«Puto Datsue »Fue el primer pensamiento de la mañana.
Durante toda la noche la chica no había hecho más que darle vueltas al mismo asunto y apenas había dormido por ello. ¿Y todo por qué? Porque a cierto individuo se le ocurrió indagar más de la cuenta.
¿Qué tenía él que meterse? ¿Buscaba otra noticia para su dichosa revista? La última posibilidad era la más probable, y a Koko no agradaba por lo que prefirió no dejar las cosas estar y resolver al menos una de las incógnitas. Aunque en realidad no había más que eso, una.
A pesar de todas las inquietudes, la Kageyama no fue al encuentro con el Uchiha por casi todo el día.
Se tiró todo el santo día deambulando por su habitación, comiendo alguna que otra cosa que tenía en la nevera y finalmente, al caer la noche, despejó todas sus dudas y se dispuso a salir de su habitación.
Suponía que por aquellas horas aquel shinobi ya estaría de vuelta, estudiando o dispuesto a marchar a dormir. En cualquier caso, ella le interrumpiría en lo que sea que estuviese haciendo al tocar la puerta de forma tan pausada que más bien parecía ser el golpeteo de un ebrio luchando por mantenerse en pie.
«Venga, lo peor que puede pasar es que te mande a la mierda »Que no es poco, pero le servía para animarse. Un poco.
Mientras esperaba a que la atendiesen, la cabeza de la fémina comenzó a maquinar infinidad de ideas, situaciones y mil finales distintos que podrían llegar a ocurrir una vez Akame abriese la puerta. Algunas completamente incoherentes y estúpidas, otras sumamente creíbles pero ante tantas posibilidades la chica comenzó a ponerse nerviosa.
Las rodillas comenzaban a temblarle, el rostro se le tiñó de un fuerte rojo casi incandescente y su cara… En su rostro se veía perfectamente lo que estaba sintiendo. Nervios, muchos nervios, tantos como para desear que la tierra se abriese y se la tragase. Tanto que incluso pensó en desaparecer de allí antes de que el dueño de aquel departamento hiciera acto de presencia.
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Toc, toc, toc.
Fueron tres toques; claramente espaciados en el tiempo, deliberados y contundentes. El primero sacó a Akame de sus sueños, el segundo le hizo abrir el ojo derecho de golpe, y el tercero le catapultó fuera de la cama como si de un resorte se tratara. «Por Susano'o, ¿qué demonios...? ¡Son más de las doce!» El Uchiha se puso en pie y, trastabillando, atinó a ponerse unos pantalones pesqueros de color negro —que fue lo primero que agarró nada más abrir su armario—.
Akame nunca recibía visitas. Ni las había recibido jamás en la Aldea, ni allí en el Valle. Por eso mismo, el hecho de que estuvieran llamando a la puerta de su habitación en plena noche disparó todas las alarmas. Pese a que se encontraba en Nantonoya, lugar seguro para los suyos —al menos en teoría— algunos de sus compañeros se habían encargado de demostrarle que el llevar una bandana de Uzushio no implicaba que no fuesen a intentar darle por el culo.
En el trayecto desde la cama a la puerta, agarró su viejo kunai y lo asió fuertemente con la mano diestra. Con la zurda agarró el pomo, giró, y tiró con suavidad. Sus ojos estaban rojos por el Sharingan, y tres aspas orbitaban alrededor de las pupilas. Su torso al descubierto lucía varios moratones por la zona del pecho y las costillas, producto del combate que había tenido con Daruu.
—¿K... Koko-san?
Allí estaba. La kunoichi que usaba el Raiton, plantada frente a su puerta. Inmediatamente Akame recordó el último encuentro que había tenido con la chica —o, más bien, el penúltimo—, interrumpido por el flash de la cámara de Chokichi. Gracias a aquello, su foto había salido en la portada de aquel manuscrito infecto y ahora era el shinobi menos respetado de todos los Dojos. Uno podría pensar que Akame tenía razones más que de sobra para lamentarse de aquello, pero entonces sus ojos se detuvieron en la boca carnosa de Koko, y recordó el sabor de esos labios.
