11/05/2022, 13:03
Aunque el amejin lo negase, todos los presentes sabían que había sido de vital importancia. Daba igual el peso que le quitara al asunto, la comunicación era lo más importante a la hora de comandar a un gran grupo de personas.
Ranko la llamó, no una, sino dos veces, y esta respondió solo frunciendo el ceño sin desviar la mirada hasta que esta la obligó posando las manos sobre sus carrillos y volteandola quisiera o no, mientras tenía todavía un brazo extendido que estaba siendo sanado. Ella tenía razón, y Lyndis lo sabía a ciencia cierta, pero su voluntad o más bien su cabezonería impulsada por el cabreo que tenía ahora encima no le dejaba aceptar las palabras de Ranko.
— Tsk. Esta bien — le jodía de sobremanera que tuviera razón. En una guerra rara vez hay un combate individual que no fuera el hecho de ver desde lejos la colisión de los bandos —. Pero si vuelvo a ver a ese tío, no me vuelvas a-
Y de la misma forma que los rayos al impactar contra la tierra y volverse un ensordecer trueno. Primero pudo ver el estallido, y casi un segundo después el ensordecedor ruido que produjo. Un gran estallido de colores claros envueltos por otras tonalidades oscuras arrasó el campo sin saber si solo se llevó las vidas de uno o ambos bandos.
Tras ello, silencio. Posteriormente, la caída de rocas, tierra y restos que golpeaban el suelo al haber saltado por los aires por el fuerte impacto. Y finalmente, los quejidos, lamentos y lloros de los afectados, que enmudecían a los muertos si estos hubieran podido hablar. Aquellos segundos parecieron eternos, y si realmente hubieran sido horas, los gritos de la rota cadena de mando habrían sido menos molestos e impactantes.
Lyndis se apoyó en una de sus piernas para levantarse, y posteriormente quedarse de pie fijándose en el desolador paisaje de destrucción. Mantuvo los ojos bien abiertos por la impresión y casi reducidos en su totalidad. Gran parte de los campos habían desaparecido en tan únicamente un instante, en donde ahora solamente quedaba una explanada completamente abierta y convexa por la que el agua de los campos circundantes se vertía hacia el centro. Lyndis mantuvo la mirada en aquel sitio, y tragó saliva de forma pesada y lenta. Si Ranko no hubiera detenido el combate interrumpiendo, puede que se hubiera desplazado hasta allí buscando un nuevo contrincante contra el que caer exhausta. Si Kenzou ya era un muro inalcanzable y Shiten era otro bastante similar, quien había hecho aquello escapaba en la propia escala que tenía en mente.
Fue como ver recreado el día de la muerte de Kenzou pero en una pequeña escala. Pero había pasado tanto tiempo desde aquello, que en parte había olvidado la capacidad destructiva que tenían las bestias de colas. ¿Era siquiera remotamente posible que un humano llegara a alcanzar esa fuerza? ¿O todo en lo que había creído era un simple sueño tonto inalcanzable? ¿Ser una Diosa? Era absurdo
Su sueño era completamente absurdo y estúpido. Pero era en lo que ella creía, si lo dejaba ahí sin más y no seguía luchando por ello, jamás sabría si realmente era realizable y viviría arrepintiéndose por ello, incluso en el más allá después de su muerte. Además, si ella vencía a quien había hecho eso, estaría un paso más cerca de alcanzar esa grandeza. ¿Y qué sería de su madre si aquel zorro con aires de emperador tomaba el mundo entero? Fuera cual fuera la motivación, si se quedaba allí a morir como una idiota descerebrada, no podría ver el día de mañana por mucho que le molestara, tenía que pensar en que esta podía ser la segunda vez que debía huir de un combate.
Caminó de vuelta con el resto, completamente decidida a seguir actuando.
— ¿Cuál es el siguiente paso? — respondió al resto, reagrupándose y mirando a Nao, quien les había dado una orden clara a todos mientras crujía sus nudillos.
