La gran bestia metálica llegó a la estación haciendo un fuerte y sonoro ruido que dejaba escapar una gran humareda de vapor, mientras por la chimenea principal seguía expulsando una humareda oscura que poco a poco empezaba a debilitarse como la llama de la caldera que lo mantenía activo.

Las puertas se abrieron, y un gran número de personas empezó a bajar para adentrarse en el mar de gente. El flujo de gente fue disminuyendo, y ya apenas quedaban un par de personas en el interior de los vagones. Entre esas personas, una kunoichi bajó las escaleras que daban al asfalto de la estación.

Vestía de negro por completo, con una bandana que mostraba el símbolo de la lluvia anudada a su cuello. El reflejo metálico de esta, contrastaba de la misma forma con sus profundos ojos azules. Portaba una sudadera de mangas cortas negra que se enganchaba en el cuello y caía un poco por debajo de su cintura con un obi blanco que lo adornaba por debajo de sus caderas, debajo de esta, una camisa ajustada de mangas largas del mismo color con unas muñequeras encima de la tela también blanca. Sus pantalones eran sencillos, algo anchos y oscuros como los de cualquier ninja. Finalmente, su calzado eran unas zapatillas deportivas, carentes de cordones y que subía con una tela ajustada de una única pieza por encima de los tobillos, con una suela ancha blanca.

— ¿Y-Y donde la espero?... S-Supongo que tendrá que coger un tren ella también, o tal vez venga a recogerme...

Hizo una mueca de preocupación tanto con su boca como con sus ojos, decidiendo apartarse en una de las paredes de la entrada de la estación, mientras sostenía entre sus manos una mochila un poco voluminosa.

En cuanto se apartó de la muchedumbre, una figura encapuchada apareció a su espalda.

— ¿Ren? ¿Podemos hablar un momento?

Si Ren se giraba vería un hombre, reconocible por la barba de tres dias que asomaba bajo la capucha, vestido de la forma más sospechosa posible. Llevaba una capucha marrón, unos pantalones marrones y una camiseta blanquecina. No le podía ver el rostro pero no llevaba nada más, aparte de una pequeña bolsa en la cintura, parecía un campesino o alguien muy pobre. Estaba bastante nervioso y añadió:

— Sé donde está Hana.

Entre el barullo de la gente, alguien recortó distancia con la morena. Hasta que no estuvo cerca, Ren no se fijó en él hasta que estaba a excasos metros. Instintivamente, apretó un poco su mochila, y arqueó una ceja completamente extrañada cuando supo su nombre.

— ¿Y tú de que me cono-? — Pero cuando escucho el nombre de Hana, su expresión cambió en el momento. Abrió los ojos de par en par, y la bolsa cayó al suelo. Ren se abalanzó sobre ese tipo, agarrándole del cuello de la camisa. — ¿¡Qué!? Como le hayas hecho algo...

Sus ojos se agudizaron y entrecerraron, ciega de furia mientras apretaba los dientes a la vez que sus manos. Puede que la fama predecesora de la Lluvia, ejerciera una presión mayor.

— ¿Y tú de que me cono-? ¿¡Qué!? Como le hayas hecho algo...

— Uououo. — dijo el hombre de inmediato alzando las manos en señal de paz. — No le he hecho nada, solo quería hablar contigo sobre una cosa.

Ahora que Ren estaba especialmente cerca, pudo ver los ojos de color ambar que tenía aquel hombre y que, a pesar de que le había dejado agarrarlo, era considerablemente más fuerte que ella.

Las manos le temblaban de los nervios, mezclados ligeramente con una irrazonable furia. Había pasado una semana desde que la había visto tras tanto tiempo, habían quedado para una semana en aquel lugar.

— ¿El qué? — Aflojo el agarre, aunque seguramente aquel tipo era capaz de tirarla al suelo de un simple empujón con su actual condición física.

