Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
31/01/2018, 00:27 (Última modificación: 31/01/2018, 02:08 por Aotsuki Ayame.)
Soy Ayame, tomo la misión de Eri y Nabi como máster. Esta trama no ocupará ninguno de mis huecos propios.
Espero que la disfrutéis
Aquella era, sin duda alguna, una ocasión especial. La misión que el Uzukage les había encomendado a Inuzuka Nabi y a Uzumaki Eri les había hecho viajar hasta desde sus hogares en Uzushiogakure hasta la ciudad de Taikarune, en pleno País del Fuego. En condiciones normales, el viaje habría durado un largo día y medio a pie, pero el cliente de la misión exigía la máxima urgencia, y el mismo Hanabi dispuso para los dos genin un barco a vela que zarpó desde los muelles de Uzushiogakure aquella misma mañana de primavera. Afortunadamente, parecía que la suerte había decidido sonreírles, y las fuertes corrientes marinas que caracterizaban las costas de la aldea decidieron darles una tregua para que los genin pudieran llegar a tiempo a su destino.
Y así, después de un tranquilo viaje en el que se vieron incluso acompañados por varios delfines durante un tiempo, el característico arco de piedra que conformaba la ciudad de Taikarune asomó por encima del horizonte cuando el sol comenzaba a ponerse por el oeste.
Y cuando pisaron tierra, comprobaron que Taikarune bullía de actividad. Debía de haber algún tipo de fiesta en la ciudad, porque las calles estaban repletas de luces y las personas iban de aquí para allá, todos risueños, todos felices, todos con bolsas cargadas de compras y los niños degustando dulces típicos de allí. Pero no era a las calles, no era a ninguno de los establecimientos abiertos de par en par, ni siquiera era a ninguna de las viviendas a donde los shinobi debían acudir con toda presteza.
Aquella era una ocasión especial, y el cliente que firmaba el pergamino de la misión era el mismísimo dueño del imponente castillo de piedra que se alzaba en lo alto del risco y que ahora hacía sus veces de museo de armas de guerra antiguas.
Misión rango C.
Solicitante: Tsuwamono Tono Lugar: Museo Armamentístico de Taikarune Tsuwamono Tono, que es el legítimo dueño del castillo de Taikarune, ha denunciado el robo de una de las piezas más importantes de su colección de armas expuesta al público. No ha dado más detalles al respecto, pero se aproximan las fiestas locales de la ciudad y el museo constituye la máxima importancia de Taikarune en cuanto a fama se refiere, por lo que los turistas irán a visitarlo y querrán ver la colección al completo.
Por eso solicita la ayuda de dos shinobi con la máxima urgencia posible, que deberán reunirse con él en las puertas del castillo, para recibir los detalles pertinentes.
La kunoichi todavía era incapaz de creérselo del todo, y es que después de haber sido llamada al Edificio del Uzukage todo lo que ocurrió tras ello le sonó como algo lejano, algo que no les ocurría a personas como ella. Pero allí estaba, con un pergamino donde estaba escrito que ellos —Uzumaki Eri e Inuzuka Nabi— habían sido los elegidos para realizar aquella misión.
Se sintió importante, como si de verdad formase parte de los ninjas de su villa y por ello habían solicitado sus servicios. No se hizo de rogar y acató todas las órdenes que fueron dirigidas hasta ella, hasta que por fin ambos abandonaron Uzushiogakure y levaron anclas hasta Taikarune, aquella cuidad que había visitado con anterioridad y donde había conocido a Juro, un genin de Kusagakure.
El viaje en barco —que se le hizo bastante corto, a su parecer— se lo había pasado mirando hacia todos lados, incluso había disfrutado como una niña pequeña cuando los delfines habían danzado al lado del navío acompañándoles en el viaje. Había disfrutado de la brisa marina que le había despeinado sus dos típicas coletas y además le había obligado a ponerse su jersey que normalmente solo llevaba en días fríos, pero ni eso era capaz de aminorar su alegre ánimo.
