Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Faltaban dos días para la segunda ronda del torneo. Qué nervios, ¿con quién me tocará esta vez?, espero que no sea contra Ayame, no quiero tener que elegir entre eliminarla a ella o quedar eliminado, espero que sea contra alguien de otra aldea; entre otros pensamientos, estos comenzaban a ser los habituales. Después de su aventura con Yota y también de su posterior encuentro, recuperado prácticamente al cien por cien, Daruu no paraba de entrenar, a diario, a todas horas, y todo para llegar en plena forma al siguiente combate.
Pero un sentimiento había estado recorriendo todo su cuerpo, desde los dedos de los pies hasta las puntas desordenadas de su cabello. De modo que allí estaba, plantado enfrente de la puerta del dojo de las mujeres.
Aunque antes, claro, había otras prioridades. Su estómago rugió de hambre. Y de las mariposas habituales de una relación de pareja recién iniciada.
Pese que nadie le había dicho que no podía entrar al pasillo, Daruu se asomó adentro. Miró a su izquierda y a su derecha. Miró atrás de él. No había nadie cerca, así que no pasaría nada por entrar, decidió. Se acercó a la puerta de la habitación de Ayame. Tragó saliva y...
Ya habían pasado casi dos semanas desde su combate contra Ritsuko en la primera ronda. Y ya sólo quedaban dos días para la segunda. Durante su enfrentamiento no había sufrido heridas, por lo que sólo necesitó de unos pocos días de descanso para reponerse.
No podía decir lo mismo de las heridas emocionales que le habían causado la conversación que había escuchado entre su padre y su tío. Esas aún quemaban en su pecho.
Había hecho una promesa. Y ahora sentía la presión de esa promesa sobre su nuca como la sombra de una guillotina. Tenía que ganar el siguiente combate fuera como fuera. O si no, todas sus palabras caerían en balde.
Y por esa razón había estado entrenando sin descanso. Día sí y día también. En alguna ocasión, incluso había prolongado esas sesiones de entrenamiento hasta el anochecer.
Y aquella mañana se había levantado con aquel propósito. Sólo quedaban dos días, y tenía que dominar al cien por ciento las técnicas que había estado desarrollando.
Preparada ya para salir, se estaba ajustando la bandana sobre la frente cuando tres toques en la puerta la sobresaltado.
—¿S... Sí? —respondió, extrañada ante aquel suceso. Rara vez recibía visitas en su habitación.
Y si no se esperaba ninguna visita, mucho menos esperaba la voz que sonó al otro lado de la puerta:
—A-Ayame-chan. Soy yo. ¿T-tienes un momento?
Se abalanzó sobre la puerta y, son sin terminar de creer lo que acababa de escuchar, la abrió.
Pero allí estaba.
—D... ¡Daruu-kun! ¿Qué haces aquí?
Tan ocupados habían estado entrenando que no se habían visto desde que terminó la primera ronda. Pero ahí estaba de nuevo, frente a ella con aquel nerviosismo suyo, y Ayame no tardó ni un minuto en sonrojarse.
28/08/2017, 23:01 (Última modificación: 28/08/2017, 23:29 por Amedama Daruu.)
Al otro lado del portal, Daruu escuchó la reacción exagerada de unos pasos acelerados y retumbantes. Retrocedió un poco con cara de circunstancias. «¿S... se habrá tropezado?». Pero no, instantes después Ayame abrió la puerta. Allí estaba ella, con su habitual carilla de cervatillo. Una neurona rebelde hizo un par de conexiones que no debía y Daruu decidió que aquél era buen momento para no ser un cobarde. Dio un paso y la abrazó con todas sus fuerzas.
—¡Te echaba de menos! —dijo—. Supongo que tú también andas ocupada entrenando.
Se separó de ella y se rascó la nuca, diciendo un "eeeeeeehhh" que decía más no sé cómo decírtelo que el no sé qué te iba a decir yo que intentaba aparentar.
—Bueno, v-verás —empezó—. Estaba haciendo unas espirales a la carbonara, y me preguntaba si tenías alguna que otra cebolla de sobra...
