Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La noche volvía cernirse sobre la ciudad y los vientos de cambio soplaban con un ulular misterioso. Las festividades nocturnas eran tan ruidosas y alegres como venían siendo los últimos días, pero bajo la superficie se agitaban problemas intensos.
A Juro el camino le llevaría hasta el teatro de interés, un lugar nada difícil de encontrar debido a lo escandaloso de la iluminación exterior, en donde brillaba la imagen de una primorosa muchacha que parecía ser la actriz principal en el drama de aquella noche. Sin embargo, al entrar (con la debida vestimenta social para que no le rechazaran), podría notar que aún no comenzaban el espectáculo. De hecho, los trabajadores estaban tan ajetreados con los preparativos que parecía que lo normal es que todo comenzara a moverse recién pasada la media noche.
En aquel lugar, además de trabajadores, había poca gente a la cual preguntar algo: uno era el grandulón de la entrada, un tipo de aspecto macizo y carácter taciturno; el segundo era el que atendía la barra, un señor entrado en años que sonreía con la astucia del zorro que lo ha visto y hecho todo; y el tercero, era un sujeto que simplemente estaba gritando y dando órdenes frente al entarimado:
—¡Joder, caranalga, que eso no es así! —le grito a uno de los muchachos que parecía estar preparando algún artilugio metálico—. ¡Vamos, tienen que hacer que ese cacharro funcione a como dé lugar!
Uno de ellos se atrevió a defenderse diciendo que lo suyo era la tramoya y no la mecánica.
—¡Entonces para qué coño dios te dio el ser! Supérate a ti mismo, ¿Qué tan difícil puede ser? —recrimino con acides—. ¿De qué vale mi esfuerzo entonces? Mantener a flote el local, procurar entretenimiento del más alto nivel y sobrepasar las dificultades del negocio. ¿Cómo recompensan mi esfuerzo si se dejan vencer por una vil pieza de relojería?
»Dios, quien sea, el demonio si hace falta, pero envíame a alguien que no sea un inútil —suplico al ver como ninguno de los tramoyistas daba con el funcionamiento de aquel engranaje múltiple de la tarima.
***
Por su parte, Datsue podría aspirar una noche tranquila, pero la suerte tenía preparada otra cosa.
A su habitación toco un mensajero con carácter de urgencia, que ni siquiera espero a que le contestaran, sino que dejo su paquete en la entrada y se fue. El mismo era un pequeño cofre de madera roja con el símbolo de la competición grabado a fuego. Dentro de la caja, había un cofre metálico que se asemejaba a una bóveda: tenía una cerradura, pero no una llave y parecía imposible de abrir sin arrojarlo a una fragua. Sin embargo, para un herrero con la suficiente pericia, paciencia y unas cuantas herramientas comunes, no sería mayor problema el abrirla.
Una vez abierta la caja podría encontrar doce monedas ornamentales de plata y tres monedas de níquel de alta denominación. Además de eso, contenía una nota:
Saludos aguerridos participantes… Supongo que son uno si han logrado abrir la caja sin tener que destruirla en el proceso.
Por necesidad de la situación, la competencia tomara un pequeño desvió y procederemos de forma diferente. Si todo sale bien, mañana tendrán el título de finalista en el culmen de la competencia. Y luego… la derrota o la victoria, no más.
En fin, se le han entregados una serie de monedas, que deben permanecer en perfecto estado… En pocas palabras, estas monedas compraran un equipo muy importante para la competencia de mañana… El equipo es obligatorio, que sin el mismo no podemos garantizar su seguridad y la nuestra.
En la siguiente dirección le dirán como debe proceder, ir únicamente luego de media noche y mostrar la placa que le acredita como participante.
La noche llegó y con ello, el plan de Juro empezó.
El muchacho no tuvo la insensatez de acudir a tal lugar con su apariencia original. Tal y como había hecho con los hermanos, decidió adoptar el mismo disfraz, solo que esta vez se aseguró de que las ropas que vestía eran mucho más elegantes. Así pues, a ojos ajenos, era un hombre adulto con barba cuidada, pelo castaño y ojos marrones, de estatura media, ataviado con un traje.