Y una vez en Taikarune, habiéndose quitado el jersey que ahora reposaba anudado en su cintura; tenían que subir hasta el museo para encontrarse con el dueño del mismo y el cliente de la misión, quien afirmaba que le habían robado un objeto y que ellos mismos serían los que tendrían que encontrarlo.
—Bien, Nabi, ¿estás listo? —preguntó la joven, estirando sus extremidades superiores para empezar la marcha y llegar lo antes posible al museo —. Pues manos a la obra.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Eri ni siquiera esperó a que le contestase para autocontestarse y dar por acabada la conversación unilateral de independencia. Pero no pasaba nada porque el mismísimo Hanabi-sama nos había recomendado para esa misión, a mi y a Eri. Desde luego, tenía una flor en el culo. De todas las personas con las que tengo una sinergia especial en Uzushiogakure, todas ellas son Eri, o por lo menos, una sinergia especial positiva. Aunque creo que esa relación es tan unilateral como la conversación de la pelirroja.
— Pues pies a la obra. Por todo el proceso parece que el cliente tiene prisa así que echamos una olfateada y lo resolvemos en un rato, y el resto del viaje podemos pasarlo comiendo de esos dulces que tienen todos los niños de por aquí. ¿De donde los sacan? En resumen, esto va a ser pan comido, digo, perro, digo, pan. Sí, pan.
Últimamente me había sentido como más inteligente, pero ya se me había pasado. Por suerte, llevaba mi camiseta de la suerte. Una camiseta negra de manga corta con el símbolo de Uzushiogakure, dos colmillos amarillos y una frase en carmesí que recitaba asín: "Brigada Inuzuka". Y debajo, más pequeño, como subtitulo: "Estamos aquí para olfatear".
Incluso había cogido las gafas de sol para parecer tan malotes como eramos, pero ya se hacía de noche y una cosa es parecer chulo y otra parecer idiota. Así que solo llevaba la indumentaria habitual, el portaobjetos y la bandana como siempre y donde siempre. Y mi hermano de otra madre y raza también iba como siempre, mirando a todas partes y de un lado a otro con la lengua sacada y la felicidad por bandera.
Seguiríamos a Eri cuando esta decidiese empezar a caminar sin dudar, no por nada era la lider del equipo Inuzumaki.
Los dos genin se pusieron manos a la obra. Eri ya había estado en Taikarune, y más concretamente en el mismo museo armamentístico al que debían dirigirse sin demora, por lo que no tenían pérdida ninguna.
Con la Uzumaki liderando la marcha, atravesaron las calles como pudieron, serpenteando entre las casas de madera y caminando casi a contracorriente de la marabunta de personas que inundaban las calles. En algún momento, entre todo aquel gentío, a los dos genin les pareció ver una sombra azul. Una persona, concretamente, que extrañamente tenía la piel y el pelo del color del océano. Pero la visión apenas duró unos segundos, antes de que el chico se sumergiera entre la gente y terminara de desaparecer como un pez en el fondo del mar.
Pronto las calles aumentaron de forma exponencial su pendiente, y los dos genin se vieron obligados a caminar cuesta arriba y entre escalones de piedra, luchando contra la gravedad. Los habitantes de Taikarune debían de tener unas buenas piernas si debían hacer recorridos similares todos los días... El castillo quedaba en lo más alto del risco, por lo que el ascenso, sin duda, se les haría largo... y cansado.
El imponente castillo aún se encontraba a varias decenas de metros por encima de ellos.
—No estés tan seguro —le aseguró la pelirroja, ladeando la cabeza —. Lo primero es centrarnos en la misión, luego ya, lo que surja.
La verdad es que ella solo quería centrarse en la misión y honrar con una victoria más a Uzushiogakure, y tampoco pensaba que la dejasen quedarse mucho tiempo allí de turismo después del cuidado que habían puesto en que llegasen pronto. Así que sin esperar más en el puerto, ambos decidieron dirigirse al museo.
Las calles parecían más pequeñas que la última vez que estuvo allí, y la verdad es que el bullicio lograba sacar lo peor de ella. ¿Por qué había tanta gente en un solo sitio? ¿No se ponían nerviosos por estar tan apegados los unos a los otros? Era algo horrible, tanto que no dudó en tomar la mano de Nabi —quien iba detrás de ella— para lograr no perderle por el camino, porque si alguno se perdía, seguramente no recuperarían los valiosos minutos que tardarían en reencontrarse.
