6/05/2022, 17:15
Ken solo ensanchaba su sonrisa con cada intercambio entre él y Lyndis. La Oni posó sus manos sobre el brazo que la apresaba y empezó a acumular chakra, Ken no intentaría zafarse sino que usaría el otro brazo para asestarle un codazo en toda la cara a Lyndis antes de soltarla por la terrible corriente electrica que le pasó.
Durante unos segundos, el brazo se le quedó colgando inerte antes de recuperar algo de sensibilidad. Había sido una técnica fuerte, sin duda. Entonces la chica se alejó y justo cuando Ken se dispuso a seguirla y no darle cuartel, llegó el sonido de la decepción. Tres shurikens se clavarian en su brazo y su sonrisa desaparecería, volviendo a mostrar una seriedad completa.
— Terrible final. — dijo, casi melancolico, mirando el origen de los shurikens.
No iba a tener su combate digno hoy. Hizo un único sello, dedicandole una miraba sombría a Lyndis, y desapareció al igual que Hakai, apareciendo ya entre las filas de su ejercito.
— ¡Retirada! ¡Reagrupaos en la retaguardia!
La voz de Hakai resonó por los alrededores y toda la parte del ejercito que él había comandado hasta pasada la unidad de cuerpo a cuerpo empezó a retirarse. Al parecer, aparte de esa parte, el resto del ejercito de Kurama estaba teniendo dificultades para llevar a cabo el ataque por lo flancos.
Así que la decisión de reagruparse parecía ser la mejor, sí. Pero ahora la alianza tenía la voz cantante, podían dificultar dicha retirada y tomar ventaja de ella o usarla para descansar. Tras unos segundos, Nao recibiría respuesta.
— Perfecto, el ataque por los flancos ha sido neutralizado por completo. El Mariscal se ha ocupado él solo del flanco este y ahora se dirige a vuestra posición a lidiar con Hakai. Seguid sus ordenes.
Antes incluso de que la mujer acabase de hablar, un enorme estruendo sonaría entre Ranko y Nao, era Shiten aterrizando y partiendo el suelo bajo sus suelas.
— Por Kintsugi-sama, aún no me acostumbro a los saltos del dios conejo. ¿Cómo lo haces para no destruir donde aterrizas, Ranko-san?
Y es que el suelo encharcado no era el mejor sitio para una mole de cientos de kilos para aterrizar tras haber saltado con toda su fuerza. Se había hundido practicamente hasta la rodilla. Sacó una pierna y después la otra y encaró a sus subordinados.
— Bueno, ya me lo contarás luego mientras celebramos. Bien hecho repeliendo a Hakai, sois libres de descansar o seguir peleando, cómo veais.
Dicho eso, empezó a correr en dirección al ejercito de Kurama. Ahora que le veían la espalda, podían ver la cantidad de senbon y shuriken que llevaba clavados en ella. Y aún así, no se lo había pensado dos veces en ir detrás de Hakai. Ese era su Mariscal.
— Pero ¡Mariscal! ¡Espere! — intentó detenerle la médica, haciendo un pequeño trote tras él.
Jamás sabrían si le había oído e ignorado o simplemente el sonido de la batalla era el único canto que entraba por los oidos del Senju. Todos a su alrededor avanzaron sin pensarselo dos veces, bastante más animados. Habían ganado una pelea, pero quedaba mucha guerra. Todavía quedaban muchos heridos por las técnicas de amplio rango de Hakai, ese muñeco de nieve había congelado piernas que sin el tratamiento adecuado podían quedar inutiles para siempre. Ken había estado golpeando todo lo golpeable en el tiempo que habían tardado en llegar. Hematomas, contusiones, huesos rotos, fracturados... Había donde elegir.
Sin embargo, Sakumi se acercó a Lyndis y Ranko, haciendo oidos sordos y ojos ciegos al resto del campo de batalla.
— ¿Necesitan que las cure? — preguntó a la espera de que ambas hubiesen decidido descansar.
