Ren apoyaba la cabeza sobre su mano con rostro serio; hasta que Hana lanzó una puya al aire a la que le desvió la mirada cuando está la observo. Puede que alguna que otra cosa no se le diera bien; pero llevaba muchos años limpiando y ordenando la casa, no era mucho, pero por lo menos le quitaba bastante trabajo a su madre cuando esta volvía. Sin embargo; por muy limpia y ordenada que estaba toda la casa, el cuarto de ella siempre reflejaba lo contrario.

La pasividad de Ren hizo que Hana se enfadara más, pero sacó su lado más diplomatico y ocultó el enfado tras otra afable sonrisa. Acabaron de cenar y como la niña buena que era se ofreció a encargarse ella de recogerlo todo, con lo cual, ambos progenitores se marcharon a la cama, afirmando que estaban terriblemente agotados. Cualquiera con dos dedos de frente sabría que había algo más tras eso, pero Hana no le dio demasiadas vueltas.

La cena había consistido en un curry de un color rosado muy extraño pero de buen sabor, receta original de la rubia, supuestamente. Y arroz, por supuesto. Todo buen curry va acompañado de un buen arroz.

Hana deshizo la sonrisa en cuanto su padre y su nueva madre desaparecieron del rango de visión y procedió a recoger todos los platos y llevarlos a la fregadera, donde empezaría a lavarlos uno a uno, ignorando por completo a Ren.

La comida fue bastante sabrosa, la disfruto con ganas, pero disimulo comiendo lentamente siendo de los últimos en acabar su plato. La rubia entonces procedió a recoger la mesa, bajo la atenta mirada de Ren quien tenía su plato también vacío, pero esta se negó a recogerlo. Suspiró malhumorada, y se levantó con él entre las manos, para lavarlo una vez ella acabase.

«Pero sera borde... ¿Y yo a esta que le he hecho para que este así conmigo? Podía haber sudado completamente y escaquearme de haber limpiado la clase y en su lugar acepté sin protestar demasiado. Tsé»

Tras acabar, se dirigió a su nuevo cuarto, todavía molesta por como estaba siendo tratada. Esperaba que no fuera recibida con los brazos abiertos, era una "intrusa" la cual en teoría sería una nueva familiar hasta el fin de sus días; pero que tuviera que ser ella la que diera su brazo a torcer... Además, Hana estaba jugando con dos caras, y eso la molestaba mucho más; en cuanto le daban la espalda, parecía intentar hacerle la vida imposible. Se tiró sobre la cama, extendiendo los brazos y las piernas mirando al techo con gesto serio.

Demasiado rosa, pensó.

La razón de por qué Hana estaba tan arisca con Ren y tenía que jugar a dos bandas. La primera era compleja, pero la segunda era muy simple, no podía quedar ella como la mala delante de sus padres. Sobre por qué la trataba tan mal, era simplemente que estaba a la defensiva.

Ren conocía ahora su otro lado, la Hana de los peluches y los arcoiris, y además era una simplona con una mania por ignorar las normas. Tarde o temprano la amenazaría o lo soltaría en mitad del colegio. Debía dejarle claro que no podía jugar con ella, que habría consecuencias si hacia algo así. Si dejaba caer su defensa por un solo segundo y confiaba en ella, acabaría mal.

Entró en la habitación después de Ren, tras haber recogido todo lo que fuese recogible en el salón, y se la encontró tirada en su cama. SU CAMA. Suspiró sin decir nada y se fue directa al armario. Sacó un par de mantas que sujetó con la mano izquierda antes de acercarse a la cama. Se paró a una distancia prudente y miró a la morena de forma dubitativa. Tenía que acercarse a coger un cojin y poder irse a dormir al sofa, pero no quería acercarse, pero tenía que hacerlo.

Oyó como los pasos se detuvieron en seco, por lo que inclinó un poco la cabeza. Hana estaba de pie frente a ella, con varias mantas entre sus manos y un gesto malhumorado. ¿Quería que se fuera a dormir al sofá, después de haberle dicho lo contrario? ¿O tal vez estaba molesta por campar a sus anchas en su habitación? Seguramente sería lo último, pero ya comenzaba a estar quemada tras aquel largo día. Había prometido comportarse por su madre, a la que tanto quería, pero ya era suficiente para ella.

Se levantó y le arrebató las mantas, sin dirigirle la palabra y con la misma mirada que ella le había dirigido.

— Tranquila, ya duermo yo en el sofá; aunque estoy más acostumbrada a dormir en el suelo, te doy gracias por tal comodidad — dijo en la puerta para después cerrarla de la misma forma, que la rubia había hecho antes de la cena.

