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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
¡Hola! No sé si nos hemos visto porque yo seguramente sería muy pequeño, pero soy Amedama Daruu, el hijo de Kiroe. Necesitábamos una habitación para pasar unos días indeterminados, y pensé que...

—Por amenokami que estás en los cielos, ¿Daruu? —lucía absorto, sobre todo por esos ojos inconundibles. Era como ver a los de su madre—. ¡hostia, Daruu, es un placer!

Le sostuvo la mano y se la agitó con fuerza cuatro veces. Mientras se la agitaba, el bigote le tiritaba. Era hilarante.

—¡Joder, pero si lo hubiera sabido, coño! ¡habría limpiado un poco, al menos! —miró a Ayame, y agachó la cabeza en forma de saludo—. señorita. Bienvenidos a la Bruma Negra. Mi nombre es Ginjo, Sabarashi Ginjo.

»¿Cómo está ella, eh? hace eones que no la veo. Y la última vez que te vi todavía usabas pañales, ¡jajaja!


Como si la situación no le fuera de por sí lo suficiente agobiante como para que un viejo hable de tus épocas en pañales frente a tu novia.
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#62
El hombretón mentó al dios mayor del panteón de Amegakure y se alegró sobremanera de conocerlo. Al parecer, no se habían visto nunca. Le sostuvo la mano a Daruu, que gimió débilmente de dolor, y la agitó arriba y abajo como si tratase de practicarle una llave de Taijutsu. El muchacho casi vio despegar sus pies del suelo cada vez que el bigotudo zarandeaba hacia arriba.

Joder, pero si lo hubiera sabido, coño! ¡habría limpiado un poco, al menos! —miró a Ayame, y agachó la cabeza en forma de saludo—. señorita. Bienvenidos a la Bruma Negra. Mi nombre es Ginjo, Sabarashi Ginjo.

E... encantado —contestó Daruu, masajeándose la mano roja como un tomate—. Y no... no se preocupe. Yo lo veo limpio.«Si quieres que diga la verdad, no sé si hay mucho polvo porque entre tanta gente vete tú a saber».

¿Cómo está ella, eh? hace eones que no la veo. Y la última vez que te vi todavía usabas pañales, ¡jajaja!

Je... je... —Daruu se sonrojó y miró a ambos lados, rehuyendo su mirada—. Bien, bien... ella está bien. Escuche, Ginjo-san. Nece... necesitamos un sitio para quedarnos unos días. No sabemos cuántos, pero es importante. ¿Tiene una habitación para nosotros?
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No hay marcas de sangre registradas.
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#63
Y Daruu se acercó entre tímidos pasitos e incomprensibles gruñidos a la barra. Ayame le siguió de cerca con una sonrisilla en los labios. ¡Qué tonto se ponía cuando sentía vergüenza!

¡Hola! —habló el muchacho, tras aclararse la garganta—. No sé si nos hemos visto porque yo seguramente sería muy pequeño, pero soy Amedama Daruu, el hijo de Kiroe. Necesitábamos una habitación para pasar unos días indeterminados, y pensé que...

Por Amenokami que estás en los cielos, ¿Daruu? —El tabernero, estupefacto, abrió los ojos como dos enormes platos—. ¡hostia, Daruu, es un placer! —exclamó, agitándole la mano hasta cuatro veces y con tanto entusiasmo que Daruu se vio fuertemente sacudido—. ¡Joder, pero si lo hubiera sabido, coño! ¡habría limpiado un poco, al menos! Señorita —saludó a Ayame con una respetuosa inclinación de cabeza que ella no tardó en corresponder—. Bienvenidos a la Bruma Negra. Mi nombre es Ginjo, Sabarashi Ginjo.

Es un placer, señor Ginjo. Yo soy Aotsuki Ayame.

E... encantado —contestó Daruu, masajeándose la mano roja dolorida—. Y no... no se preocupe. Yo lo veo limpio

¿Cómo está ella, eh? hace eones que no la veo. Y la última vez que te vi todavía usabas pañales, ¡jajaja!

Ayame se tapó los labios, pero se le escapó una divertida mirada hacia el pobre Daruu, que parecía estar rogando por que se le tragara la tierra en aquel preciso instante y le rehuía la mirada continuamente.

Je... je... Bien, bien... ella está bien. Escuche, Ginjo-san. Nece... necesitamos un sitio para quedarnos unos días. No sabemos cuántos, pero es importante. ¿Tiene una habitación para nosotros?
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#64
Ginjo sonrió como un niño pequeño.

