22/09/2022, 00:50
— Mis armas... las tenéis ¿verdad? Intenta romperlas, o doblarlas, o lo que quieras... no podrás. Yo las hice todas.
Ruhara se quedó un segundo mirandole. Sopesando sus palabras. No tenía nada claro si la estaba vacilando o iba en serio. Parecía ir en serio y no perdía nada por comprobarlo, de hecho, si alguien perdía algo, sería Toshio. Porque lo puto mataría. Se giró y volvió a hacerle un gesto al guardia para que fuese a por ellas. Tenía suerte de que el guardia estuviese siguiendo las conversaciones porque sino perdería mucho tiempo en explicaciones.
Volvió con una sola Wakizashi negra y anduvo hasta Ruhara, que se había puesto en pie.
— Intenta doblarla.
El pobre hombre hizo su mejor esfuerzo pero la wakizashi ni se inmutó.
— Dejame tu arma. — le dijo Ruhara sin siquiera amedrentarse, completamente seria.
El guardia le pasó su arma y la wakizashi negra. Dejo la espada en el suelo y puso la wakizashi apoyada sobre el mango de la espada por su extremo y el otro extremo en el suelo, creando cierto angulo para poder llevar a cabo su pequeño experimento. Pisó con fuerza la hoja de la wakizashi, no tanta como para caerse ni desestabilizarse si el arma aguantaba. Y la wakizashi aguantó.
Volvió a hacerle un gesto al guardia para que se la llevase y volvió a sentarse.
— Bien, digamos que te creo. ¿Qué quieres?
Ruhara se quedó un segundo mirandole. Sopesando sus palabras. No tenía nada claro si la estaba vacilando o iba en serio. Parecía ir en serio y no perdía nada por comprobarlo, de hecho, si alguien perdía algo, sería Toshio. Porque lo puto mataría. Se giró y volvió a hacerle un gesto al guardia para que fuese a por ellas. Tenía suerte de que el guardia estuviese siguiendo las conversaciones porque sino perdería mucho tiempo en explicaciones.
Volvió con una sola Wakizashi negra y anduvo hasta Ruhara, que se había puesto en pie.
— Intenta doblarla.
El pobre hombre hizo su mejor esfuerzo pero la wakizashi ni se inmutó.
— Dejame tu arma. — le dijo Ruhara sin siquiera amedrentarse, completamente seria.
El guardia le pasó su arma y la wakizashi negra. Dejo la espada en el suelo y puso la wakizashi apoyada sobre el mango de la espada por su extremo y el otro extremo en el suelo, creando cierto angulo para poder llevar a cabo su pequeño experimento. Pisó con fuerza la hoja de la wakizashi, no tanta como para caerse ni desestabilizarse si el arma aguantaba. Y la wakizashi aguantó.
Volvió a hacerle un gesto al guardia para que se la llevase y volvió a sentarse.
— Bien, digamos que te creo. ¿Qué quieres?