, en vano; por seguir viviendo a pesar del daño sufrido. A su lado, Hanabi había acabado con él sin miramientos, buscando a su próximo objetivo: Uzumaki Shiden. Él iba a buscar la verdad, su verdad, aunque ella no entendiera del todo de qué hablaba, solo sabía que estaba temblando y que, su de normal alegre y comprensivo Sarutobi Hanabi, ahora dejaba una estela de llamas a su paso en busca de justicia.
Vio como ninguno de los guardias le suponían problema, y, aunque uno de ellos logró desarmarlo, solo consiguió acabar con un sello explosivo en la cara.
Sus ojos volvieron a ellos y Eri los sostuvo por un momento.
—Seguidme o detenedme. Pero no os quedéis ahí mirando.
Pero ella lo miraba sin entender, sin comprender nada, solo mirando como su Kage se alejaba.
En su aldea, Uzushiogakure; le habían hablado de los modales, del respeto, de la moral. De que el Uzukage era el alto cargo al que se le debía respetar por encima de todo, no cuestionar sus decisiones, seguirle allá donde hiciera falta, y Eri cumplió cuando Uzumaki Shiona estuvo al cargo, cuando le arrebataron la vida a Gouna a pesar de haberla querido tanto como a su madre. Pero nunca fue convencida por Zoku hasta que, como un rayo de sol en pleno invierno, apareció Hanabi y la paz se restauró.
Ella siguió a aquel hombre durante todos esos años, ella disfrutó a su lado, lo escuchó siendo como un padre para ella. Un ejemplo a seguir.
Y eso mismo hizo: seguirle, como siempre. Porque es lo que una hija haría.
Y cuando acabó con la vida de Shiden justo en frente de ella, a pesar de que, con las piernas aún temblando y su vista clavada en el cuerpo sin vida del antiguo Daimyō, se arrodilló frente a Hanabi, junto a Datsue, manchándose de sangre pero con una nueva convicción.
Ser más justos.
—Larga vida a la República de la Espiral.
Ella seguiría sus pasos.
No importaba el precio.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)