Ni cabi pir il agugiri — replicó ella nuevamente en tono burlesco, sacando algo la lengua y subiendo los ojos mientras zarandeaba ligeramente la cabeza.

Tras ello, comenzó su búsqueda del tesoro pasando por debajo de las rocas agazapada, portando la espada-antorcha hacia delante, buscando iluminar todo lo posible su camino.

— Espera, ¿han robado la reliquia esa? Si quieres que te ayude porque no me has dejado pasar desde el principio por la puerta. ¿La han robado desde que se mandó la solicitud o...? ¿Has sido tu quien ha escrito la carta? ¿Los lobos saben escribir? ¿Puedes siquiera coger un lápiz? — Sus preguntas eran estúpidas e inocentes a partes iguales, pero en ninguna de estas se denotaba malicia o segundas intenciones.

El lobo esperó a que Ren se pusiese en marcha antes de seguir, asegurandose de que pudiese ver hacia donde giraba cuando giraba y que le siguiese sin mayor problema. Ese tunel no era un tunel recto, sino la entrada a todo un laberinto de tuneles que no tenían ninguna indicación que les dijese hacia donde debería ir. Sin embargo, el lobo se movía sin duda alguna.

— ¿Has leído siquiera el pergamino? Dice claramente que robaron la reliquia. Y por supuesto que no iba a dejarte entrar sin demostrar tu valia. Este santuario no es para cualquiera.

Ignoró gran parte de sus preguntas y siguió andando a través del laberinto.

La morena arqueó una ceja, mientras hacia un esfuerzo por seguir el ritmo. Ahora envidiaba a Hana, no entendía porque se quejaba tanto de su altura, si era de lo más práctico.

— Si bueno... No es que fuera muy clara la descripción — añadió antes de hacer un gruñido al mover una de sus piernas. — Entiendo entonces que quien lo ha robado no ha sido un cualquiera ¿no?

Cada vez se le hacía más pesado avanzar en aquel lugar; no parecía que se estuviera estrechando ni habiendo complicaciones más de las necesarias en el camino, pero estar en esa postura era un fastidio. Si ella fuera algún animal así no sería para tanto. Tal vez un lobo o un gato.

— Si bueno... No es que fuera muy clara la descripción Entiendo entonces que quien lo ha robado no ha sido un cualquiera ¿no?

El lobo gruñó, molesto por las palabras de Ren.

— ¡¿Cómo que no era clara?! ¡Era cristalina! — carraspeó como un viejo cascarrabias. — ¡Y claro que no era un cualquiera! Estaba todo explicado en la carta. Apareció de la nada y sacó la espada, solo para desaparecer después.

Finalmente, el pasillo se acabó, dando lugar a una estancia que en algún momento fue muy elegante. Se trataba de una enorme habitación de roca pulida de un color gris muy claro que tenía en el centro un altar. El altar no tenía más de medio metro de altura y no parecía tener siquiera escaleras para subirlo. En el centro del altar había una pequeña losa con una inscripcion y un hueco. El hueco dejado por la hoja de la espada robada.

Pero a día de hoy, la mayoría de la habitación estaba llena de musgo y grietas en la roca por el paso del tiempo y del agua, que empezaba a acumularse al lado izquierdo del altar. Había hasta doce agarres en las paredes para colgar antorchas, pero solo había una encendida, que era la más profunda, justo encima del altar.

Varios pasillos se abrían alrededor del que acababa de salir Ren, estos pasillos eran igual que el anterior. Un simple tunel estrecho en la tierra, ni piedra, ni decoraciones de ningún tipo. El lobo se apartó a un lado y se sentó, observando el altar con dolor en su mirada.

Finalmente consiguió poder volver a erguirse cuando dieron con una sala amplia. La mirada de la joven se fue directa a la fuente de la luz, una antorcha que colgaba de aquel sitio, y poco a poco descendio sobre los alrededores con lentitud. Había otras entradas a aquel lugar, así como distintos sitios donde postrar otras antorchas.

Durante el proceso, el lobo avanzó hasta el altar en la cual faltaba el arma robada. Cuando termino de sorprenderse, caminó hasta él para observar más detenidamente donde había estado la espada.

