11/05/2022, 03:15
—Se subestima mucho, Nao-san. Platicaremos de sus hazañas luego.
Ranko le sonrió al Amejin, un gesto de respeto y amistad. Luego se volteó hacia su novia.
—Lyndis. Lyn-chan, escúchame —Mientras Sakumi curaba a la peliplateada, Ranko tomó el rostro de la ogresa con ambas manos para obligarla a mirarle a los ojos —. Esto no es un duelo. Entiendo si te molesta, pero no podemos darnos el lujo de estar uno contra uno siempre. Siento haberte interrumpido. Puedes desahogarte en un combate contra mí después. Al final... Al final de todas las cosas.
Y entonces llegó el final para muchos. Un estruendo resonó en los arrozales, como si un relámpago hubiese caído a su lado, y el trueno que seguía le hiciera vibrar cada fibra de su cuerpo. Ranko extendió sus brazos y se colocó frente a Lyndis y Sakumi de manera instintiva, aunque aquella explosión no les golpeó. Bueno, no les golpeó físicamente, pero les destruyó el alma.
Aquella masacre había sucedido en un abrir y cerrar de ojos. En un instante, tantas vidas se habían segado. Ranko tembló y su respiración se aceleró. ¿Qué había sido eso? ¿Contra qué se enfrentaban?
Nao, quien había dicho no ser líder, se elevó en el aire para dar un discurso más. Ranko escuchó, pero su vista se quedó fija en Lyndis. Contra eso iban a luchar. Pelearían contra aquello que podía diezmar al enemigo en un parpadeo. Ranko apretó los dientes.
—¡NO OLVIDEN AHORA LA RAZÓN POR LA QUE ESTÁN AQUÍ, NO PERMITAN QUE ROMPAN AQUELLO EN LO QUE CREEN!
Las palabras de Nao le hicieron apretar los puños.
"Aquello en lo que creo... La justicia, la libertad, la paz... Kurama atenta contra todo ello si nos retiramos... Si retrocedemos ahora... ¿Perderíamos o ganaríamos?"
—Suban, y vámonos de aquí.
Ranko tomó aire. Sus ojos derramaron silenciosas lágrimas mientras sus puños enrojecían de lo fuerte que los apretaba.
"Calma."
—No —La seriedad tomó el rostro de Ranko como pocas veces. Aunque temblaba, su voz sonaba decidida. ¿Era esa una de las situaciones que había mencionado su madre? "Madre..." —. No deje de intentar comunicarse con los superiores, Nao-san. Tiene razón, hay que proteger a los que quedan, pero no nos iremos. No aún. ¡Sakumi-san! Atienda al aliado cercano que más urgente necesite ayuda. Uno a la vez. Lyndis. Sólo te pido que permanezcas de pie. Y atenta. ¡El enemigo tomará nuestro momento de duda! ¡No se dispersen! ¡Manténganse estoicos, inamovibles! ¡Imparables!
Las bajas eran definitivamente bastantes. ¿Serían suficientes para seguir con el ataque? ¿Habrían avanzado lo suficiente para que los ninjas de Kurama retrocedieran? Sentía que hacía falta mucho para que todo terminara. El tambor podría haber sonado ya con la máxima fuerza, pero seguía redoblando en sus espíritus. Tenía que hacerlo.
"Madre... Por favor, resiste tu también..."
Ranko le sonrió al Amejin, un gesto de respeto y amistad. Luego se volteó hacia su novia.
—Lyndis. Lyn-chan, escúchame —Mientras Sakumi curaba a la peliplateada, Ranko tomó el rostro de la ogresa con ambas manos para obligarla a mirarle a los ojos —. Esto no es un duelo. Entiendo si te molesta, pero no podemos darnos el lujo de estar uno contra uno siempre. Siento haberte interrumpido. Puedes desahogarte en un combate contra mí después. Al final... Al final de todas las cosas.
Y entonces llegó el final para muchos. Un estruendo resonó en los arrozales, como si un relámpago hubiese caído a su lado, y el trueno que seguía le hiciera vibrar cada fibra de su cuerpo. Ranko extendió sus brazos y se colocó frente a Lyndis y Sakumi de manera instintiva, aunque aquella explosión no les golpeó. Bueno, no les golpeó físicamente, pero les destruyó el alma.
Aquella masacre había sucedido en un abrir y cerrar de ojos. En un instante, tantas vidas se habían segado. Ranko tembló y su respiración se aceleró. ¿Qué había sido eso? ¿Contra qué se enfrentaban?
Nao, quien había dicho no ser líder, se elevó en el aire para dar un discurso más. Ranko escuchó, pero su vista se quedó fija en Lyndis. Contra eso iban a luchar. Pelearían contra aquello que podía diezmar al enemigo en un parpadeo. Ranko apretó los dientes.
—¡NO OLVIDEN AHORA LA RAZÓN POR LA QUE ESTÁN AQUÍ, NO PERMITAN QUE ROMPAN AQUELLO EN LO QUE CREEN!
Las palabras de Nao le hicieron apretar los puños.
"Aquello en lo que creo... La justicia, la libertad, la paz... Kurama atenta contra todo ello si nos retiramos... Si retrocedemos ahora... ¿Perderíamos o ganaríamos?"
—Suban, y vámonos de aquí.
Ranko tomó aire. Sus ojos derramaron silenciosas lágrimas mientras sus puños enrojecían de lo fuerte que los apretaba.
"Calma."
—No —La seriedad tomó el rostro de Ranko como pocas veces. Aunque temblaba, su voz sonaba decidida. ¿Era esa una de las situaciones que había mencionado su madre? "Madre..." —. No deje de intentar comunicarse con los superiores, Nao-san. Tiene razón, hay que proteger a los que quedan, pero no nos iremos. No aún. ¡Sakumi-san! Atienda al aliado cercano que más urgente necesite ayuda. Uno a la vez. Lyndis. Sólo te pido que permanezcas de pie. Y atenta. ¡El enemigo tomará nuestro momento de duda! ¡No se dispersen! ¡Manténganse estoicos, inamovibles! ¡Imparables!
Las bajas eran definitivamente bastantes. ¿Serían suficientes para seguir con el ataque? ¿Habrían avanzado lo suficiente para que los ninjas de Kurama retrocedieran? Sentía que hacía falta mucho para que todo terminara. El tambor podría haber sonado ya con la máxima fuerza, pero seguía redoblando en sus espíritus. Tenía que hacerlo.
"Madre... Por favor, resiste tu también..."
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