19/01/2023, 21:43
(Última modificación: 19/01/2023, 21:44 por Senju Hayato.)
Poco después de haber salido a la cubierta principal del navío, Hayato pudo observar casi atónito que tenían etre sus escasas filas a un compañero realmente poderoso, el Uchiha que lideraba a esa nación de fuego y espiral. Al menos eso pensó en un principio, que ahora sí tenían todas las de ganar, o al menos una gran oportunidad. Pero esa felicidad fue efímera, tan efímera como una cerilla en manos de un pirómano. Tan efímera como un riel de polvora dándole un amoroso beso a una llama solitaria en mitad de una oscura noche de invierno.
Un suspiro, o menos de lo que éste suele tardar, y todo se fue el traste.
De buenas a primeras, desde la posición en que había estado el Uchiha, un haz de muerte y destrucción cruzó cielo y mar. Poco pudo ver el Senju de su trayectoria, pues el barco medio hundido en el que estaba se vio propulsado por dicho ataque de manera tan brusca que hubiese volado por los aires sin lugar a duda. Pero era un shinobi, quizás no muy diestro, pero lo suficiente como para saber usar el chakra para mantenerse agarrado a la primera superficie que pilló, con ayuda también de sus manos. Para cuando el vaivén desenfrenado del barco se estabilizó lo suficiente, ya ni siquiera llegó a ver al Uchiha, o a los generales, o a nadie...
«Me cago en todo... ¡Ésto si que es un mal negocio!.»
Pero tenía un objetivo, o recordaba tenerlo. La mente le decía que lo tenía, aunque el corazón le decía que corriese como alma que lleva el Diablo. Apretó los puños, e hinco dientes para hacer un esfuerzo sobrehumano, ser frío. No escuchar al corazón. Sabía que su principal negocio estaba en manos de Datsue, y eso era lo primordial. Si no le fallaba, ese hombre tampoco le fallaría a él. Estaba seguro de ello.
Sin titubear demasiado, apresuró su paso hacia la puerta que vio más próxima en esa cubierta, la abrió y atravesó el umbral. Bajó unas escaleras en lo que el incesante ruido de golpes no cedía. Quizás abajo también estaban librando una batalla, o simplemente los prisioneros trataban de revelarse contra los guardias. Sus pasos se apresuraron más, sobretodo con un último golpe que pareció romper algo. Para cuando llegó, pudo ver que allí solo quedaban prisioneros, e intentaban huir. No parecía haber allí un solo guardia.
—He venido a ayudar, ¿Están bien?.
Antes de nada, y viendo la situación, mejor avisar. Nadie en su sano juicio querría ahí un malentendido, y acabar peleando con aliados. Fuesen quienes fuesen, si eran enemigos de mi enemigo, eran aliados.
Entre ellos, pudo ver a alguien que sí que le sonaba bastante. Apresuró a acercarse a la apertura que habían hecho, comprobando si de verdad por allí podrían salir. La verdad, por fuerza bruta él no destacaba, por lo que tenía muy limitadas opciones para ayudar en ese sentido, el de abrir más la celda.
—El uzukage se está encargando de darnos tiempo. El enemigo trata de hundirnos. Debemos salir de aqui ya. —Informó —¿Podéis pasar por ahí?
Como último recurso, podía recurrir a usar un rasengan cargado contra la estructura de metal, pero si podían salir ya, eso que se ahorraba. No debía desperdiciar chakra, pues fuera no sabía de nuevo qué le esperaba...
Un suspiro, o menos de lo que éste suele tardar, y todo se fue el traste.
De buenas a primeras, desde la posición en que había estado el Uchiha, un haz de muerte y destrucción cruzó cielo y mar. Poco pudo ver el Senju de su trayectoria, pues el barco medio hundido en el que estaba se vio propulsado por dicho ataque de manera tan brusca que hubiese volado por los aires sin lugar a duda. Pero era un shinobi, quizás no muy diestro, pero lo suficiente como para saber usar el chakra para mantenerse agarrado a la primera superficie que pilló, con ayuda también de sus manos. Para cuando el vaivén desenfrenado del barco se estabilizó lo suficiente, ya ni siquiera llegó a ver al Uchiha, o a los generales, o a nadie...
«Me cago en todo... ¡Ésto si que es un mal negocio!.»
Pero tenía un objetivo, o recordaba tenerlo. La mente le decía que lo tenía, aunque el corazón le decía que corriese como alma que lleva el Diablo. Apretó los puños, e hinco dientes para hacer un esfuerzo sobrehumano, ser frío. No escuchar al corazón. Sabía que su principal negocio estaba en manos de Datsue, y eso era lo primordial. Si no le fallaba, ese hombre tampoco le fallaría a él. Estaba seguro de ello.
Sin titubear demasiado, apresuró su paso hacia la puerta que vio más próxima en esa cubierta, la abrió y atravesó el umbral. Bajó unas escaleras en lo que el incesante ruido de golpes no cedía. Quizás abajo también estaban librando una batalla, o simplemente los prisioneros trataban de revelarse contra los guardias. Sus pasos se apresuraron más, sobretodo con un último golpe que pareció romper algo. Para cuando llegó, pudo ver que allí solo quedaban prisioneros, e intentaban huir. No parecía haber allí un solo guardia.
—He venido a ayudar, ¿Están bien?.
Antes de nada, y viendo la situación, mejor avisar. Nadie en su sano juicio querría ahí un malentendido, y acabar peleando con aliados. Fuesen quienes fuesen, si eran enemigos de mi enemigo, eran aliados.
Entre ellos, pudo ver a alguien que sí que le sonaba bastante. Apresuró a acercarse a la apertura que habían hecho, comprobando si de verdad por allí podrían salir. La verdad, por fuerza bruta él no destacaba, por lo que tenía muy limitadas opciones para ayudar en ese sentido, el de abrir más la celda.
—El uzukage se está encargando de darnos tiempo. El enemigo trata de hundirnos. Debemos salir de aqui ya. —Informó —¿Podéis pasar por ahí?
Como último recurso, podía recurrir a usar un rasengan cargado contra la estructura de metal, pero si podían salir ya, eso que se ahorraba. No debía desperdiciar chakra, pues fuera no sabía de nuevo qué le esperaba...