8/04/2022, 17:21
Allí, entre veteranos de guerra, shinobi con carreras destacadas y habilidades prodigiosas, se codeaba ahora un muchacho que, aunque joven en comparación con los otros ocupantes de la mesa redonda; no pasaba para nada desapercibido, bien fuese por su exótica apariencia —a la que, siendo sinceros, ya estamos... todos acostumbrados—. como por su ya también conocida historia de vida, cuya travesía, infame y perturbadora, concluyó con su retorno a Amegakure tras lograr, gracias a ella... su tan ansiada aunque no por eso sencilla redención. Y aunque Yui ya no estaba físicamente con ellos, la voluntad que existió con ella en vida, permaneció férrea e inexpugnable en este joven ninja incluso después de su fatífica muerte a manos de Kurama.
Su nombre, Umikiba Kaido, Hijo de la Tormenta, y ahora General de Combate a medio Alcance durante la Campaña de los Arrozales, había sido postulado en representación de Amegakure para liderar la primera fase de la recuperación estratégica de Oonindo. A su lado, el Mariscal Shiten verborreaba un resumen de la revuelta ante la atenta mirada de sus otros tantos Generales, una, entre tantas, más afilada que las demás; como podía ser la de Aotsuki Zetsuo.
Cuando el Águila aprovechó el inciso para hablar brevemente, el escualo le observó desde la distancia, meditando sobre su intervención. Muy cierto eso de no subestimar al enemigo, pensó Kaido, que en ocasiones suele presentarse de forma engañosa para que el contrario bajase la guardia. Zaide, en su momento, fue una prueba viviente de estos engaños en un principio sutiles, que terminan convirtiéndose en un monstruo indomable. El atentado de los Dojos fue y será por siempre una prueba fidedigna de ello. Por eso, aunque el testimonio de Senju Shiten respecto al Líder del la célula de Kurama proveniente de Unraikyo fuera cierto, la precaución nunca estaba de más.
Kaido volvió su mirada al mapa. Algo sí que le preocupaba. Que el enemigo pensara igual que ellos. Que aunque fueran capaces de diezmar esa pequeña parte del ejército, de alguna forma, llegaran más. Del País del Hierro, específicamente.
O que el Avance desde Unraikyo fuera tan solo una distracción.
Con tantos frentes, no había uno en el que quisiera estar más que en aquél que le diera la oportunidad de ajusticiar a su mentora. Recuperar Yukio era su prioridad, y por eso tenía que vencer esta vez. Y la próxima. Y la siguiente, también. Hasta que el destino le diese una oportunidad. Era todo lo que necesitaba.
—Oh, habrá lamentos, Mariscal-dono... pero del enemigo, mañana, pasado y días consiguientes, hasta que no quede ni uno de ellos con ganas de seguir izando la bandera de ese zorro desgraciado. Ni uno.
Su nombre, Umikiba Kaido, Hijo de la Tormenta, y ahora General de Combate a medio Alcance durante la Campaña de los Arrozales, había sido postulado en representación de Amegakure para liderar la primera fase de la recuperación estratégica de Oonindo. A su lado, el Mariscal Shiten verborreaba un resumen de la revuelta ante la atenta mirada de sus otros tantos Generales, una, entre tantas, más afilada que las demás; como podía ser la de Aotsuki Zetsuo.
Cuando el Águila aprovechó el inciso para hablar brevemente, el escualo le observó desde la distancia, meditando sobre su intervención. Muy cierto eso de no subestimar al enemigo, pensó Kaido, que en ocasiones suele presentarse de forma engañosa para que el contrario bajase la guardia. Zaide, en su momento, fue una prueba viviente de estos engaños en un principio sutiles, que terminan convirtiéndose en un monstruo indomable. El atentado de los Dojos fue y será por siempre una prueba fidedigna de ello. Por eso, aunque el testimonio de Senju Shiten respecto al Líder del la célula de Kurama proveniente de Unraikyo fuera cierto, la precaución nunca estaba de más.
Kaido volvió su mirada al mapa. Algo sí que le preocupaba. Que el enemigo pensara igual que ellos. Que aunque fueran capaces de diezmar esa pequeña parte del ejército, de alguna forma, llegaran más. Del País del Hierro, específicamente.
O que el Avance desde Unraikyo fuera tan solo una distracción.
Con tantos frentes, no había uno en el que quisiera estar más que en aquél que le diera la oportunidad de ajusticiar a su mentora. Recuperar Yukio era su prioridad, y por eso tenía que vencer esta vez. Y la próxima. Y la siguiente, también. Hasta que el destino le diese una oportunidad. Era todo lo que necesitaba.
—Oh, habrá lamentos, Mariscal-dono... pero del enemigo, mañana, pasado y días consiguientes, hasta que no quede ni uno de ellos con ganas de seguir izando la bandera de ese zorro desgraciado. Ni uno.