»...y, bueno, si no tenías nada preparado para comer, quizás querrías compartir esas espirales conmigo.
Pero apenas le dejó terminar la pregunta. Daruu se abalanzó sobre ella y la estrechó con fuerza entre sus brazos.
—M... ¡Me ahogas...! —gimió, pero no podía evitar sonreír, feliz. Aunque hubiese protestado, una parte de ella deseaba que aquel momento nunca terminara. Que Daruu siguiera estrujándola en aquel abrazo del oso y que la envolvía en su olor, reconfortante y al mismo tiempo con cierta esencia que le recordaba al bosque.
—¡Te echaba de menos! —exclamó él—. Supongo que tú también andas ocupada entrenando.
—Sí, la verdad es que no he parado desde que acabó la primera ronda y los médicos me dejaron en paz... —se abrazó aún más a él, con el aquel endemoniado rubor cubriendo de nuevo sus mejillas—. Pero... la verdad... es que yo también... te echaba de menos...
Daruu la soltó y se rascó la nuca con gesto indeciso.
—Eeeeeeeehhh... Bueno, v-verás —dijo—. Estaba haciendo unas espirales a la carbonara, y me preguntaba si tenías alguna que otra cebolla de sobra... y, bueno, si no tenías nada preparado para comer, quizás querrías compartir esas espirales conmigo.
«Me... me está invitando a comer con él...» Pensó, y el rubor de sus mejillas solo se intensificó aún más.
—¡C... claro! ¡Me encantaría! ¡Además me encanta la carbonara! —exclamó, sonriente. Pero enseguida soltó una pequeña carcajada—. Es curioso que me preguntes lo de la cebolla, porque yo tuve el mismo problema hace unos días... Menos mal que la buena de Aiko-san, me dejó una —explicó, señalando pasillo abajo, un par de puertas más hacia allá, hacia la habitación que quedaba justo antes de salir al jardín—. Pero me temo que ahora mismo no tengo ninguna... ¡Si quieres le pregunto si nos puede dejar otra! —añadió, con un pequeño saltito.
31/08/2017, 12:48 (Última modificación: 31/08/2017, 12:48 por Amedama Daruu.)
Ayame enseguida se sumó al plan de Daruu para comer, pero señaló que ella misma había tenido el problema hacía unos días, y tampoco tenía cebollas. Se la había dejado Aiko, que al parecer, se hospedaba varias puertas más hacia allá adentro. Recordaba vagamente haber visto a Aiko en Amegakure: una chavala pelirroja con tatuajes. Y ahora se rumoreaba que era inmortal. El bicho de la curiosidad le había picado en la nuca hace tiempo, pero lo importante ahora era la cebolla. Ayame sugirió ir a la habitación de Aiko a pedirle una.
—No, no creo que sea buena idea. —Daruu negó con la cabeza—. Ya le pediste tú una el otro día. No vamos a quitarle otra a la pobre.
«Igual nos manda a la mierda.»
—Como falta aún un poco para la hora de comer, podemos ir a comprar una rápidamente. Yo he venido a pedírtelo porque si la tenías tú nos ahorrábamos el viaje, pero vamos —explicó—. ¿Te vienes?
· · ·
Con la cebolla ya comprada y metida en una bolsa que aferraba firmemente en la mano, Daruu giró la llave en su cerradura y entraron en la habitación. Quizás era pequeña para ellos dos, pero seguro que encontraban una manera de que Ayame se sentase a su lado en el escritorio, que era bastante ancho. Sólo les faltaba una silla, pero de camino habían comentado que podían coger cualquier cosa para que les sirviera de apoyo. Y si no, siempre se podía sentar uno en el borde de la cama, aunque fuese un poco incómodo.
—Bueno, está el tema de dónde vamos a comernos la carbonara —rio Daruu—. Como no me siente yo en la cama o algo...
Sacó la cebolla de la bolsa y comenzó a picarla. Empezó a prepararla en la sartén.
—Esto va a tardar un poco, de modo que déjame hablarte sobre algo que he estado meditando mientras... —dijo—. ¿Te apetece entrenar conmigo?
—Tengamos un pequeño combate, Ayame-chan. Después de comer. O esta tarde.
