30/03/2023, 15:42
Los prisioneros arrancaron de nuevo a correr, ahora a salvo del ataque del General y, no sin esfuerzo, terminaron llegando a la tan ansiada orilla. Pero allí, el panorama era absolutamente devastador: el anterior ataque de Shukaku había provocado la destrucción que sólo un bijū podía traer y alrededor de los shinobi ahora no había más que carpas humeantes, algunas aún en llamas, de lo que había sido el campamento de Marrow; y cuerpos tirados por doquier. Quiénes estaban vivos y quiénes habían pasado a mejor vida era algo difícil de diferenciar a simple vista... al menos, entre los cuerpos que estaban enteros.
La pregunta ahora era: ¿cuál sería el siguiente movimiento del grupo de fugitivos?
Mientras tanto, la mano de Marrow había alcanzado a su objetivo... pero sólo a aquella molesta armadura que le rodeaba. El General chasqueó la lengua, molesto. Acababa de cometer un error garrafal. Un error imperdonable. Y estaba a punto de pagarlo.
—¡Ahora estamos hablando! —exclamó Shukaku, y su mano se envolvió en un chisporroteante estallido de electricidad—. ¡¡Canta para mí!!
El Bijū giró sobre sus talones, retrocedió un rápido paso y entonces lanzó la mano hacia delante. No hubo oportunidad alguna para el General. Habiendo gastado prácticamente todo su chakra en la ofensiva anterior y con su cuerpo agotado como para realizar cualquier otro movimiento instantáneo, Marrow se vio privado de cualquier tipo de salvación. Su cuerpo se inclinó hacia delante cuando se vio atravesado de parte a parte por aquella lanza de relámpago que se bifurcó en el interior de su cuerpo. Ni siquiera la dureza de sus huesos podía protegerle de un ataque desde el interior.
Con su último hálito, antes de perder el conocimiento, Marrow dejó escapar una última frase en apenas un susurro:
—No tenéis... nada que hacer... Kurama... nos vengará... y se alzará como Emperador...
La pregunta ahora era: ¿cuál sería el siguiente movimiento del grupo de fugitivos?
Mientras tanto, la mano de Marrow había alcanzado a su objetivo... pero sólo a aquella molesta armadura que le rodeaba. El General chasqueó la lengua, molesto. Acababa de cometer un error garrafal. Un error imperdonable. Y estaba a punto de pagarlo.
—¡Ahora estamos hablando! —exclamó Shukaku, y su mano se envolvió en un chisporroteante estallido de electricidad—. ¡¡Canta para mí!!
El Bijū giró sobre sus talones, retrocedió un rápido paso y entonces lanzó la mano hacia delante. No hubo oportunidad alguna para el General. Habiendo gastado prácticamente todo su chakra en la ofensiva anterior y con su cuerpo agotado como para realizar cualquier otro movimiento instantáneo, Marrow se vio privado de cualquier tipo de salvación. Su cuerpo se inclinó hacia delante cuando se vio atravesado de parte a parte por aquella lanza de relámpago que se bifurcó en el interior de su cuerpo. Ni siquiera la dureza de sus huesos podía protegerle de un ataque desde el interior.
Con su último hálito, antes de perder el conocimiento, Marrow dejó escapar una última frase en apenas un susurro:
—No tenéis... nada que hacer... Kurama... nos vengará... y se alzará como Emperador...