20/10/2022, 14:27
Las formas y la etiqueta de Moguko le habían merecido un buen comienzo con su compatriota, era agradable poder coincidir con gente que supiese apreciar el esfuerzo que la muchacha ponía detrás de su forma de comunicarse.
—Kaminari.
Como si de un trueno se tratase, el nombre retumbaría en la mente de la kunoichi, lo conocía de un lado. ¿Pero sería posible que se tratase de la misma persona?
—Me disculpo si mi postura es errónea, y quizás lo sea...
Se aventuró a decir. Buscando en su mente las palabras adecuadas para hilar la pregunta que estaba apunto de soltar.
—¿La hija de Kaminari Raijin-sensei?
Consultaría la muchacha haciendo referencia al nombre del instructor del conocido dojo de la aldea. Alguna vez su padre le habría llegado a relatar historias de aquel gran hombre y el trabajo de su familia. Los ojos de la médica brillaban un poco ante la posibilidad de trabajar en conjunto con una estudiante de ese estilo.
En lo que esa conversación tenía lugar, el encargado mantendría su propia batalla con los formularios, pergaminos y demás papeles del escritorio. Finalmente y tras una declarada victoria para la gente que iba a hacer tramites a las oficinas publicas, el botín estaría servido en bandeja de plata.
El pergamino estaba a disposición de las kunoichi y pese a que Moguko se moría de ganas de consultar el interior de este, no podría evitar hacerse a un lado y ofrecerle con un respetuoso gesto de su mano acompañado de una ligera reverencia el honor de ser Kaminari quien tuviese la sorpresa de ver que harían aquella jornada.
—Kaminari.
Como si de un trueno se tratase, el nombre retumbaría en la mente de la kunoichi, lo conocía de un lado. ¿Pero sería posible que se tratase de la misma persona?
—Me disculpo si mi postura es errónea, y quizás lo sea...
Se aventuró a decir. Buscando en su mente las palabras adecuadas para hilar la pregunta que estaba apunto de soltar.
—¿La hija de Kaminari Raijin-sensei?
Consultaría la muchacha haciendo referencia al nombre del instructor del conocido dojo de la aldea. Alguna vez su padre le habría llegado a relatar historias de aquel gran hombre y el trabajo de su familia. Los ojos de la médica brillaban un poco ante la posibilidad de trabajar en conjunto con una estudiante de ese estilo.
En lo que esa conversación tenía lugar, el encargado mantendría su propia batalla con los formularios, pergaminos y demás papeles del escritorio. Finalmente y tras una declarada victoria para la gente que iba a hacer tramites a las oficinas publicas, el botín estaría servido en bandeja de plata.
El pergamino estaba a disposición de las kunoichi y pese a que Moguko se moría de ganas de consultar el interior de este, no podría evitar hacerse a un lado y ofrecerle con un respetuoso gesto de su mano acompañado de una ligera reverencia el honor de ser Kaminari quien tuviese la sorpresa de ver que harían aquella jornada.