31/08/2017, 13:09 (Última modificación: 31/08/2017, 13:10 por Aotsuki Ayame.)
—No, no creo que sea buena idea —respondió Daruu, negando con la cabeza—. Ya le pediste tú una el otro día. No vamos a quitarle otra a la pobre.
—Sí, tienes razón... Sería un abuso por mi parte. —Suspiró Ayame, hundiendo los hombros.
—Como falta aún un poco para la hora de comer, podemos ir a comprar una rápidamente. Yo he venido a pedírtelo porque si la tenías tú nos ahorrábamos el viaje, pero vamos —añadió él—. ¿Te vienes?
Ayame pegó un brinco ante la repentina invitación. Sin embargo, enseguida esbozó una sonrisa, ilusionada ante la inesperada cita.
—¡Claro! —contestó, ilusionada.
Puede que comprar cebollas no fuera el plan más romántico del mundo... pero mientras estuviera con Daruu cualquier cosa daba igual.
. . .
Regresaron a la habitación de Daruu cerca de una hora después, con la cebolla ya comprada. Dentro del apartamento, enseguida se hizo notable la falta de espacio para que dos personas pudieran estar allí cómodamente. Era evidente que los que habían planificado todo aquello no habían previsto que los participantes del torneo recibieran demasiadas visitas...
—Bueno, está el tema de dónde vamos a comernos la carbonara —rio Daruu, como si le hubiese leído el pensamiento—. Como no me siente yo en la cama o algo...
Pero Ayame, alarmada, no tardó en alzar las manos.
—¡Ah, no, no, no! —exclamó—. ¡Es tu habitación, me sabría muy mal que tú estuvieses incómodo! A mí no me importa sentarme en el suelo o en la cama, de verdad.
Daruu había sacado la cebolla de la bolsa y se dirigió hacia la parte de la cocina, donde tomó un cuchillo y comenzó a picarla y ponerla en la sartén.
—Esto va a tardar un poco, de modo que déjame hablarte sobre algo que he estado meditando mientras... —dijo él—. ¿Te apetece entrenar conmigo? Tengamos un pequeño combate, Ayame-chan. Después de comer. O esta tarde.
Sin embargo, no recibió respuesta enseguida. Y, para cuando se diera la vuelta, se encontraría a Ayame allí, detrás de él mientras se frotaba los ojos y lloraba desconsoladamente entre angustiados gimoteos.
A Daruu le extrañó un poco no recibir respuesta de Ayame, pero al fin y al cabo la muchacha era tímida, de modo que siguió a lo suyo, de espaldas a ella cocinando la cebolla. Sin embargo, unos segundos después escuchó un gimoteo intermitente. Se dio la vuelta.
Ayame estaba llorando como si le hubieran dado una mala noticia, y frotándose los ojos. Daruu se alarmó un momento. Luego, se dio cuenta de que probablemente la causa fueran las cebollas que había estado cortando. Y después volvió a alarmarse.
—¡Pero no te frotes más los ojos, idiota! —dijo, preocupado, y salió corriendo al baño. Allí, mojó una toalla con agua. Volvió al grueso de la habitación y le quitó prácticamente a la fuerza a Ayame las manos de los ojos. Suavemente, le dio en los párpados con la toalla—. ¡Toma, ten! Cuando te lloran los ojos con la cebolla, lo mejor es lavárselos. Si te los frotas, sólo vas a conseguir empeorarlo.
31/08/2017, 21:25 (Última modificación: 31/08/2017, 21:25 por Aotsuki Ayame.)
—¡Pero no te frotes más los ojos, idiota! —exclamó él.
—A... ¿Adónde vas? —preguntó Ayame, desesperada, al escuchar los pasos de Daruu alejándose a toda prisa. Después oyó el sonido del agua cayendo a través de un grifo, y apenas unos instantes después sintió el frescor la suavidad de un paño húmedo acariciando sus párpados.
—¡Toma, ten! Cuando te lloran los ojos con la cebolla, lo mejor es lavárselos. Si te los frotas, sólo vas a conseguir empeorarlo.
Ayame asintió con un débil gemido de dolor.