—¿P... Puedo ayudarte en algo? —preguntó el Uchiha, notando como se derretía cual flan.
«No fue buena idea »dijo finalmente en su cabeza dispuesta a irse por donde vino.
Pero la puerta se abrió y unos ojos teñidos de rojo se clavaron en ella. Ojos tan particulares pero que a ella se le estaban haciendo tan normales de ver que sería extraño que pasara un solo día sin ver un sharingan.
No hubiese sido extraño que reaccionase mal, que la insultase o algo por llamar a la puerta a cualquier hora de la noche pero en su lugar recibió un trato ameno. Al menos el tono de voz del contrario no era agresivo.
—Lamento la molestia —se apresuró a decir ante la pregunta.
La chica seguía hecha un matojo de nervios y le estaba costando horrores contener el temblor de sus piernas, pero ya era tarde para echarse atrás así que prosiguió, evitando el contacto visual a causa de los nervios.
Para empeorar las cosas, al evitar el contacto visual no pudo evitar reparar en el torso desnudo del contrario, más allá del físico y que estaba delante de una persona semi-desnuda, podía ver algunos moratones que no podían ser cosa suya porque no le había puesto ni un dedo encima y del encuentro había pasado bastante ya. «¿Le habrán hecho algo por lo de la revista? »Pero aquella pregunta se quedaría en su cabeza, al menos por ahora.
De momento se centraría en el asunto principal por el que había decidido hacerle visita.
—Quería hablar un poco contigo —dijo con voz temblorosa—. Ya sabes, de lo que nos quedó pendiente de la otra vez.
Claro que si el chico prefería no volver a tocar el tema lo entendería y desaparecería. Aunque en el caso contrario…
—¿Puedo pasar? —añadió tímidamente alzando apenas la vista para verle a los ojos.
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21/09/2017, 16:27
(Última modificación: 21/09/2017, 16:28 por Uchiha Akame.)
—Oh, eh, no, no es nada —se apresuró a responder el Uchiha.
Sin embargo, lo peor todavía no estaba por llegar.
—Quería hablar un poco contigo. Ya sabes, de lo que nos quedó pendiente la otra vez.
Aquellas palabras le cayeron como un jarro de agua fría al de Uzu. «¿Hablar? ¿Hablar de qué? Oh, por todos los dioses, se refiere a eso. Al beso. ¿Pero qué demonios le digo? Joder, joder, joder...» Incapaz de hacer otra cosa, el Uchiha se limitó a apartarse del hueco de la puerta con torpeza.
—Claro, claro, eh... Pasa, estás en tu... Eh, casa —la invitó, sin poder evitar trabarse.
Uchiha Akame era un shinobi preparado para muchas cosas; para espiar, para seguir, para matar. Pero nada de lo que su antigua maestra o los senseis de la Academia de Uzushio hubieran podido enseñarle le hubiese preparado para ese momento. Nervioso, el muchacho cayó en la cuenta de que todavía tenía su kunai en la mano derecha y se apresuró a dejarlo otra vez sobre la mesa antes de que Koko pudiera pensar algo raro. Luego encendió la luz de la habitación y le cedió la silla del escritorio a su compañera. Él se sentó sobre la cama deshecha.
—Bueno, eh, y... —empezó—. ¿De qué querías hablar?
Por momentos a Koko le parecía notar cierto grado de nerviosismo en el Uchiha, pero no diría nada al respecto ya que los propios podrían estarle pasando un mal momento.
El chico le permitió pasar a la habitación y pronto le ofreció la silla del escritorio. Curiosa forma de mantener las distancias que en la habitación de ella no se había tomado en cuenta. De cualquier forma, allí era Akame quien mandaba así que tomó asiento en la silla tal y como le habían indicado gestualmente.
—Ya sabes —le dijo apretando ambas manos sobre sus piernas—. Lo del beso, nunca me respondiste si ibas en serio o no.
Una vez más la Kageyama evitaba el contacto visual. Se la notaba nerviosa y hasta apenada, sin mencionar el tono rojizo de sus mejillas.