Ranko la llamó, no una, sino dos veces, y esta respondió solo frunciendo el ceño sin desviar la mirada hasta que esta la obligó posando las manos sobre sus carrillos y volteandola quisiera o no, mientras tenía todavía un brazo extendido que estaba siendo sanado. Ella tenía razón, y Lyndis lo sabía a ciencia cierta, pero su voluntad o más bien su cabezonería impulsada por el cabreo que tenía ahora encima no le dejaba aceptar las palabras de Ranko.
— Tsk. Esta bien — le jodía de sobremanera que tuviera razón. En una guerra rara vez hay un combate individual que no fuera el hecho de ver desde lejos la colisión de los bandos —. Pero si vuelvo a ver a ese tío, no me vuelvas a-
¡¡¡BBBBAAAAAAAAAAAAAMMMM!!!
Y de la misma forma que los rayos al impactar contra la tierra y volverse un ensordecer trueno. Primero pudo ver el estallido, y casi un segundo después el ensordecedor ruido que produjo. Un gran estallido de colores claros envueltos por otras tonalidades oscuras arrasó el campo sin saber si solo se llevó las vidas de uno o ambos bandos.
Tras ello, silencio. Posteriormente, la caída de rocas, tierra y restos que golpeaban el suelo al haber saltado por los aires por el fuerte impacto. Y finalmente, los quejidos, lamentos y lloros de los afectados, que enmudecían a los muertos si estos hubieran podido hablar. Aquellos segundos parecieron eternos, y si realmente hubieran sido horas, los gritos de la rota cadena de mando habrían sido menos molestos e impactantes.
Lyndis se apoyó en una de sus piernas para levantarse, y posteriormente quedarse de pie fijándose en el desolador paisaje de destrucción. Mantuvo los ojos bien abiertos por la impresión y casi reducidos en su totalidad. Gran parte de los campos habían desaparecido en tan únicamente un instante, en donde ahora solamente quedaba una explanada completamente abierta y convexa por la que el agua de los campos circundantes se vertía hacia el centro. Lyndis mantuvo la mirada en aquel sitio, y tragó saliva de forma pesada y lenta. Si Ranko no hubiera detenido el combate interrumpiendo, puede que se hubiera desplazado hasta allí buscando un nuevo contrincante contra el que caer exhausta. Si Kenzou ya era un muro inalcanzable y Shiten era otro bastante similar, quien había hecho aquello escapaba en la propia escala que tenía en mente.
Fue como ver recreado el día de la muerte de Kenzou pero en una pequeña escala. Pero había pasado tanto tiempo desde aquello, que en parte había olvidado la capacidad destructiva que tenían las bestias de colas. ¿Era siquiera remotamente posible que un humano llegara a alcanzar esa fuerza? ¿O todo en lo que había creído era un simple sueño tonto inalcanzable? ¿Ser una Diosa? Era absurdo
¡NO OLVIDEN AHORA LA RAZÓN POR LA QUE ESTÁN AQUÍ, NO PERMITAN QUE ROMPAN AQUELLO EN LO QUE CREEN!
Su sueño era completamente absurdo y estúpido. Pero era en lo que ella creía, si lo dejaba ahí sin más y no seguía luchando por ello, jamás sabría si realmente era realizable y viviría arrepintiéndose por ello, incluso en el más allá después de su muerte. Además, si ella vencía a quien había hecho eso, estaría un paso más cerca de alcanzar esa grandeza. ¿Y qué sería de su madre si aquel zorro con aires de emperador tomaba el mundo entero? Fuera cual fuera la motivación, si se quedaba allí a morir como una idiota descerebrada, no podría ver el día de mañana por mucho que le molestara, tenía que pensar en que esta podía ser la segunda vez que debía huir de un combate.
Caminó de vuelta con el resto, completamente decidida a seguir actuando.
— ¿Cuál es el siguiente paso? — respondió al resto, reagrupándose y mirando a Nao, quien les había dado una orden clara a todos mientras crujía sus nudillos.
¡Gracias a Ranko por el avatar!