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—Por favor, cuando termine, necesito un médico en el tatami de combate, los enemigos se han marchado, pero el Uzukage y la Morikage han sufrido heridas, uno de ellos de gravedad, ha perdido mucha sangre y no puede moverse. Necesita atención urgente.
Las palabras de Reiji hicieron un nudo en el estomago de Hana. Su actitud le dio una patada en el culo y en el sotano de la vergüenza y la deshonra de la kunoichi, aparecieron cinco pisos más. Él aún estaba en tensión, peleando, seguramente no solo por su familia directa, sino por la villa, por Onindo. ¿Y ella?
Ella reunió toda la fuerza para aguantarse las lágrimas y la vergüenza por ahora. No era médico, tampoco había luchado cuando había tenido que hacerlo, se había quedado escondida, temblando. Ahora ya era tarde, no podía hacer nada más. Se centró de nuevo en Ren.
— Si... Supongo...
Hana sonrió a su hermana, estaba claro que dudaba porque tenía miedo de encontrar a sus padres y que... En fin... Intentó animarla mientras la acariciaba la frente para apartarle un poco el pelo.
— No te preocupes, Ren-neechan, seguro que están bien. Son un ninja y un samurai, ¿no? Habrán barrido el suelo con quien se les haya puesto por delante. Todo va a salir bien, ¿vale?
Si podía hacer sonreír a Ren, todo habría valido la pena. Habría hecho algo bueno por el mundo.
—Hana-san… La… La familia de Hana-san. ¿Está aquí? ¿Necesita que le ayudemos?
La pregunta de Ranko la pilló a contrapelo. Sus padres ya estaban muertos, no tenía parientes cercanos ni lejanos conocidos, mientras que todos tenían familia, ella... Entonces despertó. Definitivamente era idiota. Sonrió a Ranko.
— Mi familia está aquí, Ranko-chan. Justo aquí. — le removió el pelo a Ren con alegría mientras se la enseñaba a la kusajin.
Su hermana estaba ahí y estaba a salvo. Ella ya había salvado a su familia, que era lo que estaban intentando todos. De repente, se sintió euforica. Ren estaba a salvo, no era el momento de pensar en sus padres, era el momento de salvar a su familia.
— Vamos, Ren, seguro que hay algún lugar seguro por ahí y seguro que te están esperando.
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27/07/2020, 13:15
(Última modificación: 27/07/2020, 13:15 por Himura Ren.)
Sentía la imperiosa necesidad de preguntar por la Arashikage; había comentado sobre el resto de líderes. En el peor de los casos, estaría muerta, o... ¿Los abandonaría a su suerte? No, ella jamás haría algo así. Pese al miedo que infundía, Oda siempre recalcaba un detalle sobre ella; que tenía un corazón casi tan grande como su propia colera, pero solo unos pocos elegidos eran merecedores de ver ese lado. Y pese a que se reconocieron de hace ya un tiempo atrás, tampoco era quién para exigirle información.
Aunque seguramente Reiji sabía más sobre Ren, que esta sobre él; gracias a Hana. La misma que en aquel mismo instante la dejo completamente en evidencia delante de todos los presentes.
— Mi familia está aquí, Ranko-chan. Justo aquí. — le removió el pelo a Ren con alegría mientras se la enseñaba a la kusajin. La morena solo intercambiaba la mirada de un lado a otro, nerviosa sin saber que hacer y ruborizada.— Vamos, Ren, seguro que hay algún lugar seguro por ahí y seguro que te están esperando.
— ¿Eh? ¿Qué? ¿Y-Yo? E-Espera — replicaba nerviosamente siendo arrastrada por una euforia que jamas había visto.
Pero por más que la veía sonreír, más se calmaba su corazón; más sentía una calidez en el pecho, y más claro sabía cual era aquel sentimiento que tenía por su hermanastra.
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Una vez hubo terminado con la joven —o, al menos, había hecho lo justo para que viese la luz del mañana—, el ninja-médico fue interrumpido por un shinobi de pelo largo.
— ¿La Morikage y el Uzukage? —miró de reojo al hombre que sangraba profusamente por la frente y al hombre inconsciente. Se mordió el labio inferior. El uzujin había dicho que el Uzukage estaba muy grave— . ¡Intenta frenar la hemorragia con estas vendas! —exclamó, dejándole un rollo pequeño al hombre que sangraba por la frente— . ¡Vamos, uzujin, no hay tiempo que perder! —dijo, levantándose y corriendo hacia el interior del estadio.