Lo cierto es que el ambiente en las calles, lejos de adquirir el tono lugubre con el que él mismo lo había imaginado, era bastante alegre. Lo entendía: para la ciudad, aquella era una noche de fiesta. Había cientos de turistas, la noche era joven y los comercios y los espectáculos estaban a rebosar. Pero el marionetista sabía que más allá de esa fachada, se escondían negocios muy negros. Y lamentablemente, era esa parte a la que trataba de acceder en aquel momento.
Nada más entrar, Juro trató de guardar una imagen de mental de todo el lugar: las salidas, los pasillos, las zonas... hasta el número de escaleras, si es que le fuera a ayudar de alguna manera. Analizar el entorno era importante e iba a tener que saber como moverse muy bien en aquel lugar.
Lo primero que notó fue que el espectáculo aún no había empezado. No encontró público y lo único que había, además del barman y el guardia de la entrada, eran un grupo de trabajadores y el que parecía su jefe, los cuales debían tener algún problema, puesto que el hombre no hacía más que gritar, lleno de rabia.
« Aún no es el momento... » — Los hermanos no habían especificado hora y eso quería implicar muchas cosas. La primera, que no podía suponer que el hombre que buscaba acudiría ese mismo día. La segunda, que podía aparecer en cualquier momento.
Juro supuso que lo más probable es que aquel hombre buscara camuflarse entre la gente. Desde luego, presentarse cuando no hay absolutamente nadie no era la mejor de las ideas para tener una reunión secreta, así que pudo relajarse. Aún no había llegado el momento, pero llegaría pronto.
No pudo evitar acercarse con curiosidad para observar el artilugio que tantos problemas les estaba dando a los trabajadores. Al fin y al cabo, si la obra no se llevaba a cabo, no habría gente, y sin gente, puede que el hombre que buscaba ni si quiera se molestara en acudir al teatro, viendo su coartada comprometida. Puede que fuera un asunto incluso más grave de lo que esperaba.
— Señor, ¿Qué ocurre con ese objeto? — preguntó Juro, acercándose un par de pasos más a la escena.
«Parece que no podré tener ni una noche tranquila», se lamentó cuando vio la caja de madera tras el umbral de su habitación. Tras un poco de maña —y no menos paciencia— logró abrirla y ver su contenido. Se guardó las monedas en el portaobjetos y leyó la carta.
La pregunta que se hizo fue clara: ¿era una prueba, o una trampa? Se le hacía cuanto menos extraño que les mandasen ir a comprar un equipo misterioso —haciendo hincapié en que fuese a mitad de la noche, para más inri—, en vez de proporcionarlo la propia competición. ¿Por qué debía ser a mitad de la noche, y no a la mañana siguiente? ¿Por qué no habían avisado de este mensaje durante el transcurso de la competencia, aquella misma tarde?
Quizá estaba siendo demasiado paranoico, sí. Quizá sí formaba parte de la prueba. Pero prefería ser un ninja paranoico a uno que nada le extrañaba. El cementerio se llenaba antes con los del segundo tipo.
Preparándose con su vestimenta habitual, el Uchiha bajó a preguntar al posadero por la dirección de la carta. El sector, la calle y el local se llamaba “xxx”. O era una broma de mal gusto, o aquel parecía el sitio indicado para un club de alterne.
Si lograba obtener una respuesta —o encontrarlo en el mapa de la ciudad—, se dirigiría hacia allí con el Sharingan activado, atento hasta de su propia sombra.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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—Sabrán los dioses, que clase de sacrificio requiere semejante bestia mecánica para simpatizar con el trabajo de un simple mortal —respondió en forma fatalista.
—Para ser más preciso —interrumpió un joven que venia del escenario y que las manos y la cara manchadas de grasa—, el operario anterior renuncio sin decirle explicarle a nadie como funcionaba.