—S... sí... gracias... lo siento... —balbuceó, mientras agarraba el paño y humedecía sus ojos con él—. Gracias... gracias...
Ayame respiró hondo varias veces. El frescor del agua aliviaba aquel intenso escozor y pronto fue capaz de entreabrir los ojos, aunque las lágrimas seguían rodando por sus mejillas de manera imparable. Se volvió hacia Daruu, tratando de recomponerse.
—¿Has dicho entrenar? Pero Daruu-kun... ¿crees que es buena idea? —preguntó, inquieta—. Sólo quedan dos días para el comienzo de la segunda ronda. Si por cualquier cosa nos lesionamos o resultamos demasiado heridos nos podría costar el combate... y yo no puedo permitirme perder. No ahora —añadió, y en aquel breve instante sus ojos se incendiaron con un brillo fugaz de determinación contenida.
Daruu volvió a su puesto en la cocina, habiendo terminado ya esa pequeña crisis con las cebollas. Pasaron unos minutos, y Ayame contestó a su ofrecimiento, aunque dudó de si se trataba, en realidad, de una buena idea. Al fin y al cabo, sólo quedaban dos días para el inicio de la siguiente ronda del Torneo de los Dojos.
—Yo tampoco puedo permitirme perder —dijo Daruu—. Pero hace mucho tiempo que tengo ganas de medirme las fuerzas contigo.
Virtió la nata sobre la sartén, que ya desprendía un agradable olor a cebolla y bacon sofritos.
—Es una oportunidad para aprender a pelear sin hacernos un daño mayor, ¿no crees? —sostuvo—. Al fin y al cabo, en Amegakure deberíamos hacer lo mismo de tanto en tanto. Ahora mismo estamos haciendo misiones facilonas de rango D, ¡y ya en esas hemos tenido imprevistos más allá de nuestro nivel! Dime, ¿qué ocurrirá con las misiones de más rango? Si entrenamos en Ame y nos lastimamos, sería incluso fatal.
»¿No te atrae la idea de un pequeño sparring conmigo?
—Yo tampoco puedo permitirme perder —respondió Daruu, que había vuelto a la cocina—. Pero hace mucho tiempo que tengo ganas de medirme las fuerzas contigo.
La sartén silbó ligeramente cuando el chico vertió la nata, y Ayame tuvo que tragar saliva cuando un delicioso aroma a bacon y cebolla fritos inundó el ambiente.
—Es una oportunidad para aprender a pelear sin hacernos un daño mayor, ¿no crees? —insistió él—. Al fin y al cabo, en Amegakure deberíamos hacer lo mismo de tanto en tanto. Ahora mismo estamos haciendo misiones facilonas de rango D, ¡y ya en esas hemos tenido imprevistos más allá de nuestro nivel! Dime, ¿qué ocurrirá con las misiones de más rango? Si entrenamos en Ame y nos lastimamos, sería incluso fatal.
En eso no podía quitarle la razón. Y el ejemplo más claro había sido el de aquel macabro laberinto en una misión en la que no debería haber habido ningún tipo de riesgo para unos ninjas inexpertos como ellos.
—¿No te atrae la idea de un pequeño sparring conmigo? —volvió a empujarla, y Ayame frunció los labios ligeramente.
—S... sí... supongo... —balbuceó, incómoda, abrazándose un costado.
Sí. Claro que le atraía la idea de medir sus fuerzas con Daruu. Pero no le hacían falta poderes adivinatorios para conocer el resultado de un enfrentamiento así. Tenía miedo del poder de sus ojos. No sabía cómo podía enfrentarlos. Y si todo lo que le había contado Daruu sobre ellos era cierto, entonces era alguien prácticamente intocable. ¿Qué podía hacer ella frente a algo así?
Y aquel miedo sólo se sumaba el terror que sentía ante la perspectiva de lesionarse y no poder participar en la segunda ronda del torneo. O no hacerlo con sus máximas capacidades. Se había enfrentado a su padre, le había prometido que ganaría, ahora no podía simplemente no presentarse. ¡Era inconcebible!
