Shukaku sonrió, y se irguió cuan largo era. No mucho en su estado actual, para su molestia. «Varios mástiles, huecos para remos… ¿Quizá incluso algún motor, como el barco del espadachín fanfarrón? Está bien, vamos a divertirnos un poco. ¿Qué haría Datsue en una situación como esta? El tonto, seguro. Algo así como…»

—¡Bienaventurada sea mi dicha! ¡Hallar un barco sin puerto, en mitad de mi peregrinación! ¿Puedo preguntar hacia dónde se dirige, Pelo Vómito? —de un gran salto, uno que no podría dar un civil cualquiera, alcanzó la cubierta del barco. La muchacha tenía un cabello que le recordaba al vómito de Datsue cuando solo echaba bilis tras una mala borrachera—. Me gustaría alquilar una habitación, si no es de su infortunio. Puedo pagar en especias. ¡JIAJIAJIÁ!

Toshio sonrió al notar que la voz de Ranko llevaba un poco más de esperanza.

— Ahora sí que suenas como una capitana, Ranko-chan. —Como plan, "descansar e intentar reventar la puerta más tarde" flaqueaba bastante, pero lo importante era que al menos era un plan y transmitía algo de esperanza—. Intentaré descansar todo lo que pueda, pero no prometo nada.

Se recostó boca arriba en un futon vacío, cruzando las manos tras la cabeza para apoyarse. Le dolía muchísimo y le costaba respirar, pero temía que la moral bajase si lo decía en voz alta.

— Estos futones son incómodos de cojones... —Fue su última queja, antes de cerrar los ojos.

Hana y la otra chica estaban yendo a la cabina del capitan, o de la subcapitana, a ver a Ruhara, que las había mandado llamar por algún motivo. Hana sospechaba el motivo y su compañera parecía estar tensa también, siendo conocedora de que Hana era una infiltrada. Aunque técnicamente estaba tan prisionera como ella.

Cuando estaban pasando por cubierta para llegar hasta donde Ruhara, una persona saltó desde tierra hasta el barco, justo delante de la pareja de prisioneras. Una era una chica pelirroja con el pelo por los hombros y de ojos dorados y a su lado una chica algo más alta de rubios cabellos y ojos ambar, que era Hana.

— ¿Shukaku-sama? — preguntó Hana en cuanto apareció, tapandose la boca de inmediato, habiendo desvelado su identidad al reconocerlo.

—¡Bienaventurada sea mi dicha! ¡Hallar un barco sin puerto, en mitad de mi peregrinación! ¿Puedo preguntar hacia dónde se dirige, Pelo Vómito?

¿Pelo Vomito? Aún seguía enfadado por llamarle Ichibi-san. O tal vez sí se veía así su pelo. En cualquier caso, el alboroto que había provocado el Shukaku pronto fue al máximo. Hana se adelantó a su compañera, protegiendola por si acaso. Quería soltarle la información que tenía ahí mismo, pero eso pondría en riesgo toda su operación y ni siquiera sabía donde estaba Hayato.

Todos los shinobis que había alrededor dieron un paso hacia atrás, muchos reconociendo el poder de aquella persona, otros por instinto.

— ¡Es el Uzukage! ¡Llamad a Marrow-sama! ¡A Ruhara! ¡¡A TODOS LOS QUE HAY EN EL BARCO!! — pronto esa no fue la única voz, el caos se originó de inmediato con multitud de personas gritando que llamasen a otras personas.

Estaban rodeados, pero ninguno parecía tener el valor para lanzar la primera piedra.

— ¿Qué demonios es este jaleo? — como si sus plegarias hubiesen sido oidas, Ruhara se asomó desde lo alto de su camarote, directamente encima de Shukaku y la pareja de kunoichis.

Era cuestión de decimas de segundo antes de que Ruhara reconociese al Shukaku y reaccionase. Decimas que el subkage tendría que aprovechar si quería salir de ahí con vida.

"Ahora sí que suenas como una capitana".

El corazón de Ranko se apretó. Claro. Antes no lo era, y Lyndis lo pagó muy caro. Ranko lo sabía muy bien.

"Soy un garrote, no una vara para guiar."

—No soy una capitana —Su voz había retomado un leve aire decaído. Suspiró con pesadez —. Soy una igual. Sí, descansa. Pero no duermas, al menos no en tu condición. Que... Que tu cuerpo no dude ni un segundo que sigues vivo.

Lo había escuchado de su madre alguna vez. Los heridos que sobreviven son los que se mantienen despiertos. Ah, su madre... ¿Estaría allí con ella? ¿Estaría de vuelta en casa? ¿Estaría... con Lyndis?

Ranko se recostó a como pudo, donde pudiese, y cerró los ojos. Intentó concentrar chakra, más que nada para estimar qué tanto había recuperado sus energías. ¿Tendría suficiente para hacer algún jutsu? Intentó no pensar mucho, y sólo dejar su cuerpo flojo, relajándose lo posible.

Toshio negó con la cabeza. No tenía ni idea de qué había dicho, pero tenía toda la impresión de que le había cagado, cosa que no era rara en lo absoluto, considerando lo mal que se le daban las palabras. Aún así, Ranko había dicho algo interesante que no parecía ser producto del desaliento por su derrota.

— No creo que pueda dormir mucho ni intentándolo. —E incluso si pudiese, despertaría en menos de media hora—. Aunque si no quieres que me acabe durmiendo solo del aburrimiento, tendrás que darme conversación ¿trato?

Desde que había empezado su vida como ninja, Toshio había tenido un solo objetivo en mente: convertirse en Chūnin. Era un objetivo realista que estuvo a punto de conseguir, de no ser por un desafortunado accidente. Creía que si conseguía convertirse en Chūnin demostraría que tenía lo que hacía falta para ir incluso más allá, lo veía como una apuesta al futuro y una señal de confianza del Kage a sus subordinados, por eso, para él, aquella placa tenía un valor increíble.

— La placa de Chūnin que llevabas durante el combate... te la dio Kintsugi-sama ¿verdad? —Le preguntó a Ranko—. Puede que no te lo parezca ahora, pero nuestros Kage no se equivocan. Si confió en ti es porque eres una capitana.

Aquello no era tanto una charla motivadora como charla motivadora, sino que el joven más bien estaba reforzando lo que él mismo pensaba.

— Lo siento si te estoy poniendo demasiada presión encima, pero... yo también confiaré en ti.

Realmente le daba algo de pena por la situación en la que estaba la chica, pero por desgracia las personas no puede decidir quienes confían en ellas, solo la manera en la que corresponden a esa confianza.

Vaya, aquella no era… ¿Hana?

Contuvo una carcajada. Así que al final habían conseguido colarse. No sería él entonces quien delatase su identidad. Los ojos de Shukaku recorrieron la cubierta. Había muchos ninjas, y la mayoría de ellos cayeron en el caos más absoluto. Rio, alimentándose de su miedo. Llamaban por dos personas, pero hubo una de ellas que le llamó particularmente la atención.

—¿Marrow? ¿El General? Oh, sí.. ¡Oh, sí! ¡¡Llamadle!! ¡QUE VENGA A MÍ!

Una voz gritó desde arriba. Alguien con ínfulas de poder. Pobre diabla, no sabía lo que le esperaba. Shukaku pegó un grácil salto hasta aterrizar en el borde de la cubierta. Nadie a su espalda, todo el mundo a su vista. No era imbécil, sabía que no duraría demasiado en un enfrentamiento contra tanta gente. No en sus condiciones. Pero, oh, desde el momento en que había descubierto que le era imposible mantener el subterfugio debido a su desbordante poder, lo había tenido claro.

Iba a divertirse.

—¿Marrow? ¿El General? Oh, sí.. ¡Oh, sí! ¡¡Llamadle!! ¡QUE VENGA A MÍ!

No podía decir que no confiase en el Shukaku, lo hacía, cada vez de forma más ligera. Cuando lo había visto, había sido su pico de confianza y de ahí, con cada palabra y acción de la criatura bajaba un tercio. Le vio saltar al borde de la cubierta y su confianza en él ya estaba bajo una centesima parte de la original. Fuese cual fuese su plan, no le iba a gustar.

Ruhara había clavado su mirada en él y ni siquiera había dicho una sola palabra. Como había pasado antes, todos retrocedieron dejando un pequeño vacio alrededor del Shukaku.

— ¡Capitana! ¡Danos alguna orden!

Aquel grito sacó a Ruhara de su ensimismamiento momentaneamente.

— ¡Todos quietos! ¿Quieres hablar con Marrow-sama? Como desees, pero si intentas algo contra mi gente o el barco, morirán todos los supervivientes de la guerra. Además serán los primeros en ahogarse si nos hundes, así...

Una bala de cañón apareció de la estancia de la que había salido Ruhara en dirección al Shukaku. No había habido ninguna señal, solo la enorme bala destruyendo la pared de la cabina y yendo a toda velocidad a por el clon anomalo de Datsue (100 PV). La bala reventó sin piedad la pared del camarote, su suelo y el techo del inferior, sin embargo, su trayectoria era casi perfecta. Se llevaría por delante al Shukaku dejando el pasamanos casi intacto.

El boquete dejaría ver a Marrow, quieto, observando la situación desde la nueva ventana que había creado en su propia habitación. Parecía expectante, sabía perfectamente que eso no iba a ser suficiente para acabar con el Uzukage y esperaba su contaataque.

Ruhara, ahora abrazada a la barandilla del balcón sin suelo donde apoyarse, vociferó:

— ¡Moved el culo! ¡No dejeis que se recupere!

Todos los ninjas procedieron a mirarse entre ellos un segundo antes de fijar su atención en la barandilla y esperar a que algo surgiese del polvo y las astillas.

Hana había observado la escena tan sorprendida como cualquier otro antes de que el grito de Ruhara la sacase de su cabilación. Agarró a su nueva compañera y empezó a correr al lado contrario del barco, intentó parecer tan aterrorizada como fuese posible.

— ¡Nos va a matar! — por suerte, estaba de los nervios, así que ayudaba bastante a su interpretación.

Esperaría a ver si el Shukaku tenía algún as bajo la manga para mantener la distracción, sino no tendría el valor de intentar escapar.
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Incluso en la prisión, que era la zona más alejada de donde estaba ocurriendo la destrucción, sentirían una violenta vibración en la madera del barco. Cómo si acabasen de pegarles un cañonazo. Sentirían el meneo del barco durante unos segundos antes de volver al silencio habitual.

El cuarto prisionero, el traidor, parecía estar acostado en un futón. Jun intentaba divisarlo, pero en ese ambiente era difícil saber que estaba haciendo ¿Estaba mirando al exterior? ¿Estaba durmiendo? No tenía ni la más mínima idea. De a poco se iba acercando a él, aunque se detuvo un momento a pensar. No quería tomarlo ni por sorpresa ni nada por el estilo, el tipo podría pensar cualquier cosa.

Dudó por unos momentos, quieta y viendo un poco los alrededores. Más bien, viendo sin ver, con la oscuridad era algo complicado.

Por último, decidió por dirigirse al futón en el que ella estaba inicialmente, viendo si el prisionero desconocido se levantaba en algún momento. Pero, en el momento que se iba a sentar, sintió que el barco hizo un movimiento brusco. Nunca había estado en un barco pero lo sentía atípico.

—¡La que me parió! — Instintivamente se sentó e intentó agarrarse de lo que tenga por si se repetía el movimiento. —¿Y ahora qué?

¿Dar conversación? Ranko no creía poder hacerlo por mucho rato.

—Ah... Esto... Sí —La castaña bajó la mirada y se tragó lo que iba a decir. Habría dicho que Kintsugi se había equivocado con ella, que no tenía madera de capitana, que posiblemente estaría decepcionada de ella. Su madre también lo estaría. ¿Quién no, después de todos los errores que cometió? —. Gracias, Toshio-san. Yo... Yo intentaré confiar en Kintsugi-sama también.

El barco se sacudió. No podía escuchar nada de fuera de la celda, pero el movimiento era demasiado evidente.

—Es... ¿Un ataque? Se sintió pesado... —Ranko se sentó. Respiraba pesadamente, aunque se sentía más lúcida a cada minuto. La pequeña chispa de esperanza que Hana había creado ahora se duplicaba. ¿Podrían usar lo que fuese que estuviese pasando para huir?

Al final, Jun no parecía haber conseguido nada del traidor y Toshio no estaba seguro de haber ayudado a Ranko con sus palabras, pero al menos parecía que estaba por el buen camino.

— No te preocupes. Cuando lo necesites... —Antes de que pudiese terminar de hablar, todo el barco se agitó violentamente—. ¡La ostia! ¡Joder!

Se llevó ambas manos al pecho al sentir como su herida se abría un poco por la sacudida.

— Mierda... ¿Qué ha sido eso?

¿Era un ataque? ¿Los habían venido a rescatar? ¿Aquello les era de utilidad o los condenaría? Toshio no tenía ni idea porque, para empezar, no tenía ni idea de lo que estaba pasando allá fuera, pero esperaba que, como poco, no los matase.

Y ahí estaba, la mujer a la que todos parecían acudir cuando las cosas se ponían feas: Ruhara. Le observaba desde las alturas, una tirilla escuálida y blandengue con aires de grandeza. Shukaku no pudo hacer más que sonreír ante una amenaza tan burda. ¿Matar a los supervivientes? ¿De verdad creía que podía frenarle con algo tan…?

¡¡¡BAMMM!!!

¡Al fin, algo de acción! Una bala gigantesca salió disparada hacia su posición, y no tuvo casi tiempo a reaccionar. De forma instintiva, con una manera de pelear que ya había interiorizado de Datsue, formó un sello de mano justo antes de ser impactado y…

¡¡¡PRRAAMMMM!!!

La bala de hueso impactó de lleno contra un cuerpo humano, llevándoselo por delante. No el de Shukaku. Claro que no. Él ya estaba subido a la barandilla del balcón. No, el cuerpo que se había llevado era el de la capitana de todos ellos. La que había osado alzarle la voz. La que se había creído con la potestad de amenazarle. Ruhara.

