28/11/2022, 23:26
Hana recuperó la compostura rápidamente, acercandose a Ranko cuando dijeron que era la más herida. Con ayuda de la pelirroja, empezó a quitarle las vendas para ver bien sus heridas y poder limpiarlas. La rubia se quedó de nuevo algo chocada por las heridas de Ranko.
— Está bien, te las limpiaremos y... — y no tenía ni idea de qué pasaría después. ¿Podría salvarla? ¿Podría siquiera ella salir de ahí?
Mientras Hana le sacaba todas las vendas sucias, la pelirroja iba limpiando las heridas con un trapo que llevaban en el barreño. Pronto, el agua cogería todos los malos colores que se pueden tener. Rojo de la sangre, marrón del barro...
— Tendrás que darte la vuelta para curarte el otro lado.
El guardia las vigilaba sin demasiadas ganas pero con menos confianza. Tanto Hana como la otra chica estaban pendientes de él, esperando que en algún momento se relajase y se alejase o algo.
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El Shukaku decidió echarse una siesta mientras lo buscaban. Al ver que no eran capaces de discernirlo a ojo, decidieron que lo mejor sería separarse.
— Dispersaos y buscad bien, puede ser del tamaño de una rata pero tener el poder de un dios. — ordenó el hombre mientras hacía un ademán para que se separasen.
Cada uno tiró para un lado, separandose lentamente y sin perder apice de atención. Era cuestión de tiempo que diesen con él. Por suerte, el Jounin no fue el que más se acercó, se fue en perpendicular a él. El que se estaba acercando directo era el peliverde. Tenía meros segundos antes de ser descubierto irremediablemente.
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Hayato podría comprobar que efectivamente la puerta estaba cerrada. Y podría esparcir sus viscosos fluidos por todo el suelo sin problema y transformarse tras soltar todo el mismo. Poco después escucharía el discurso terminar, había sido más una advertencia que un discurso. Seguramente buscaban que se encontrasen a los dobles, por desgracia, no habían tenido esa suerte.
Pronto, los pasos empezarían a inundar su espectro sonoro. Y tras unos segundos, se abriría la puerta del camarote.
— ... entre nosotros. Me parece lo más estúpido del mundooooooooooo, qué cojones. — dijo el primero de los ninjas en entrar, manchandose el pie en aquella extraña sustancia.
— ¿Qué demonios es esto? ¿Aceite? ¡Hay un montón!
— ¡Debe ser cosa de los infiltrados! ¡Ves a avisar, corre! — le dijo de inmediato mientras se quitaba la sandalia con la que había pisado esa basura.
El otro se daría media vuelta y desaparecería por el pasillo en dirección a las escaleras.
— Está bien, te las limpiaremos y... — y no tenía ni idea de qué pasaría después. ¿Podría salvarla? ¿Podría siquiera ella salir de ahí?
Mientras Hana le sacaba todas las vendas sucias, la pelirroja iba limpiando las heridas con un trapo que llevaban en el barreño. Pronto, el agua cogería todos los malos colores que se pueden tener. Rojo de la sangre, marrón del barro...
— Tendrás que darte la vuelta para curarte el otro lado.
El guardia las vigilaba sin demasiadas ganas pero con menos confianza. Tanto Hana como la otra chica estaban pendientes de él, esperando que en algún momento se relajase y se alejase o algo.
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El Shukaku decidió echarse una siesta mientras lo buscaban. Al ver que no eran capaces de discernirlo a ojo, decidieron que lo mejor sería separarse.
— Dispersaos y buscad bien, puede ser del tamaño de una rata pero tener el poder de un dios. — ordenó el hombre mientras hacía un ademán para que se separasen.
Cada uno tiró para un lado, separandose lentamente y sin perder apice de atención. Era cuestión de tiempo que diesen con él. Por suerte, el Jounin no fue el que más se acercó, se fue en perpendicular a él. El que se estaba acercando directo era el peliverde. Tenía meros segundos antes de ser descubierto irremediablemente.
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Hayato podría comprobar que efectivamente la puerta estaba cerrada. Y podría esparcir sus viscosos fluidos por todo el suelo sin problema y transformarse tras soltar todo el mismo. Poco después escucharía el discurso terminar, había sido más una advertencia que un discurso. Seguramente buscaban que se encontrasen a los dobles, por desgracia, no habían tenido esa suerte.
Pronto, los pasos empezarían a inundar su espectro sonoro. Y tras unos segundos, se abriría la puerta del camarote.
— ... entre nosotros. Me parece lo más estúpido del mundooooooooooo, qué cojones. — dijo el primero de los ninjas en entrar, manchandose el pie en aquella extraña sustancia.
— ¿Qué demonios es esto? ¿Aceite? ¡Hay un montón!
— ¡Debe ser cosa de los infiltrados! ¡Ves a avisar, corre! — le dijo de inmediato mientras se quitaba la sandalia con la que había pisado esa basura.
El otro se daría media vuelta y desaparecería por el pasillo en dirección a las escaleras.