12/11/2022, 01:16
Caminaban directos hacia el barco, como si se jugasen la vida en ello. Literal. Pretendieron caminar de manera ligera, incluso a pesar del peso de las cajas, buscando evadir cualquier comentario o cualquier tipo de retenimiento. Eso intentaron, mas no duró demasiado la efímera libertad. Para cuando se dieron cuenta, tenían al lado a un tipo que bien parecía ser cocinero, un enorme y barbudo cocinero. Éste bramó que dónde iban tan ligeros, y casi sin mediar más palabras le puso a la chica una caja más sobre la que ya llevaba. La kunoichi aguantó estoicamente, como si apenas hubiese notado la presión del nuevo peso sobre su propia caja. Y tras la kunoichi, fue el turno del shinobi del remolino, pero éste...
La caja que puso sobre la que ya portaba el genin, hizo que éste perdiese el control de la situación, del peso. El resultado no fue otro que ambas cajas cayendo, y la primera incluso pareció partir por algún lado. Hasta las naranjas y limones salieron de la caja, para no hacer otra cosa salvo reírse del shinobi. Éste quedó helado, no había tenido ni oportunidad a intentar aguantar ese peso extra.
Apenas cayó la caja al suelo, el Senju se llevó la mano izquierda al codo derecho, y apretó éste con la misma como si se lo acabase de arrancar un caballo de un mordisco. Se mordía los labios, e intentaba imitar un profundo dolor. —¡Joder! ¡joder! ¡joder! ¡Mi codo! ¡Ya lo tenía jodido y lo has terminado de fastidiar! ¡POR DIOS! —Bramó en lo que hasta se tambaleaba sobre sí mismo, un gesto que solía hacer con dolores reales.
Quizás no lo convenciese, pero tenía que intentarlo.
¡CHUNK!
La caja que puso sobre la que ya portaba el genin, hizo que éste perdiese el control de la situación, del peso. El resultado no fue otro que ambas cajas cayendo, y la primera incluso pareció partir por algún lado. Hasta las naranjas y limones salieron de la caja, para no hacer otra cosa salvo reírse del shinobi. Éste quedó helado, no había tenido ni oportunidad a intentar aguantar ese peso extra.
Apenas cayó la caja al suelo, el Senju se llevó la mano izquierda al codo derecho, y apretó éste con la misma como si se lo acabase de arrancar un caballo de un mordisco. Se mordía los labios, e intentaba imitar un profundo dolor. —¡Joder! ¡joder! ¡joder! ¡Mi codo! ¡Ya lo tenía jodido y lo has terminado de fastidiar! ¡POR DIOS! —Bramó en lo que hasta se tambaleaba sobre sí mismo, un gesto que solía hacer con dolores reales.
Quizás no lo convenciese, pero tenía que intentarlo.