—¿Para tí? ¿para tu chica? ¡claro que sí! y os daré la más grande que tengo —el hombretón se volteó para buscar las llaves en la repisa. Tardó un poco en encontrarlas, lo que les dio tiempo a los ninja de otear un poco el mural. Cientos de momentos únicos que Ginjo recolectaba en fotos—. ajá, aquí está. Toma, muchacho, habitación número nueve. ¿Eh, y sabes qué? para que se lo cuentes a tu madre cuando vuelvas. ¡La casa invita, gastos pagos a cargo de este humilde servidor!
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#65
Abrumado por tanta amabilidad, el perspicaz y desconfiado Daruu empezó a pensar que tal vez el tal Ginjo le debía algún tipo de favor a su madre. Como aquél comerciante que tuvo que regalarle la cabaña de Yachi para aplacar su ira.

No obstante, cogió la llave con gusto y agradeció:

Muchas gracias, señor Ginjo, en serio —dijo—. Escuche, ¿podría acompañarnos a la habitación? Tengo algo que decirle y no me gustaría que hubiera algún oído indiscreto por aquí.
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#66
La sonrisa de Ginjo se abrió aún más.

¿Para tí? ¿para tu chica? ¡Claro que sí! —exclamó, con la ilusión de un niño—. Y os daré la más grande que tengo. —antes de que nadie pudiera protestar al respecto, el tabernero se dio la vuelta y comenzó a rebuscar en un mar de llaves que se encontraba sobre el mostrador. Tras algunos segundos, que Ayame empleó en echar una ojeada a las múltiples fotos que alfombraban la pared del fondo, les tendió una llave—. Ajá, aquí está. Toma, muchacho, habitación número nueve. ¿Eh, y sabes qué? para que se lo cuentes a tu madre cuando vuelvas. ¡La casa invita, gastos pagos a cargo de este humilde servidor!

¿Qué? N... ¡No es necesario, tenemos dinero! —exclamó Ayame, apurada.

Pero Daruu aceptó la llave de buen grado:

Muchas gracias, señor Ginjo, en serio —dijo—. Escuche, ¿podría acompañarnos a la habitación? Tengo algo que decirle y no me gustaría que hubiera algún oído indiscreto por aquí.
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#67
—Ah, ¿que queréis guía turística también? ¡no se diga más!

El hombretón se dio vuelta y empezó a dar tumbos por la recepción, hasta abandonarla por una puerta corrediza a su derecha. Continuó derecho en esa misma dirección y pronto encontraron una escalera de caracol que emergía hasta un piso superior, que acabó en la ala derecha donde habían cinco de las diez habitaciones.

Llegó a la puerta número nueve, le pidió la llave a Daruu y abrió con ella.

Lo que encontraron fue un cuarto acogedor. Si aquél suponía ser su habitación "más grande", ¿qué quedaría de las de tamaño normal?

Aunque para lo que Ayame y Daruu necesitaban, era perfecto. Había una cama de dos plazas, un baño individual y un pequeño habitáculo en una de las esquinas que tenía una hornalla eléctrica, tetera y agua caliente en termo. La ventana daba hasta el corredor de Luciérnagas, y el juego de luces resultaba ser un espectáculo adicional para los huéspedes.

—Espero sea de vuestro agrado —dijo, pegándole una mirada con orgullo. Se notaba que la Bruma Negra era su vida entera, y la trataba como ello.
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#68
¿Una guía turística? No... no exactamente. Lo que Daruu pensaba decirle era importante, demasiado importante para que un pajarito cantor lo escuchara. Así pues, el hombre se dio la vuelta y Daruu entendió que debían seguirle, así que así lo hizo. Los muchachos subieron una bonita escalera de caracol hasta el ala derecha del piso de arriba. Allí estaban las últimas cinco habitaciones numeradas, la suya era la penúltima del pasillo.

El hombretón le pidió la llave nueve a Daruu, y entonces...

Llueve nueve.

Daruu se puso rígido como una tabla. «¡MIERDAMIERDAMIERDA! ¡Sortea la situación, sortea la situación, Daruu!»

