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Una sonrisa radiante se dibujó en el rostro del shinobi cuando sintió el cálido abrazo de Koko, agarrada a su brazo derecho. Ni siquiera se planteó si sería profesional o adecuado pasear por el Valle de esa forma con una compañera de profesión; le daba igual. El fuego del amor que Koko había avivado en su interior era ahora un incendio imparable —sobre todo después de la noche anterior— del que nada podía salvarse.
Cuando llegaron al puesto de ramen y ordenaron sus platos, Akame la tomó de la mano y la arrastró hasta una de las mesas libres más cercanas. Una vez allí, el Uchiha miró a la kunoichi con gesto intrigado y contestó.
—Claro, Koko-chan. ¿De qué se trata? —«¡Joder, no me digas que la he cagado ya! ¿Qué he hecho? ¿Será que no le gusta el sitio? ¿Habrá visto alguna cucaracha por la cocina? Por Amaterasu...»
Por buenas razones la pecosa había especificado que el asunto a tratar era importante según cómo se lo mire, después de todo, a ella al menos muy poco le interesaba si resultaba todo bien o no en relación al tema, su relación con Akame no debería cambiar en lo más mínimo y eso le era más que suficiente.
De cualquier manera, luego de ordenar, ambos shinobis se dirigieron a una mesa cercana donde prefirió sentarse enfrentada al chico. De esa manera podría mantenerse todo el rato mirándole, aunque no podría abrazarle ni nada similar aunque considerando que iban a comer no iba a hacer mucha falta, ¿verdad?
—Es sobre Datsue —prosiguió alisándose la falda con ambas manos antes de sentarse para evitar que se arrugue o quedarse en evidencia—. El tipo quiere hacer las paces contigo y me pidió que mediara en el asunto —concluyó sumamente seria.
No esperaba que el Uchiha accediera de buenas a primeras, y tampoco iba a esforzarse demasiado en convencerle o podría arruinar el buen ambiente que habían logrado desde… La noche anterior.
—Es un idiota y lo sabes, pero seguimos siendo compañeros, así que... ¿qué dices? —dijo la pecosa mientras se inclinaba hacia adelante para apoyar los brazos cruzados en la mesa y depositar su peso sobre ellos.
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La sonrisa en la cara de Akame se esfumó tan pronto como Koko mencionó de qué se trataba aquel asunto importante del que quería hablar. «Esa rata... ¿También la ha envenenado a ella?», pensó el Uchiha con rabia. Notaba como un volcán abrasador estaba a punto de hacer erupción en su estómago, de modo que cerró los ojos y respiró despacio. Koko no se lo estaba tomando a broma por lo que, tal vez, significara algo para ella.
—Es un idiota y lo sabes, pero seguimos siendo compañeros...
—Por suerte para él —apostilló el gennin.
Akame se revolvió en su asiento, incómodo. Con los días la furia asesina incontrolable que había dominado cada uno de sus pensamientos se iba disipando —especialmente en presencia de la Kageyama—, pero eso no significaba que fuese ni mucho menos a perdonar la ofensa que Datsue había hecho sobre la memoria de su difunto amigo.
—¿Y por qué debería perdonarle?
Incluso alguien como la pecosa podía darse cuenta fácilmente de la molestia que había generado en él escuchar aquel simple nombre. Pero le sorprendió lo rápido que el juicio de aquel a quien podía llamar su novio, y también primer persona que ha podido verla al desnudo y pasar la noche compartiendo una cama.
La mirada de la kunoichi se transformó, no podía creerse lo rápido que Akame podía cambiar por solo escuchar un nombre, pero se vio obligada a hablar ya que la habían malinterpretado.
—No dije nunca que le perdones, decía que tal vez podrían aclarar las cosas para evitar tensiones a futuro. Imagina que te manden a una misión importante y pases días junto a él, dudo muchísimo que soportes tal cosa si ya con solo escuchar su nombre te pusiste así —le espetó sin temor a las consecuencias.
Podría llegar a enojarse con ella, podría retirarse sin siquiera despedirse y en consecuencia podría no volver a verle por bastante tiempo o incluso, podría ser que el shinobi se arrepintiese de todo lo que habían pasado en el transcurso de la noche anterior. «Espero que no, sentaría horrible que se enoje por culpa de Datsue »pensaba mientras lentamente comenzaba a sentirse un tanto nerviosa.
Poco a poco fue recordando lo ocurrido en el torneo, aquel chico al que tenía delante y con el que había hecho tantas cosas había logrado vencerla sin problemas, la había quemado viva sin contemplaciones y en caso de enojarle, probablemente sería capaz de matarla o dejarla inválida por el resto de su vida. En cualquier caso, la Yotsuki no se sentía para nada cómoda con la idea de tener a Uchiha Akame, el profesional, como un enemigo.
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La rápida y firme réplica de Koko no cogió por sorpresa al Uchiha; ya se había dado cuenta de que ella era así, fuerte y directa como un huracán. Puede que esa fuera, de hecho, una de las cualidades que más le atraían a Akame, que tenía poca paciencia para revirajes dialécticos, florituras y charlatanería.
Pese a que estaba molesto por recordar a Datsue, el Uchiha tuvo que reconocer que Koko tenía razón. Abrió la boca para protestar pero volvió a cerrarla poco después, agachando la cabeza y cruzándose de brazos como lo haría un niño pequeño al que no le compran la golosina que quiere.