Ayame titubeó detrás de Daruu. El muchacho no necesitaba pasar mucho más tiempo con ella para adivinar sus pensamientos, ni utilizar los poderes mentales que Zetsuo esgrimía. Daruu tenía, sin embargo, la firme opinión de que sólo podían ganar algo de un enfrentamiento así, fuese quien fuese el vencedor. También tenía la firme certeza de que tratar de hablarle a Ayame sobre esa posibilidad sólo sería dar una vuelta más al círculo y no la sacaría de él. De modo que siguió removiendo la mezcla en silencio.
Pasados unos minutos, el joven vertió la nata con el bacon y la cebolla sobre la olla con la pasta, y removió de nuevo el resultado. Cogió dos platos y sirvió la apetitosa comida. Le tendió uno a Ayame, sonriente.
—Espero que te guste. No es por presumir —«Por supuesto que es por presumir»—, pero mi receta de carbonara es mejor incluso que la de mi madre. Yo caramelizo la cebolla, y le queda de muerte.
Daruu se sentó en la silla del escritorio después de darle la vuelta y quedar frente a Ayame. Le tendió unos palillos y acto seguido comenzó a devorar la carbonara.
«Bueno, podría haber salido mejor si hubiera tenido pimienta negra», pensó con abatimiento. Pero era difícil encontrar todos los ingredientes que requerían sus conocimientos culinarios en Sendoshi.
—No aceptaré un no por respuesta. Pelearemos. ¡Somos compañeros de equipo! Tenemos que entrenar —dijo—. La única vez que hemos estado apunto de pelearnos ha sido durante aquella misión, ya sabes. La de las fresas shiroshimo. Aquella vez fue por un enfado. No quiero esperar a enfadarme contigo para poder disfrutar de un pequeño intercambio de golpes.
Daruu se mantuvo en silencio. Seguía removiendo la salsa carbonara y después vertió la mezcla sobre las espirales de pasta, ya escurridas. Tomó dos platos, sirvió dos porciones más o menos parejas y después le tendió uno de ellos a Ayame con una sonrisa en los labios que provocó un nuevo sonrojo en sus mejillas.
—Gr... gracias...
—Espero que te guste. No es por presumir, pero mi receta de carbonara es mejor incluso que la de mi madre. Yo caramelizo la cebolla, y le queda de muerte.
Se sentó frente a ella en la silla del escritorio, y ella hizo lo mismo en el borde de la cama con cuidado de no derramar nada. Le tendió unos palillos y casi ni se pensó el hecho de llevarse una de aquellas espirales a la boca después de soplar un poco para enfriarla. El sabor llenó su boca de forma inmediata. El sabor suave y cremoso de la nata se combinaba a la perfección con el sabor dulzón de la cebolla y lo salado del bacon. Ayame cerró los ojos un momento, disfrutando la sensación, y durante un instante empezó a preguntarse si Daruu no la estaría sobornando con su comida favorita.
—¡Mmmmmhhhh! ¡Qué rico está!
Y, casi como si le hubiese leído el pensamiento, Daruu habló:
—No aceptaré un no por respuesta. Pelearemos. ¡Somos compañeros de equipo! Tenemos que entrenar —sentenció, y Ayame se encogió ligeramente ante la intensidad de la mirada de aquellos ojos perlados—. La única vez que hemos estado apunto de pelearnos ha sido durante aquella misión, ya sabes. La de las fresas shiroshimo. Aquella vez fue por un enfado. No quiero esperar a enfadarme contigo para poder disfrutar de un pequeño intercambio de golpes.
Ayame jugueteaba con las espirales, haciéndolas girar con sus palillos y tratando por todos los medios de no establecer contacto visual con su compañero. Torció ligeramente el gesto. Era cierto. La única vez que habían estado a punto de enfrentarse fue en aquella pelea durante la misión con las fresas shiroshimo. Guardaba un recuerdo muy amargo de aquella experiencia, aunque jamás llegaron a tocarse siquiera. Y la verdad era que ella también ardía en ganas de medir sus fuerzas con él...
Pero el miedo superaba con creces a aquel deseo...
Y, sin embargo...
—Está bien... después de comer combatiremos... —accedió, casi a regañadientes.