—Ese ingrato e inconsciente, espero le den una buena tunda en el averno. Mira que escaparse con una de las camareras como si fuera un marino cautivo de las sirenas, como si no tuviera el deber de compartir los fuegos de la invención con los demás.
—No estamos en blanco, señor —tercio el muchacho—. Sabemos que debe hacer, es solo que… el patrón del mecanismo es más complejo de lo que un mecánico promedio podría manejar.
—Unos inútiles es lo que son… —gruño con acides.
—En vista de aquí todos somos unos ignorantes —dijo, haciendo énfasis con la mirada en su jefe—, sería bueno conseguir a alguien diestro en estas cosas, pues cualquier al ayuda es bien recibida.
—No entiendo, ¿Qué es tan difícil? Les he visto manejar maquinaria más voluminosa con mucha soltura.
—Bueno, señor —comenzó el joven—. La máquina está configurada como un reloj, con doce posiciones dispuestas según el orden natural de las manecillas, yendo del uno al doce… Este patrón determina el movimiento de la maquina según algún calculo numérico. El patrón creciente anterior era bueno para la anterior puesta en escena, pero ahora necesitamos algo diferente: necesitamos un patrón de seis pares cuyos valores sumados sean iguales… Así podríamos manejar los seis actos con la misma velocidad.
Básicamente, lo que aquí se presenta es un reloj donde los números son desmontables y cuyo orden determina como trabaja el mecanismo. La situación requiere que se dividan sus componentes en seis partes, de la forma que se desee, pero con la condición de que, en cada parte, la suma de los números sea la misma.
***
La noche llevo a Datsue a un suburbio bien cuidado, aunque algo ruidoso. La dirección a la que había llegado correspondía a casa de empeño que también era una tienda de antigüedades.
Si quería acceder, primero tendría que mostrar su placa de participante. Esta seria examinada por una muchacha que, con una lupa, la detallaría como si estuviese clasificando diamantes. Con aquello terminado, podría acceder y acercarse al mostrador. Allí yacería un anciano cuya avanzada edad hacia intuir que con frecuencia saludaba a la muerte cuando esta pasaba al otro lado de la calle. Sin embargo, sus manos se movían con una agilidad pasmosa mientras hacia un trabajo de restauración en un viejo reloj de mano.
En cuanto el joven se acercase, el anciano que yacía bajo la intensa luz de una lámpara verde, levantaría la vista y, a través de sus gruesos anteojos de botella plomiza miraría y diría:
—Aquí vamos de nuevo —se resignó—. ¿Ha traído las monedas que se le dieron? Solo con ellas podrá pagar lo que se me encargo darle.
El Uchiha, ante la duda de cuál de los dos tipos de moneda era la correcta, debía de poner todas sobre la mesa. Ante esto, el anciano se limitaría a tomar las monedas de plata y hacerlas bailar entre sus manos, para luego hacer lo mismo con las de níquel.
—12 de plata y 3 de níquel —confirmo.
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—Lo bueno es que el precio del equipo son 11 monedas de plata, lo malo es que una de estas monedas es falsa, no la aceptare y solo tiene un intento de pago —revelo de pronto aquel anciano con su voz de casi muerto—. La diferencia de la pérfida es solo de una parte de miligramo. Por suerte, además de mis manos hay en esta tienda una balanza de platillos lo suficientemente sensible como para identificar cual es cual, siendo que todas las demás son exactamente iguales.
Levanto un dedo y señalo hacia una esquina.
—Allí está la balanza de platillos gemelos —dijo haciendo referencia al artefacto que parecía una de esas modernas máquinas de disco—. Para que funcione hay que pagar cada vez que se vaya a medir. Ya sabe, mete una de esas monedas de níquel en la hendidura y a pesar… Mola mucho.
La situación es la siguiente:
Tienes que pagar 11 monedas de plata, pero tienes doce de ellas y una es falsa, y no tienes manera alguna de saber cuál es cual.
Para poder identificar cual es, necesitas utilizar la balanza del anticuario, pero como solo tienes tres monedas para hacer funcionar la máquina, solo tienes tres intentos para conseguirlo.