Pero sus ojos, mirando hacia todos lados; lograron divisar una pequeña sombra azul de extraña piel. No pudo evitar girar ligeramente la cabeza, por curiosidad por algo tan extraño, sin embargo cuando quiso fijarse mejor aquella sombra había desaparecido entre la gente, quedando un bufido de la kunoichi como modo de protesta.
—¿Vas bien, Nabi? —preguntó alzando un tanto la voz, lo suficiente para que el Inuzuka la escuchara —. Si estás cansado podemos parar.
No se había dado cuenta pero el castillo aún se veía lejos y las calles parecían más empinadas que cuando habían comenzado a subir, por lo que las piernas comenzaban a molestarla. Pero no podría desistir ahí, tendrían que llegar lo antes posible, por lo que parar —si Nabi optaba por decir que no— no era una opción para ella.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
2/02/2018, 23:13 (Última modificación: 2/02/2018, 23:18 por Inuzuka Nabi.)
—No estés tan seguro. Lo primero es centrarnos en la misión, luego ya, lo que surja.
Lo que surja. ¿Estaba... Eri... mandandome indirectas? No, imposible. O sí... Hemos sido elegidos a dedo por el kage más sabio desde Shiona, tal vez eso la había hecho ver que era algo más que un shinobi con perro. Bueno, qué puedo decir, iba con mi mejor indumentaria, con mi mejor pelo y mi mejor perro. Normal que se haya dado cuenta de lo genial que soy justo ahora.
Algo hizo descarrilar mi tren del pensamiento, una sombra azul, centré la vista en la persona en cuestión. Y vi una persona azul, tal cual, su piel era... ¡era azul! Intenté acercarme, pero la gente se comió al extrañ@ de piel y pelo azulinos en un santiamén. Dejándome con una duda insatisfecha y tenso con la idea de que los peces estaban empezando a suplantar a los humanos poco a poco, hasta que ver shinobis azules sea algo normal y entonces nos meterán en latas de conserva como atunes.
Le di varios golpecitos en el brazo a Eri para llamar su atención, con la mano que tenía libre, dándome cuenta de que la Uzumaki había aprisionado una de mis patas superiores con sus delicadas manos de princesa. Pero estaba demasiado turbado para disfrutarlo.
— Eri, Eri, Eri, Eri, Eri. ¿Has visto eso? ¡Una persona azul! ¿Lo has visto? Estaba ahí delante como si tal cosa. Eri, ¿lo has visto?
—¿Vas bien, Nabi? Si estás cansado podemos parar.
— Perfectamente, pero... ¿has visto la cosa azul? Eh, ¿la has visto?
Estaba demasiado ensimismado en el avistamiento de lo que podía ser un ente ajeno a la vida humana normal y corriente que teníamos el resto de mortales como para ponerme a pensar en si estaba cansado o no, además, tenía energía suficiente para caminar sobradamente. Si tuviera que cargar con un perro peludo y quejica aún podría cansarme, pero, por suerte, ya habíamos pasado esa etapa de su vida. Ahora se escabullía entre la muchedumbre mejor que yo incluso.
Además, ¿qué eran unas cuestas para shinobis que caminamos por paredes verticales y arboles como si nada? ¡Estamos hechos de acero y nuestras piernas de titanio! Aunque un descansito al llegar a la cima iba a ser obligatorio.
— ¿Queda mucho? Ya estuviste aquí con Juro, ¿no? Así que sabrás cuanto queda, ¿queda mucho?
Estaba nervioso, seguía buscando esa sombra con la mirada mientras intentaba no despegarme de Eri por si intentaban secuestrarla para transformarla en una sirena. ¡No iba a permitirlo! Nada de sirenas pelirrojas durante mi guardia. El problema era la comunicación, ya que Stuffy era totalmente inconsciente del peligro que corríamos con respecto a los peces. Pero había demasiada gente para pararnos, de momento.