¡LLAVE NUEVE, LLAVE NUEVE! ¡CASI RIMA! —forzó Daruu, activando el Sello de la Hermandad Intrépida, dando un brinco dicharachero, y le tendió la mano al dueño del hotel. Y ya que estaban pues mejor decirle lo que tenía que decirle rapidito, antes de que al otro lado del sello se interpretase lo que no era—. Verá, Ginjo-san, lo que quería decirle es que estamos en una misión y necesitamos que nadie sepa que estamos aquí. Si alguien le pregunta, ignórelo, invéntese algo. Y sobretodo, no diga a nadie nada. ¿Vale?

Daruu entró en la habitación atropelladamente, sudando por todos los poros.

»¡Ay, pero qué bonita es la habitación! Muchas gracias, en serio. Y ahora, Ginjo-san, me temo que tenemos que hacer algunos preparativos, ¡seguro que encontramos algún momento más distendido para charlar pero ahorametemoquedebemoscerrarlapuertamuchasgraciasenserio! —Daruu casi apremió a Ginjo a salir conduciéndole con una mano amistosa pero firme hacia fuera del marco de la puerta, le agitó la mano casi con tanto ímpetu como lo había hecho él y cerró.

Corrió hacia la cama, después de echarle una suspicaz mirada a Ayame y se lanzó, rodando hasta el otro lado. Resopló.

Ay señor, Datsue, ay señor, que casi nos la lías. Dime.

Y en aquella habitación de la Bruma Negra tuvo lugar una conversación preocupante.
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#69
Ah, ¿que queréis guía turística también? ¡no se diga más!

El tabernero se dio la vuelta y Daruu y Ayame acompañaron sus tumbos hasta una puerta corrediza que se encontraba a su derecha. Siguieron en línea recta y poco después ascendieron por una escalera de caracol hasta el piso superior. Cinco puertas les esperaban, pero ellos se pararon ante la penúltima. Ginjo le pidió la llave número nueve a Daruu y entonces...

Llueve nueve.

Ayame se quedó tan rígida como una estatua de mármol al escuchar la voz de Datsue en su oído. Menos mal que Daruu supo salir al paso.

¡LLAVE NUEVE, LLAVE NUEVE! ¡CASI RIMA! —exclamó, con un brinco de circo y le tendió la llave al tabernero que abrió la puerta de la habitación—. Verá, Ginjo-san, lo que quería decirle es que estamos en una misión y necesitamos que nadie sepa que estamos aquí. Si alguien le pregunta, ignórelo, invéntese algo. Y sobretodo, no diga a nadie nada. ¿Vale? —le explicó apresuradamente.

Los dos muchachos entraron en la habitación con sendas sonrisas tan tensas como las cuerdas de un violín y el sudor perlando sus frente.

¡Ay, pero qué bonita es la habitación! Muchas gracias, en serio. Y ahora, Ginjo-san, me temo que tenemos que hacer algunos preparativos, ¡seguro que encontramos algún momento más distendido para charlar pero ahorametemoquedebemoscerrarlapuertamuchasgraciasenserio!

A Daruu sólo le faltó cerrarle la puerta en las narices al pobre tabernero, pero la situación era apremiante. Con un fatigado suspiro, Ayame activó su sello y se dirigió a la ventana con el corazón a punto de salírsele del pecho.

Ay señor, Datsue, ay señor, que casi nos la lías. Dime —habló Daruu.

Hay... ¿Hay noticias? —masculló, de forma nerviosa.

No podía haber otra razón por la que Datsue decidiera contactar con ellos en aquel preciso instante, ¿verdad?
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#70
Daruu desactivó su Sello de la Hermandad Intrépida y miró a Ayame, esperando a que Ayame hiciera lo mismo.

Fue él, Ayame. El General Rata. No. Ahora es una Rata a secas. Nadie más pudo haberse colado en la aldea de golpe y porrazo. —Se encogió de hombros y se le escapó una sonrisa nerviosa—. Bueno, excepto yo.

»Tendré que bajar luego a decirle a Ginjo que me estaba meando o algo. Puto Datsue, ¡para qué dice que susurre si luego llega el gilipolla y me lo suelta en voz alta!
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#71
Los sellos fueron desactivados, y Daruu se volvió hacia Ayame

Fue él, Ayame. El General Rata. No. Ahora es una Rata a secas. Nadie más pudo haberse colado en la aldea de golpe y porrazo. Bueno, excepto yo —añadió, con una sonrisa nerviosa.

No os voy a decir que os lo dije pero... os lo dije —replicó Ayame, cruzándose de brazos—. ¿Pero quén sería ese Hozuki Chokichi y qué llevaría a Akame a matarlo? ¿Y por qué está tan convencido de que han sido los suyos los que le han traicionado? —se preguntó, en voz alta.