8/11/2020, 22:24 (Última modificación: 8/11/2020, 22:36 por Eikyuu Juro. Editado 2 veces en total.)
Juro escuchó al jefe y trató de contener la risa. Su manera de hablar desde luego era poética, pero un poco excéntrica y para nada acorde con la situación. Sus empleados se veían más que exasperados y con razón. Al parecer, la situación se debía a que el anterior operario había ideado alguna clase de máquina la cuál no había explicado del todo como funcionaba y los nuevos obreros no eran capaces de descifrar el patrón correcto.
El marionetista no era ningún experto en maquinaria, pero supuso que no había mucha opción y al fin y al cabo, aunque lo hiciera mal, no había nadie mejor para arreglar el estropicio.
Viéndolo bien, tenía forma de reloj, solo que estaban relacionados bajo un patrón creciente, dejando el 1 y el 12 sueltos y uniendo los demás.
« Así que otro patrón distinto... »
Juro observó los números e imaginó una manera de unirlos. Desde luego, sabía como hacer seis pares cuyo resultado fuera igual: era tan simple como sumar las distintas parejas. "1 y 12", "2 y 11", "3 y 10", "4 y 9", "5 y 8", "6 y 7". Esas seis secciones tenían el mismo valor, el número 13. Quizá si desmontaba los números del reloj y los ponía de aquella manera, alterando su orden natural, podría lograr lo que tanto estaban ansiando aquellos trabajadores.
— Disculpen, no tengo ni idea de maquinaria, pero quizá pueda intentarlo — Y se puso a ello.
Vale, admito que he puesto a respuesta a medias, porque no he cogido el patrón correcto, pero si te soy sincero, no lo he entendido del todo bien xD. Cuando dices que hay que dividirlo en 6 secciones, ¿te refieres a ponerlos uno después de otro, por ejemplo, 1 y acto seguido el 12, manteniendo la forma del reloj y cambiando el orden? ¿O cómo?
—Disculpen, no tengo ni idea de maquinaria, pero quizá pueda intentarlo — Y se puso a ello.
Desesperados y, por tanto, dispuesto a aceptar cualquier ayuda que les prestaran, permitieron que aquel visitante echara un vistazo más de cerca. Los trabajadores se limitaron a quitarse del camino y mover pieza según lo fuera requiriendo la tentativa de quien les estaba ayudando. Luego de un rato de mover piezas, y de una buena inversión de grasa y músculos, las doce piezas estaban acomodadas en un patrón distinto.
—Parece bien, esperemos que funcione —dijo el jefe de tramoyeros mientras el director del teatro cruzaba los dedos, sudando.
La máquina emitió un crujido y las piezas comenzaron a moverse, primero chirreando y rozando, pero luego de un rato se movían con la velocidad y precisión requeridas, como un buen artefacto de relojería.
—¡Oh, Kami-sama! Me has mirado al rostro y sonriendo has dicho mi nombre —recito el director, regocijado con la victoria ante un obstáculo que hacía poco consideraba insalvable, para luego volver a su temperamento habitual—. ¿Qué esperan, las gracias? Estamos atrasados, muevan sus lamentables existencias y preparen el escenario.
Los tramoyistas comenzaron a moverse a toda velocidad, recomponiendo la fachada que ocultaba todos los mecanismos del oficio y haciendo una limpieza tan rápida como urgente.
—Muchas, gracias… —No sabía el nombre de aquel quien le había ayudado, pero poco le importaban aquellos detalles superfluos—. ¡Oh, buen señor! Si hay algo que pudiese hacer este humilde siervo de las tablas por usted. Solo pídalo, sin falsas modestias o cohibiciones, y hare lo que me sea posible.
¡Hola!
La respuesta es correcta: la forma, geométrica o espacial, en que queden organizados los números era irrelevante para la resolución. El truco estaba en ordenarlos según una suma matemática y no en un orden visual (porque las variantes de este eran muchas).
