15/10/2022, 19:44
Al levantarse, Toshio notaría el punzante dolor en su pecho agravarse, teniendo que andar ligeramente encorvado para no acabar de tensar del todo. Jun aparte de su malestar general, la sed y el hambre, no sentiría más que molestias aquí y allá, podía andar bien pero poco más. Ranko notaría cada herida en sus piernas con cada paso, que no eran pocas. Sin embargo, ese dolor no era impedimento alguno para ella.
Ruhara los desataría a todos y pasaría al siguiente sin esperar a que se pusiesen en pie siquiera, parecía tener prisa.
— Comereis y os curaran una vez estemos en el barco. — agarró una cuerda con intención de hacerles algo con ella cuando se dio cuenta de que faltaba uno.
El que había estado durmiendo todo el rato, seguía... ¿durmiendo? En algún momento de la noche su pecho había dejado de moverse, no subía ni bajaba.
— ¡Eh! ¿No me has oído? — le dio un empujón con la pierna y el hombre cayó al suelo completamente flácido. — Joder.
Le hizo una seña a uno de los guardias mientras empezaba a hacer nudos en la cuerda. Pasó uno por uno y se la pasó por el cuello a cada uno de ellos, a modo de correa. Había hecho nudos para que ninguno de ellos pudiese ahogarse, tenían el espacio suficiente para que les pudiese pasar por encima de la cabeza. También tenían el espacio justo entre uno y el siguiente para andar, si intentaban correr... bueno, sería terriblemente impráctico y se caerían todos antes de llegar a ninguna parte.
Ruhara se puso al frente con el final de la cuerda enrollado en su mano. Esperando a que el guardia acabase de examinar al preso. El orden de los presos era Jun, el preso nervioso, Toshio y Ranko. A parte de Ranko, que tenía restricciones adicionales, el resto tenían las manos atadas a la espalda y ya.
El guardia se acercó a su comandante para enseñarle una pequeña aguja y negarle con la cabeza. Se había suicidado con algún tipo de toxina. Ruhara asintió en silencio y se giró a sus presos.
— Me da igual si vamos lento, pero no os pareis. Contra antes lleguemos al barco, mejor para todos. Andando.
Con un pequeño tirón de la cuerda, emprendió la marcha, sacandolos de la tienda y dejandoles ver el mundo real de nuevo.
Cuando sus ojos se acostumbrasen a la luz del nuevo amanecer podrían ver que el mundo no se había parado porque ellos estuviesen presos, mucha gente iba y venía de una tienda a otra. Podrían distinguir una enorme tienda a la derecha de su marcha donde se acumulaba la mayor actividad. Entraba gente con vendas y botes y salían con vendas y ropas ensangrentadas, también con grandes cubos de agua. Al lado, un par de hombres limpiaban esas vendas con la intención de volver a usarlas. Parecía que seguían curando a los heridos.
A su izquierda había una tienda grande, algo más pequeña que la anterior. De ella emanaba un olor apetitoso, no demasiado, pero con el hambre que tenían, era casi insoportable. De esa tienda salía gente con una sonrisa, algo absorta por un instante antes de volver a las prisas.
— ¡Eh! Si habéis acabado de desayunar, moved el culo, hay que recoger todo esto.
Y efectivamente, el resto de tiendas estaban recogidas o a medio recoger. Las únicas que parecían mantenerse eran la cocina y el hospital. Ruhara siguió hacia delante y tras caminar unos minutos dejarían atrás las tiendas y verían el barco, anclado al lado de la costa con toda una plataforma de tierra preparada para subirse. Sin duda, el ejercito de Kurama tenía unos expertos en Doton envidiables.
Ruhara no les apretaría la marcha pero no se pararía, a menos que hubiese algún altercado.
Ruhara los desataría a todos y pasaría al siguiente sin esperar a que se pusiesen en pie siquiera, parecía tener prisa.
— Comereis y os curaran una vez estemos en el barco. — agarró una cuerda con intención de hacerles algo con ella cuando se dio cuenta de que faltaba uno.
El que había estado durmiendo todo el rato, seguía... ¿durmiendo? En algún momento de la noche su pecho había dejado de moverse, no subía ni bajaba.
— ¡Eh! ¿No me has oído? — le dio un empujón con la pierna y el hombre cayó al suelo completamente flácido. — Joder.
Le hizo una seña a uno de los guardias mientras empezaba a hacer nudos en la cuerda. Pasó uno por uno y se la pasó por el cuello a cada uno de ellos, a modo de correa. Había hecho nudos para que ninguno de ellos pudiese ahogarse, tenían el espacio suficiente para que les pudiese pasar por encima de la cabeza. También tenían el espacio justo entre uno y el siguiente para andar, si intentaban correr... bueno, sería terriblemente impráctico y se caerían todos antes de llegar a ninguna parte.
Ruhara se puso al frente con el final de la cuerda enrollado en su mano. Esperando a que el guardia acabase de examinar al preso. El orden de los presos era Jun, el preso nervioso, Toshio y Ranko. A parte de Ranko, que tenía restricciones adicionales, el resto tenían las manos atadas a la espalda y ya.
El guardia se acercó a su comandante para enseñarle una pequeña aguja y negarle con la cabeza. Se había suicidado con algún tipo de toxina. Ruhara asintió en silencio y se giró a sus presos.
— Me da igual si vamos lento, pero no os pareis. Contra antes lleguemos al barco, mejor para todos. Andando.
Con un pequeño tirón de la cuerda, emprendió la marcha, sacandolos de la tienda y dejandoles ver el mundo real de nuevo.
Cuando sus ojos se acostumbrasen a la luz del nuevo amanecer podrían ver que el mundo no se había parado porque ellos estuviesen presos, mucha gente iba y venía de una tienda a otra. Podrían distinguir una enorme tienda a la derecha de su marcha donde se acumulaba la mayor actividad. Entraba gente con vendas y botes y salían con vendas y ropas ensangrentadas, también con grandes cubos de agua. Al lado, un par de hombres limpiaban esas vendas con la intención de volver a usarlas. Parecía que seguían curando a los heridos.
A su izquierda había una tienda grande, algo más pequeña que la anterior. De ella emanaba un olor apetitoso, no demasiado, pero con el hambre que tenían, era casi insoportable. De esa tienda salía gente con una sonrisa, algo absorta por un instante antes de volver a las prisas.
— ¡Eh! Si habéis acabado de desayunar, moved el culo, hay que recoger todo esto.
Y efectivamente, el resto de tiendas estaban recogidas o a medio recoger. Las únicas que parecían mantenerse eran la cocina y el hospital. Ruhara siguió hacia delante y tras caminar unos minutos dejarían atrás las tiendas y verían el barco, anclado al lado de la costa con toda una plataforma de tierra preparada para subirse. Sin duda, el ejercito de Kurama tenía unos expertos en Doton envidiables.
Ruhara no les apretaría la marcha pero no se pararía, a menos que hubiese algún altercado.