—Digo, me gustaría saber si era interés real o solo aprovechaste el momento y eso.
Podría haber elegido mejores palabras, pero era demasiado para a chica atontada por los nervios.
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Los ojos de Akame ya habían vuelto a la normalidad —al no intuir peligro alguno—, pero no por eso significaba que el Uchiha estaba a salvo. Las preguntas de una chica en ese contexto podían ser para él más filosas que cualquier daga. Afortundamente Koko no parecía molesta, o cabreada, y eso alivió visiblemente al muchacho.
Sin embargo, todavía estaba el asunto de lo que quiera que hubiese ocurrido entre ellos. Cuando la kunoichi se lo preguntó sin tapujos, Akame se puso blanco como un lienzo y bajó la mirada. Su cabeza trabajaba a toda velocidad, tratando de encontrar la respuesta correcta. Pero, ¿acaso la había? Ni siquiera él mismo sabía qué era lo que debía decir... Así que al final optó por ser sincero.
—Eh, Koko-san, yo... —alzó la mirada y la clavó en ella—. ¡No me aproveché de nada, te lo prometo! Creo que eres una chica muy guapa y simpática, y te agradezco lo que hiciste por mí ese día...
Akame se refería a la comida juntos y a toda la conversación en la que él se había desahogado a gusto, pero no sabía si ella lo interpretaría así.
—Pero... Eh... Bueno... Yo... —volvió a mirar a la rubia—. Sólo quiero que sepas que te respeto profundamente como compañera de profesión, creo que eres una kunoichi genial y... Pero... Bueno, pero eso, que somos colegas de trabajo. No sé, ya sabes como funcionan estas cosas, ¿no? Un día estás y al siguiente...
El Uchiha hizo un gesto con su mano derecha, un gesto que pretendía expresar lo frágil que era la vida de un ninja.
Apenas para cuando Koko tomó asiento los ojos de Akame volvieron a la normalidad. Curioso que tuviese el sharingan activado en un primer lugar, pero seguramente tendría que ver con todo lo que había estado ocurriendo últimamente por culpa de la revista.
No le culpaba, pero tampoco diría nada al respecto, quería conseguir respuestas específicas y desviarse no iba a ayudar en lo más mínimo.
Lamentablemente, al recibir respuesta solo pudo sacar una conclusión que la hizo decaer un poco. Se encogió de hombros, bajó la mirada suspiró.
Un momento después, la pecosa alzó la mirada y le dedicó una sonrisa algo lastimosa.
—Me estás rechazando, ¿verdad? —preguntó, en teoría tranquila.
La respiración de la joven se estaba alterando levemente, el rubor también se había esfumado pero el temblor se mantenía, aunque ahora por otras razones.
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Con aquel discurso improvisado y mal elaborado, Akame albergaba una diminuta, tímida esperanza de que todo quedase solucionado por arte de magia. ¿Se arrepentía de su beso con Koko? ¡Por los dioses, claro que no! Hubiera dado uno de sus ojos por volver a vivir ese momento. Había sido mágico... Y, precisamente por eso, tenía pavor a lo que pudiera venir después. No existía la magia en el mundo real. No había lugar para el romance entre compañeros.
O, al menos, eso pensó Akame en aquel momento.
Sea como fuere, cuando Koko —haciendo otra vez gala de su honestidad y su capacidad de ir al grano— le preguntó si la estaba rechazando, él dio un respingo encima de la cama que casi lo tira de espaldas.
—¡Oh! Eh, yo... Bueno, rechazar no sé si es la palabra... —había alzado ambas manos, como en posición defensiva—. ¡Pero es que ni siquiera sé qué piensas tú! —alegó, como si fuese el argumento definitivo.
Había algo raro en todo eso, era como si Akame el ”profesional” estuviese ocultando algo y no se atreviese a decirlo abiertamente. Primero le había dejado en claro que la había rechazado y justo después se contradijo, afirmando que en realidad no estaba seguro de lo que la chica pudiera estar pensando.
«¿No sabes si es la palabra…? »Era la incógnita en su mente que la llevó a alzar las cejas en señal de confusión.