Sin embargo, no volvieron a ver ni rastro de la persona de tez y cabellos azules, que parecía haber tomado una dirección completamente opuesta a la suya antes de desaparecer entre la multitud.
Nabi y Eri continuaron ascendiendo sin descanso por las empinadas escalinatas de Taikarune y, tras casi una larga y extenuante media hora, llegaron al fin a suelo llano. Y allí estaba, como si estuviera esperándolos, el enorme castillo de piedra alzaba sus torreones hacia el cielo, como si quisiera llegar a tocarlo. Pese a la conocida fama del museo y la majestuosidad del edificio, no había mucha gente en lo alto del risco (y la poca que había se dedicaba a contemplar las vistas que tenían desde aquella privilegiada posición o el exterior del castillo). Y la razón era sencilla, los enormes portones estaban cerrados, con dos guardias flanqueando la entrada con diligente rigidez y un hombre entallado hablando con ellos. En lo alto del edificio un enorme cartel rezaba de la siguiente manera:
JORNADA DE PUERTAS ABIERTAS
EXPOSICIÓN DE ARMAS DEL ŌNINDO ANTIGUO DESDE EL 11 DE PRIMERA FLOR DEL AÑO 218
Eso era el siguiente Hoyōbi, era más que probable que Tsuwamono Tono quisiera recuperar el arma robada antes de abrir las puertas al público.
— Eri, Eri, Eri, Eri, Eri. ¿Has visto eso? ¡Una persona azul! ¿Lo has visto? Estaba ahí delante como si tal cosa. Eri, ¿lo has visto?
—Sí, ha sido... Extraño —musitó la kunoichi —. Puede que esté relacionado con el robo, pero no podemos sacar conjeturas nada más llegar, lo primero es hablar con Tono-san.
Y tras aquella pequeña conversación de un par de oraciones intercambiadas como buenamente habían podido entre toda la marabunta de gente, volvieron a sumirse en sus pensamientos mientras seguían subiendo hasta el famoso museo de Taikarune.
— ¿Queda mucho? Ya estuviste aquí con Juro, ¿no? Así que sabrás cuanto queda, ¿queda mucho?
—Queda un rato, y con toda esta gente... No será tan fácil llegar, Nabi, ¿está Stuffy bien?
Y sin parar de caminar, poniendo un pie delante para ser adelantado por el otro y así sucesivamente, lograron llegar hasta aquel gran edificio que se alzaba en lo alto de Taikarune. Media hora les había costado cuando seguramente y sin nadie a los alrededores les hubiera cundido mucho más. La kunoichi del grupo paró un momento para recobrar el aliento y sentir sus piernas.
—Nabi, mira, está cerrado... —dijo lo obvio la pelirroja —. Creo que tendremos que hablar con los guardias, identificarnos y enseñar el pergamino, espero que con eso baste para que nos dejen entrar...
Tomó el pergamino que llevaba guardado en su portaobjetos y asintió a la nada, preparándose mentalmente para lo que estaba por hacer. Luego se dirigió a uno de los guardias y esperó a que el hombre con quien estaban hablando terminase para no faltarles el respeto, luego procedería a identificarse como bien le había dicho a Nabi que haría por ellos.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
6/02/2018, 16:39 (Última modificación: 6/02/2018, 16:39 por Inuzuka Nabi.)
—Sí, ha sido... Extraño. Puede que esté relacionado con el robo, pero no podemos sacar conjeturas nada más llegar, lo primero es hablar con Tono-san.
— Y preguntarle si ha visto a alguien con un "tono" de piel azul. ¿Lo pillas? Tono de tono, no de Tono.
—Queda un rato, y con toda esta gente... No será tan fácil llegar, Nabi, ¿está Stuffy bien?
— ¿...sí...?
Busqué con la mirada a Stuffy y no tardé en encontrarlo, haciendo eses mientras subía cuesta arriba ignorando su energía y su correcto uso y administración a lo largo de toda la misión.
— Bien, bien... no ha estado nunca, pero vivirá para contarlo.
