10/11/2022, 22:25
Cuando se dispusieron a una relativa cercanía a la tienda, pudieron escuchar a un par de personas. La situación dentro de la tienda era algo "ardiente", y parecían estar dispuestos a recibir un reproche por parte de quien debiese, con tal de pasar un efímero buen rato. Al parecer, con cinco minutos le sobraba al hombre. No era una persona egoísta y acaparadora, solo necesitaba unos minutos y dejaba libertad al resto del tiempo. PERO, esos dos minutos y algo, eran sagrados. Ni Kurama podía interponerse y arrebatarselos.
¿Cómo iban a poder ellos?.
Si no temían ni a las represalias del más poderoso demonio con colas, a ellos ni le harían por mirar. Además, a esto se le sumaba una gran catástrofe: Al menos el Senju era incapaz de noquear a una o dos personas de un golpe, y mucho menos sin armar escándalo. Pensó por un instante en amenazarlos con algún arma, o incluso en prender fuego a toda la tienda. Pero eso no haría más que hacer saltar la alarma, y por ende que les pillasen allí. No, no podían permitirse eso...
Sin embargo, su compañera parecía dispuesta a entrar en la tienda, y deshacerse de ellos. Quizás incluso suplantar su identidad, y colarse en el barco que podían ver allá al fondo. No la idea no era mala, a él al menos no se la parecía. ¿Pero dispondría su compañera de buenas armas para eliminar a esos dos guardias cariñosos?. Era algo que no podía saber, más que nada porque apenas sabía algo de su compañera. Todo un dilema.
Sus ojos se clavaban en ella, y luego buscaban por los regueros del interior que dejaban ver las cortinas que hacían de puertas a esa tienda. Sus orbes volvían a su compañera, y tras ello viajaban al barco.
«¿¿De verdad vamos a colarnos allí con un mero henge?... Si tienen a buenos shinobis, que es muy probable, no va a durar nuestra mentira ni diez minutos...»
¿Pero y qué más podían hacer? Debían averiguar dónde iba ese puto barco, y si tenían rehenes. La información recabada hasta ahora era escasa...
Más preocupado que otra cosa por qué hacer, el perro se acercó hasta la zorra, y a una distancia relativamente escasa, bajó la voz tanto como su garganta le permitía, intentando que tan solo ella le escuchase. —Si ésta guardia es la última en embarcar, y están así... podríamos hacernos pasar por ellos, y entrar al barco. Un henge, y al menos habremos entrado...
Si el hombre cumplía su palabra, el tiempo era un bien escaso.
¿Cómo iban a poder ellos?.
Si no temían ni a las represalias del más poderoso demonio con colas, a ellos ni le harían por mirar. Además, a esto se le sumaba una gran catástrofe: Al menos el Senju era incapaz de noquear a una o dos personas de un golpe, y mucho menos sin armar escándalo. Pensó por un instante en amenazarlos con algún arma, o incluso en prender fuego a toda la tienda. Pero eso no haría más que hacer saltar la alarma, y por ende que les pillasen allí. No, no podían permitirse eso...
Sin embargo, su compañera parecía dispuesta a entrar en la tienda, y deshacerse de ellos. Quizás incluso suplantar su identidad, y colarse en el barco que podían ver allá al fondo. No la idea no era mala, a él al menos no se la parecía. ¿Pero dispondría su compañera de buenas armas para eliminar a esos dos guardias cariñosos?. Era algo que no podía saber, más que nada porque apenas sabía algo de su compañera. Todo un dilema.
Sus ojos se clavaban en ella, y luego buscaban por los regueros del interior que dejaban ver las cortinas que hacían de puertas a esa tienda. Sus orbes volvían a su compañera, y tras ello viajaban al barco.
«¿¿De verdad vamos a colarnos allí con un mero henge?... Si tienen a buenos shinobis, que es muy probable, no va a durar nuestra mentira ni diez minutos...»
¿Pero y qué más podían hacer? Debían averiguar dónde iba ese puto barco, y si tenían rehenes. La información recabada hasta ahora era escasa...
Más preocupado que otra cosa por qué hacer, el perro se acercó hasta la zorra, y a una distancia relativamente escasa, bajó la voz tanto como su garganta le permitía, intentando que tan solo ella le escuchase. —Si ésta guardia es la última en embarcar, y están así... podríamos hacernos pasar por ellos, y entrar al barco. Un henge, y al menos habremos entrado...
Si el hombre cumplía su palabra, el tiempo era un bien escaso.