— Tranquila, ya duermo yo en el sofá; aunque estoy más acostumbrada a dormir en el suelo, te doy gracias por tal comodidad

Con una agilidad que no esperaba en Ren le arrebató las mantas de las manos y se fue para la puerta ante la atonita mirada de Hana. Sin embargo, la rubia reaccionó a tiempo para que la puerta no llegase a cerrarse, poniendo su pie justo en el marco de la misma, haciendo que rebotase, quedando abierta de par en par. Antes de que Ren pudiese alejarse un apice, la agarró de la camiseta y tiró de ella hacia dentro de la habitación.

La morena cayó de culo mientras Hana le arrebataba las mantas y cerraba la puerta con el pie de nuevo.

— No te hagas la mártir conmigo, yo voy a dormir en el sofá. Solo quería coger un cojín y tú estabas en medio pero no quería decirte que te apartaras porque sabía que ibas a exagerar, y mira por donde, aquí estás, exagerando.

Se volteó para coger uno de los cojines esponjosos y peludos que tenía encima de la cama mientras sujetaba con la otra mano las mantas. Entonces encaró la puerta sin mirar a Ren, para darse cuenta de que no podía abrirla. Se volvió a girar hacia Ren, avergonzada por tener que hablar con ella después de su discurso.

— Ahora abreme la puerta para que me vaya.

— Ahora abreme la puerta para que me vaya.

— No me da la puta gana — dijo arrinconandola contra la pared en un instante. — ¿Delante de todo el mundo vas de dulce y amable; y a mí por una estúpida falda decides echarme la cruz? ---- torció el gesto en una ocasión de la discusión, y sus ojos se volvieron agudos y afilados. — Oh, ya lo entiendo. Como lo has tenido todo toda tu vida, solo quieres más. Buenas notas, lista, guapa; no se preocupe princesa, estoy acostumbrada a dormir en los establos.

— No me da la puta gana ¿Delante de todo el mundo vas de dulce y amable; y a mí por una estúpida falda decides echarme la cruz? Oh, ya lo entiendo. Como lo has tenido todo toda tu vida, solo quieres más. Buenas notas, lista, guapa; no se preocupe princesa, estoy acostumbrada a dormir en los establos.

Hana necesitó varios segundos para reaccionar, para que todo lo que le acababa de soltar la morena se asentase. Era la primera vez en años que alguien la trataba así. Siendo una figura de autoridad, o te temen o te adoran, o hacen como que te adoran cuando estás delante. ¿Realmente pensaba Ren que aquello era por la falda? El problema era que Ren no respetaba la autoridad. Aquella tarde, incluso después de su primer roce, la había tratado como a una chica cualquiera. Eso era un peligro.

Y ahora, acababa de demostrarlo. La había arrinconado y soltado un sermón merecido. Con impresiones totalmente equivocadas, pero Hana no podía culparla, era lo que ella le había dejado ver. Sin embargo, no iba a dejar que eso acabase allí, la rubia se acercó devolviendole el sermón.

— ¿Crees que esto es por la estúpida falda? Te saltaste una norma. Desafiaste mi autoridad. Eres la típica alma libre que hace lo que quiere, cuando quiere. Eres un problema para mí. ¿Sabes lo mucho que he trabajado para esas notas? ¿Para este estatus? No, crees que todo es porque soy lista y guapa. Porque tú nunca te has esforzado. ¿Quieres irte tú al sofá? Adelante, plebeya.

Le estampó las mantas en el pecho esperando que por reflejo las agarrase y le tiraría el cojín a la cara. Después se tiraría en la cama, dandole la espalda a la morena. El enfado no le duraría demasiado, si no se iba en unos segundos, lo último que quería era que su archienemiga la viese llorar.

Acepto las sabanas sin problemas, y el cojín en el aire con gran destreza. Sin perder el ceño fruncido, cada una se separó; Hana se tiró sobre la cama y Ren se fué dando un portazo derecha al sofa.

— Lo hago por mama, lo hago por mama — replicaba entre dientes hacia el salón. Se sentó y después dejó las mantas por encima de ella de mala manera, quedándosele los piés fuera. — Puta niña malcriada...

Poco después, alguien avanzo por detrás de ella con un suave paso.

— ¿Ren? ¿Cariño estas despierta? — dijo un suave tono, mientras la miraba por encima del dorso del mueble.

— Si mama

— ¿Qué tal estas? ¿Estás cómoda? Pensaremos algo pronto para que puedas dormir a gusto, no te preocupes.

— Estoy bien mama — respondió algo molesta, pero su madre no quiso darle importancia; era habitual en ella hasta cierto punto.

— ¿Que tal te llevas con Hana-chan?

La joven refunfuño suavemente, tapándose un poco la cara y volviendo a cabrearse suavemente cuando la estaba calmando.

