— ¡Joder! ¡¿Qué coño ha sido eso?! ¿¡Quien habla!?

La única respuesta que Ren escucharía serían unos aullidos agudos que parecían una risa de hiena. Los aullidos cesaron de golpe, dando paso a una voz seria de nuevo.

— Terca niña. Si no puedes enfrentarte a la inevitabilidad de la cascada, olvidate de entrar al santuario. Indigna. Perfida.

Ren seguiría sin ver absolutamente nadie a su alrededor. La voz parecía venir de detrás de la cascada, pero ahí solo había una solida y robusta pared de piedra.

Agarró su empapada sudadera con ambas manos, estrujando una parte de ella y haciendo que cayera una gran cantidad de agua. Pero aquello seguía siendo demasiado molesto de llevar, por lo que se deshizo de ella, quedando con su camisa negra con la espiral del remolino, dejando la ropa de la que se había deshecho sobre una de las rocas.

— O sea que sí que había un santuario. ¿Eres ese tal Hotto Inu?

Los pantalones también eran algo incómodos, pero no quería deshacerse de ellos. Agitó un poco los laterales del ancho pantalón, intentando quitar toda la cantidad de agua que pudiera.

— O sea que sí que había un santuario. ¿Eres ese tal Hotto Inu?

— ¡El Venerable Inu para ti! Y claro que hay un santuario. ¿No eres la ninja del pergamino? ¿La experta espadachina? ¡Si no sabes ni tener cuidado al pasar al lado de un lago!

— ¡El Venerable Inu para ti! Y claro que hay un santuario. ¿No eres la ninja del pergamino? ¿La experta espadachina? ¡Si no sabes ni tener cuidado al pasar al lado de un lago!

— ¡Me has hablado de golpe y porrazo, como iba a esperar que una puta pared me hablara de la nada! —protestó mientras terminaba de remangar sus pantalones, volviéndolos sobre sí mismos hasta un poco más allá de las rodillas. — He dado con este sitio casi de pura casualidad, poco más y me largo a mi casa después de la respuesta que me han dado en el pueblo.

Terminó de quejarse, mientras ahora pasaba a acicalar su pelo haciendo que cayera algo de agua. Después, se llevó una gomilla a la boca mientras terminaba de recoger su pelo para dejarlo en una coleta alta. Su pelo ya empezaba a ser lo suficientemente largo como para tener una pequeña coleta alta, y ahora que volvía a acicalárselo era bastante bonito junto a su naturaleza alisada.

— ¡Me has hablado de golpe y porrazo, como iba a esperar que una puta pared me hablara de la nada! He dado con este sitio casi de pura casualidad, poco más y me largo a mi casa después de la respuesta que me han dado en el pueblo.

Escucharía un par de ladridos de pura rabia.

— ¡No soy una pared, niña! ¡Soy el noble guardían del santuario! Bastante deshonra acarreo para lidiar con una kunoichi a medio cocinar incapaz de lidiar con su propia torpeza. ¡Vuelve a la villa y pide a un adulto que venga! — vociferó iracundo.

— Pues para ser un noble guardián empieza dando la cara. Solo te escucho quejarte y ladrar, pero ni siquiera te presentas en persona — añadió cruzándose de brazos. — Además, la mejor espadachín de todo Amegakure no Sato está aquí, así que ten un poco más de respeto hacia la que pronto también destronará al líder del país de los Samuráis ante su increíble técnica y dominio con la espada.

Sacó pecho realmente orgullosa de sus palabras y bastante confiada. Cualquiera necesitaría verlo para creerlo después de haberla visto arrastrarse por los suelos durante meses llorando por un posible amor roto. Aunque estaba claro, que cuando recuperó a su novia, había recuperado algo más que simplemente la confianza que había perdido en ella misma.

— Pues para ser un noble guardián empieza dando la cara. Solo te escucho quejarte y ladrar, pero ni siquiera te presentas en persona Además, la mejor espadachín de todo Amegakure no Sato está aquí, así que ten un poco más de respeto hacia la que pronto también destronará al líder del país de los Samuráis ante su increíble técnica y dominio con la espada.

Hubo un silencio atronador después de su declaración. Tal vez estuviese sopesando sus palabras o recobrando una calma que se le hacía tan lejana ahora. Cuando finalmente volvió a resonar la voz, lo hizo mucho más seria y serena.

— Subete al monticulo y corta la cascada.

Ren arqueó una ceja interrogativa. ¿Que cortara la cascada? Bueno, técnicamente dando un simple tajo sería capaz de "cortar" la cascada. Cogió su espada, la cual estaba con algunas de sus pertenencias que se estaban secando en unas rocas. Después, caminó por el agua pisando con algo de cuidado, con miedo a volver a meterse otro guarrazo hasta llegar al montículo, donde pisó con firmeza hasta subirse en este.

Observó la cascada, sin mucho convencimiento de lo que debía hacer, y llevó una mano a su espada para desenvainarla. Tras ello llevó la otra para cogerla con firmeza y apuntar hacia delante. No perdía nada por intentarlo con todas sus ganas, así que extendió uno de sus pies todo lo que pudo y después intentó dar un tajo horizontal con todas sus fuerzas al agua que estaba cayendo.

Ren usó su fuerza para cortar la cascada, y consiguió que se le torciera el tajo ligeramente. La fuerza del agua era superior a la que ella podía ejercer con sus manitas y bracitos de mantequilla. Y así se lo hizo saber la voz tras la cascada.

— Espera, he escuchado una mariposa posarse en un loto a cinco kilometros de aquí y me ha dicho que ¡eso no es ni un tajo ni media mierda! ¿Eso es todo lo que sabes hacer? ¿Menear tu espada en el aire a ver si pasa algo? ¡Inaceptable!