Ayame accedió a regañadientes a combatir contra él. Los muchachos siguieron comiendo la pasta durante un rato más, totalmente en silencio. Pese que a Daruu no le había pasado desapercibida la actitud de Ayame, la achacaba más al miedo que a la desgana, y sentía que si cedía aunque fuese un poco en su insistencia, no dudaría en lanzarse en los brazos de una negativa directa. De modo que cuando terminaron y Daruu hubo fregado los platos de la comida, fue a buscar a su pareja y extendió la mano para ayudarla a levantarse.
—Es la hora. Vamos.
· · ·
Habían elegido uno de los dojos exteriores de Nishinoya: una plataforma de combate pétrea elevada dos metros por encima del césped del exterior, a algo de distancia, pegada a la falda de la montaña. Esa parte era recta por necesidad, y el resto de la estructura era un semicírculo de quince metros de punta a punta. Ellos estaban en el centro, cada uno a cinco metros del otro, y a siete y medio de la ladera de la cordillera. A Daruu, la pared le quedaba al flanco izquierdo. A Ayame, al derecho.
Daruu dejó el brazo izquierdo colgando y puso el derecho en jarra. Alzó una ceja y sonrió.
—Y bien, ¿cómo va a ser? —preguntó—. ¿Sólo Taijutsu, sin utilizar el Suika ni el Byakugan? ¿O vamos con todo? Lo digo por ti, que conste. Eres la que tenía miedo de las lesiones.
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– 20 metros de hilo, 2 bombas de humo, 2 kunai y 1 antídoto en el portaobjetos, atado al muslo derecho 20 senbon, sueltos en el portaobjetos de la espalda
Terminaron de comer, y la hora llegó de manera inexorable. Daruu condujo a Ayame hacia los exteriores de Nishinoya, y ambos se colocaron, frente a frente y a una distancia de unos cinco metros del otro sobre unas marcas invisibles. El campo de combate era una plataforma de roca que se alzaba a unos dos metros por encima de la hierba que crecía allí abajo. El terreno en cuestión estaba incrustado en la pared de la montaña, por lo que tenía forma de semicírculo y medía unos quince metros de punta a punta.
Un terreno interesante en el que se podían llegar a combinar movimientos horizontales con verticales.
—Y bien, ¿cómo va a ser? —preguntó Daruu, con una de sus manos apoyada en su cadera—. ¿Sólo Taijutsu, sin utilizar el Suika ni el Byakugan? ¿O vamos con todo? Lo digo por ti, que conste. Eres la que tenía miedo de las lesiones.
Oh, no. Elecciones. Su mayor debilidad.
—¡No tengo miedo! —replicó Ayame, con el rostro enrojecido—. Simplemente quiero estar plenamente dispuesta para darlo todo pasado mañana en el combate del torneo. Por eso...
Alzó la mano diestra, con los dedos índice y corazón extendidos en el sello de la confrontación.
—Por eso será mejor que de momento vayamos a Taijutsu limpio —sentenció, y una gota de sudor frío resbaló por su sien.
Ayame replicó que no tenía miedo, visiblemente molesta. Dijo que, simplemente, quería estar plenamente dispuesta para darlo todo pasado mañana en el combate del torneo. Por eso...
«...por eso tienes miedo». Daruu sonrió.
La muchacha sugirió que la mejor opción era que el combate se centrase en movimientos de Taijutsu únicamente. Al menos por el momento; formuló el sello de la confrontación. Daruu le respondió. Respiró hondo cerrando los ojos, marcó un kata de combate de los Hyuuga por un instante, y los abrió.
—Bien.
Dio dos rápidos pasos al frente, casi saltos, típicos de una pelea entre ninjas, para recortar las distancias con Ayame. Se impulsó, y se lanzó hacia ella con el antebrazo por delante para golpearle en la cara. Pese a que los movimientos de Daruu eran rápidos, Ayame fue capaz de ver el golpe venir con total tranquilidad gracias a unos reflejos bien entrenados.
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– 20 metros de hilo, 2 bombas de humo, 2 kunai y 1 antídoto en el portaobjetos, atado al muslo derecho 20 senbon, sueltos en el portaobjetos de la espalda