24/11/2022, 22:20
Datsue empezó a ponerse nervioso. No era algo que se notase a simple vista. Su pulso seguía firme, sus ojos seguían clavados en la espalda de su nueva acompañante. Pero no dejaba de abrir y cerrar las manos. De humedecerse los labios con la lengua. No era por la mala espina que diese aquella mujer que alargaba tanto las eses. Ni porque creyese que estaba cayendo en una emboscada. No le temía a la muerte, no en aquellas circunstancias, donde se estaba jugando algo peor que eso. Era... otra cosa. Algo a lo que no podía ponerle nombre.
Hasta que lo vio.
Su corazón se detuvo por un momento; su respiración se entrecortó. Aquella figura le resultaba dolorosamente familiar, no por sus formas, sino por sus movimientos. La forma en que tenía de sujetar el pitillo le resultaba vomitivamente nostálgica. La manera que tenía en apurar la calada, como si tuviese prisa por acabarlo más que en disfrutarlo, hacía que la comisura de sus labios quisiese arrancarle una nauseabunda sonrisa. Aquel pie pisoteando lo que quedaba del cigarro hacía que su cuerpo se activase, como si hubiese sido el pistoletazo de salida a decenas y decenas de misiones realizadas. Antes de oír su voz, lo supo. En su boca asomó una palabra, una palabra prohibida, y cuando se dio cuenta, ordenó a sus labios cortarla con la contundencia de la hoja de una guillotina.
—Hola, Datsue.
El sonido de mil pájaros chirriantes le devolvió el saludo.
—Ahora ya la tengo, Akame. Una razón putamente honesta —dijo, con los relámpagos morados que envolvían su brazo derecho iluminándole un rostro contraído por la rabia, el dolor y... algo más. Algo innombrable—. Una razón a la altura de personas como nosotros, que hemos entendido la verdadera crueldad de este mundo.
Su cuerpo centelleó en el espacio que les separaba como un rayo al caer del cielo y...
... su mano trató de atravesarle el corazón.
Hasta que lo vio.
Su corazón se detuvo por un momento; su respiración se entrecortó. Aquella figura le resultaba dolorosamente familiar, no por sus formas, sino por sus movimientos. La forma en que tenía de sujetar el pitillo le resultaba vomitivamente nostálgica. La manera que tenía en apurar la calada, como si tuviese prisa por acabarlo más que en disfrutarlo, hacía que la comisura de sus labios quisiese arrancarle una nauseabunda sonrisa. Aquel pie pisoteando lo que quedaba del cigarro hacía que su cuerpo se activase, como si hubiese sido el pistoletazo de salida a decenas y decenas de misiones realizadas. Antes de oír su voz, lo supo. En su boca asomó una palabra, una palabra prohibida, y cuando se dio cuenta, ordenó a sus labios cortarla con la contundencia de la hoja de una guillotina.
—Hola, Datsue.
El sonido de mil pájaros chirriantes le devolvió el saludo.
—Ahora ya la tengo, Akame. Una razón putamente honesta —dijo, con los relámpagos morados que envolvían su brazo derecho iluminándole un rostro contraído por la rabia, el dolor y... algo más. Algo innombrable—. Una razón a la altura de personas como nosotros, que hemos entendido la verdadera crueldad de este mundo.
Su cuerpo centelleó en el espacio que les separaba como un rayo al caer del cielo y...
... su mano trató de atravesarle el corazón.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado