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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Una mujer alta, de cabellos rojos, ondeantes como llama al viento, esperaba en una de las puertas de salida de Kusagakure. Tenía una larga pipa kiseru en su mano izquierda, y, colgando de su hombro derecho, sobre el lugar donde debería estar su ausente miembro, había un pergamino atado con un cordel. Vestía un kimono de aspecto caro, pero mal ajustado. Abrochado a su obi se encontraba el emblema que la identificaba como jōnin. Aspiró de su pipa y, después de disfrutar del sabor, soltó una bocanada de un humo apenas gris, casi blanco.

La mujer, Sagisō Komachi, esperaba.

Eran las siete de la mañana con diez minutos de ese Mizuyōbi de Bienvenida cuando la primera persona llegó. Una kunoichi joven, de largos cabellos ligeramente cobrizos se acercó corriendo. Estaba ataviada con una blusa aguamarina de diseño tradicional, y sus típicos pantalones negros de artes marciales. Llevaba una mochila a la espalda, así como su equipo ninja a la cintura y su wakizashi, Higanbana, colgando de su cadera, a la espalda.

¡Madre! —dijo al llegar a ella, apenas y respirando algo más rápido que de costumbre. Había preparado todo y corrido desde la residencia Sagisō en cuanto uno de los sirvientes le había dado el mensaje. "Sagisō Komachi-sama le requiere en la puerta sur Tres de la aldea. Le proporcionará una ninmu para activarla como genin" le había dicho el sirviente —. ¡Debiste decirme ayer! ¡O debiste despertarme cuando tú...!

Komachi la golpeó juguetonamente en la coronilla con el extremo de la pipa.

Oh, no, cariño. Esto es parte de tu entrenamiento. Debes de estar cien por ciento lista, el cien por ciento del tiempo.

Entiendo... —suspiró la niña. Bajó la mirada, mas la subió de nuevo con una chispa de ilusión —. Entonces... ¿tengo una misión?

Así es, tienen una misión. Esperemos al resto, que el tuyo no es el único mensaje que envié para esta encomienda.

Espera... ¿¡QUÉ!?

El rostro de Ranko enrojeció de repente. No esperaba tener que compartir su primera misión con alguien más. Sabía que era posible que se le adjuntara a algún equipo, con el tiempo, pero no deseaba que fuese tan pronto. No rezongó ante su madre. Sabía que ella lo había orquestado, y sabía que era todo para que mejorara como kunoichi.

Te hará bien, cariño. Sé que eres lo suficientemente buena para ser parte de un equipo.

"Tú puedes, Ranko. Tú puedes, tú puedes, tú puedes. TÚ PUEDES. NISIQUIERASABESQUIÉNESLAOTRAPERSONANOVASAPODER" gritó mentalmente, desesperándose detrás de un rostro apenas nervioso.

Komachi sonrió al ver a su hija reaccionar así. No era que se le hiciese chusco, sino que sabía era la oportunidad perfecta para que su Princesa creciese un poco y se hiciese más fuerte mental y emocionalmente.

Unos minutos antes de las siete, Komachi había enviado a otros sirvientes de la familia Sagisō a diferentes direcciones. Le entregarían sendos pergaminos, enrollados y sellados, a otros genins.

Pergamino escribió:Estimado Inuzuka Etsu

Se solicita su presencia hoy, Primer Mizuyōbi de Bienvenida de 219, en la puerta Sur número Tres, a las 0700 horas. Se le entregará una Misión Rango D con el fin de reforzar su entrenamiento ninja y activarlo en este inicio de año.

Responderá ante la kunoichi de nivel jōnin Sagisō Komachi, quien además le proporcionará la misión.

Cordiales saludos.

Kamisho Yuna
Encargada de la Oficina de Sandaime Morikage

El documento, con versiones dirigidas a los otros genins, estaba firmado y sellado por la encargada. Komachi había arreglado todo para darles la misión justo antes de la hora indicada, y así forzarlos a apresurarse.

Ranko suspiró. Komachi fumó. Ambas esperaron.


¡Bienvenidos al Himalaya a esta misión! Sugiero que usemos el modelo de “72 horas para todos los turnos”, sin orden de turnos, para acelerar las cosas un poquitín Risa ¿Les parece?

La misión está abierta, por si alguien más quiere entrar. Estaré a la espera~
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#2
Akane y Etsu luchaban a muerte por el últmo croisant sobre la mesa. No literalmente, pero casi. Los dientes, los gruñidos, las voces e inclusos las amenazas no faltaban. No llegaron a los golpes mortales, pero obviamente si que llegaron a recurrir incluso a pegarse entre ellos. En realidad, podían hasta considerarlo un entrenamiento matutino. No había mañana en que sucediese algo parecido; croisant era solo el nombre de ésta mañana, la anterior había sido magdalenas, y la anterior a ésta bien podría haber sido las tostadas.

Puñetazo directo, el can evadió con abundante agilidad. Patada buscando barrer la salida lateral, pero el can saltó y giró en el aire de forma vertical. Era el contraataque, una patada con el talón que buscó sin piedad la cabeza del rasta. Éste, en un rápido gesto, alzó ambas manos entrecruzadas poco mas arriba de su rostro, bloqueando con ello el golpe. Ambos rieron. El medio croisant seguía sobre la mesa...

De pronto, en mitad del fragor de la batalla, la atención de ambos tuvo que dirigirse a la puerta de la estancia. Al umbral de la misma, asomaba uno de los estudiantes del dojo, acompañado de una persona a quienes sin duda no conocían. Éste tenía un mensaje entre manos, por lo cuál se podía deducir que era un mensajero, o un aventurero con una carta de recomendación dispuesto a ingresar al dojo familiar.

«¿Un nuevo aspirante? ¿por qué no se lo ha llevado al abuelo?»

Una milésima de segundo, no hizo falta mas. En ese suspiro, el can se lanzó al ataque, y de un bocado en plena filigrana aérea, devoró el manjar por el que peleaban.

¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!!