Aunque si hubieses necesitado un orden o forma, hubiera quedado algo asi:
Datsue se rascó la cabeza, con una sonrisa zorruna. El acertijo que le habían planteado le parecía el más sencillo hasta ahora. Repasó mentalmente los pasos por si acaso —ninja previsor valía por dos—, y luego procedió a…
—Un momento…
Ninja precavido valía por dos, ¡vaya que sí! Uchiha Datsue había pensado poner seis monedas en un platillo y otras seis en el otro. Luego, de las que más pesasen, las dividiría entre dos —tres a cada lado—. Y finalmente, del platillo que más pesase, dejaría una en el sitio y pondría otra en el otro, guardándose la última. Así, si la balanza estaba igual, la más pesada sería la que tenía en la mano. Y si la balanza se inclinaba hacia a un lado, esa sería la falsa.
El problema era que no le habían dicho que la moneda falsa pesase más. ¡Solo que se diferenciaba en una parte de gramo respecto al resto! Pero, ¿hacia arriba, o hacia abajo? El hecho de no contar con aquel dato dificultaba repentinamente la resolución de aquel acertijo.
«Tengo que enfocarlo de otra manera…»
Empezó a hacer pruebas. A repartir y dividir las monedas en distintos grupos con distintos números. No fue hasta que creyó dar con una posible solución que hizo el primer pesaje.
Cuatro monedas a un lado del platillo; otras cuatro al otro. Las cuatro restantes se las guardó por el momento. Introdujo una moneda de níquel en la ranura de la balanza y aguardó por resultados.
No sé si quieres que lo resuelva de una tacada en un post, pero te propongo una cosa. En cada turno yo peso unas monedas y tú me vas diciendo si la balanza se inclina hacia un lado, hacia otro, o se queda igual. Podemos numerar si eso las monedas y tú decidir para ti qué número de moneda es el falso.
De lo contrario se me haría super engorroso enumerar cada caso (si la balanza se inclina aquí hago esto, sino esto otro, sino aquello otro…) y ni sé si me da la cabeza para eso jaja Imagino que si busco en Google habrá alguna solución óptima y menos engorrosa, pero no pienso trampear de esa manera.
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Datsue coloco las monedas de plata en la balanza, y deslizo la moneda de níquel en la ranura. Al poco tiempo la maquino comenzó a trabajar y los platillos se elevaron y descendieron un par de veces antes quedarse quietos a exactamente la misma altitud.
Desde su puesto, el anticuario dejo escapar una corta risa despectiva al ver aquello.
¡Hola!
Tu propuesta es una opción, que voy tomar por ahora. Tienes la mitad del acertijo, solo que no sabes si la moneda que buscas es más pesada o ligera y solo te quedan dos intentos. Te ofrezco dos comodines que puedes tomar ahora mismo o cuando llegues a un callejón sin salida:
1) El NPC podría darte la ayuda que necesitas, si le formulas la pregunta adecuada (Hay dos preguntas posibles, aunque ambas pueden darte la respuesta).
2) Como herrero que eres, tienes derecho a solicitar una tirada de dados para averiguar cuál de las cuatro monedas restante no es de plata; si te sientes con suerte, claro está.
Datsue levantó la mirada en dirección al mostrador. No entendió aquella risa. A su modo de ver las cosas, que la balanza se hubiese mantenido en perfecto equilibrio era una buena noticia. Significaba que aquellas ocho monedas eran buenas, y tan solo le quedaba cuatro por comprobar.
«Quien ríe el último ríe mejor».
Quitó las monedas de la balanza e hizo una columna con ellas. Luego sacó las otras cuatro que quedaban por comprobar, que mentalmente llamó: nueve, diez, once y doce. Entre ellas, se encontraba una traidora.
No podía pesar dos y dos, porque luego en el tercer pesaje no sería capaz de discernir cuál era la que pesaba más o menos. Lo que necesitaba era comparar a tres, y autentificar la otra sin siquiera pesarla.