— Bien; solo estoy algo cansada. Ha sido un día largo y todo esto del traslado me agota bastante.

— Está bien; descansa Ren-Ren — le dio un beso en la mejilla que aceptó con mucho gusto; y su corazón volvió a calmarse.

Suspiró otra vez, como ya había hecho quinientas veces aquel día y se frotó la frente para bajar los dedos hasta sus ojos. Poco después, se quedó dormida. Debía ser fuerte, como siempre, y aguantar por su madre cualquier chaparrón que le cayera encima.

Lloró. Claro que lloró, como una magdalena. Se abrazó a uno de los peluches de oso panda enormes que tenía y se desahogó con la cabeza aplastandole el pecho al pobre oso. ¿Eso era lo que veían en ella? ¿Una niña malcriada que por ser lista y guapa había llegado a donde estaba? ¿Nadie apreciaba el esfuerzo que había hecho? ¿Todas las horas que había pasado trabajando duro para mantener las notas y hacer el trabajo del consejo estudiantil al mismo tiempo habían sido para nada? Qué injusto.

Ya sabía que a su padre le daba completamente igual que se esforzase al máximo o que fuese presidenta de lo que fuese. No le daba nada de credito a todo el esfuerzo. Pero ahora su familia aumentaba y aún más gente despreciaba y desacreditaba a Hana. Sencillamente, no sabía cuanto podría aguantar.

No durmió bien, si es que durmió, y a las 6 se levantó a desayunar cuando le sonó el despertador. Sin pensar, fue a la cocina e hizo rutina. Bol, cereales, leche, cuchara y fue directa al sofá. Dejandolo todo sobre la mesa y sentandose. Sin pensar, despeinada, con las mejillas aún humedas y con nada más que la luz que entraba por las ventanas.

Era temprano, por lo que todavía no se había despertado. Su cuerpo pareció haberle pedido un descanso largo y por ello el poco ruido que hizo la rubia no la despertó; Ren estaba girada, mirando hacia el interior del sofá y ligeramente acurrucada. Han apareció haberse olvidado de que quien ella todavía estaba durmiendo allí. Por suerte cuando esta se sentó, lo hizo en el hueco que las piernas flexionadas de Ren habían dejado.

Hana se sentó y encendió la televisión, por suerte, solo la usaba ella así que el volumen estaba bajo, como en la mañana anterior. Llenó el tazón y empezó a desayunar mientras miraba distraida los colorines de los dibujos animados en la televisión. Ni siquiera estaba registrando nada, solo lo ponía para entretenerse mientras desayunaba.

No se percató del cuerpo inerte a su lado, simplemente siguió hundiendo la cuchara en el bol y llevandosela a la boca. Masticaba un rato, tragaba y repetía. Normalmente no estaba tan ensimismada por las mañanas, pero claro, eso era cuando había dormido de una forma decente. Ahora parecía que todo su alrededor estaba bajo el agua y prefería no pensar en nada, porque si pensaba en algo no sería nada bueno. Le quedaba un dia entero por delante de trabajo y no podía permitirse más lloriqueos.

El ruido de la tele y los suaves cambios de luces, acabarían despertando a Ren; parpadeó varias veces viendo el fondo del sofa y giraría la cabeza con suavidad, buscando el origen del ruido. Movió las piernas con cuidado, pero al notar que algo le impedía estirarse, vio que la rubia estaba entre sus piernas. Suspiró volviendo a ver el color bermellón del sofá.

No había sido todo un sueño, pensó.

— Oye, que es sabado, déjame dormir al menos hasta que el sol este algo más arriba. ¿Quieres? — dijo molesta sin moverse más.

— Oye, que es sabado, déjame dormir al menos hasta que el sol este algo más arriba. ¿Quieres? —

Hana había decidido la noche anterior relajar su actitud respecto a Ren. Sin embargo, en cuanto la vio y la oyó, todo eso se desvaneció. La forma en la que hablaba y se dirigía a ella, le despertaba cosas, y no eran cosas buenas.

— Si quería dormir, igual era usted la que debería estar en la habitación, princesa. — movió el culo tan lejos de ella como pudiese y empezaría a hacer más ruido masticando.

— Si claro; en mi habitación magica, en el pais feliz, de la casa de la gominola en la calle de la piruleta — farfulló para taparse la cara con las sabanas nuevamente.

Hana parecía decidida a hacerle la vida imposible a la joven Ren; tenía que aguantar, por su madre, será solo un tiempo. Hasta que cada una se vaya por su cuenta o le arranque la cabeza de una patada a esa niña presumida. Tras un rato se levantó, sin ninguna delicadeza, y se dirigió a la cocina a hacerse algo para desayunar.