Su grito, desolado y quebrado por puro dolor, se pudo oir en todo Onindo. Con las manos en la cabeza, cayó al suelo y quedó hincado en el tatami con mueca de sufrimiento, dramático como él mismo.

Woururg —sentenció el can, jactándose de su victoria.

Etsu lanzó una mirada asesina al huskie, que sin duda aclaraba que la cosa no quedaría así. Habría una revancha. O sí, claro que la habría. A la mañana siguiente, y a la misma hora. Podía apostar a que así sería. Pero de nuevo, la distracción ocasionante de la derrota, interrumpió ese indestructible vinculo fraternal. El hombre se acercó hasta el rasta, y con cara de pocos amigos, entregó el mensaje al Inuzuka. Éste lo tomó, y casi al instante, el hombre se giró y se fue con las mismas.

¡Tsk! —el genin chasqueó la lengua, y abrió el mensaje.

Su rostro cambió de inmediato, apenas comenzó a leer que se trataba de una petición de su participación en una misión, logró llamar toda su atención. Pero no fue esa grata sorpresa lo que le sorprendió, si no la hora a la que debía estar en la puerta para realizarla. El chico alzó la mirada en busca del enorme reloj que tenían sobre la puerta de la cocina —ese que muchas veces le recordaba dejar de comer y ponerse a entrenar— y no pudo si no abrir los ojos como platos.

¡¡LA MADRE QUE ME PARIÓ!!

Volvió a mirar el mensaje, y volvió a mirar el reloj. Repitió el proceso, aún sin creerlo. Y por últimas, buscó al mensajero, ese malnacido —¿¡p-p-pero será hijoputa!? ¿¡Se ha quedado dormido el muy cabrón y me trae un mensaje diez minutos tras la hora de presentación!?

No había tiempo para declararle la guerra a ese malnacido por no realizar bien su trabajo. Al menos eso pensó el Inuzuka. Se le erizó la piel, hincó las manos en el suelo, y le crecieron las garras así como los dientes —¡vamos! —y salió corriendo, tan rápido como sus piernas le permitieron. Corrió cual animal tras su presa, con todo lo que tenía para dar y mas. Como si de esa carrera dependiese su propia vida.

Escasos minutos mas tarde, el chico llegaría a la entrada de la aldea, donde había de encontrarse con la jounin encargada de darles la misión. Llegó tan apresurado y desesperado en no perder tiempo, que su pulmón llegó varios segundos mas tarde. O minutos. Le faltaba el aliento, apenas podía mantener la atención en buscar a quién tenía que presentarse.

Miró hacia un lado, exasperado. Su can buscaba entre tanto al contrario. Pasó a mirar la adversa, y casi al cruzar vistas el can y el rasta, llegaron a ver a una mujer de mediana edad y un solo brazo que aguardaba junto a la kunoichi tímida del dojo, la que una vez pensó que era una loca psicópata.

«¿¡S-será esa mujer!?»

Un último esfuerzo, y corrió con más de lo poco que tenía hasta recortar la distancia con la mujer. Ésta llevaba el símbolo que la identificaba como jounin.

¿S-señora... Sagisō... Komachi... —preguntó a intervalos, pues la respiración le pedía un descanso.

Se podía ver por el sudor y la forma en que respiraba, que o bien se había ido de fiesta la noche anterior, o bien había tenido algún inconveniente. Esforzarse se había tenido que esforzar para llegar.



Por mi bien, así se hace un poco mas rápida y amena.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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#3
La mañana resplandecía con la calidez del sol primaveral, y Kazuma la estaba disfrutando mientras trabajaba en su huerto. El espectáculo del amanecer y la frescura de la mañana bien valían la pena de levantarse antes que el sol.

¡Buenos días, Kazuma-san! —grito el cartero, que se acercaba sonando la campana de su bicicleta—. ¿Qué estas cultivando esta vez?

Aquella era una pregunta frecuente en sus encuentros, pues el cartero era curioso y el peliblanco siempre estaba haciendo pruebas de siembra y cultivando vegetales y frutas extrañas. Kazuma, con buena disposición, siempre le contaba sobre sus nuevas tentativas:

En esta ocasión estoy intentando cultivar sandias —aseguro, mientras paseaba con mano firme una pequeña regadera—. Dicen que no hay nada mejor que unas jugosas sandias en verano; y si las cuido desde ahora, creo que estarán listas para entonces.

Genial, pasare a buscar un trozo para entonces.

Entonces te guardare uno —prometió—. Dime, Yukito-san, ¿traes algo para mí?

Lo cierto es que si, aunque no son las cartas perfumadas de la última vez —le conto, mientras entregaba un pergamino sellado.

Interesante.

El cartero se despidió para continuar con su recorrido, y Kazuma entro a la casa para ver de qué se trataba aquel asunto. En un principio pensó que podía tratarse de una llamada de Juro-sensei, pero algo muy distinto le esperaba al abrir el pergamino:

Pergamino escribió:Estimado Hanamura Kazuma

Se solicita su presencia hoy, Primer Mizuyōbi de Bienvenida de 219, en la puerta Sur número Tres, a las 0700 horas. Se le entregará una Misión Rango D con el fin de reforzar su entrenamiento ninja y activarlo en este inicio de año.

Responderá ante la kunoichi de nivel jōnin Sagisō Komachi, quien además le proporcionará la misión.

Cordiales saludos.

Kamisho Yuna
Encargada de la Oficina de Sandaime Morikage

Observo la hora en el reloj de la pared y supo que llegaría con un poco de atraso, pero la calma domino sus movimientos. Juro ya le había advertido que en ocasiones el deber puede llamar de forma intempestiva y urgente, pero que debía estar preparado en la medida de lo posible. Fue por ello que tomo una mochila con todo lo necesario para un pequeño viaje y se vistió de forma apresurada con las ropas que había preparado para el verano: un jimbei de color azul oscuro y con algunas sinuosas líneas de blanco, de pantalón largo y de camisa sin mangas.

No fue mucho lo que tardó en llegar a la entrada de la aldea, pero allí ya había gente esperando. Con todo el aplomo de que fue capaz, se acercó hasta una distancia prudente y les hablo:

Hanamura Kazuma, presentándome al servicio —saludo, de una forma marcial un tanto anticuada y con una postura rigida.
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#4
Otros dos genin habían respondido al llamado. De ellos, un joven de rastas llegó primero, resollando, acompañado de un gran perro.

Así es, Inuzuka-kun —le respondió, con una levísima inclinación de la cabeza. Era Etsu, un chico de la familia Inuzuka, una conocida por su uso de canes y jutsus con ellos. Komachi soltó una sutil bocanada de humo —. Respira, chico. Hiciste un buen trabajo al venir tan pronto posible.

El siguiente fue un joven de piel oscura y cabellos blancos, de porte muy propio. Hanamura Kazuma, el niño traído de una aldea extraña. Si no viese su rostro juvenil, pensaría que es un anciano.

Bienvenido, Hanamura-kun. Me alegra que todos sepan que su trabajo de shinobi es en serio, y no deben de vagar o rezongar cuando se les necesita. Llegar unos minutos tarde vale mucho más que no llegar. Les otorgo una medalla imaginaria. —Komachi entonces agitó su pipa hacia cada uno, como lanzándoles sendos hechizos.

Ranko, por su parte, tenía sentimientos encontrados. Ambos eran ninjas con quienes ya había tenido contacto: uno en los dojos de entrenamientos y otro en un evento de poesía. Se reconfortaba en que tanto Etsu como Kazuma conocían su problema al momento de hablar con otras personas, y que sería menos difícil tratar con gente con quien hubiese charlado con anterioridad. Por otro lado, le ponía más nerviosa volver a verlos, pues sentía que no había mejorado tanto desde la última vez, ni como ninja ni como persona.

Los saludó con una sonrisa tímida y una reverencia exagerada.

B-b-buenos días, Inuzuka-san, Hanamura-san.

Quiso decir “un gusto verlos de nuevo”, pero sus labios se apretaron y su boca no dijo nada. Sus puños temblaron levemente, pues realmente deseaba saludarlos de manera más alegre.

¡Bien! Tengo la impresión de que todos están preparados, a como debería ser, así que comenzaremos todo. Ejem. —Sostuvo la pipa entre los labios y, con un movimiento fluido, tomó el pergamino de su hombro y lo desenrolló. Luego colocó la pipa cuidadosamente entre sus dedos índice y corazón, de manera que pudiese sostener el pergamino extendido frente a sí y tuviese la boca libre.

Se dispuso entonces a leer el contenido de la misión:



Misión rango D. 420 hierbas


Solicitante: Taitama Kumoko
Lugar: Bosque de Hongos
Descripción: Taitama Kumoko es la dueña de un herbolario de Kusagakure. Constantemente sale de la aldea para buscar y recolectar hierbas para su tienda, mas tuvo un accidente y necesita ayuda en lo que su pierna se recupera. Requiere un grupo de genins que le asistan en la recolección de cinco tipos particulares de plantas. Las especificaciones les serán dadas en persona por la señora Taitama.

Cuando terminó, se lo entregó a Etsu, y tomó de nuevo su pipa con comodidad.

Enróllalo por favor, Inuzuka-kun. Taitama-san es una amiga cercana mía. Digamos que es mi… proveedora —Komachi agitó su pipa, provocándole un tono más de sonrojo a su hija —. Tuvo un accidente en una carreta mientras transportaba su mercancía la semana pasada. Afortunadamente su tienda estaba bien abastecida, así que se las ha apañado por varios días sin tener que recoger hierbas nuevas. Hasta ahora. No le hace falta mucho por recuperarse, pero no está en condiciones de ir por el bosque con muletas. Así que les encomiendo en demasía que reabastezcan sus estantes.

Aspiró y soltó hacia un lado una larga nube de humo blanquecino, como si fuese una etérea serpiente. Sostuvo de nuevo su pipa entre los labios y buscó entre su obi un papel doblado que le entregó también a Etsu.

He escuchado que eres bastante dedicado, así que te dejaré con el papeleo, Inuzuka-kun. Ésta es la dirección del herbolario de Taitama-san, está a unas calles al este de aquí. Vayan a recoger las especificaciones de las hierbas. Muéstrenle el pergamino. Los esperaré aquí cuando estén listos para partir —Fumó de nuevo y les dedicó sendos movimientos afirmativos de cabeza y sonrisas —. Inuzuka-kun. Hanamura-kun. Ran-chan —Ranko recibió una sonrisa más pronunciada y cálida —[color=crimson]. Esfuérzense y no pierdan tiempo. Si no tienen preguntas, pueden partir. ¡Corran!


72 horas serán, para que posteemos los tres Risa
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#5
B-b-buenos días, Inuzuka-san, Hanamura-san.

Buenos días, Ranko-san. Es tranquilizador el ver un rostro conocido —reconoció, mostrando una tenue sonrisa—. Aunque no hace falta que seas tan formal, puedes llamarme Kazuma-san.

De hecho, el consideraba su propio apellido como una formalidad, un ornato a su existencia que le ayudaba a encajar en una sociedad más formal. En un principio había decidió llamarse Hanamura no Kazuma. Su mentor le convenció de desistir asegurando que aquello evidenciaría aún más su origen rural, al igual que le convenció de tomar clases de dicción para suprimir un marcado acento provinciano.

La jounin les leyó la misión y él escucho con atención, buscando la plena comprensión de los lineamientos que les estaban dando. Al finalizar, aquella mujer entrego el pergamino a un joven que estaba acompañado por un perro que parecía ser su mascota. Kazuma no tuvo ninguna impresión en particular de aquel sujeto, pero siendo a quien habían dejado a cargo del escrito, debía ser un superior en rango o experiencia.

Entendido —dijo en cuanto culminaron las palabras de la jounin—. Estoy listo para partir.
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#6
La señora que portaba una pipa afirmó su tesis, afirmando que había llegado y había hecho un buen trabajo al llegar tan pronto, incluso se lo agradeció. «¿Pronto? Si llego realmente tarde... no lo entiendo...» Pese a no entenderlo, todo eso sucedió tras una leve reverencia, tecnicismos sociales que obviamente el Inuzuka debió igualar. La sociedad humana se rige por esas absurdas normas, y quien no casi se le ve como un paria. Apenas el chico había vuelto a su compostura, llegó otra persona mas, buscando saber también si era ahí el comienzo de su misión. Al igual que para Etsu y Akane, ésta respondió de manera afirmativa.

La mujer aseguró que le había gustado la actitud de ambos, habiéndose esforzado por no llegar tarde o haber desistido debido a la tardanza. Incluso se atrevió a galardonar a sendos chicos con una medalla imaginaria, en la cuál traspuso la pipa a manera de espada de ceremonias, como si los nombrase caballeros.

«Oh... supongo... supongo que habrá sido como una prueba, para comprobar si nos dábamos prisa y nos esforzábamos en llegar.»

El silencio de nuevo se quebró, en ésta ocasión por parte de la chica del dojo. La muchacha hizo un esfuerzo dantesco y lo consiguió, casi sin preámbulos o tartamudeos. Saludó al Inuzuka y al llamado Hanamura. Etsu no pudo evitar una sonrisa, pese a que aún andaba recuperando el aliento.

Antes de que el Inuzuka llegase a contestar, Hanamura se apresuró a devolver el saludo a la chica. Al parecer ya se conocían, y éste incluso le pidió que le llamase por su nombre, Kazuma. Quizás el Inuzuka no tenía aún ese derecho, pero tampoco era algo por lo que discutir o apresurarse.

Buenos días, Ranko —devolvió el saludo a la chica, y se giró hacia el chico que había llegado justo tras él —buenos días, Hanamura. Un placer, nuestro nombre es Inuzuka Etsu y Akane.

La jounin hizo un inciso, acudiendo a que ya parecían estar todos listos para comenzar. La verdad, ganas no le faltaba al Inuzuka. El chico afirmó con un gesto rotundo de cabeza, y prestó toda su atención en la mujer. La mujer hizo malabares para poder leer el pergamino mientras sostenía con la misma mano la pipa. Realmente se veía hasta incómodo, pero tampoco era caso intentar "ayudarla"; puesto que si tenía ese cargo bien era sabido que tenía una capacidad muy alta de desenvolverse, incluso con un miembro menos.

Tras leer el pergamino, Komachi se lo entregó a Etsu y le pidió que lo enrollase. Éste lo hizo sin demora, y aguardó paciente mientras escuchaba la información adicional que la mujer tenía sobre la misión actual. Al parecer la solicitante era amiga suya, y quizás por eso quería encargarse personalmente de su cumplimiento, o simplemente la mercancía que debía tener.

La mujer sostuvo una bocanada de humo en sus pulmones de nuevo, que soltó con parsimonia en forma de una larga serpiente blanca, no literalmente. Mantuvo la pipa de nuevo entre sus labios, en lo cuál comenzó a buscar en su obi algo. Cuando lo obtuvo, lo sacó. Era un papel, un pequeño papel con algo escrito, una dirección. Tras Etsu tomar éste nuevo aporte, la mujer pudo hablar de nuevo para explicarse. Dejaría a Etsu como encargado del papeleo, pues había escuchado que era un genin muy dedicado. El Inuzuka no pudo evitar una sonrisa de puro nerviosismo...

Bueno... hay que esforzarse si uno quiere convertirse en el mejor shinobi... jajajaja... —se atrevió a bromear diciendo la verdad.

Pero todo estaba echado a la suerte. Esa gran diosa, tan problemática y satisfactoria a la misma vez. La señora Komachi aclaró que si no tenían nada mas que añadir o preguntar, podían partir con la mayor velocidad posible. El rasta se giró, intentando visualizar a sus compañeros.

Si están de a cuerdo, podemos salir ya.

»Gracias por la información, señora Komachi. Tardaremos lo mínimo posible.

En lo que los compañeros respondían, el chico examinaría la dirección. No era cuestión de correr cual pollo sin cabeza... tras saber si todos estaban dispuestos, correrían en la dirección dada.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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#7
No era la primera vez que le pedían a Ranko que llamara a alguien por su nombre de pila, y aun así le costaba hacerlo. Le era casi físicamente imposible, pues estaba sumamente acostumbrada a referirse a todos de manera formal. Komachi, de hecho, solía llamar a todos por su apellido también. Los saludos de Etsu y Kazuma tranquilizaron levemente a la kunoichi.

¡Wojojo! ¡Esa es la actitud! —le había dicho la jōnin al de las rastas, al escuchar su comentario sobre convertirse en el mejor shinobi —. Ahora, ¡andando!

Ranko esperaría a que todos se pusieran en marcha antes de moverse. Le dirigiría una mirada a su madre, quien le regalaría una sonrisa cálida como solo ella podía. La chica intentaría entonces mantenerse a la velocidad de sus compañeros, siempre buscando estar detrás de ellos.

”Inuzuka-san quiere ser el mejor… Se ve tan decidido y enfocado. Yo también quiero ser la mejor. ¡La mejor de todas! Pero… Me falta mucho. Apuesto a que no llego siquiera a sus pantorrillas… Me pregunto si Hanamura-san también tiene una meta similar...” soltó un suspiro derrotista en lo que llegaban.

No habían tardado ni dos minutos en llegar a la dirección, una tienda de fachada sencilla, ventanas amplias pero cubiertas casi en su totalidad de plantas, y un cartel en lo alto de la fachada, de colores verdes y amarillos apagados, con los símbolos que marcaban Taitama no yakusōya, o Herbolario de Taitama. Estaba abierto, con una translúcida cortina de tela separando el interior del exterior. Ranko esperaría a que todos entrasen antes de hacerlo ella.

Dentro, los embriagó un olor extraño, mas agradable. Ranko no sabía exactamente a qué olía, parecía una mezcla armónica de todas las hierbas aromáticas de la cocina familiar, y muchas más. Creyó que si se quedaba mucho tiempo allí, caería dormida, arrullada por el aroma.

El lugar era extrañamente simétrico, con estantes llenos de cajones con sendas etiquetas. Había flores raras en macetitas sobre una que otra mesita, y manojos de hierbas tanto secas como frescas colgaban del techo. Una mujer estaba detrás del mostrador, al fondo, leyendo y escribiendo, o haciendo inventario tal vez. Era bajita, y no parecía tener más de cincuenta años. Alzó la vista, uno ojos somnolientos y una sonrisa suave, al entrar los chicos.

Adelante, pasen, pasen, bienvenidos a Taitama, ¿en qué puedo ayudarles, pequeños? —Se dio prisa en salir de detrás del mostrador, ayudada de un par de muletas. Su pierna derecha estaba enyesada hasta la rodilla, aunque no se veía tan afligida por el dolor —. Tengo desde especias hasta inciensos y algunas flores de ornato. Apuesto a que buscan algo para mejorar la cena de sus madres esta noche, ¿eh? Uhm… Disculpe —Se dirigió a Kazuma, apuntándole con un movimiento de cabeza —, no se permiten mascotas aquí. ¿Podría hacer esperar a su perrito afuera? La última vez que un animal estuvo aquí… Digamos que son más sensibles que los humanos a las… fragancias.

Aunque Akane estaba tal vez más cerca de Etsu que de Kazuma, la mujer parecía haber relacionado más los colores del pelaje del can con la piel y el cabello del chico. Tal vez pensaba que los perros siempre se parecían a sus dueños.
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#8
Es un placer Inuzuka Etsu-san y Akane… —saludo.

Le dejo un tanto extrañado que el muchacho no indicase que aquel perro era su mascota. Para él solo había animales de trabajo, para comer y los que eran peligrosos. Ya sabía que había animales de compañía, pero no entendía del todo como valían el esfuerzo de retenerles y cuidarles. En su pueblo los perros eran muy bien cuidados, pero solo porque servían a las labores pastoreo y vigilancia.

El resto fue sencillo: la jounin culmino sus palabras y todos se pusieron en marcha. Para Kazuma todo estaba sucediendo demasiado rápido, pues había muchas preguntas que deseaba hacer, y el tiempo entre suceso y suceso era demasiado corto como para detenerse a saciar su curiosidad.

Interesante lugar —comento en cuanto llegaron al local fijado.

Le asaltaron una serie de olores que le hicieron sentir como en su pueblo, al margen de que tan agradable pudiese ser eso: recordaba la tienda del herbolario, aquel sitio lleno misterios vueltos aromas y en donde la gente se aprovisionaba de especias y plantas medicinales.

…Disculpe —llamo a Kazuma la voz de la lesionada anciana que les había recibido—, no se permiten mascotas aquí. ¿Podría hacer esperar a su perrito afuera? La última vez que un animal estuvo aquí… Digamos que son más sensibles que los humanos a las… fragancias.

¿Eh?

Kazuma alterno su mirada entre la tendera y el perro, como preguntándole si estaba viendo el tamaño y aspecto de aquel perrote y lo delgado y pequeño que él era; y es que, con sus dimensiones, ese “perrito” bien podría utilizar su bokken como un juguete para el juego de traer el palo.
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#9
La mujer se emocionó al escuchar la voluntad del Inuzuka por convertirse en el mejor shinobi, pero eso no le hizo vacilar; sin apuro, la señora Komachi indujo a los chicos a aligerarse en su actual cometido. Etsu afirmó nuevamente con la cabeza. Todos parecían estar dispuestos, y ya no había motivos para demorar.

Tan rápido como pudieron, el cuarteto de genin llegó hasta la puerta de la tienda. La susodicha era bastante simple, con ventanales bien amplios que claramente ilustraban de qué iba el negocio. Numerosas plantas buscaban a toda costa un poco de luz, peleando incluso entre ellas mismas con ese motivo, un resquicio de luz. Sobre la puerta, un cartel anunciaba el nombre del comercio, Herbolario de Taitama. Y estaba aparentemente abierto al público, pues la única impedimenta hacia su interior era una mísera cortina casi translúcida. Etsu se adelantó en la entrada, mas una vez todos dentro, quedaron impresionados por el local. Cada uno a su manera.

El golpe de olores en plenas fosas nasales no fue solo impactante para el can, si no que también lo fue así para el rastas. No era para menos, ambos tenían una capacidad olfativa muy superiores a las de cualquier persona. Si ya de por sí los olores eran intensos, al estar en un recinto casi hermético, la sensación se intensificaba. Casi les saltan las lágrimas, a sendos Inuzuka, y eso que las fragancias no eran una hediondez.

¡La madre que me trajo! —se quejó a gritos en un susurro.

La tendera acudió a los chicos en pos de atenderles. Preguntó en qué podía ayudarles, y se adelantó hasta a las posibles respuestas. La mujer intuyó lo que podía ser, quizás lo que los chicos acudían a buscar normalmente. Pero éstos chicos que tenía frente a ella no iban en busca de algo que adornase el sabor u olor de una comida.

Antes de que le llegasen a decir nada, la mujer hizo un inciso. No tenía buenas experiencias con los animales en su tienda, y con las mismas le solicitó a Kazuma que sacase a su perrito de la tienda. El chico no pareció entenderlo, y miró extrañado tanto a Akane como a la mujer. Etsu aguardó con la misma mueca, y miró a Akane y luego a la señora, para por último pasar a Kazuma. Sin preámbulos, se adelantó un par de pasos, y alzó las manos para realizar un sello. Con las mismas, su hermano de sangre se convirtió en una copia exacta del rastas. Quizás con unos colmillos y uñas un tanto mas alargadas.

Akane es un genin más, como nosotros tres —indicó para dar a conocer parte del trabajo que tenían entre manos. —A mi me afectan los olores de igual forma que él, y no prescindiremos de ningún miembro del equipo. Lo lamento mucho, pero si insiste en que abandone la tienda, deberíamos hablar fuera todos.