Aunque desde que llego a casa había vuelto a hacer algo de ejercicio, todavía le quedaba un largo camino por recorrer para dejar de ser la sombra de lo que era en antaño. Toda aquella tóxica rutina estaba empezando a desaparecer, incluso había recuperado la forma habitual de sus ojos.

— ¿El qué?

— No, aquí no. Vamos a un sitio más... reservado.

Se soltó sin esfuerzo y empezó a andar a por las calles, en una dirección concreta. Si Ren lo seguía, la guiaría hasta una pequeña cafeteria en un callejón a dos manzanas de la estación.

— No es nada del otro mundo, pero podemos hablar más tranquilamente. — le abrió la puerta y esperó a que Ren pasase primera.

Aquella extraña figura comenzó a alejarse de ella. ¿Era verdad lo de Hana? ¿Sabía donde estaba? Sabía como mínimo el nombre de las dos y que entre ellas había algún tipo de relación. Recogió su mochila de mala gana, y se la puso a la espalda, siguiéndole por las calles, intentando hacer hincapié a donde la estaba llevando. Finalmente, llegarían a lo que parecía una cafetería según el cartel, algo alejada de la estación. La morena alzó la mirada, y posteriormente miro a los lados, terminando en el encapuchado.

— ¿Pretendes que entre así por las buenas? ¿Sin más?

Todo aquello solo se hacía más raro y sospechoso por momentos, y si Hana estaba involucrada, o le había pasado algo... No sabría como respondería.

— ¿Pretendes que entre así por las buenas? ¿Sin más?

Se quitó la capucha, ahora más alejados del camino principal. Tenía el pelo negro y corto, y sonreía algo nervioso.

— ¿Qué? — miró dentro por si había algo extraño, pero era un cafe la mar de normal. — Solo es una cafeteria.

Viendo que Ren no se fiaba, entró él delante. Buscó una mesa vacía y se sentó en ella, esperando que ésta lo siguiese.

Volvió a repetir la misma jugada, haciéndose el tonto e ignorando el hecho de que todo aquello era excesivamente raro y extraño. Ren estaba demasiado confusa y nerviosa a la vez, le aterraba el hecho de que le hubiera pasado algo a Hana. ¿Y si era alguien que las había escuchado en alguna ocasión y estaba intentando aprovecharse de ellas? Era una posibilidad, no la más acertada, pero era una por pequeña que fuera. Tragó saliva, y avanzó al interior dispuesta a llevar su mano a la espada al más mínimo indicio de que algo se torciera. Si bien había perdido la habilidad de empuñarla, ganas de volver a hacerlo no le faltaban y por eso, desde que volvió, había empezado a hacer una rutina de ejercicio.

Seguiría tras él pasados unos segundos de breve meditación ante lo que podía acontecerse en guardia. Si nada se lo impedía, tomaría asiento junto frente a él.

— ¿Y bien? ¿Vas a decirme que es lo que pasa? — Respondería sin perder su malhumor.

— ¿Y bien? ¿Vas a decirme que es lo que pasa?

El hombre estaba algo más tranquilo ahora que estaban dentro de la cafetería pero seguía algo nervioso.

— No pasa nada, de verdad. Solo quería pedirte ayuda con algo. Es un tema delicado y me gustaría tratarlo contigo antes de decírselo a Hana. Sé que sois buenas amigas y estoy seguro de que podrás ayudarme a... suavizarlo. O a tener una respuesta en general. ¿Qué me dices?

La camarera apareció justo antes de que Ren contestase. El señor misterioso pidió una jarra de cerveza y le hizo un gesto a la kunoichi de que pidiese lo que quisiera.

Ren arqueó una ceja, pues su sentimiento de confusión solo se veía reforzado cuanto más tiempo pasaba con aquella misteriosa figura. Negó con la cabeza a la camarera, todavía frunciendo el ceño, para volver a mandar la atención sobre él.

