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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#45
Entiendo… Por favor, toma asiento . Y trátame de Datsue, oh, que somos colegas . Los dojos… ¿Perdiste a alguien importante allí?

Hana se puso en marcha en cuanto le dio la señal de salida. Anduvo los pasos justos y necesarios para llegar hasta el asiento y se sentó, claramente tensa todavía. Encima ahora Datsue le había hecho la pregunta. Que si bien no era directamente la pregunta sí que estaba preguntandole por qué demonios se había puesto tan tonta con lo de los dojos. Abrió la boca y la cerró varias veces en pocos segundos, hasta que finalmente se clavó las uñas en las manos y se dio el valor para explicarse.

No, bueno, verás, yo... Salí huyendo. En cuanto apareció Ryu y mató a un guardia en un parpadeo, yo solo pensé en huir. Sagiso Ranko se quedó a detenerle para darme tiempo y que pudiese sacar a Himura Ren y... y salimos todas sanas y salvas pero... — se apretó las manos con fuerza. — Pero yo huí. Era una kunoichi, y dejé a Ranko sola, con más heridos y... y cuando después supimos lo que había pasado... me desmoroné.

Tenía los ojos llorosos, clavados en el hermoso escritorio del Uzukage. Estaba apretando sus puños y sus dientes con toda su fuerza para no romper a llorar. No delante de Datsue, no cuando estaba decidida a ser más fuerte, más valiente. Tenía que resistir, guardarse sus miedos.


Avatar obra de Sagiso Ranko


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Mensajes en este tema
RE: El escudo, las espadas y los cerezos silvestres - por Himura Hana - 24/03/2022, 13:03


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