—Tienes... Tienes razón... —masculló.
Justo en ese momento la mujer de la barra se acercó a la mesa y dejó con cuidado un grandísimo bol de ramen frente a cada uno de los ninjas. También les dio un par de palillos, una servilleta y una jarra de agua con dos vasos.
—Gracias —respondió Akame, forzando una sonrisa. Luego tomó los palillos y empezó a comer—. Tú... Bueno, eh... Koko-chan... ¿Tú qué opinas?
Era interesante ver que alguien que fácilmente podría darle una paliza aceptase tan fácilmente los argumentos que ella planteaba. Que tampoco eran brillantes ni tenía argumentos tan sólidos pero… Ambos Uchihas terminaban por aceptar lo que ella les decía.
Lo malo era que justo cuando empezaba a lograr que Akame diera su brazo a torcer, la mujer que les había atendido llegó con unos tazones enormes llenos de ramen que desviaron totalmente la atención de la rubia.
Embobada, así quedó la joven kunoichi al mirar perdidamente el contenido de aquel bol que estaba delante suyo. Tenía una cantidad inmensa de comida a su alcance y por sobre todas las cosas, era algo saludable, no tendría que engordarla demasiado, pero en semejante cantidad probablemente terminaría por hacerlo y… No le importaba en lo más mínimo, después de todo, cualquier idea de llenarse el estómago con comida hasta el límite de lo posible siempre le resultaba seductora así fuese perjudicial para su salud.
Como si nunca hubiesen tocado un tema de importancia, la chica tomó los palillos y comenzó a engullir fideos como si su vida dependiera de ello. Por lo menos sabían bien, estaban muy buenos pero… La conversación se fue al carajo rápido por la pésima atención que prestaba la kunoichi al tener comida cerca.
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Koko abandonó todas sus intenciones de hablar del tema en cuanto llegó la comida. El Uchiha admiró, sorprendido, la voracidad y velocidad de su pareja a la hora de devorar el ramen; verla disfrutar de aquella manera le convenció de que todo el asunto de Datsue era algo que podía esperar. No quería arruinar el ambiente y la buena conexión que parecía haberse formado entre ellos.
Los muchachos comieron y bebieron hasta estar a gusto, hablando de todas las banalidades posibles para evadirse, aunque fuese por un rato, de sus exigentes vidas.
Luego Akame le ofreció a la Kageyama dar un paseo por los verdes senderos del Valle para admirar el paisaje y —quizás— encontrar algún rinconcito solitario y lo bastante escondido como para... Retozar un poco. Así son los jóvenes, al fin y al cabo.
No volverían a Nantōnoya hasta la noche, cogidos de la mano por el camino de tierra batida mientras se detenían a cada rato para admirar las estrellas en el cielo oscuro. Cuando Akame se fue a dormir aquella noche —esta vez sí, solo—, sintió que tenía el corazón tan lleno del cariño de Koko que se le iba a salir del pecho.
«Así que esto es el amor», pensó lleno de felicidad antes de cerrar los ojos y entrar en el mundo de los sueños.
Cuánto le quedaba por aprender...
Luego de aquella demostración, Akame probablemente habría llegado a la conclusión de que le será mucho más barato pagarle ropa a la joven kunoichi que llevarla a comer, y seguramente le haría muy bien recordarlo a futuro o podría hallarse en una situación económica bastante complicada si no tiene cuidado.
La conversación sobre Datsue de cualquier forma se vio olvidada totalmente, la rubia que tenía que seguir hablando hasta dejar la propuesta de la mediación se olvidó completamente de todo por tener un gran tazón de ramen delante suyo y no paró de comer hasta que se terminó el contenido del mismo.
Una vez que ambos estuvieron satisfechos —lo cual solo fue posible tras otros dos tazones para la Kageyama—, ambos shinobis dieron un paseo por los senderos del Valle, usualmente aburridos si se recorren completamente solo pero esta vez la pecosa iba acompañada de Akame, con quien… Bueno, siguieron experimentando en cuanto se encontraron alguno que otro lugar algo escondido.
No podían quejarse de lo que estaban experimentando, ambos lo estaban disfrutando plenamente a pesar de la inexperiencia y tal vez eso lo hacía mejor aún, pues los dos estaban aprendiendo al unísono. «Lo que me estuve perdiendo, por dios »pensaba la rubia quien alegremente caminaba aferrada al brazo del Uchiha.
Luego de todo ese paseo que demoró varias horas, suficiente tiempo para que el sol se ocultase completamente, ambos regresaron hasta Nantōnoya, donde se separarían por primera vez después de casi un día completo de estar juntos. Eso sí, la kunoichi se negó a separarse sin antes haber intercambiado direcciones con él y una vez hecho, le plantó un beso apasionado a modo de despedida, tras lo cual regresó alegre hasta su habitación en el recinto.
Dentro de la habitación, ya cerrada con pestillo y con la ventana bien cerrada, la rubia fue a dormir, no sin antes tantearse el vientre pellizcando los llamados ”rollos”, símbolo de su gordura. «Bueno, toca quemarlos »pensó ya convencida de que tenía que despegarse de los dulces y retomar su vida sana comiendo verduras y entrenando diariamente.
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