¿Cómo se sabía si el peso de una moneda era correcto sin siquiera pesarla? Fácil, comprobando el resto. Así pues, y teniendo la idea clara en su cabeza, Datsue posicionó la moneda nueve a la izquierda, y la diez y once a la derecha. Luego, cogió una de las ocho monedas de la columna y la colocó en el platillo de la izquierda —asi podría equilibrar dos y dos, sabiendo de antemano que una era buena—. La moneda número doce se la quedó.
Pagó con el níquel y aguardó resultados.
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De alguna manera, Juro tomó el mando de aquella extraña situación. Los operarios le obedecieron, él fue indicando su idea y, tras un poco de esfuerzo, todos parecieron satisfechos. Al parecer, el problema estaba resuelto.
« El destino no hace más que ponerme retos » — Todo para lograr su objetivo, claro está, por lo que no era esfuerzo inútil, pero sí bastante agotador mentalmente hablando.
Lo que sí era cierto es que acababa de ganarse del que parecía ser el director y quizá dueño del teatro. O al menos, la persona con más autoridad de aquella noche, sin duda. Eso también la podía traer beneficios. Sin embargo, Juro se debatió pronto en un pequeño conflicto moral interno. ¿Podía confiar en aquella persona que tenía delante? ¿Hasta donde llegaban las influencias del sujeto que estaba buscando? Un paso en falso y estaba todo perdido.
Pero es cierto que entre ciento de personas que probablemente acudan, encontrar lo que busca es como buscar una aguja en un pajar. Necesitaba, de alguna manera, concretar la búsqueda.
— Busco a una persona que va a acudir a este teatro por la noche — dijo, sin dar detalles, sin justificarse —. Usted debe conocer las instalaciones muy bien. Si quisiera tener una reunión discreta con ese hombre, ¿Cuál cree que sería el mejor lugar de este edificio para ello?
Otra moneda de níquel volvió a correr por la ranura de la máquina, permitiéndole operar según se le estaba pidiendo. En esta ocasión los platillos prometían volver a quedarse estáticos, pero pronto, sutilmente, la balanza termino inclinándose hacían un lado. Cuando todo se detuvo, cuando el equilibrio fue alcanzado, el platillo con las monedas diez y once se encontraba un poco más abajo que su par que contenía la moneda nueva y la que se sabía autentica.
***
El director no percibió nada de extraño en la pregunta de su interlocutor, que parecía no tener intenciones más allá de las de un cliente común. Supuso que así era más fácil, los clientes fuera de lo común siempre le pedían información o le preguntabas sobre cosas que estaban más allá de sus deberes gerenciales. Aunque eso no le molestaba, solo era que le parecia un tanto falto de glamour.
—Para tales tipos de encuentros suelo recomendar los palcos del segundo piso —dijo, señalando la galería superior, que lucía unos vidrios tintados oscuros e impenetrables—. Solo se puede ver de adentro hacia fuera y están insonorizados a menos que se descorra la ventana corrediza.
»Si requiere de uno, solo será cuestión de avisar y dejarlo apartado.
Datsue asintió, complacido. Gracias al resultado de la balanza, podía deducir que la moneda que había dejado sin pesar, la número doce, era verdadera. ¡Y sin siquiera pesarla! «¡Si es que soy un puto genio, joder!»
Ahora solo le quedaba una moneda de níquel que usar. Solo le quedaba un último intento, el todo o el nada. Cogió aire por la boca y lo dejó escapar lentamente por la nariz. «Vale. Pues o la moneda nueve es la falsa, siendo esta más liviana; o es la diez u once la falsa, siendo estas de mayor peso».
Por tanto, tenía que repetir el proceso anterior: dejar una moneda sin pesar, y enfrentar las otras dos.
Liberó los platillos y colocó la moneda diez en el platillo izquierdo, y la once en el derecho. Pagó el precio del níquel, y aguardó por última vez.
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15/11/2020, 23:03 (Última modificación: 16/11/2020, 00:44 por Eikyuu Juro. Editado 2 veces en total.)
Juro escuchó con interés al hombre. De momento, parecía no estar levantando sospechas. Era lo mejor: si podía pasar desapercibido, podría actuar de una manera mucho más disimulada.