En un rato nos plantamos delante del inmenso edificio cuya inmensa puerta estaba inmensamente cerrada. Los turistas, incapaces de entrar, se repartían por los alrededores buscando sitios donde hubiese una buena vista del paisaje. Qué bien viven los civiles, inconscientes de que estaban EN EL LUGAR DEL CRIMEN. Stuffy al llegar y ver la puerta cerrada no se lo pensó dos veces y se tumbó ahí en medio, a un metro de la puerta.
—Nabi, mira, está cerrado... Creo que tendremos que hablar con los guardias, identificarnos y enseñar el pergamino, espero que con eso baste para que nos dejen entrar...
Si fuera solo, ya estaría metiendole a un guardia de esos el pergamino por el ojo, metafóricamente claro, pero Eri era más refinada y tenía eso tan raro y tan útil, el... la... eso de hablar bien... ¿Diplodocus? Diplomarxismo. ¡Diplomacia! Eso, diplomacia. Qué raro me suena de repente.
— Pues cuando quieras, Eri-chan, tú mandas. Estoy en tus manos, lo que tú digas está bien. A sus pies, Eri-hime.
Ninguno de los dos guardias, ni el hombre que hablaba con ellos, pareció reparar en el nuevo invitado que se había tumbado frente a los portones del castillo. Y cuando Eri y Nabi se acercaron, pudieron escuchar parte de la conversación:
—¡...parece que no conocen la palabra puntualidad! Y quiero que vigiléis día y noche, ¿entendido? —hablaba el hombre, con voz grave y autoritaria. Frente a él, los dos guardias se mantenían estáticos, casi congelados en sus posiciones—. ¡Que nadie más pase estas puertas si no es por orden mía!
—¡Sí, señor! ¡Así se hará señor!
Fue entonces cuando uno de los guardias reparó en la presencia de los dos genin, y el movimiento de sus ojos debió de alertar al hombre, que se giró sobre sus talones. Su rostro, afilado y taciturno, los contempló como quien mira a dos críos que hubieran irrumpido en una sala de reuniones en pleno congreso.
—El museo está cerrado, niños —sentenció, señalando el cartel que coronaba lo alto del castillo—. Tendréis que esperar. Y ahora, si me disculpáis...
Nabi respondió de forma positiva a su propuesta, así que cuando se acercaron lo suficiente para poder al menos meter la suficiente presión para que les mirasen, fueron capaces de escuchar su conversación sin necesidad de mucho esfuerzo.
—¡...parece que no conocen la palabra puntualidad! Y quiero que vigiléis día y noche, ¿entendido?
«No parece muy contento con su servicio...» Pensó la joven mientras apretaba un poco el pergamino que llevaba en sus manos. Aquel hombre parecía bastante importante y los guardias ni si quiera se habían excusado por las palabras que les estaba dirigiendo.
Sin embargo, después de echarles la bronca a los guardias, el hombre se giró y encaró a los chicos del Remolino, no muy contento por su presencia allí.
—El museo está cerrado, niños. Tendréis que esperar. Y ahora, si me disculpáis...
—¡Espere, señor! —paró Eri rápidamente, levantando una mano con amago de hacer que se detuviese antes de irse —. Venimos por una misión que nos encargó el señor Tsuwamono Tono y se nos hizo saber que necesitamos verle cuanto antes por este asunto —explicó la joven, tendiendo el pergamino al hombre para acreditar su explicación —. Aquí está el documento oficial donde se nos cita.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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9/02/2018, 22:57 (Última modificación: 9/02/2018, 22:57 por Inuzuka Nabi.)
—¡Espere, señor! Venimos por una misión que nos encargó el señor Tsuwamono Tono y se nos hizo saber que necesitamos verle cuanto antes por este asunto. Aquí está el documento oficial donde se nos cita.
Me coloqué tras Eri, de forma que fuese perfectamente visible para los guardias como me colocaba bien la bandana que colgaba de mi cuello, puede que reflejando la luz del Sol involuntariamente a alguno de ellos. Te hacen venir a toda prisa en un barco de urgencias para después llamarte niño, cuando llevábamos las bandanas en zonas perfectamente visibles. Eso era un pitorreo.
