6/02/2021, 03:06
Hanabi hizo caso a Datsue separándose de la ventana. De hecho, cuando el Uchiha se asomó, vio a dos shinobi con kunai en mano, enmascarados, subiendo por los tejadillos a toda velocidad. Uno de ellos se deslizó por la pared y plantó las manos en el edificio. Una corriente de rayos se dirigió a toda velocidad hacia él. El otro dio un salto y lanzó un kunai más allá de su vista: se enganchó en una cornisa y gracias al hilo consiguió ponerse a su altura. En el aire, el ninja iluminó sus cinco dedos con chakra y se dispuso a estampar la mano contra el estómago del Uchiha.
Entretanto, el soldado al que Datsue había lanzado las vendas se zafó del agarre con la ayuda de su naginata y dejó caer el arma a un lado. Levantó las manos, en señal de rendición.
—¡Señor Hanabi! ¡No entiendo nada! ¿¡Por qué ha hecho esto!?
—Intentó matar a Rasen en varias ocasiones.
—No... no es verdad...
—¡LARGA VIDA A ZOKU! ¡LARGA VIDA AL VERDADERO UZUKAGE! —El otro guardia, incapaz de moverse, escupió en dirección a Reiji.
Hanabi le miró. Cerró los ojos y negó con la cabeza.
—Takeshi, ¿qué estás...?
—Matadlo.
En ocasiones, la vida no era justa. No podía serlo para todo el mundo. Porque hay otra balanza. La balanza que compara la desgracia de uno con el bienestar y la ausencia de peligro de otros.
En ocasiones, había que ser injusto para salvar a miles.
Con Shiona había paz. Pero sólo podía haber paz si había orden. Y para que hubiese orden, el caos debía desaparecer. El caos de Zoku.
Un cáncer para Oonindo.
En la ciudad había una sensación total de desconcierto. Los chūnin y jōnin entraron como un maremoto y gritaron a pleno pulmón el establecimiento de un toque de queda. Hubo gritos de pánico. Hubo caos. Sobretodo cuando allá, a lo lejos, en el Palacio del Señor Feudal, apareció la estela de un relámpago en las paredes.
Mala señal.
Por suerte o por desgracia, los diferentes escuadrones de shinobi se separaron más o menos por donde tuvieron a bien actuar. Y ellos acabaron todos junto al general Katsudon, que corría sorprendentemente rápido —para su aparente peso— hacia Palacio.
—¡Mierda, mierda! ¡No debe pasarle nada a Hanabi! ¡Tenemos que...!
Pero el hombretón se perdió tras una esquina y dos guardias corrían hacia los tres genin desde justo la calle que seguía recto. Con sus naginatas en ristre, se plantaron junto a ellos y les apuntaron con las hojas.
—¿¡Qué significa esto!? ¿¡Qué clase de alta traición es esta!? —les preguntó uno de ellos.
Entretanto, el soldado al que Datsue había lanzado las vendas se zafó del agarre con la ayuda de su naginata y dejó caer el arma a un lado. Levantó las manos, en señal de rendición.
—¡Señor Hanabi! ¡No entiendo nada! ¿¡Por qué ha hecho esto!?
—Intentó matar a Rasen en varias ocasiones.
—No... no es verdad...
—¡LARGA VIDA A ZOKU! ¡LARGA VIDA AL VERDADERO UZUKAGE! —El otro guardia, incapaz de moverse, escupió en dirección a Reiji.
Hanabi le miró. Cerró los ojos y negó con la cabeza.
—Takeshi, ¿qué estás...?
—Matadlo.
En ocasiones, la vida no era justa. No podía serlo para todo el mundo. Porque hay otra balanza. La balanza que compara la desgracia de uno con el bienestar y la ausencia de peligro de otros.
En ocasiones, había que ser injusto para salvar a miles.
Con Shiona había paz. Pero sólo podía haber paz si había orden. Y para que hubiese orden, el caos debía desaparecer. El caos de Zoku.
Un cáncer para Oonindo.
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En la ciudad había una sensación total de desconcierto. Los chūnin y jōnin entraron como un maremoto y gritaron a pleno pulmón el establecimiento de un toque de queda. Hubo gritos de pánico. Hubo caos. Sobretodo cuando allá, a lo lejos, en el Palacio del Señor Feudal, apareció la estela de un relámpago en las paredes.
Mala señal.
Por suerte o por desgracia, los diferentes escuadrones de shinobi se separaron más o menos por donde tuvieron a bien actuar. Y ellos acabaron todos junto al general Katsudon, que corría sorprendentemente rápido —para su aparente peso— hacia Palacio.
—¡Mierda, mierda! ¡No debe pasarle nada a Hanabi! ¡Tenemos que...!
Pero el hombretón se perdió tras una esquina y dos guardias corrían hacia los tres genin desde justo la calle que seguía recto. Con sus naginatas en ristre, se plantaron junto a ellos y les apuntaron con las hojas.
—¿¡Qué significa esto!? ¿¡Qué clase de alta traición es esta!? —les preguntó uno de ellos.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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