Tendré que bajar luego a decirle a Ginjo que me estaba meando o algo. Puto Datsue, ¡para qué dice que susurre si luego llega el gilipolla y me lo suelta en voz alta!

Sí... va a ser lo mejor —se rio Ayame, que se había agachado junto a la cama.

Se mordió el dedo pulgar, y un fino hilo de sangre surgió de su yema, que aprovechó para dibujar el ideograma Luna en una de las patas de las camas, lo más escondido que pudo bajo las sábanas.


¤ Chishio Kuchiyose no Jutsu
¤ Técnica de la Invocación Sanguínea
- Tipo: Apoyo
- Rango: A
- Requisitos: Ninjutsu 70
- Gastos:
  • 30 CK (20 metros)
  • 60 CK (3 cuadrantes del mapa o menos)
  • (Inteligencia 60) 80 CK (de 4 a 6 cuadrantes del mapa)
  • (Inteligencia 80) 100 CK (distancia superior a 6 cuadrantes del mapa)
- Daños: -
- Efectos adicionales:
  • Se invoca a uno mismo a un rastro de su sangre (ver descripción)
  • Invocar personas o a sí mismo tendrá penalización de 10 puntos al Aguante durante los próximos 5 turnos
  • (Ninjutsu 100) El usuario puede invocar objetos y personas marcadas por su sangre a su posición
- Sellos:
  • Carnero → Mono → Perro → Pájaro → Jabalí → Palmada
  • (Ninjutsu 100) o (Nivel 30) Carnero → Pájaro → Palmada
  • (Nivel 40) Palmada
- Velocidad: Instantánea
- Alcance y dimensiones: (ver tabla de gastos)
Mediante un profundo estudio de las técnicas de invocación, el usuario firma un pacto de sangre consigo mismo. De esta forma, consigue la habilidad de invocarse a cualquier lugar donde se haya dejado un rastro de sangre (por herida o deliberadamente, reciente o una marca seca). Una buena marca de sangre puede tardar años en desaparecer (2 años onrol), por eso esta técnica es útil si se utiliza discretamente en enclaves estratégicos seleccionados por el usuario. Los rastros accidentales de sangre, producidos por heridas o cortes, sólo duran el tiempo que dure la trama en el que se producen. Las marcas duraderas son marcas dibujadas deliberadamente con el kanji de luna.

Normalmente, las técnicas de invocación utilizan una nube de humo para camuflar la táctica y sorprender y amedrentar al oponente. En este caso la discrección es clave y se opta por un efecto mínimo de "distorsión" en el ambiente, tras el que el usuario aparece y desaparece. También se produce un pequeño tinte rojo en la distorsión. Cuando la invocación finaliza, el rastro de sangre objetivo desaparece, consumido por la técnica. Si el usuario desea mantener una marca que había dejado, deberá volverla a dibujar.

Por un coste adicional de 10 CK por persona, el usuario puede llevarse consigo a otros seres vivos, siempre y cuando le toquen en el momento que éste de la palmada. Cabe destacar que tanto el gasto como el efecto de llevárse a otra persona consigo no es voluntario, es decir, un adversario podría perseguir al ejecutor si conoce el efecto de la técnica.

Cualquier clon resultado de una técnica de clonación que consiga replicar sangre (como los clones de sombra) puede invocar al usuario a su posición. Asímismo, el usuario puede invocar a su posición a cualquiera de estos clones.

(Ninjutsu 100) Esta técnica puede aprovecharse del concepto de invocación inversa para invocar hacia el usuario objetos o personas marcadas por su sangre. En el caso de los objetos, no deberán pesar ni ser más grandes que un ser humano. En el caso de las personas o los animales, deben responder a la llamada de la técnica voluntariamente, o ésta fallará.
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#72
Minutos antes, a las afueras de la habitación número nueve, Ginjo aún trataba de entender qué coño había pasado. Siempre había una primera vez para todo, desde luego, pero nunca esperaba que alguien le patease el culo de esa forma. Que estaban en una misión, vale, ¡pero tenía que ser más agradecido, ese mocoso!

Primera y última vez que daba un tour personalizado. De eso no había duda.