No estaban en condiciones de seguir y como unidad médica del escuadrón, era su responsabilidad curarlas. Por muchos heridos que hubiese en el campo de batalla, ellas estaban primero. Nao estaba perfecto, así que no era una preocupación. Si le respondían afirmativamente, empezaría a curarlas de inmediato, a la que Ranko decidiese.
Durante unos segundos, el brazo se le quedó colgando inerte antes de recuperar algo de sensibilidad. Había sido una técnica fuerte, sin duda. Entonces la chica se alejó y justo cuando Ken se dispuso a seguirla y no darle cuartel, llegó el sonido de la decepción. Tres shurikens se clavarian en su brazo y su sonrisa desaparecería, volviendo a mostrar una seriedad completa.
— Terrible final. — dijo, casi melancolico, mirando el origen de los shurikens.
No iba a tener su combate digno hoy. Hizo un único sello, dedicandole una miraba sombría a Lyndis, y desapareció al igual que Hakai, apareciendo ya entre las filas de su ejercito.
— ¡Retirada! ¡Reagrupaos en la retaguardia!
La voz de Hakai resonó por los alrededores y toda la parte del ejercito que él había comandado hasta pasada la unidad de cuerpo a cuerpo empezó a retirarse. Al parecer, aparte de esa parte, el resto del ejercito de Kurama estaba teniendo dificultades para llevar a cabo el ataque por lo flancos.
Así que la decisión de reagruparse parecía ser la mejor, sí. Pero ahora la alianza tenía la voz cantante, podían dificultar dicha retirada y tomar ventaja de ella o usarla para descansar. Tras unos segundos, Nao recibiría respuesta.
— Perfecto, el ataque por los flancos ha sido neutralizado por completo. El Mariscal se ha ocupado él solo del flanco este y ahora se dirige a vuestra posición a lidiar con Hakai. Seguid sus ordenes.
Antes incluso de que la mujer acabase de hablar, un enorme estruendo sonaría entre Ranko y Nao, era Shiten aterrizando y partiendo el suelo bajo sus suelas.
— Por Kintsugi-sama, aún no me acostumbro a los saltos del dios conejo. ¿Cómo lo haces para no destruir donde aterrizas, Ranko-san?
Y es que el suelo encharcado no era el mejor sitio para una mole de cientos de kilos para aterrizar tras haber saltado con toda su fuerza. Se había hundido practicamente hasta la rodilla. Sacó una pierna y después la otra y encaró a sus subordinados.
— Bueno, ya me lo contarás luego mientras celebramos. Bien hecho repeliendo a Hakai, sois libres de descansar o seguir peleando, cómo veais.
Dicho eso, empezó a correr en dirección al ejercito de Kurama. Ahora que le veían la espalda, podían ver la cantidad de senbon y shuriken que llevaba clavados en ella. Y aún así, no se lo había pensado dos veces en ir detrás de Hakai. Ese era su Mariscal.
— Pero ¡Mariscal! ¡Espere! — intentó detenerle la médica, haciendo un pequeño trote tras él.
Jamás sabrían si le había oído e ignorado o simplemente el sonido de la batalla era el único canto que entraba por los oidos del Senju. Todos a su alrededor avanzaron sin pensarselo dos veces, bastante más animados. Habían ganado una pelea, pero quedaba mucha guerra. Todavía quedaban muchos heridos por las técnicas de amplio rango de Hakai, ese muñeco de nieve había congelado piernas que sin el tratamiento adecuado podían quedar inutiles para siempre. Ken había estado golpeando todo lo golpeable en el tiempo que habían tardado en llegar. Hematomas, contusiones, huesos rotos, fracturados... Había donde elegir.
Sin embargo, Sakumi se acercó a Lyndis y Ranko, haciendo oidos sordos y ojos ciegos al resto del campo de batalla.
— ¿Necesitan que las cure? — preguntó a la espera de que ambas hubiesen decidido descansar.
No estaban en condiciones de seguir y como unidad médica del escuadrón, era su responsabilidad curarlas. Por muchos heridos que hubiese en el campo de batalla, ellas estaban primero. Nao estaba perfecto, así que no era una preocupación. Si le respondían afirmativamente, empezaría a curarlas de inmediato, a la que Ranko decidiese.