— ¿Un favor? ¿Y por qué debería hacer eso? Por lo que a mí respecta, has salido de la nada, conoces mi nombre y el de Hana y sabes que tenemos algún tipo de relación. Y vienes a pedirme un favor saliendo de entre las sombras de la calle para atraerme a un lugar apartado. ¿Por qué siquiera debería confiar en ti? Es más, no sé ni porque cojones te he seguido el juego siquiera. ¿Qué es lo que quieres?

La morena se mantuvo de brazos cruzados, rabiando interiormente por no ser tan fuerte como quería, así podría protegerla de gente así, sin pestañear siquiera y ni por asomo le hubiera seguido lo más mínimo el juego al poseer más confianza en ella misma.

— ¿Un favor? ¿Y por qué debería hacer eso? Por lo que a mí respecta, has salido de la nada, conoces mi nombre y el de Hana y sabes que tenemos algún tipo de relación. Y vienes a pedirme un favor saliendo de entre las sombras de la calle para atraerme a un lugar apartado. ¿Por qué siquiera debería confiar en ti? Es más, no sé ni porque cojones te he seguido el juego siquiera. ¿Qué es lo que quieres?

El hombre levantó el indice derecho y se dispuso a replicar a la kunoichi, solo para cerrar la boca y darse cuenta de que tenía parte de razón.

— Tienes razón, ni me he presentado. Esto está siendo muy dificil para mi, Ren. Espero que lo entiendas. — carraspeó un poco, como preparandose para lo que iba a decir. — Me llamo Kazuo, Himura Kazuo. — se quedó un segundo esperando el reconocimiento de Ren, y si no reaccionaba en ese misero segundo, seguiría con un: — El padre de Hana.

Y ahora sí, esperó la reacción de la kunoichi.

Como cabría esperar, Ren no procesó aquella información en el acto. Simplemente, lo miró un poco de arriba abajo, para parpadear un par de veces. Sintió un enorme impulso de saltar encima de él para soltarle un puñetazo en la cara con todas sus ganas, gritarle donde coño había estado tanto tiempo y lo sola que la pobre Hana había estado. Apretó los puños, haciendose daño al clavar sus uñas sobre las palmas, y después le dirigió la peor mirada que jamás le había hecho a nadie.

— Te he preguntado que es lo que quieres, y que donde está Hana

Luego tendría tiempo de insultarle, de golpearle si fuera necesario y lo que hiciera falta. ¿De dónde coño había salido? ¿De verdad era él? ¿Cuánto tiempo había llegado a estar Hana sola? Aquello fue lo que hizo darse cuenta de lo poco que realmente la conocía, y fue lo único que acabó deteniendo su impulso de violencia gratuita.

— Te he preguntado que es lo que quieres, y que donde está Hana

Kazuo le dedicó una sonrisa que intentaba ser conciliadora.

— E-Entiendo la animadversión, de verdad. No he sido un padre modelico para Hana estos últimos años. Por eso quería saber tu opinión antes de hacer nada. No puedo volver a la villa y no puedo decirle a Hana que se exilie porque... bueno...— se rascó la nuca mirando a otro lado — Tengo otra familia ahora, en Minori. Tenemos una pequeña granja y no puedo abandonarlos. De hecho, para venir le he pedido al hermano de mi mujer que me cubriese.

¿Animadversión? ¿Que clase de palabra era esa, existía? Seguro que se la estaba inventando para intentar maquillar sus palabras. Pero lo que continuo en su frase la dejó completamente helada. ¿Ahora tenía otra familia? ¿Y no había vuelto a mirar atrás? ¿En todos estos años no había mirado por Hana?

— Cuanto... ¿Cuánto tiempo llevas con esta nueva familia? — Su rostro ahora pasó a ser completamente inexpresivo, perdiendo el brillo natural de sus ojos.

¿Qué debía siquiera hacer con esta información? ¿Hana debía de saberlo? Pero eso seguro que le haría muchísimo daño. La última vez que se vieron, estaba muy sensible y preocupada, puede que aquello acabara destrozándola. Ahora mismo se arrepentía profundamente de haber cruzado cualquier palabra con aquel hombre.