2/06/2022, 18:59
Ruhara notaría el cambio en la actitud de Marrow, parandose de repente, sin embargo, ni siquiera le daría tiempo a pensar en ayudarle y sería él mismo quien liberaría algo, el chakra de su Dios a vista de todos. Ahora sí que ya habían ganado. Podían haber resistido a Marrow y Ruhara, pero no aguantarían frente al poder de Kurama.
Volvió a centrar su atención en su situación, sabiendo que Marrow pronto habría acabado con lo suyo. Por desgracia, su trozo del pastel era injustamente grande. El enorme pajaro se dirigía directamente hacia ella. Qué injusto. ¿Qué había hecho ella? Ah, sí, la chica. Prácticamente ya se había olvidado de ella.
Su compañera se acababa de levantar, furiosa, viniendo directamente hacía ella también. Ruhara casi la avisa de que se avecinaba un ave de cuatro metros de ancho, pero tuvo poco tiempo para decir nada porque Ranko quería destruirla en el sitio. Decidió hacer uso de técnica especial, su mejor arma, la vieja confiable. Con un sello del carnero, explotó en una nube de humo.
Para cuando Ranko pudiese ver a través del humo, vería un cuerpo, solo que no era el de Ruhara. Era un ninja del copo de nieve, medio congelado y completamente muerto. Y oiría un sonido familiar...
— Tssss
Era una imitación del sonido que haría un sello explosivo, hecho por Ruhara, a casi cuatro metros de ella en diagonal a su izquierda. Apenas le daría tiempo a localizarla antes de que un colosal impacto a su espalda la tirase al suelo, para no levantarse.
El enorme pajaro de tinta había cogido la velocidad y la trayectoria para impactar en Ruhara, solo para ser interceptado por una Ranko fuera de sí, dispuesta a cobrarse su venganza con las fuerzas que le quedaran. Toshio había intentado fervientemente corregir la trayectoria, pero no tenía la fuerza suficiente para hacerlo, apenas había conseguido empezar a levantar levemente el vuelo de nuevo cuando impactaron.
La parte buena era que Jun y Toshio habían conseguido aterrizar rodando sobre el barro con éxito. Tras golpear a Ranko en la espalda, el pajaro desapareció en una explosión de tinta, salpicando a los dos kusajin y a la amejin. Los tres caerían al suelo, pero solo dos se levantarían. El Conejo Blanco de Kusagakure tendría unos segundos antes de caer inconsciente, tirada en el suelo, sin fuerzas y derrotada.
De nuevo, Ruhara no haría nada más que quedarse mirando la escena, riendose por lo bajo.
— De nada.
Volvió a centrar su atención en su situación, sabiendo que Marrow pronto habría acabado con lo suyo. Por desgracia, su trozo del pastel era injustamente grande. El enorme pajaro se dirigía directamente hacia ella. Qué injusto. ¿Qué había hecho ella? Ah, sí, la chica. Prácticamente ya se había olvidado de ella.
Su compañera se acababa de levantar, furiosa, viniendo directamente hacía ella también. Ruhara casi la avisa de que se avecinaba un ave de cuatro metros de ancho, pero tuvo poco tiempo para decir nada porque Ranko quería destruirla en el sitio. Decidió hacer uso de técnica especial, su mejor arma, la vieja confiable. Con un sello del carnero, explotó en una nube de humo.
Para cuando Ranko pudiese ver a través del humo, vería un cuerpo, solo que no era el de Ruhara. Era un ninja del copo de nieve, medio congelado y completamente muerto. Y oiría un sonido familiar...
— Tssss
Era una imitación del sonido que haría un sello explosivo, hecho por Ruhara, a casi cuatro metros de ella en diagonal a su izquierda. Apenas le daría tiempo a localizarla antes de que un colosal impacto a su espalda la tirase al suelo, para no levantarse.
El enorme pajaro de tinta había cogido la velocidad y la trayectoria para impactar en Ruhara, solo para ser interceptado por una Ranko fuera de sí, dispuesta a cobrarse su venganza con las fuerzas que le quedaran. Toshio había intentado fervientemente corregir la trayectoria, pero no tenía la fuerza suficiente para hacerlo, apenas había conseguido empezar a levantar levemente el vuelo de nuevo cuando impactaron.
La parte buena era que Jun y Toshio habían conseguido aterrizar rodando sobre el barro con éxito. Tras golpear a Ranko en la espalda, el pajaro desapareció en una explosión de tinta, salpicando a los dos kusajin y a la amejin. Los tres caerían al suelo, pero solo dos se levantarían. El Conejo Blanco de Kusagakure tendría unos segundos antes de caer inconsciente, tirada en el suelo, sin fuerzas y derrotada.
De nuevo, Ruhara no haría nada más que quedarse mirando la escena, riendose por lo bajo.
— De nada.