»Nos hizo llamar la señora Komachi, y somos el equipo de genin que ha solicitado para la labor de recoger ciertas hierbas para su tienda. Mi nombre es Inuzuka Etsu, y éstos son Inuzuka Akane, Hanamura Kazuma, y Sagisō Ranko.

Obviamente, acompañó en cada nombre con un gesto de mano, en pos de un fácil reconocimiento por parte de la mujer, encargada de la tienda. La verdad, era casi digno de admiración que se acordase del nombre de la chica y el chico que acompañaban a los Inuzuka, normalmente era una persona de memoria volátil... o efímera.



Usada la técnica Inuzuka ¤ Gijū Ninpō: Jūjin Bunshin, si es necesario pongo los datos.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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#10
Aunque para uno de los genin el lugar resultaba familiar e interesante, para los Inuzuka resultaba abrumador. Era de esperarse, debido a su olfato avanzado. Sin quejarse, Etsu asistió a su hermano en tomar una forma casi idéntica a la propia. Taitama Kumoko habría dado un brinco hacia atrás si no estuviese en muletas. A Ranko se le escapó un “¡Oh!” y recordó el dojo, cuando estuvo a punto de preguntarle si su hermano había sido transformado en can por una maldición.

”¡Cierto! Es un… ahm… ¡ninkan! No, ninken, creo… Padre los ha mencionado en sus charlas de familias, y madre en sus charlas de combate…” pensó la chica, intentando no mostrarse tan sorprendida, pues tal vez los Inuzuka podrían considerarlo grosero.

Kumoko escuchó con atención las palabras del genin (humano) de las rastas, asintiendo cada tanto.

Un Inuzuka, ¿eh? —Se le acercó, mirándole con ojos entrecerrados, como intentando identificarlo con un escáner. Si Etsu le devolvía la mirada, se daría cuenta del leve tono rosado que adornaba los ojos café de la mujer —Perdón, dos Inuzuka. ¡Oooh, sí, he visto esas marcas en sus cachetitos antes! Bueno, bueno… Siempre que no dé vueltas en el suelo y tumbe mis anaqueles todo estará bien. Oh, el chico de Hanamura. He… escuchado de ti —Dirigió su cojear a Kazuma, analizándolo de manera similar —. Nunca me topé con tu pueblo. Quisiera… preguntarte sobre las hierbas del lugar. ¡Oh, Ranko-sama! —La mujer parecía olvidarse de su interlocutor anterior cada que cambiaba de genin. Ahora se acercaba a Ranko, quien estaba detrás de los otros tres chicos. La chica retrocedió un paso y una expresión de preocupación dominó su rostro —Komachi-sama me ha contado mucho de usted. Siempre habla de su princesita. ¡Es mucho más alta de lo que ella me ha dicho!

Ranko se convirtió en una estatua carmesí al momento.

Gra-gra-gra… Mu-mu-much… Mucho… Gu… —Alcanzó a decir, pero la mujer se volvió hacia el mostrador, olvidándose de ella casi al instante. Al haberse acercado a cada uno, todos los genin habrían percibido que Kumoko desprendía un fuerte y gracioso olor. Y no necesariamente a hierbas de cocina.

¡Oh, sí, sí, sí, sí, sí! —La herbolaria estaba más emocionada que al inicio. Parecía realmente querer esas plantas. Fue detrás del mostrador y pasó por una puerta hacia la trastienda. Según el sonido, estaba hurgando en algunos cajones, o moviendo cosas sobre un escritorio. Alzó un poco la voz para que los chicos pudiesen escucharla —. Como verán este lugar no está en realidad vacío. ¡Tengo buenas reservas! Y puedo hacer que muchas de mis… especias duren buen tiempo frescas. Pero hay unas cuantas que… hum… tienen alta demanda. Así que no puedo darme el lujo de tenerlas agotadas, ni por un solo día. Por eso solicité ayuda a la aldea. Hay gente que me dice que es mejor cultivarlas en un jardín o plantación, pero las hierbas puras, directas del bosque tienen una esencia mística… Las plantas domésticas no se les comparan.

Tardó aproximadamente cinco minutos en volver a salir y acercarse a ellos. Les entregó cinco bolsas de cáñamo de unos veinte centímetros de largo por doce de ancho, con sendos cordeles para atarlas. Les entregó también cinco tarjetas con espléndidos dibujos de las plantas que se necesitaban.

¡Bien! Les doy ilustraciones de ellas para hacer más fácil el encontrarlas. Son de mi enciclopedia, no crean que soy una artista... ¡En fin! Pongan atención, que les diré dónde encontrarlas y cómo tratarlas.

»Ésta —Les mostró la tarjeta con la imagen de lo que parecía una lechuga, de hojas anchas y rojas que se arremolinaban como una gorda y vieja rosa — se llama rafure. Crece al ras del suelo cerca de helechos, alejada de árboles grandes. Pueden encontrarla en claros alejados del sendero, especialmente si hay alguna que otra palmera cerca. Tiene un olor bastante, bastante amargo. Tómenla por la base y tráiganla con todo y raíz. Necesito al menos tres ejemplares enteros. Ésta otra —Mostró ahora una de tallos largos y delgados, con flores blancas en los extremos. Parecían tallos de cebollines —es la niratsubu. Suele crecer entre las grietas de las rocas altas, especialmente cerca de la costa. No desprende olor particular en estado salvaje, pero los estambres de sus flores son muy gruesos, casi como un lápiz. Traigan solamente los tallos con flores abiertas, sin polinizar. Corten muy cerca de la raíz. No importa si el tallo se dobla o rompe en la bolsa, pero las siete flores que deben de traer han de llegar en perfecto estado.

