11/04/2022, 16:35
Ante las palabras de agradecimiento de Ranko, Kobayashi Sakumi apenas logró balbucear unas palabras, sonrojada:
—¡N-no hay de qué! —exclamó, con la moral algo más alta.
Takagi Ryo no dijo nada, pero asiente ante las palabras de Ranko, antes de devolver la mirada al ejército de Kurama. No era fácil mantener la vista en él. Ni siquiera para alguien con su personalidad atrevida. Hakuro —el otro luchador del escuadrón, también kusajin—, de apenas quince años, con los puños vendados y un kusari entre las manos, alza un brazo al cielo.
—¡Así se habla, Ranko! ¡Por la libertad! ¡Por Kusagakure! ¡POR KINTSUGI!
—¡¡HASTA LA MUEEERTEEEE!! —ruge Takagi Ryo, dándose golpes en el pecho, continuando el canto de Lyndis.
El tambor siguió sonando. El ejército de Kurama siguió avanzando. Ante la pregunta de Ranko, Nao tenía una respuesta aproximada: casi mil ninjas. Mil jodidos ninjas. La Alianza había compuesto un ejército más grande, más poderoso. Pero, ¿sería suficiente?
El ejército de Kurama estaba ya a cien metros. Y entonces los escucharon. Todos ellos, mujeres y hombres, unidos en una sola voz. Un solo cántico que resonó por los arrozales y, por un instante, silenció a cualquier otra cosa.
Kurama lo es todo. Todo es de Kurama. El cántico resonó una segunda vez. Y una tercera. Los tambores redoblaron su intensidad. La melodía mutó. Era la única melodía que todos se habían aprendido. Solo significaba una cosa. Una sola cosa.
—¡Al ataque!
—¡¡¡Al ataque!!!
—¡¡¡AL ATAQUEEEEE!!! —rugió el Shiten el Acaparador, lanzándose hacia el enemigo el primero, como la punta de una lanza.
Después de eso, el caos más absoluto. Gritos, llantos, chillidos. Los tambores seguían, y el propio Raijin se unió a la fiesta tocando su tambor. Un rayo hendió el aire, y el Escuadrón de Ranko tuvo su primer enfrentamiento.
Una muchacha con media cara vendada y la placa de copos de nieve en el brazo corrió hasta el Kage Bunshin de Ranko a una velocidad vertiginosa (Agilidad 80) con la mano cubierta de una electricidad que emitía el sonido de mil pájaros chirriantes. Trató de atravesarle el pecho con ella (80PV).
Una mujer, flacucha y joven, hipertrofió su brazo derecho de manera exagerada y repentina, como un globo alargado al que se le llena de agua, y lanzó un puñetazo (42PV) a la Ranko real.
Un hombre, gordo y bajo, de unos cuarenta años, ejecutó un salto muy acrobático para su peso y salió despedido a gran velocidad (Muy rápida) hacia Lyndis, al grito de: ¡viva Kurama!, tratando de encajar una patada voladora en su rostro (40PV).
Nadie parece tener demasiadas ganas de acercarse a Nao de primeras —o, probablemente, a su león—, pero una chica de pelo castaño se coló entre las filas del escuadrón y trató de asesinar a la ninja médico con un tajo en la garganta que a duras penas logró esquivar.
—¡N-no hay de qué! —exclamó, con la moral algo más alta.
Takagi Ryo no dijo nada, pero asiente ante las palabras de Ranko, antes de devolver la mirada al ejército de Kurama. No era fácil mantener la vista en él. Ni siquiera para alguien con su personalidad atrevida. Hakuro —el otro luchador del escuadrón, también kusajin—, de apenas quince años, con los puños vendados y un kusari entre las manos, alza un brazo al cielo.
—¡Así se habla, Ranko! ¡Por la libertad! ¡Por Kusagakure! ¡POR KINTSUGI!
—¡¡HASTA LA MUEEERTEEEE!! —ruge Takagi Ryo, dándose golpes en el pecho, continuando el canto de Lyndis.
El tambor siguió sonando. El ejército de Kurama siguió avanzando. Ante la pregunta de Ranko, Nao tenía una respuesta aproximada: casi mil ninjas. Mil jodidos ninjas. La Alianza había compuesto un ejército más grande, más poderoso. Pero, ¿sería suficiente?
El ejército de Kurama estaba ya a cien metros. Y entonces los escucharon. Todos ellos, mujeres y hombres, unidos en una sola voz. Un solo cántico que resonó por los arrozales y, por un instante, silenció a cualquier otra cosa.
¡¡¡KURAMA LO ES TODO!!! ¡¡¡TODO ES DE KURAMA!!!
Kurama lo es todo. Todo es de Kurama. El cántico resonó una segunda vez. Y una tercera. Los tambores redoblaron su intensidad. La melodía mutó. Era la única melodía que todos se habían aprendido. Solo significaba una cosa. Una sola cosa.
—¡Al ataque!
—¡¡¡Al ataque!!!
—¡¡¡AL ATAQUEEEEE!!! —rugió el Shiten el Acaparador, lanzándose hacia el enemigo el primero, como la punta de una lanza.
Después de eso, el caos más absoluto. Gritos, llantos, chillidos. Los tambores seguían, y el propio Raijin se unió a la fiesta tocando su tambor. Un rayo hendió el aire, y el Escuadrón de Ranko tuvo su primer enfrentamiento.
Una muchacha con media cara vendada y la placa de copos de nieve en el brazo corrió hasta el Kage Bunshin de Ranko a una velocidad vertiginosa (Agilidad 80) con la mano cubierta de una electricidad que emitía el sonido de mil pájaros chirriantes. Trató de atravesarle el pecho con ella (80PV).
Una mujer, flacucha y joven, hipertrofió su brazo derecho de manera exagerada y repentina, como un globo alargado al que se le llena de agua, y lanzó un puñetazo (42PV) a la Ranko real.
Un hombre, gordo y bajo, de unos cuarenta años, ejecutó un salto muy acrobático para su peso y salió despedido a gran velocidad (Muy rápida) hacia Lyndis, al grito de: ¡viva Kurama!, tratando de encajar una patada voladora en su rostro (40PV).
Nadie parece tener demasiadas ganas de acercarse a Nao de primeras —o, probablemente, a su león—, pero una chica de pelo castaño se coló entre las filas del escuadrón y trató de asesinar a la ninja médico con un tajo en la garganta que a duras penas logró esquivar.