17/04/2022, 11:59
Nao recogió el ninjatō de su adversario, y de un movimiento limpio y seco, puso fin a su sufrimiento. Luego, queriendo sacar más partido a aquella rápida muerte —y probablemente tratando de aumentar sus probabilidades de supervivencia—, saqueó el cadáver.
Nao encontró una serie de objetos interesantes que añadir a su propio arsenal.
Mientras tanto, Lyndis escogió la vieja confiable: cuando te enfrentas a un elefante, lo mejor es ir a por las patas. Su gran adversario ya estaba de rodillas, pero eso no bastaba para la kusajin. De un grácil pero contundente movimiento, ejecutó una patada giratoria al muslo del hombretón, que dio una vuelta sobre el aire y cayó sobre el encharcado suelo de cabeza.
No estaba muerto —quizá diese problemas en el futuro—, ni tampoco inconsciente, pero desde luego no parecía en condiciones de hacer nada más que gruñir de dolor. Al menos, por un tiempo.
Sagiso Ranko, a la vez, decidió mostrar piedad al mismo tiempo que ser contundente. Pero tuvo un momento de duda. Un solo instante. A veces, eso era la diferencia entre acertar o fallar un golpe. Entre recibir un kunai o esquivarlo. Entre vivir o morir.
Quizá fue al ver la duda momentánea en el semblante de Ranko. Quizá fue porque tardó demasiado. Quizá fue porque lo interpretó cómo debilidad. Pero algo cambió en la determinación de la raitonera. Un rayo cayó del cielo cuando Ranko se aproximó a noquearla, como una señal de los Dioses. No, no de los Dioses…
… del único Dios. De Kurama.
Sin pensarlo, la kunoichi aprovechó la luz del relámpago para reflejarla en la hoja de su tantō —que justo acababa de desenvainar un centímetro—, cegando a Ranko por sorpresa (Iaido: Nikkou). Ranko se encontraba en mitad del golpe para noquearla, pero notó que su mano hendió solo aire.
Había fallado. Había fallado y todo estaba a oscuras.
Todo sucedió demasiado deprisa. Oyó un grito. Alguien empujándole. De pronto, un dolor terrible en el hombro izquierdo (120PV, hemorragia). Cuando recuperó la visión, se encontró a Takagi Ryo frente a ella. Le sonreía.
—Estás bien, ¿verdad? —Entonces el chico se dio cuenta, y Ranko también, de que el joven kusajin tenía un boquete abierto en el pecho. El Chidori Eiso de la adversaria le había dado de lleno cuando trató de evitar que su Capitana se comiese el golpe.
Cayó en los brazos de Ranko, pálido, muy pálido. Se dio cuenta de pronto de lo que iba a suceder y su rostro se congestionó como un niño pequeño a punto de llorar.
—T-tengo miedo —No. Estaba aterrado. En un instante, Kobayashi Sakumi estaba al lado de ambos y posó sus manos, iluminadas de una tenue luz verde, en el pecho del chico. Él apenas pudo balbucear unas palabras—. ¿V-viviré…?
No preguntó a la médico. Preguntó a Ranko. Su Capitana. La persona por la que se ha sacrificado. Sakumi miró a a a Ranko con lágrimas en los ojos, y negó con la cabeza. La herida es demasiado terrible para sus conocimientos, los órganos están demasiado dañados. De hecho, apenas le quedan unos segundos antes de perder la consciencia. Apenas unos segundos más antes de morir.
Lo último que va a escuchar de este mundo son las palabras de Ranko, de su Capitana. Necesita irse con esperanza. Necesita pensar que va a sobrevivir. ¿Cuál será la respuesta de ella?
Lydnis, no tienes demasiado tiempo a celebrar tu primera victoria. El clon de Ranko desapareció en una nube de humo nada más la original recibir un tajo brutal en el hombro. La raitonera responsable de esto chilla de euforia, y aunque permanece temerosa por las consecuencias inmediatas, permanece allí. Muy cerca de Ranko. Demasiado cerca de Sakumi. Parece cansada por la ejecución del ninjutsu, pero supone un puto peligro.
Al mismo tiempo, ves que la kunoichi que se había estado enfrentando al clon de Ranko avanza hacia Nao.
¿Qué haces?
Nao, acabas de darte cuenta de una cosa. De pronto, la División de Combate de Largo Alcance acaba de concentrar sus ataques a larga distancia a un punto muy concreto del ejército enemigo. Decenas y decenas de bolas de fuego caen en cascada hacia el noroeste de tu posición.
Lo malo es que eso os deja un poco desprotegidos. Si bien hasta ahora os habían estado protegiendo de los ataques a distancia del enemigo, ahora… Bueno, ves una roca de diez metros de diámetro volando en el cielo hacia vuestra dirección (120PV). Calculas unos diez segundos antes de que os alcance.
Ya son ocho.
Nadie parece que lo vaya a parar. Una kunoichi enemiga —que momentos antes se había estado enfrentando al Kage Bunshin de Ranko— se dirige hacia ti.
¿Qué haces?