13/03/2021, 21:23
El grupo escolta del Uzukage se encaminó a toda prisa a la sala de comunicaciones de Palacio. Entretanto, Katsudon conversaba animadamente con Reiji.
—Chae y Raimyogan están al frente —rio Katsudon—. A Gyūki hace tiempo que no lo veo. Y menos mal. —El hombretón apartó la mirada, azorado—. No me mires así, no me acostumbro.
—¿Bijūkage...?
—Tranquilo, Hitochi. Ya te explicaremos si algún día vuelves a Uzushiogakure.
Hitochi tuvo un mal presentimiento. Tragó saliva y se adelantó, conduciendo al grupo a su destino.
Sin embargo, los guardias no pretendían obedecer las órdenes de un genin rebelde. Se levantaron, aunque algo afectados por el veneno, y escaparon del alcance de la nube. Cuchichearon entre ellos por un momento. Cuando estaban a punto de moverse, la voz de Hanabi sonó como un trueno, envolviendo a toda Yamiria.
«Ciudadanos y fuerzas del orden de Yamiria. Al habla Sarutobi Hanabi. Esto es una emergencia. Repito: es un mensaje importante.»
«Antes de la muerte de Uzumaki Rasen, nuestro Señor me entregó unos documentos que probaban que su hijo, Shiden, pretendía matarle.»
Los guardias se miraron, confundidos.
«Rasen también me comunicó la más que probable intención de Shiden de apartarme de mi puesto como Uzukage. Para entregárselo a shinobi leales a Uzumaki Zoku. En realidad, Uzumaki Zoku y Shiden estuvieron compinchados durante mucho tiempo.»
Uno de los guardias cayó al suelo, tosiendo. El otro, preocupado, soltó el arma. Se acuclilló junto a él. Gritaba algo, pero Takumi no logró escucharle. El compañero de Takumi parecía completamente en shock.
«Como saben todos ustedes, Uzumaki Zoku pretendía utilizar el poder de los bijū como arma para conseguir la supremacía de nuestro país. Un error que cometieron las Cinco Grandes en su día. Ya sabemos todos a dónde lleva eso. Está escrito en la historia. Todo esto amenazaba el trabajo del gran Shiomaru. Amenazaba la Paz de Shiona. No podía dejarlo así. No podía.»
«Uzumaki Shiden ha muerto. A los guardias de la ciudad: no opongáis resistencia. Repito: no opongáis resistencia.»
El guardia más grave tosió sangre y cayó al suelo. Su amigo y compañero rompió a llorar.
«Antes de morir, Uzumaki Rasen me legó dos últimas tareas, y hoy aquí he cumplido la primera: la muerte del traidor. Ayudadme a cumplir la segunda: el establecimiento de una República Parlamentaria en nuestro gran país.»
«Mañana por la mañana me retiraré. Mis shinobi mantendrán el orden hasta que el Consejo de Sabios Uzumaki, conocido por todos ustedes, se asiente en Yamiria. Como hicieron aconsejando a Rasen durante muchos años, estos ancianos gobernarán con buen criterio la administración central del país hasta no más de lo necesario para organizar unas elecciones libres y justas. Cualquier ciudadano del país podrá presentarse a parlamentario, y el parlamento votará un Presidente. Quedan excluídos los shinobi, que como siempre, permanecerán al servicio de la Espiral. Al servicio del Parlamento. Al servicio del pueblo.»
Hanabi soltó el botón rojo y suspiró. Se dio la vuelta en la silla.
—¿Creéis que debería decir algo más...?
—Pues... —Katsudon se rascó la cabeza, y se señaló al cinturón. Allí sujetaba tres pergaminos—. ¿Qué hacemos con esto? ¿Se lo enseñamos a todos y cada uno de los habitantes?
Hanabi negó con la cabeza, y rio.
—Son un seguro contra funcionarios desconfiados. Pero... creo que si dedicamos las palabras adecuadas...
»La gente quiere paz, Katsudon. La gente adoraba a Rasen. Creo que no es muy difícil darse cuenta de que quien seguía a Shiden solo por la jerarquía va a seguir a cualquiera que ocupe el vacío de poder. Y si alguien quiere ocuparlo a la fuerza, ese alguien es...
—Un traidor.
Hanabi clavó la vista en el suelo.