»Ahora, el que sigue —señaló la siguiente tarjeta. Parecía ser un musgo que crecía en patrones de estrella, casi como ver una planta a través de un caleidoscopio —es mannerikko. Es bastante duro para un musgo, casi como una piedra, pero sale fácilmente si metes un cuchillo debajo y levantas. La encontrarán cerca de las niratsubu. Baiko —movió la siguiente tarjeta. Mostraba un conjunto de hojas amarillentas, de aspecto enfermo u otoñal, junto con una flor tubular del color exacto del tocino frito —es un arbusto de unos cincuenta centímetros de altura. Sus hojas son bastante suaves, corten solo las hojas más amarillas y sin manchas cafés. No traigan sus flores, por olor más delicioso que tengan. Tanto de mannerikko como de baiko, traigan tanto como entre en la bolsa.

»Y por último —La quinta tarjeta mostraba un manojo de hojas delgadas, de los cuales surgía una solitaria flor de pétalos en forma de rombos color lila —, la taidonka es epífita: la encontrarán creciendo entre las ramas de los árboles más altos en el centro del Bosque de Hongos, al sureste de Tane-shigai. Corten a mitad del tallo y traigan solo la flor. Solo necesito dos flores, pues es un poco difícil de encontrar, y cada una rinde bastante. ¡Bien! Espero que no sea mucho por procesar. ¿Quedó todo claro?

Aunque hubiese tenido, Ranko no se habría atrevido a preguntar. Repasó en su cabeza las características de cada planta, mientras las contaba con sus dedos. Luego miró a las nucas de sus compañeros, a la expectativa de si ellos tendrían dudas o no. La chica se preguntó qué uso tendrían aquellas plantas, cuyos nombres no había escuchado antes.


Sorry por el post tan largo, me emocioné XD
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#11
La transformación del can se dio con rapidez, como si fuese algo de lo más normal. Kazuma, en el exterior, se limitó a girar la cabeza y dar una rápida mirada de recorrido vertical. Pero en el interior bullía como un chiquillo que ha visto un hermoso truco de magia por primera vez: quería hacer mil preguntas al respecto, pero el espectáculo no se iba a detener por ello. Sus labios temblaban de curiosidad, como una represa que apenas puede contener las aguas de una crecida. Pero la voz de la anciana le atrajo hacia otro punto, uno en el que estaba seguro de que Hanamura no era la clase de lugar que querría visitar o sobre el cual quisiera saber.

¡Bien! Les doy ilustraciones de ellas para hacer más fácil el encontrarlas. Son de mi enciclopedia, no crean que soy una artista... ¡En fin! Pongan atención, que les diré dónde encontrarlas y cómo tratarlas.

Fue escuchar esto e instantemente Kazuma extrajo del interior de su camisa una pequeña libreta y una plumilla metalica. La memoria podía ser un tanto arbitraria en cuanto a los detalles que elegía desechar, y por aquello mismo consideraba necesario el tener un respaldo con tanta información como le fuese posible.

El peliblanco se mantuvo escribiendo de forma casi mecánica durante el tiempo que la tendera estuvo explicándoles el como debian buscar y proceder. Solo levantaba la vista cuando le interesaba ver los gestos respecto a cómo cortar o extraer las plantas.

¿Quedó todo claro?

Yo tengo tres preguntas, un tanto nimias pero que son parte del protocolo —aseguro, posando sobre la anciana una mirada firme y serena, sintiéndose e intentando ser profesional—: ¿Alguna de las hierbas a buscar es ilegal en uso o comercio? ¿Es necesario algún equipo como guantes o mascarillas? ¿Sabe de alguna dificultad como criaturas peligrosas o hierbas impostoras?
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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#12
La anciana casi pega un brinco, y a Ranko se le escapó un vocablo de sorpresa. No era para menos, quizás nunca habían visto la técnica madre de los Inuzuka. No era algo que se viese todos los días, y pese a que todos o casi todos los shinobis conocen el henge, aplicarlo a un animal sonaba casi disparatado. Etsu no quiso darle mayor importancia al asunto, y la mujer se acercó para examinar a ambos rastas. Ésta pareció reconocer las marcas faciales típicas del clan, mas no perdió demasiado tiempo en el genin amante de los can. Rápidamente pasó a Hanamura, y tras éste pasó a la kunoichi. Para cuando ésta habló sobre la chica, desveló un dato que hasta el momento había pasado desapercibido para el Inuzuka. La mujer de la pipa, la jounin que había dado comienzo a ésta misión, era la madre de Ranko.

«¡Ostras!»

La anciana se dirigió entonces hacia el mostrador, el cuál dejó atrás, su verdadero objetivo era la trastienda. Comenzó a buscar entre cajones, mientras daba una pequeña didáctica sobre las plantas. Apenas cinco minutos mas tarde, la mujer apareció de nuevo, con cinco bolsas de cáñamo que iban acompañadas de una tarjeta, afianzada a éstas por un cordel.

Tras repartir las bolsas, la mujer comenzó a ilustrar a los chicos acerca de cómo eran las plantas que debían buscar, unas plantas de nombres mas raros que un perro verde. Pero bueno, al menos tenían esas imágenes para tener una referencia, y la señora comentó algunas pautas que debían tener en cuenta para realizar un buen trabajo. Dio consejos sobre cómo tomar las plantas, así de por dónde podían buscarlas en el bosque. Toda ayuda era bien recibida. Entre tanto, Hanamura había estado tomando nota como un cosaco. No había dejado escapar nada sin apuntarlo, se le veía realmente metido en el papel. Al terminar la mujer, preguntó si les había quedado todo claro.

Kazuma fue el primero en hacer un inciso, tenía varias dudas que no tardó en lanzar. Preguntó si había alguna hierba ilegal, preguntó si necesitaban algún equipo mas a parte del proporcionado, y por último preguntó si había algún posible impedimento para su recolección; ya fuese por animales salvajes en la cercanía, o por hierbas de características parecidas.