Desde la posición en la que estaba ahora mismo le era más dificil oir aquella voz pero el tono lo reconocería sin problemas, entre decepción y enfado.

La morena frunció el ceño al volver a ser objetivo de burlas. Había pasado por alto las anteriores, pero ya estaba empezando a sentir que la mosca detrás de la oreja, que eran aquellas acusaciones, empezaban a molestarle en más de lo necesario.

Sostuvo la uchigatana nuevamente con sus dos manos, manteniendo la mirada fija en el agua y volviendo a una posición de ataque. Quiso tomarse su tiempo, y poco a poco fue acumulando chakra hasta que sintió que toda aquella energía recorría su cuerpo.

— ¡Kumo-Ryū: Uragiri! — gritó para dar pasó a un potente tajo horizontal contra el agua. Seguro que aquello fue más que suficiente, aunque el agua había desviado anteriormente su ataque, ahora seguramente lo había conseguido. — ¿¡Q-Que te parece eso, eh!?

Añadió sonriente y confiada, mientras las fuerzas se le desvanecían porque su cuerpo no era capaz todavía de soportar utilizar una técnica así sin llegar a sentirse fatigada. Tras ello, se arqueó un poco hacia delante, e intentó regularlo, haciendo demasiada fuerza hacia atrás y cayendo entonces al agua de nuevo.

El corte de Ren fue preciso y mortal para la mayoria de seres que habitan la faz de la Tierra. Cortó el agua de la cascada con rotundo exito. Durante un segundo el agua dejó de fluir por la fuerza de su corte, pero fue más allá. La katana no solo atravesó el liquido sino que llegó a cortar la zona superficial de la pared de piedra.

Aquel pequeño corte sobre la piedra activó algún tipo de mecanismo en la pared y una losa de piedra cayó en su dirección al mismo tiempo que una piramide se desdobló hacia arriba cortando el flujo de agua y permitiendo que se pudiese andar por la losa de piedra. Si Ren no retrocedía en el monticulo, la losa se llevaría su arma por delante, pues caía justo en el borde del mismo.

Todo aquello no era más que para abrir la cascada y proporcionar un puente a la cueva interior que había tras la cascada. Todo ello parecía haber estado sujeto por algún tipo de hilo oculto que Ren había cortado al cortar la cascada.

La cueva que se abría ante ella, al final de la losa que acababa de caer, estaba completamente a oscuras, por lo que era imposible discernir nada en su interior. La voz no volvió a pronunciarse.

— ¡Ja, chupate esa! — gritó cuando consiguió salir a flote y ver como todo el mecanismo se ponía en marcha, para volver a hundirse momentaneamente del cansancio.

Subió lentamente, a brazandose a la piedra mientras en la otra mano sostuvo la espada un rato hasta dejarla sobre tierra firme y que esta no le molestara para terminar de alzarse en la piedra. Después dejó escapar un suspiro, de alivio, satisfacción y cansancio a la vez ante su éxito. Tomó su espada de nuevo, para tras un gesto con el que quitarle algo de agua, avanzar hacia el interior de aquel lugar.

— ¿Qué te ha parecido, eh? ¿Ves como era la mejor espadachin de todo Oonindo? — por momentos, su estatus parecía ir subiendo mientras seguía algo más bravucona con la voz.

Una vez entrase en la cabidad que se abría bajo la catarata y sus ojos se acostumbrasen a la penumbra que ahí abundaba vería a un enorme lobo con un ojo verde fijado en ella y en el otro nada más que una enorme cicatriz bien cicatrizada. Su pelaje era de un color gris plateado y estaba sentado sobre sus patas traseras.

Su rostro canino expresaba la más absoluta neutralidad.

— Sigueme. — abrió el hocico para soltar eso y refunfuñar mientras se levantaba y se adentraba por el pasillo que había al final de la estancia.

Rápidamente Ren se fijaría en que no había una sola luz más allá de la de la entrada. Si se adentraba por el pasillo sería a oscuras. Además de que no estaba hecho para alguien de su altura, aunque era bastante ancho.

— ¡Un lobo parlante! — gritó. — ¡¡Un lobo parlante!! — gritó nuevamente cuando habló antes de girarse. Después, dio un golpe sobre su palma con el puño de la mano contraria. — Aunque eso explica el aullido.

Acto seguido, el lobo se adentró en la oscuridad. Era bastante ancho, pero no podía caminar con tranquilidad por ahí y eso no le gustó nada. Ren agarró su espada desenvainándola, para que poco después una corriente de fuego saliera desde la base de la espada hacia arriba, iluminando ligeramente. Posteriormente puso la espada un poco hacia delante para ver lo que había más allá.

No sufría claustrofobia, pero ahora era capaz de entender ligeramente aquel sentimiento, y aquello no le hacía mucha gracia.

— ¡Oye, pero a donde vas! — dijo quedándose de cuclillas en el sitio, mirando a la oscuridad con la espada en llamas en su mano. — ¡No me voy a meter ahí como si nada, que apenas puedo moverme!

Al oír los quejidos infantiles de Ren, el lobo soltó un largo y sonoro suspiro.

— ¡Pues gatea si no cabes de pie! Humanos, acostumbrados a que todo esté hecho a su medida. Sorpresa, no deberías estar aquí. La idea era que ningún humano entrase nunca en el santuario sagrado. Y no solo entra un malandrín a robar nuestra reliquia sagrada sino que ahora tiene que venir una niña llorona que no cabe por el gujero

Si en algún momento de su vida, Ren se había preguntado si los animales parlantes podían hacer voces, la respuesta era sí. El lobo le estaba haciendo burla haciendo una imitación casi perfecta de su voz solo que bastante más aguda e infantil. Su voz resonó por los tuneles, haciendo eco de su última frase.