26/11/2022, 01:15
En el caso de Hayato, se mantuvo sigiloso en su camarote solitario, planeando y elucubrando.
______________________________________
Shukaku en cambio se acercó arrastrandose, cubriendose en barro y manteniendo la distancia justa para poder oír a los guardias. No fue muy dificil, estaban usando las partes más solidas para andar, que estaban rodeadas de lodazales donde poder esconderse.
— ¡Solo decid vuestro nombre al pasar al barco y se os asignará un camarote! Si teneis algo que decir sobre alguien, salid de la fila y hablad con nosotros. Buscamos a dos infiltrados, estaban transformados en Hiroshi y Akiko. Seguramente hayan cambiado de aspecto. Va... — se paró en seco y llamó a uno de sus compañeros. — Avisa a Mido, que avise a Ruhara.
— ¿D-de qué, señor?
— Hay algo aquí fuera. — miró alrededor, a todos los lodazales.
Estaban rodeados, era imposible localizar de donde venía exactamente ese poder, pero lo había notado llegar. Ahora que se había volteado, Shukaku tendría una visual clara de él. Era un hombre calvo, con un chaleco y una placa que lo identificaba como Jounin. El tipo de hombre que pondrían a cargo de encontrar alimañas. Tenía los ojos de un amarillo palido y una katana que estaba desenfundando.
— ¿Es uno de los infiltrados, señor?
— Lo hubiese notado mucho antes, no. Puede que sea uno de esos malditos gebijuu. Manteneos alerta, que vayan al barco y que se preparen para zarpar. Sea lo que sea es más peligroso que las dos alimañas.
Los civiles y ninjas de bajo rango que estaban haciendo cola empezaron a avanzar de forma más acelerada y precipitada, mientras los veteranos y de confianza que hacían de guardia empezaban a acercarse al Jounin. Había un total de tres Chunin y el Jounin. Dos de ellos eran bastante escualidos, uno peliverde y otro con un tupé negro, y el tercero era un armario con más músculos de los que debería tener en sus abdominales, que se le veían por debajo del chaleco. Éste tenía una maza de acero que era como su brazo de grueso y largo y el pelo corto y rubio.
_________________________________
La puerta se abrió y los cautivos volvieron a ver la luz.
— ¡Vamos, adentro! — un hombre con un candil atosigaba a dos chicas vestidas con arapos para que entrasen en el recinto.
Cuando los ojos de los prisioneros se adaptasen podrían ver a una niña pelirroja y otra rubia, ambas llevaban esposas en las muñecas pero carecían de la cadena que habitualmente las unía. La rubia cargaba con un montón de vendas, mientras la otra llevaba un barreño con agua.
— No hagais tonterias. Vienen a limpiaros las heridas. — anunció mientras colgaba el candil de una de las paredes y se acercaba a abrir la celda central, donde estaban los más heridos, Toshio y Ranko.
La pelirroja entró sin pensarselo dos veces, mientras que la rubia le dedicó una larga mirada a Ranko, impactada, antes de seguirla. Ambas estaban bastante embarradas y tenían varios vendajes sobre ellas mismas, eso más las esposas, era facil adivinar su situación. La kusajin podría reconocer a la rubia, aún con su decadente apariencia. Se trataba de Himura Hana.
— ¿Quien está más herido? — preguntó la pelirroja, ignorando la insistente mirada de la rubia hacia la Chunin.
______________________________________
Shukaku en cambio se acercó arrastrandose, cubriendose en barro y manteniendo la distancia justa para poder oír a los guardias. No fue muy dificil, estaban usando las partes más solidas para andar, que estaban rodeadas de lodazales donde poder esconderse.
— ¡Solo decid vuestro nombre al pasar al barco y se os asignará un camarote! Si teneis algo que decir sobre alguien, salid de la fila y hablad con nosotros. Buscamos a dos infiltrados, estaban transformados en Hiroshi y Akiko. Seguramente hayan cambiado de aspecto. Va... — se paró en seco y llamó a uno de sus compañeros. — Avisa a Mido, que avise a Ruhara.
— ¿D-de qué, señor?
— Hay algo aquí fuera. — miró alrededor, a todos los lodazales.
Estaban rodeados, era imposible localizar de donde venía exactamente ese poder, pero lo había notado llegar. Ahora que se había volteado, Shukaku tendría una visual clara de él. Era un hombre calvo, con un chaleco y una placa que lo identificaba como Jounin. El tipo de hombre que pondrían a cargo de encontrar alimañas. Tenía los ojos de un amarillo palido y una katana que estaba desenfundando.
— ¿Es uno de los infiltrados, señor?
— Lo hubiese notado mucho antes, no. Puede que sea uno de esos malditos gebijuu. Manteneos alerta, que vayan al barco y que se preparen para zarpar. Sea lo que sea es más peligroso que las dos alimañas.
Los civiles y ninjas de bajo rango que estaban haciendo cola empezaron a avanzar de forma más acelerada y precipitada, mientras los veteranos y de confianza que hacían de guardia empezaban a acercarse al Jounin. Había un total de tres Chunin y el Jounin. Dos de ellos eran bastante escualidos, uno peliverde y otro con un tupé negro, y el tercero era un armario con más músculos de los que debería tener en sus abdominales, que se le veían por debajo del chaleco. Éste tenía una maza de acero que era como su brazo de grueso y largo y el pelo corto y rubio.
_________________________________
La puerta se abrió y los cautivos volvieron a ver la luz.
— ¡Vamos, adentro! — un hombre con un candil atosigaba a dos chicas vestidas con arapos para que entrasen en el recinto.
Cuando los ojos de los prisioneros se adaptasen podrían ver a una niña pelirroja y otra rubia, ambas llevaban esposas en las muñecas pero carecían de la cadena que habitualmente las unía. La rubia cargaba con un montón de vendas, mientras la otra llevaba un barreño con agua.
— No hagais tonterias. Vienen a limpiaros las heridas. — anunció mientras colgaba el candil de una de las paredes y se acercaba a abrir la celda central, donde estaban los más heridos, Toshio y Ranko.
La pelirroja entró sin pensarselo dos veces, mientras que la rubia le dedicó una larga mirada a Ranko, impactada, antes de seguirla. Ambas estaban bastante embarradas y tenían varios vendajes sobre ellas mismas, eso más las esposas, era facil adivinar su situación. La kusajin podría reconocer a la rubia, aún con su decadente apariencia. Se trataba de Himura Hana.
— ¿Quien está más herido? — preguntó la pelirroja, ignorando la insistente mirada de la rubia hacia la Chunin.