Shukaku había ejecutado un simple sello, y gracias al Kawarimi no Jutsu, había intercambiado posiciones con la muchacha. Como un Dios jugando con un simple mortal. Y él lo era: el Dios del Sadismo.

—Tú debes de ser el General —dijo, mirando por el boquete, con una sonrisa voraz dibujada en su rostro. Si hubiese llegado a tener un poquito más de chakra, hubiese podido acabar con General y Capitana en un solo segundo. Lástima—. Dime, Marrow: ¿cómo te gustaría morir?

Tal y cómo había esperado Marrow, Datsue reaccionó. Se intercambió con Ruhara como si de un tronco en mitad de un bosque se tratase y dejó que fuese su segunda al mando quien se llevase el golpe. Pero en lugar de aprovechar esa pequeña ventaja, se mofó.

Sin moverse del sitio, Marrow llamó a los poderes de su dios. Los necesitaría para tener una oportunidad contra Datsue y no iba a permitirse ni un segundo de titubeo. La densa capa de chakra anaranjado se materializó al instante, con la cola ya en movimiento para lanzar una potente onda de choque que se llevaría por delante a Datsue y todo el balcón sobre el que estaba. (35 PV)

— ¡Coged a Ruhara y salid de aquí! Hundiré el barco antes de dejarte con vida, Uzukage.

El general mantendría la calma, con su mirada dorada clavada en el Uchiha hasta el último momento, andando hacia el borde de la habitación para tener una vista completa del lugar. Marrow no era un hombre cruel, era un hombre paciente y calmado, pero tenía límites.

Antes incluso de la orden de su general, varios ninjas se habían lanzado al agua a recuperar el cuerpo insconsciente de su capitana. Ahora la mayoría estaban retrocediendo, empezando a salir por el puente que unía tierra con la embarcación.

Hana no tuvo que esperar demasiado para que el Shukaku hiciese la distracción. En cuanto sucedió la conmoción y todos se quedaron mirando anonadados la escena, Hana saltó al puente con su nueva mejor amiga de la mano y corrió con ella hasta uno de los arrozales, ocultandose en el desnivel posterior. Le hizo un gesto a su compañera para que se quedase oculta y no dijese nada y se asomaría lo justo para tener una idea de que sucedía.

El general hizo un llamamiento a que todos saliesen del barco justo como habían hecho ellas y se estremeció un poco. Justo no había querido salir corriendo hacia el horizonte para evitar que fuesen demasiado llamativas. Estaba a apenas veinte metros de ellos. Por suerte, nadie estaba mirando a nada más que a los dos titanes que se enfrentaban en plena cubierta. La mayoría deseosos de intervenir. Una minoria empezó a bajar por el borde del acantilado para ayudar a unos que parecían haber caido al mar.

Casi se sentía mal por no ayudar a esas personas, aunque fuesen el enemigo.

Un chakra burbujeante y anaranjado surgió del cuerpo de Marrow. Un poder prestado que ni mucho menos le pertenecía a él. Una pequeña cola nació de la espalda del General, que con un brusco movimiento, generó una onda de choque que reventó madera, barandilla y…

Shukaku había saltado por los pelos hacia atrás, quizá, por un momento, nervioso incluso. Aquel ataque era una insignificancia, uno que conocía muy bien. ¡Un puto insulto hacia su persona! Pero era consciente de que hasta el más mundano de los golpes podía reventar aquel globo de humo que era su cuerpo humano.

Sus manos pararon en la tela de una vela, todavía en lo alto. La sujetaron con fuerza mientras la gravedad le hizo deslizarse hacia la cubierta. De nuevo, en una posición de inferioridad en altura.

Eso no le gustaba.

—¿Y cómo escaparéis vivos de aquí entonces, Marrow? —preguntó, ante la amenaza de destruir el barco. El único medio por el que Marrow y su ejército diezmado tenían alguna posibilidad de escapar y sobrevivir era por mar. ¿O se le estaba escapando algo a Shukaku?—. Hemos recuperado las Termas, y el oeste sigue lleno de enemigos verdes. Tienes cara de muerto, ¿lo sabías? ¡JIA JIA JIA!

Toshio pudo escuchar un segundo impacto que no fue para tan intenso como el primero, pero definitivamente no fue el sonido de unos platos caerse ni nada por el estilo, no. Alguien se estaba pegando fuera.

— Oye, Ran-chan. —Se dirigió a su capitana, tan casual como siempre—. ¿Qué tal te ves de fuerzas? Quizás... este sea nuestro momento.

Empezó a levantarse poco a poco, para mirar. ¿Se acercaría alguien a verlos o estaban todos resolviendo el conflicto en cubierta? Esperaba que no hubiese nadie cerca, pues como fuese así tendrían problemas.