—Pues… No me desagradas ni nada similar —dijo sincera—. No me molestaría intentarlo, creo que hasta me gustaría.
Lo malo eran las dudas que el chico le estaba generando con cada frase que soltaba, es decir, no estaba dejando las cosas en claro, era como si la estuviese rechazando pero no estuviese seguro de querer hacerlo por algún tipo de atracción.
Hasta que una nueva posibilidad se le vino a la mente a la Kageyama. Posibilidad por la cual se llevó una mano a los labios y se quedó con la vista en el piso, meditabunda.
—¿Será que no te gustó el beso? —preguntó como si estuviese hablando consigo misma.
«¿Los habré tenido resecos? »se preguntó tocándose los labios, pero estaban bien, suaves y sin irregularidades. «Tal vez no le gusten los labios tan gordos, ¿o será que lo aplasté? Que me acuerde me acosté encima suyo, no me sorprendería que se haya sentido agobiado. »Muchas posibilidades, pero pocas respuestas.
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Un rubor incontrolable se apoderó del rostro de Akame al escuchar la respuesta de Koko. No esperaba que la chica se sincerase de esa manera, aunque viendo cómo había estado afrontando el tema desde el primer momento quizás debiera haberlo previsto. Sea como fuere, la Kageyama le dijo sin tapujos que estaba interesada en él y en "intentarlo". «¿Intentarlo? ¿Intentarlo? ¿Se refiere a... A ser novios y eso? ¡Por Amaterasu, ¿dónde me estoy metiendo?!»
—¿Será que no te gustó el beso?
Aquella duda le hizo reaccionar. Por nada del mundo estaba dispuesto a dejar que Koko, cuyos labios habían sido como la miel del Edén para él, pensara que había quedado insatisfecho con... Bueno, con el beso.
—¡No, no, no! ¡No! —se apresuró a replicar, poniéndose en pie y acercándose a la kunoichi con ambas manos en alto—. Koko-san, ese momento fue... Fue... ¡Fue increíble! —«¡daría mi Sharingan por repetirlo!», quiso decir, pero se contuvo—. Los tuyos son los mejores labios que he besado jamás —«y los únicos, claro»—. Pero, es que no sé... Quiero decir... ¿Cómo se supone que iba a funcionar de todos modos? ¡Somos ninjas!
Su cabeza estaba a punto de colapsar, y Akame estaba constantemente implorando en su fuero interno por que Koko tuviese las respuestas a todas aquellas preguntas. Probablemente no era así.
El chico se levantó sumamente alterado y agitando los brazos, parecía en pleno ataque de pánico que la Kageyama no entendía y así lo expresó alzando solo una ceja. Hasta que se percató de que había estado pensando en voz alta.
—Ups… —Fue lo único que dijo.
Pero no se mostró apenada ni similares, el chico de nuevo buscaba justificarse y terminó por pronunciar palabras que la hicieron fruncir el entrecejo en molestia. Por si fuera poco, la chica se levantó de golpe ignorando si con ello obligaba al contrario a retroceder o si en consecuencia le chocaba de alguna manera.
—¿Y qué tiene que seamos ninjas? ¡Seguimos siendo personas! —afirmó algo molesta al respecto—. No importa cuán profesional quieras ser, no vas a poder deshacerte de tus sentimientos y justamente a mi no me lo vas a poder negar.
Lo último hacía referencia a ese momento algo íntimo que tuvieron en la tienda del sushi. Lugar donde el profesional no soportó más y se quebró ante los ojos bicolor de la Kageyama.
Aun así, no le dejaría la posibilidad de responder.
—¿O será que me lo dices solo para no hacerme sentir mal? —Le escupió sin pudor alguno. Sin temor a la reacción del contrario.
Pero por si fuera poco, sin aviso previo tomó al chico por el rostro y avanzó más hacia él siendo esta vez, ella quien diera el primer paso aunque solo fuera un beso sencillo, uno cálido pero espontáneo tras el cual se quedó mirándole fijamente a la distancia mínima para que ambos pudieran hablar… Aunque esto último provocaría roces.