— Muchas gracias, suena justo a lo que estoy buscando — dijo Juro, con toda la honestidad del mundo —. ¿Están a disposición de todo el mundo? La verdad es que sí que me interesan, pero me preocupa un poco haber llegado tarde. Quizá reservar a horas antes de la función ha sido desafortunado por mi parte.
»¿Sabe si se ha hecho alguna reserva ya? ¿Hay alguna lista para que pueda ver la cantidad que hay y los que están libres ahora mismo? — Y, por supuesto, los que ya no.
Cada vez estaba más convencido de que lo que buscaba estaba ahí. Una vez ahí ya se preocuparía por lo que hacer, pero lo primero era localizar cuál sería. Esperó que su actuación de cliente interesado sin ningún tipo de maldad resultara: si de verdad conseguía un dato que le llevara al correcto, tendría tiempo de sobra para preparar algo.
A medida que la lógica separaba las honestas de las adulteras, las monedas se iban reduciendo, la que era buscada se quedaba sin donde esconderse. Luego de que Datsue pagara la última de las pesadas, los segundos terminarían por hacer que el platillo con la moneda once se elevara, superando en altura el platillo de la diez. Mientras tanto, desde detrás del mostrador, el anciano estiraba su arrugado cuello para ver el final de aquel juego.
***
—Algunos están ocupados y otros libres, ya le muestro —dijo el director mientras le hacía esperar un momento, para buscar una especie de carta.
Le mostro el menú de habitaciones a Juro. Dicho menú no solo hablaba de las particularidades de cada habitación (su equipamiento y diseño), si no que también a nombre de quien estaban reservadas las ocupadas. La lista de nombres era larga, y, como era de esperarse, ninguno le decía nada a Juro. Sin embargo, entre todo aquel orden gerencial había un destello de caos que llamaba la atención: una sala reservada con toda seguridad, pero en la casilla donde debía ir el nombre de quien la alquilaba había varios borrones y tachaduras, como si los nombres errasen unos sobre otro y no terminasen de ponerse de acuerdo sobre cuándo o quien alquilo la sala con la mesa para cartas más grande, como si la memoria traicionase al escriba.
17/11/2020, 12:34 (Última modificación: 17/11/2020, 12:39 por Eikyuu Juro. Editado 6 veces en total.)
Juro observó la carta que el gerente le trajo, tratando de fingir un menor interés que el que realmente sentía. Tal y como le dijo, había libres y había ocupadas. Cada una parecía tener sus peculiaridades y aunque observaba distintos nombres, ninguno iba a llamarle la atención especialmente. Dudaba incluso que aquel hombre, teniendo el nombre que tuviera, fuera a poner su nombre real ahí.
Entonces, una habitación captó su atención. No solo por sus características (máxima seguridad al parecer, eso ya era sospechoso), sino que también por el nombre: tenía tachones, como si la persona que lo escribiera hubiera dudado con el nombre.
O se le hubiera olvidado.
« Esta es la mejor pista que tengo » — Puede que fuera un error, pero tuvo una corazonada. Ahí se encontraba el hombre que buscaba. En la sala de la mesa de cartas más grande.
— Muchas gracias por su amabilidad — En caso de poder, Juro reservaría una de las salas cercanas a la de su objetivo. No la inmediatamente cercana, sino más bien, una que compartiese el mismo pasillo. No le interesaba lo más mínimo claro , pero con eso ganaría una coartada para subir, y quizá un lugar donde poder ocultarse. Por supuesto, no firmaría con su nombre. sino con uno falso, como Takeshi.
Le dio un último vistazo al menú, buscando alguna característica o dato de relevancia para él sobre su objetivo. ¿Entre tanto tachón se podía ver la hora a la que se había hecho la reserva? ¿El nombre de la sala para poder encontrarla? Alguna forma de identificación deberían tener. ¿Alguna característica quizá que especificase en que consistiera lo de máxima seguridad o pudiera ser relevante?
Una vez terminada la conversación con el hombre y, tanto con datos recabados o no, partiría en busca de la galería superior.