—O una traidora.
—¿Qué?
—Nada, Don. Hablaremos en la villa.
—Chae y Raimyogan están al frente —rio Katsudon—. A Gyūki hace tiempo que no lo veo. Y menos mal. —El hombretón apartó la mirada, azorado—. No me mires así, no me acostumbro.
—¿Bijūkage...?
—Tranquilo, Hitochi. Ya te explicaremos si algún día vuelves a Uzushiogakure.
Hitochi tuvo un mal presentimiento. Tragó saliva y se adelantó, conduciendo al grupo a su destino.
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Sin embargo, los guardias no pretendían obedecer las órdenes de un genin rebelde. Se levantaron, aunque algo afectados por el veneno, y escaparon del alcance de la nube. Cuchichearon entre ellos por un momento. Cuando estaban a punto de moverse, la voz de Hanabi sonó como un trueno, envolviendo a toda Yamiria.
«Ciudadanos y fuerzas del orden de Yamiria. Al habla Sarutobi Hanabi. Esto es una emergencia. Repito: es un mensaje importante.»
«Antes de la muerte de Uzumaki Rasen, nuestro Señor me entregó unos documentos que probaban que su hijo, Shiden, pretendía matarle.»
Los guardias se miraron, confundidos.
«Rasen también me comunicó la más que probable intención de Shiden de apartarme de mi puesto como Uzukage. Para entregárselo a shinobi leales a Uzumaki Zoku. En realidad, Uzumaki Zoku y Shiden estuvieron compinchados durante mucho tiempo.»
Uno de los guardias cayó al suelo, tosiendo. El otro, preocupado, soltó el arma. Se acuclilló junto a él. Gritaba algo, pero Takumi no logró escucharle. El compañero de Takumi parecía completamente en shock.
«Como saben todos ustedes, Uzumaki Zoku pretendía utilizar el poder de los bijū como arma para conseguir la supremacía de nuestro país. Un error que cometieron las Cinco Grandes en su día. Ya sabemos todos a dónde lleva eso. Está escrito en la historia. Todo esto amenazaba el trabajo del gran Shiomaru. Amenazaba la Paz de Shiona. No podía dejarlo así. No podía.»
«Uzumaki Shiden ha muerto. A los guardias de la ciudad: no opongáis resistencia. Repito: no opongáis resistencia.»
El guardia más grave tosió sangre y cayó al suelo. Su amigo y compañero rompió a llorar.
«Antes de morir, Uzumaki Rasen me legó dos últimas tareas, y hoy aquí he cumplido la primera: la muerte del traidor. Ayudadme a cumplir la segunda: el establecimiento de una República Parlamentaria en nuestro gran país.»
«Mañana por la mañana me retiraré. Mis shinobi mantendrán el orden hasta que el Consejo de Sabios Uzumaki, conocido por todos ustedes, se asiente en Yamiria. Como hicieron aconsejando a Rasen durante muchos años, estos ancianos gobernarán con buen criterio la administración central del país hasta no más de lo necesario para organizar unas elecciones libres y justas. Cualquier ciudadano del país podrá presentarse a parlamentario, y el parlamento votará un Presidente. Quedan excluídos los shinobi, que como siempre, permanecerán al servicio de la Espiral. Al servicio del Parlamento. Al servicio del pueblo.»
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Hanabi soltó el botón rojo y suspiró. Se dio la vuelta en la silla.
—¿Creéis que debería decir algo más...?
—Pues... —Katsudon se rascó la cabeza, y se señaló al cinturón. Allí sujetaba tres pergaminos—. ¿Qué hacemos con esto? ¿Se lo enseñamos a todos y cada uno de los habitantes?
Hanabi negó con la cabeza, y rio.
—Son un seguro contra funcionarios desconfiados. Pero... creo que si dedicamos las palabras adecuadas...
»La gente quiere paz, Katsudon. La gente adoraba a Rasen. Creo que no es muy difícil darse cuenta de que quien seguía a Shiden solo por la jerarquía va a seguir a cualquiera que ocupe el vacío de poder. Y si alguien quiere ocuparlo a la fuerza, ese alguien es...
—Un traidor.
Hanabi clavó la vista en el suelo.
—O una traidora.
—¿Qué?
—Nada, Don. Hablaremos en la villa.
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