—¿No vale la pena intentarlo?
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21/09/2017, 22:46
(Última modificación: 21/09/2017, 22:48 por Uchiha Akame.)
La conversación empezó a acelerarse como un carromato cuesta abajo. Demasiado para el gusto de Akame, que ya en ese momento se sentía como un completo ignorante derrapando en terreno pantanoso. Caminaba por el fango con miedo a pisar donde no debía y hundirse en cualquier momento; cosa que no tardó en ocurrir.
El Uchiha no supo en ese momento qué era, pero sí se dio cuenta de que había dicho algo que había molestado a Koko de sobremanera. La chica se puso en pie casi de un brinco y él retrocedió de forma instintiva, quedando a apenas un paso de ella. Su rostro, en otros momentos tentador, parecía ahora la mueca de la misma muerte. Akame aguantó el chaparrón sin pestañear y no pudo ni siquiera contestar; en el fondo sabía que Koko tenía razón. Que nunca jamás podría arrancarse el corazón del pecho y dejar de sentir todas aquellas cosas...
Y era justamente esa idea la que le aterraba. Caminar por la senda por la que aquella kunoichi quería llevarle de la mano le hacía sentir tan débil y vulnerable como un recién nacido.
Intentó decir algo, pero ella no se lo permitió. En su lugar, lanzó otra daga tan certera como la anterior. Esa vez Akame sí reaccionó.
—¡No! Claro que no, yo nunca mentiría así, sabes perfectamente qu...
No terminó la frase. Antes de que pudiera darse cuenta Koko se le acercó con un rápido movimiento y le plantó un cálido beso en los labios. Ahí estaba otra vez, aquella sensación, tan mágica y aterradora como la primera vez. De repente un calor insoportable le subió por el estómago hasta la garganta, y luego la cara, tiñéndosela de rojo bermellón. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no se había puesto una camiseta y que su torso fibroso pero delgado, repleto de moratones y con aquel peculiar sello tatuado en el pectoral seguía al descubierto.
«Demasiado cerca...» Una alarma especialmente ruidosa sonaba a todo volumen en su cabeza mientras notaba el ligero roce del cuerpo de Koko contra el suyo, parcialmente descubierto. La voz de Kunie, la de sus senseis de la Academia, la de Shiona... Todas se mezclaban en su cabeza diciéndole que aquello no era una buena idea.
Pero Akame sólo escuchó la de Koko.
—¿No vale la pena intentarlo?
El Uchiha notó el aliento cálido y suave de su compañera al hablar. El sabor de sus labios carnosos y el brillo de sus ojos bicolor. Sin apartarse ni un centímetro contestó.
—Koko-san... Yo... Creo que hay cosas que deberías saber —entonces se sinceró—. No tengo ni idea de cómo hablar a una chica, soy aburrido y no tengo muchas aficiones aparte de mi trabajo. Mi familia vive lejos y no he hecho muchos amigos, tampoco se me da bien. Soy maniático y perfeccionista, y no es fácil convivir conmigo. Las pocas personas a las que apreciaba están muertas o me han traicionado, y...
Se detuvo, sin saber por dónde continuar. Incluso en su mente de preadolescente con cero idea de cómo llevar una relación sentimental, no le parecía justo involucrar a Koko en algo de lo que quizás no era consciente. Así que se quedó allí, de pie frente a ella. Con su nariz torcida, su oreja izquierda mutilada, sus cicatrices y sus labios fruncidos. Al lado de ella parecía un chiste malo.
Akame retrocedió en cuanto ella se levantó, pero solo un paso y no volvió a hacerlo, lo cual le dio chance de darle aquel beso espontáneo que claramente le había afectado, pues la rubia pudo ver perfectamente como se le teñía el rostro de rojo. Pero no ocurrió más…
Por un instante pensó que iban a mandarla lejos, debía de sentirse mal porque no le estaban correspondiendo pero el que se quedara en su lugar significaba también que no estaba completamente en desacuerdo con aquello. ¿Por qué? Porque no se alejó, se mantuvo quieto a pesar del roce entre el cuerpo de ambos.
