13/10/2022, 14:40
(Última modificación: 13/10/2022, 14:45 por Yamanouchi Moguko. Editado 1 vez en total.)
La kunoichi se apresuraría a salir de su hogar, bajo la protección de su piloto blanco y con su usual atuendo de servicio. La bandana le protegía la frente y sus lentes le ayudaban a visualizar las grises y húmedas calles de la aldea.
Entre charcos y tuberías, la muchacha serpenteaba los pozos conocidos y la muchedumbre de las zonas mas concurridas.
Su destino no era otro que el edificio del Arashikage. La torre más alta de toda la aldea.
No tardaría mucho en aproximarse hasta el lugar, aquel monumento a la autoridad, en piedra y metal. Adornado por figuras de demonios y vaya a saber quien que otras creaturas había representadas en la fachada de la institución.
—Con permiso...
Exclamaría al adentrarse al interior del lugar, que presentaba un ambiente mucho más acogedor que su dura piel exterior. Baldosas de mármol y paredes azules mucho mas hospitalarias. Al fondo de la sala estaba su objetivo, la recepción, flanqueando aquella posición se encontraba uno de los famosos elevadores de Amegakure, y para los mas aventurados estaba siempre la opción de usar las escaleras.
—¡Buenos días! ¡Yamanouchi Moguko se reporta al servicio!
Exclamaría con energía la formal kunoichi acompañando sus palabras de una reverencia digna de un manual de etiqueta.
—¡Vengo a solicitar me sea asignada una misión, por favor!
Entre charcos y tuberías, la muchacha serpenteaba los pozos conocidos y la muchedumbre de las zonas mas concurridas.
Su destino no era otro que el edificio del Arashikage. La torre más alta de toda la aldea.
No tardaría mucho en aproximarse hasta el lugar, aquel monumento a la autoridad, en piedra y metal. Adornado por figuras de demonios y vaya a saber quien que otras creaturas había representadas en la fachada de la institución.
—Con permiso...
Exclamaría al adentrarse al interior del lugar, que presentaba un ambiente mucho más acogedor que su dura piel exterior. Baldosas de mármol y paredes azules mucho mas hospitalarias. Al fondo de la sala estaba su objetivo, la recepción, flanqueando aquella posición se encontraba uno de los famosos elevadores de Amegakure, y para los mas aventurados estaba siempre la opción de usar las escaleras.
—¡Buenos días! ¡Yamanouchi Moguko se reporta al servicio!
Exclamaría con energía la formal kunoichi acompañando sus palabras de una reverencia digna de un manual de etiqueta.
—¡Vengo a solicitar me sea asignada una misión, por favor!