Refunfuñó palabras ininteligibles dentro de su bigote y bajó las escaleras para continuar con sus labores.
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#73
Daruu resopló y se levantó. Qué duro es volver a una realidad terrible después de una conversación sobre otros asuntos igual de terribles. Vio a Ayame morderse el dedo y se llevó una mano a la frente. «Sí, joder, que siempre se me olvida. Será mejor que dejemos marca aquí por si tenemos que salir por patas en algún momento.» Daruu se mordió el dedo y dejó su propia marca, la del Caramelo, en la pata contraria. Suspiró y se dirigió a la puerta.

Voy un momento a decirle algo a Ginjo, anda. Lo necesitamos de buen humor —dijo—. Vete investigando la habitación, mira a ver posibles entradas y salidas que podamos dejar abiertas, si da a la calle, de qué disponemos para cocinar y refrigerar... esas cosas. —Daruu salió de la habitación con la llave en la mano, cerró la puerta y bajó rápidamente las escaleras buscando a Ginjo cerca de la barra.

»¡Ginjo-san! Lo siento, es que... es que... perdone usted, me da un poco de vergüenza, ¡pero es que me estaba meando! —rio falsamente, acariciándose la nuca.
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#74
Daruu, imitándola, se agachó junto a la pata de otra de las patas de la cama y la marcó con su Caramelo.

Voy un momento a decirle algo a Ginjo, anda. Lo necesitamos de buen humor —dijo Daruu—. Vete investigando la habitación, mira a ver posibles entradas y salidas que podamos dejar abiertas, si da a la calle, de qué disponemos para cocinar y refrigerar... esas cosas.

Sí, señor — respondió Ayame, con un burlesco saludo militar.

Su compañero salió de la habitación tras tomar la llave y Ayame se dedicó a desplegar su mayor cualidad: el cotilleo. Primero se dirigió al habitáculo que hacía las veces de cocina: con un tornillo eléctrico, una tetera y un termo. Abrió todos los cajones que encontró, buscando encontrar lo que escondían y ver qué podrían utilizar o qué necesitarían comprar para pasar los siguientes días allí. Hizo lo mismo con la habitación y el baño, una exhaustiva investigación buscando cualquier tipo de escondrijo que pudiera contener algo de utilidad. Y, finalmente, la ventana. Ayame ya se había fijado en que daba al Callejón de las Luces, así que no esperaba encontrar nada nuevo. Pero nunca estaba de más echar un segundo vistazo, ¿no?
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#75
Lo cierto es que Ayame, durante su inspección, no encontró nada demasiado útil como para que pudiera cambiar el destino de su misión en algún momento de la misma. En la pequeña despensa que había en la cocina habían un par de platos, vasos, y algunos cubiertos. También un sartén plano y una olla, para hervir o freír lo que fuese. Algunas paletas de plástico y un exprimidor de jugo. Curiosamente, también habían unos cuántos alimentos no perecederos, como aceite vegetal y al menos unas doce latas de atún. Seguro que a Daruu le gustaría probar algo de eso, ¿no?

En el cuarto de baño, nada sobresaliente. Había un juego de toallas secas y dobladas, un aromatizante, y poco más. Había una salida de ventilación en el trecho, pero resultaba demasiado estrecho como para que una persona pudiera caber a través de ella.

Cuando acabó en la ventana, no obstante, notó que tenía un pequeño pestillo que permitía abrirla como una corredera. Tenía la suerte de que el ventanal estaba cubierto por fuera con una malla anti-luciérnagas que también podía removerse, aunque con el manojo de luces con alas que sobrevolaban las cercanías, no era para nada recomendable.

Ahí se dio cuenta que la Bruma era un edificio bastante alto, y que desde ahí se podía ver gran parte del barrio en el que se encontraba. Parecía bastante tranquilo y sin demasiado alboroto. La gente, sumida en sus negocios, en sus quehaceres del día a día.

Ni rastro de criminalidad, ni nada.

Si querían iniciar las averiguaciones pertinentes, era evidente que tendría que ser lejos de su refugio.

* * *

Daruu encontró a Ginjo secando unos vasos. El salón seguía igual de animado, y ahora sonaba en la rocola una música más movida y simpática.

»¡Ginjo-san! Lo siento, es que... es que... perdone usted, me da un poco de vergüenza, ¡pero es que me estaba meando!

¡Pues haberlo dicho, hombre, que no es un pecado tener que mear! —rió él también, dejando atrás cualquier disgusto que hubiera podido tener antes—. ¿y? ¿os gustó? ¿o preferís ir a rentarle algo a la competencia?
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