—¿No nos hemos llevado bien hasta ahora? Incluso me mostraste tu lado más humano, el que le escondes a los demás —le retrucó.
Un momento después de soltar aquellas palabras, la Kageyama finalmente le liberó del agarre y retrocedió un par de pasos para darle algo de espacio.
—Dime las cosas claras, ¿te intereso o no? Sin excusas ni vueltas, quiero que me respondas con un sí o un no.
Ahora se mostraba no tan enfadada, pero sus palabras iban acompañadas de la firmeza necesaria para dejarle en claro al contrario que no quería más explicaciones prolongadas ni excusas baratas como la de ”soy aburrido”, que a ella no le valían pero para nada.
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Akame quedó totalmente mudo ante la réplica de ella. ¿Acaso no tenía razón? Con Koko se había atrevido a mostrar sus verdaderos sentimientos, y ella no sólo le había escuchado sino que le había confortado, llenando su corazón de paz. Había sido la primera y única persona a la que contara sobre la muerte de Haskoz; ella no tuvo más que buenas palabras y caricias para él en ese momento.
De repente Koko despegó las manos de su rostro y se alejó —Akame quiso suplicarle que no lo hiciera, pero no dijo nada—, lanzándole otra de sus preguntas directas y brutales. El Uchiha agachó la cabeza. Aquella chica era más de lo que él jamás hubiese podido imaginar a su alcance, y durante los últimos minutos había estado echando por tierra todos y cada uno de sus argumentos en contra. «¿De verdad... De verdad le intereso?» Akame se encontraba estupefacto ante aquella simple idea, como un niño que contempla el ancho mar por primera vez en la vida.
Sus pies se movieron hacia delante, recuperando la cercanía que Koko había eliminado momentos antes. Akame la miró a los ojos, la agarró por la cintura con ambas manos y acercó su rostro al de ella hasta casi tocarse ambas narices.
—Sí, Koko-san —respondió, y buscó entonces darle un beso fugaz—. Ni siquiera sé cómo expresarlo... Es sólo que... Yo... Yo nunca imaginé algo así. Ni en mis mejores sueños, yo...
De repente el Uchiha se dio cuenta de que quizás estaba hablando demasiado, y simplemente buscó los labios de aquella chica con una pasión renovada.
Pese a la locura que acababa de cometer, ni siquiera mucho tiempo después se arrepentiría de lo ocurrido aquella noche.
Era ahora o nunca, la respuesta que Akame le proporcionase decidiría algo sumamente importante, al menos para la rubia, quien días atrás se había tomado las molestias de reconfortar y escuchar al chico a pesar de prácticamente no conocerle de nada y rostizarla viva.
La última vez ella se había dedicado a escuchar, pero esta vez no se iría del lugar sin una respuesta clara, sea sí o no, insistiría tanto como fuese necesario así terminase llorando.
Al alejarse de él y no ver ninguna reacción, comenzó a mentalizarse, a prepararse para lo peor, para el rechazo que suponía le tendría que haber llegado ni bien empezaron a hablar y…
—Sí, Koko-san —fue la respuesta que recibió teniéndole prácticamente encima, tanto que podía sentir la respiración del contrario e incluso sus pechos habían entrado en contacto directo con el torso desnudo del chico.
Esa era la claridad que ella esperaba en la respuesta, pero a esas alturas ya había sacado la conclusión de que la iban a rechazar y por ello su sorpresa fue inmensa cuando recibió aquel beso fugaz. Sus ojos permanecían abiertos de par en par.
«O sea que… ¿Somos…? »Pensaba incrédula sin ser capaz de reaccionar. Hasta que el Uchiha continuó, sacándole una risilla a la kunoichi.
Justo después de aquello, la joven se dio el lujo de corresponder al abrazo rodeándole el cuello con ambos brazos para apegarse lo más posible y también, corresponder al beso con la misma pasión que el contrario.
Lamentablemente, la falta de experiencia probablemente le jugaría en contra y Akame podría notar que la chica era algo torpe a la hora de mover sus labios. Pero al menos lo intentaba.
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