Yo tengo una única petición. Si tiene algún resquicio de esas hierbas, me gustaría poder echarle un vistazo, o mejor dicho... olerlas. Soy capaz de distinguir muy bien los olores, y sería capaz de rastrearlas sin problemas si conozco ya de antemano el olor que desprenden. Si tuviese algún resto, ahorraríamos mucho tiempo de trabajo, la verdad. Supongo que sería beneficioso para todos.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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#13
¿¡Ilegal!? —Kumoko se sobresaltó como si la acusaran de homicidio —. No hay nada de ilegal en mi negocio. ¡Nada! ¿Cree usted, jovencito, que si hubiese algo de incorrecto en mi tienda, me dejarían solicitar ayuda a través de una misión oficial? ¡Jum! ¡Mis hierbas son puramente culinarias, medicinales y recreativas. ¡Nada ilegal!

No contestó por el momento el resto de las preguntas de Kazuma, pero sí lo fulminó con la mirada mientras escuchaba la petición de Etsu. Luego asintió, un poco de mala gana, y lentamente fue hacia unos cajones cerca del mostrador y otros detrás.

Estas cinco plantas no son venenosas ni irritantes a la piel. ¡Ni ilegales! Así que no necesitan equipo especial. Pero no las coman, por la misma razón que no deberían comer pasto. En especial la rafure: cruda les dará indigestión por dos días. Tal vez haya alguno que otro animal que disfrute de masticar baiko. Es un poco… estimulante. Fuera de eso, no hay animal peligroso más que personas, como siempre. Y si siguen mis indicaciones, no se confundirán de plantas. Toma, puedes llevarte éstas como referencia para tu naricita —Regresó y le dio a Etsu tres bolsitas de tela por separado. Una contenía una hoja roja cortada en pedacitos, otra lo que parecía una flor seca, y otra una maraña de hojas secas y machacadas. A pesar de su estado, las hierbas tenían un olor particular muy definido: uno muy amargo, otro ligeramente dulce y otro muy similar a la carne frita —. Rafure, niratsubu y baiko. El mannerikko no tiene un olor específico, pero si encuentran niratsubu, definitivamente encontrarán mannerikko cerca. Y preferiría no sacar lo poco que tengo de taidonka. Es… especial. Tendrán que localizarla visualmente.

Después de haberles entregado todo, la mujer se sacudiría las manos y soltaría un respingo.

Les ruego que traten esas plantas con muuucho cuidado. Si no tienen más dudas, pueden comenzar su camino, pequeños. ¡Si todo sale óptimamente, les haré un regalito extra!

Kumoko había recuperado una expresión serena y afable. El malhumor que Kazuma le había causado se había desvanecido como si nada, y ahora les sonreía a todos con sumo cariño. Ranko, por su parte, asintió a todo, intentando recordar cada parte; aunque le alegró que el peliblanco fuese tan sensato como para escribirlo.
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#14
Eso sería estupendo —comento ante la iniciativa de Etsu. Quería ver aquello, puesto que sabía que lo canes tenían buen olfato, pero no se imaginaba que pudiese hacerse tan prometedor uso del mismo.

En cuanto a sus interrogantes, la anciana reacciono como esperaba que lo hiciese, con indignación: no sería la primera ni la última vez que sus preguntas lograban molestar a alguien. Pero aquello no lograría quitarle el aplomo, pues se mantuvo sin reacciones visibles durante el resto de la conversación, tomando notas de cuanto le pareciese interesante.

Entonces ya estamos listo, ¿no? —pregunto, esperando la confirmación de sus compañeros para ponerse en marcha.
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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#15
Parecía que los tres genins (más uno) estaban listos para emprender la búsqueda. Kumoko suspiró, satisfecha, pero se interrumpió.

¿Saben? Esperen un momentito, hermanitos perritos... —Fue una última vez a un cajón cerca del mostrador, buscó una servilleta de papel en el mueble y envolvió muy cuidadosamente en ella algo que había sacado de allí. Si se abría la servilleta, se vería una única hojuela vegetal. Su olor era bastante suave, ligeramente dulce con un toque amargo —. Creo que les puedo dar un poquitín de taidonka para que rastreen, pero tendrán que traerme tres flores, no dos. ¡Bieeen! Espero su retorno, entonces. ¡Cuidado con mis plantas! Tengan un buen día, pequeños. ¡Saluden a Komachi-sama de mi parte!

Taitama Kumoko los despidió agitando flojamente una mano.

Los cuatro chicos salieron de la tienda entonces y se apresuraron a regresar con Komachi, quien seguía fumando con suma tranquilidad en la puerta del aldea. La mujer le dirigió una buena mirada a Akane, quien se encontraba en forma humana, y se encogió de hombros. Ella conocía las capacidades de los Inuzuka, al menos de manera superficial.

¿Están listos, chicos? —preguntó entre blanquecinas nubecitas de humo, mas no esperó respuesta —. Espero que sí. ¡Bien! Esta es una misión oficial, pero quisiera pedirles un favor. Algo extraoficial.

De manera similar a cuando le entregó la dirección a Etsu, la pelirroja sacó de su cinto una bolsita de cuero, de casi la mitad de tamaño que las que les había dado Kumoko, y se la entregó a Ranko.

Posiblemente Taitama-san les encargó unas hojitas amarillas de olor gracioso. ¿Serían tan amables de traerme un poco también? —Les guiñó un ojo y soltó una risita. Habiendo anotado las características de las plantas, Kazuma recordaría que se refería a las baiko. La misión en sí no tiene límite de tiempo, pero obviamente no se pasarán dos semanas buscando hierbas. ¡Andando! ¡No solo porque sea una encomienda "sencilla" significa que es nada! ¡Esfuércense, Hanamura-san, Inuzuka-san, Ran-chan!

Ranko se sonrojaba y bajaba la mirada más cada vez que alguien se refería a ella de manera cariñosa, pues consideraba que podría ser incómodo para el resto. La chica esperaría a que Kazuma, Etsu y Akane se pusieran en marcha, para ir tras de ellos.


Rafure:
Niratsubu:
Mannerikko:

0/100


Baiko:

0/100


Baiko extra:

0/50


Taidonka:
Pensamientos (Plum) Diálogos (PaleVioletRed)

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