7/05/2022, 02:21
Su contrincante retrocedió como Hakai, y pronto se escuchó la orden de retirada enemiga. Ranko se sentía levemente angustiada. No porque deseara seguir combatiendo, sino porque había fallado en detener al objetivo, y ahora podía reagruparse.
"Maldición. Si hubiese sido más rápida... Más fuerte..." apretó un puño mientras guardaba su kunai.
Lyndis, por su parte, parecía sí estar molesta por no seguir peleando. Y Lyndis, alta como una torre infernal, le gritó. Ranko frunció el entrecejo. Sabía cómo era la ogresa de Kusagakure, y no se molestaría por ello, aunque tal vez se lo reprocharía más adelante. Pero la misma Lyndis se calmó, preguntándole cómo estaba, aunque algo que al parecer cayó del cielo evitó que respondiera.
Shiten, el mariscal, había destrozado el suelo y salpicado a las chicas, y preguntaba cómo lograba no caer tan desastrosamente.
—S-suelo... Dirigir la fuerza a... —pero el hombre no le dejó terminar. Simplemente les dio la... ¿Orden? De descansar o seguir luchando.
"Esa... Esa no es una instrucción explícita..."
Y así, sin más, Shiten cargó de nuevo contra el enemigo, con la espalda mostrando todo el daño que había recibido. Ranko tragó saliva, deseando poder hacer eso.
—Eso iba a preguntarte a ti... —le dijo Ranko, sonriendo al fin después de largo rato. Nao y Sakumi se acercaron, ampliando la sonrisa de Ranko al verlos con bien. La castaña inclinó la cabeza al escuchar las palabras del Amejin —. Nao-san. Sus palabras dominaron el campo de batalla, y sus bestias se deshicieron de aquella tormenta de nieve. Creo que hizo bastante. Creo que usted debió ser el líder del grupo.
Curiosamente, Nao sí había seguido las órdenes de Ranko: no entrar a la nevada y atacar a distancia. Aunque la castaña consideraba que había sido la determinación del artista lo que les había dado ventaja.
Antes de que Ranko pudiera sugerirle a la médica que se enfocara en Lyndis, la peliplateada fue a dar a los brazos de la coneja.
—¡¡Lyndis!! ¡Sakumi-san, por favor, atiéndela a ella! —le pidió con suma preocupación. Sabía que sobreviviría, pero no podía tranquilizarse al verla así, al sentirla herida.
"Maldición. Si hubiese sido más rápida... Más fuerte..." apretó un puño mientras guardaba su kunai.
Lyndis, por su parte, parecía sí estar molesta por no seguir peleando. Y Lyndis, alta como una torre infernal, le gritó. Ranko frunció el entrecejo. Sabía cómo era la ogresa de Kusagakure, y no se molestaría por ello, aunque tal vez se lo reprocharía más adelante. Pero la misma Lyndis se calmó, preguntándole cómo estaba, aunque algo que al parecer cayó del cielo evitó que respondiera.
Shiten, el mariscal, había destrozado el suelo y salpicado a las chicas, y preguntaba cómo lograba no caer tan desastrosamente.
—S-suelo... Dirigir la fuerza a... —pero el hombre no le dejó terminar. Simplemente les dio la... ¿Orden? De descansar o seguir luchando.
"Esa... Esa no es una instrucción explícita..."
Y así, sin más, Shiten cargó de nuevo contra el enemigo, con la espalda mostrando todo el daño que había recibido. Ranko tragó saliva, deseando poder hacer eso.
—Eso iba a preguntarte a ti... —le dijo Ranko, sonriendo al fin después de largo rato. Nao y Sakumi se acercaron, ampliando la sonrisa de Ranko al verlos con bien. La castaña inclinó la cabeza al escuchar las palabras del Amejin —. Nao-san. Sus palabras dominaron el campo de batalla, y sus bestias se deshicieron de aquella tormenta de nieve. Creo que hizo bastante. Creo que usted debió ser el líder del grupo.
Curiosamente, Nao sí había seguido las órdenes de Ranko: no entrar a la nevada y atacar a distancia. Aunque la castaña consideraba que había sido la determinación del artista lo que les había dado ventaja.
Antes de que Ranko pudiera sugerirle a la médica que se enfocara en Lyndis, la peliplateada fue a dar a los brazos de la coneja.
—¡¡Lyndis!! ¡Sakumi-san, por favor, atiéndela a ella! —le pidió con suma preocupación. Sabía que sobreviviría, pero no podía tranquilizarse al verla así, al sentirla herida.
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