Entre las palabras de Eri y mi certificado shinobi de rango genin seguramente conseguían convencer más a esa gente que con todas las oraciones subordinadas del mundo saliendo de mi boca. Así que tras "colocarme" mi bandana, me quedaría de brazos cruzados tras la Uzumaki, esperando.
Pero antes de que el hombre pudiera darse media vuelta, la voz de Eri le llamó:
—¡Espere, señor!Venimos por una misión que nos encargó el señor Tsuwamono Tono y se nos hizo saber que necesitamos verle cuanto antes por este asunto —explicó, tendiéndo el pergamino de la misión—. Aquí está el documento oficial donde se nos cita.
Pero él aún tardó unos segundos en reaccionar. Sus labios, tensos como las cuerdas de un violín, habían formado una delgada línea en su rostro desencajado por la sorpresa. Al final tomó el pergamino con manos casi temblorosas, lo desenrolló y sus ojos recorrieron de un lado al otro su escritura con concentrado gesto. Su ceño fue acentuándose a cada línea, y, cuando terminó de leer, levantó la mirada del papel. Sus ojos se detuvieron en Eri, estudiándola minuciosamente de arriba abajo, después pasaron a Nabi con el mismo escrutinio. Y tensó aún más la mandíbula cuando reparó en las bandanas que ambos shinobi vestían con orgullo.
—Pido la máxima urgencia... ¡¿Y Uzushiogakure me presta a dos... NIÑOS?! ¿¡Qué clase de ofensa es esta!? —bramó, con el rostro rojo por la ira—. ¡YO soy Tsuwamono Tono! ¡El propietario del edificio más importante de toda Taikarune!
Detrás de él, los guardias se removieron en sus posiciones, claramente incómodos. Aunque uno de ellos miraba con cierta curiosidad a los dos genin.
La joven esperó, paciente, mientras el hombre que tenían delante les escrutaba con la mirada. Luego tomó el pergamino y lo leyó, para volver a mirarles de arriba a abajo sin ni si quiera reparar en que ellos le miraban directamente.
—Pido la máxima urgencia... ¡¿Y Uzushiogakure me presta a dos... NIÑOS?! ¿¡Qué clase de ofensa es esta!? ]¡YO soy Tsuwamono Tono! ¡El propietario del edificio más importante de toda Taikarune!
La kunoichi apretó los dientes antes de soltar alguna burrada allí mismo. ¿Cómo que a dos niños? ¿Cómo que ofensa? ¡Aquello era una falta de educación muy grave! Apretó el puño que lentamente ocultó tras su espalda, clavando sus uñas en la carne para evitar hacer o decir nada que perjudicase la reputación de su villa.
Luego, habló:
—Disculpe Tono-san, con todos mis respetos, aunque seamos niños, estamos totalmente cualificados para llevar a cabo el trabajo —se defendió Eri —. No por nada nuestra villa ha confiado en nosotros para venir hasta aquí —dejó claro —. Así que por favor, no se mueva solo por las apariencias.
Hizo una reverencia.
—Uzumaki Eri a su servicio.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—Pido la máxima urgencia... ¡¿Y Uzushiogakure me presta a dos... NIÑOS?! ¿¡Qué clase de ofensa es esta!?¡YO soy Tsuwamono Tono! ¡El propietario del edificio más importante de toda Taikarune!
Por un momento, me olvidé de que Eri era la líder diplomática y presidenta general de las relaciones sociales y burocráticas.
— Y yo soy Inuzuka Nabi, encantado.
Entonces me di cuenta de que igual lo que el hombre estaba haciendo era quejarse a lo loco y no presentarse. Sobretodo cuando Eri se disculpó con el tonto ese.
—Disculpe Tono-san, con todos mis respetos, aunque seamos niños, estamos totalmente cualificados para llevar a cabo el trabajo. No por nada nuestra villa ha confiado en nosotros para venir hasta aquí. Así que por favor, no se mueva solo por las apariencias.
—Uzumaki Eri a su servicio.
Imité la reverencia de Eri, que a mi se me había olvidado y un ladrido me recordó que no estábamos solos en todo eso. Aunque, tío, ya se podía presentar él solito, que ya es mayorcito.