15/09/2022, 23:59
—Ganas esta vez. Voy a ayudar, pero primero va ser a los míos. Las basuras humanas parecidas a vos, van a tener que esperarme un poco más.
Ruhara volvió a suspirar. Se dio un par de golpecitos en las rodillas y se levantó.
— Te daré un rato para que madures mientras hablo con tus compañeros.
Se levantó y recogió su farolillo, moviendose alrededor del pilar donde estaba aprisionada Jun, manteniendo siempre una distancia de seguridad para ahorrarse malos tragos y enfados tontos. Le dedicó una mirada llena de asco al hombre que miraba a todas partes con nerviosismo y este ni siquiera se atrevió a abrir la boca, moviendo la mirada al suelo. Ruhara parecía contener la ganas de explotar ahí mismo y soltarle de todo al prisionero. Sin embargo, solo pasó de largo, directamente a Ranko, pues el otro hombre estaba aún dormido y Toshio le pillaba más lejos.
De nuevo, se sentó a unos metros de Ranko, donde no pudiese alcanzarla y colocó el farolillo a su lado. Abrió de nuevo el pergamino y empezó:
— Sagiso Ranko. Chunnin de Kusagakure. Dieciseis años. Experta en combate cuerpo a cuerpo. — cerró el pergamino y la miró directamente. — ¿Estás bien?
Parecía genuinamente preocupada por el estado de la kunoichi. Incluso con todo el cuidado que le habían dado, podía torcerse en cualquier momento. Tenía el hombro practicamente en otro mundo, las piernas casi despedazadas y menos sangre en el cuerpo que la que se había dejado en el campo de batalla. Claro que eso es lo que sucede cuando te peleas con un general de Kurama. A duras penas habían conseguido estabilizarla, si decidía ponerse tonta y resistirse a las ataduras o incluso gritar demasiado, podía no contarlo.
Ruhara volvió a suspirar. Se dio un par de golpecitos en las rodillas y se levantó.
— Te daré un rato para que madures mientras hablo con tus compañeros.
Se levantó y recogió su farolillo, moviendose alrededor del pilar donde estaba aprisionada Jun, manteniendo siempre una distancia de seguridad para ahorrarse malos tragos y enfados tontos. Le dedicó una mirada llena de asco al hombre que miraba a todas partes con nerviosismo y este ni siquiera se atrevió a abrir la boca, moviendo la mirada al suelo. Ruhara parecía contener la ganas de explotar ahí mismo y soltarle de todo al prisionero. Sin embargo, solo pasó de largo, directamente a Ranko, pues el otro hombre estaba aún dormido y Toshio le pillaba más lejos.
De nuevo, se sentó a unos metros de Ranko, donde no pudiese alcanzarla y colocó el farolillo a su lado. Abrió de nuevo el pergamino y empezó:
— Sagiso Ranko. Chunnin de Kusagakure. Dieciseis años. Experta en combate cuerpo a cuerpo. — cerró el pergamino y la miró directamente. — ¿Estás bien?
Parecía genuinamente preocupada por el estado de la kunoichi. Incluso con todo el cuidado que le habían dado, podía torcerse en cualquier momento. Tenía el hombro practicamente en otro mundo, las piernas casi despedazadas y menos sangre en el cuerpo que la que se había dejado en el campo de batalla. Claro que eso es lo que sucede cuando te peleas con un general de Kurama. A duras penas habían conseguido estabilizarla, si decidía ponerse tonta y resistirse a las ataduras o incluso gritar demasiado, podía no contarlo.