18/10/2022, 21:03
El silencio reinó entre los presos hasta que Jun habló cuando vio la embarcación.
— A Yukio. — contestó Ruhara en un tono jovial, como si acabase de nombrar el cielo.
Cuando se acercaron pudieron ver que el barco conectaba a tierra con una elegante escalinata. En el principio de la misma esperaba un guardia, que se puso erguido en cuanto les vio a lo lejos. Cuando se acercó, hizo una leve reverencia y la miró alarmado.
— Pero, Ruhara-sama, no hacía falta que trajese usted a los prisioneros. De habermelo dicho, habría ido yo mismo.
Un gesto de su superior fue suficiente para que se relajase o al menos, se desalarmase.
— No te preocupes, además, estos no son prisioneros cualquiera. Son los que pelearon contra Marrow y el traidor.
Al oír eso, el hombre les dedicó una mirada. Era alto y bastante corpulento, mientras que ellos parecían un repertorio de verduras pasadas de fecha más que ninjas. Pareció dudar por un segundo, pero se le quitó rápido cuando su mirada llegó al que no era un ninja de la alianza. No hubo enfado, solo pena por su parte.
Mientras, el prisionero que ellos desconocían y al que acababan de llamar traidor miraba el suelo esperando que se lo tragase.
— Ah, entiendo. Marrow-sama ya está a bordo. — el hombre la miró, claramente quería darle más información pero dudaba de hacerlo delante de tanto espectador.
— Muy bien, ire a informarle en cuanto acabe.
Ruhara dio por finalizada la conversación y volvió a tirar de la cuerda, pasando por la escalera y metiendose en las entrañas del navio. Podrían observar que el barco no era excesivamente grande, pero estaba construido con toda la atención del mundo. No tenía pasillos estrechos como un barco de necesidad ni tan grandes como uno de lujo. Tenía lo justo para ser cómodo sin llegar a ser ostentoso. Todo estaba perfectamente iluminado con farolillos como el que Ruhara había llevado horas antes.
Bajaron unas anchas escaleras para volver a bajar en dirección opuesta un par de veces más y se percatarían rápido de que ese piso era el de los prisioneros. Las paredes de las habitaciones estaban hechas de rejas de madera y se podían ver los sellos supresores de chakra en los suelos y paredes.
Justo al final de la escalera, había una celda central cuyas paredes eran todas de rejas, a diferencia de las celdas laterales, que tenían una pared solida al menos. Allí los presos no tendrían donde esconderse, estarían a la vista constante de cualquiera que estuviese en el piso. Ruhara pasó por la puerta de la celda central con los presos y se detuvo una vez estaban todos en el interior.
— Sentaos. — dijo solo girarse, sin soltar la cuerda.
Había un total de cinco futones en la habitación, uno en cada esquina y uno justo tras Ruhara. No había ningún tipo de mobiliario más allá de un par de barreños. La celda era bastante grande, de hecho, era de las más grandes en comparación a las otras dos que podían ver.
Dentro de cada una, había un par de ninjas que no parecían estar en mejores condiciones que ellos. Era casi imposible discernir sus facciones pues todo el piso estaba a oscuras a excepción del farolillo que había cogido Ruhara al bajar.
— A Yukio. — contestó Ruhara en un tono jovial, como si acabase de nombrar el cielo.
Cuando se acercaron pudieron ver que el barco conectaba a tierra con una elegante escalinata. En el principio de la misma esperaba un guardia, que se puso erguido en cuanto les vio a lo lejos. Cuando se acercó, hizo una leve reverencia y la miró alarmado.
— Pero, Ruhara-sama, no hacía falta que trajese usted a los prisioneros. De habermelo dicho, habría ido yo mismo.
Un gesto de su superior fue suficiente para que se relajase o al menos, se desalarmase.
— No te preocupes, además, estos no son prisioneros cualquiera. Son los que pelearon contra Marrow y el traidor.
Al oír eso, el hombre les dedicó una mirada. Era alto y bastante corpulento, mientras que ellos parecían un repertorio de verduras pasadas de fecha más que ninjas. Pareció dudar por un segundo, pero se le quitó rápido cuando su mirada llegó al que no era un ninja de la alianza. No hubo enfado, solo pena por su parte.
Mientras, el prisionero que ellos desconocían y al que acababan de llamar traidor miraba el suelo esperando que se lo tragase.
— Ah, entiendo. Marrow-sama ya está a bordo. — el hombre la miró, claramente quería darle más información pero dudaba de hacerlo delante de tanto espectador.
— Muy bien, ire a informarle en cuanto acabe.
Ruhara dio por finalizada la conversación y volvió a tirar de la cuerda, pasando por la escalera y metiendose en las entrañas del navio. Podrían observar que el barco no era excesivamente grande, pero estaba construido con toda la atención del mundo. No tenía pasillos estrechos como un barco de necesidad ni tan grandes como uno de lujo. Tenía lo justo para ser cómodo sin llegar a ser ostentoso. Todo estaba perfectamente iluminado con farolillos como el que Ruhara había llevado horas antes.
Bajaron unas anchas escaleras para volver a bajar en dirección opuesta un par de veces más y se percatarían rápido de que ese piso era el de los prisioneros. Las paredes de las habitaciones estaban hechas de rejas de madera y se podían ver los sellos supresores de chakra en los suelos y paredes.
Justo al final de la escalera, había una celda central cuyas paredes eran todas de rejas, a diferencia de las celdas laterales, que tenían una pared solida al menos. Allí los presos no tendrían donde esconderse, estarían a la vista constante de cualquiera que estuviese en el piso. Ruhara pasó por la puerta de la celda central con los presos y se detuvo una vez estaban todos en el interior.
— Sentaos. — dijo solo girarse, sin soltar la cuerda.
Había un total de cinco futones en la habitación, uno en cada esquina y uno justo tras Ruhara. No había ningún tipo de mobiliario más allá de un par de barreños. La celda era bastante grande, de hecho, era de las más grandes en comparación a las otras dos que podían ver.
Dentro de cada una, había un par de ninjas que no parecían estar en mejores condiciones que ellos. Era casi imposible discernir sus facciones pues todo el piso estaba a oscuras a excepción del farolillo que había cogido Ruhara al bajar.