— Y esa espada... ¿No era algo así como un arma legendaria que solo una persona podría sacarla? ¿Volviéndose así el rey de Oonindo o algo por el estilo? — añadió con una notoria convicción en su tono de voz; entre sus libros de samurais, había leído uno con un argumento parecido. — A lo mejor era esa persona elegida. ¿Eso no lo convertiría en el legítimo dueño de la espada? — dijo mirando al lobo con una mano al mentón bastante convencida.

El curioso humor de Ren, hacía que se tranquilizara de una manera u otra buscando liberar tensión en las situaciones difíciles para poder pensar con más tranquilidad. Aunque habia gente a la que le molestaba, y puede que ahora tuviera que añadir un lobo a la lista.

El suspiro del can resonó por toda la vacia estancia. No era posible que esa muchacha hubiese llegado hasta la madurez con la cabeza completamente llena de paja y absolutamente nada más.

— Esto no es un cuento. Esta espada no era la gran espada magica de la bondad infinita y no hay ningún rey. El legitimo dueño de esa espada maldita es el mismo diablo. Si ese ser es el que ha reclamado el arma, no solo tendrás que devolverla, sino mandarlo de vuelta al infierno del que salió. — gruñó al acabar, claramente enfadado.

— ¿Niburu? ¿Ya está aquí el ninja? — de uno de los pasillos laterales apareció una chica que no llegaría a los treinta años pero por poco con una larga melena rojiza.

Más que llevar ropa, parecía que simplemente tenía algunas pieles tapando partes estrategicas de su cuerpo, así como un collar negro con una placa en la que ponía Laika. Aparte de eso, parecía ir descalza y sus ojos morados eran extrañamente animales.

— Bueno, "ninja". — dijo soltando otro soplido.

— No hay tiempo que perder, el rastro sigue hacia el oeste.

Cada vez que le daba más información de la espada, le quedaba claro que tal vez esta misión no era precisamente para catalogarla como una de rango C. Si todo lo que decía aquel can era cierto, debía de ir con cuidado cuando se enfrentara a aquel ser. Arrugó un poco el ceño, dudando de sus capacidades para casi al momento tragar saliva preocupada. Si era demasiado peligrosa, y le superaba la situación, sería mejor que se retirase; y si la situación se salía por completo de sus manos, volver a la villa para informar sobre el peligro que aquel demonio suponía.

Una voz llamó su atención, lo que le hizo voltear la cabeza para observar a quien se había incorporado en la conversación. Pero poco después de ver como vestía, desvió su mirada sonrojada, a la espera de que terminasen de hablar.

— ¿Por uno de estos pasillos? ¿O salimos fuera? — preguntó ligeramente nerviosa.

— ¿Por uno de estos pasillos? ¿O salimos fuera?

Niburu y la chica intercambiaron miradas. La mujer miró a Ren, al lobo, éste le hizo un gesto de desidia y entonces volvió a mirar a Ren.

— No hay tiempo, sigueme. — desapareció por el pasillo por el que había venido, esperando que la ninja la siguiese pero sin comprobarlo.

Si Ren la seguía, vería que el pasillo pasaba de ser increiblemente ancho y alto al mismo agujero por el que acababa de pasar. Y por ese agujero entraba una loba de pelo de color rojizo. Mientras se movía por el estrecho pasillo, la loba iba explicando la situacion.

— Logramos encontrar un rastro, pero se perdía en un asentamiento humano y no podemos entrar sin levantar sospechas. Por algún motivo siempre nos miran raro aunque vayamos en forma de humanos. Así que tendrás que entrar, encontrar el arma y salir.

Aunque quedaba mas que claro que los "clientes" de aquella misión eran raros, no terminaban de dar detalles y todo parecía tener un cierto aire de misticismo; Ren no tenía otra opción que aceptar y seguir por raro que fuera. Siguió a ambos, para poco después ver un nuevo can que les acompañaba. Fue casi como por arte de magia, en un parpadeo que fue lo que duró el cambio de luces al entrar en uno de los caminos de aquella cueva.

— ¡¿T-Te puedes convertir en lobo?! — Dijo al reconocer la voz de la chica que hace un momento estaba con ella, para después mirar al otro lobo impresionada. — ¡No, espera! ¿¡Os podéis convertir en humanos!? ¿¡De que va esto!?

No estaba aterrada, pero si algo sobresaltada al ver tantas cosas raras en tan poco tiempo.