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A Ranko le conmovió que Hana tuviera en tanta estima a su hermana, aunque le confundió un poco que le dijera a Ren que la estarían esperando.
”¿Ah? ¿Entonces Hana-san tiene familia qué buscar o no?” pensó, pero no hizo mucho caso.
—Entiendo, Hana-san, Ren-san. Madre y yo llevaremos a E-Etsu-san y Akane-san al dojo al sur. E-Esperamos que s-sea una zona segura de reunión…
Darían pie a que las hermanas le siguieran hasta el dojo interior, aunque no les dirían nada si decidían irse por otro camino. El médico de hacía un momento ya había aceptado ir a ver a los kages para atenderles, y Ranko sólo podría desear que su líder sobreviviera sin secuelas graves.
Iría al sitio, no muy lejos de allí en realidad, con la esperanza de encontrarse con su padre y su hermana, y que los Inuzuka se recuperaran. Ya había pasado lo peor. ¿No? Debía de haber acabado. Ranko quería dormir. Y comer.
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—Entiendo, Hana-san, Ren-san. Madre y yo llevaremos a E-Etsu-san y Akane-san al dojo al sur. E-Esperamos que s-sea una zona segura de reunión…
— Oh, ¿un lugar de reunion? ¿P-Podemos ir con vosotras, Ranko-san? — se giró a Ren. — Tal vez están ahí, Ren-neechan.
Al mirar de nuevo los ojos zafiros de su hermana sintió la necesidad de acercar más sus labios, de rozar los de la morena. Y lo hizo, pero en el último momento reculó. No, no, debía calmarse. Estaba Ranko y estaban en medio de pleno ataque, lo primero era llevarla a un lugar seguro.
— ¿T-Te parece bien? — preguntó sonrojada manteniendose demasiado cerca de Ren, sus alientos aún se encontraban.
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— ¿T-Te parece bien? — preguntó sonrojada manteniéndose demasiado cerca de Ren, sus alientos aún se encontraban.
— U-Uhm... — solo asintió avergonzada.
Ren no fue capaz de procesar cuando esta casi la besa por accidente, no era algo que la hubiera desagradado; de hecho le recordó al sueño que tuvo días atrás. Lo que sí que era capaz de sentir, eran sus dedos entrelazados, los de ambas manos. Cada centímetro de su piel, el calor de sus manos, la suavidad de su tez, la estrechez de sus dedos; y la gentileza con la que le apretaba las manos. Agitaría la cabeza suavemente, con un parpadeo, y después esbozaría una débil sonrisa.
— Sí, vayamos. Seguro que están allí
Pero eso no era lo que realmente deseaba. Claro que deseaba verlos sanos y salvos, con a lo mejor algún suave rasguño o herida; pero eso solo significaría, que no podría pasar más tiempo con ella. Y una forma u otra, era una excusa más para seguir a su lado.
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—P-por supuesto, Hana-san. —respondió la de la trenza, muy amable.
Hubo entonces algo entre Hana y Ren. Ranko no supo identificar qué fue. Parecía una chispa, efímera, que si hubiese parpadeado se la habría perdido. Mas a pesar de su corta vida, habría iluminado una noche sin luna por completo. Fue algo extraño, curioso, tal vez fruto del dolor o del cansancio, tal vez fruto del alivio y del contento de sobrevivir. Tal vez fruto de la mirada tan cercana de la rubia y la morena.
Ranko no supo qué fue, pero tuvo una curiosidad inmensa de ver esa chispa de nuevo. Las chicas se tomaron de la mano y comenzaron a andar al lado de las Sagisō.
—¿Amigas tuyas, Ran-chan?
—S-sí. Ehm… No. Bueno… conocí a Hana-san hace tiempo, cuando vinimos aquí la vez pasada y fui a entrenar al bosque… Pero no había visto a Ren-san antes.
—Ya veo. Oh, espera. Una rubia llamada Himura Hana y una morena llamada Himura Ren. Sí —Era raro ver aquel rostro en ese momento, tan lleno de poder, con una sonrisa juguetona —. Fue un combate… curioso el suyo.
—¿Eh? ¿Hana-san… se enfrentó a Ren-san…?
La madre charlaba más para con su hija, sin importarle que las dos chicas le escucharan, pero Ranko no quería ser maleducada. Komachi asintió repetidamente.
—Me alegra ver que hayan resuelto sus diferencias. Como hermanas se les ve bastante cercanas ahora.
—Oh… —sería lo último que soltaría Ranko.
Claro que la conclusión de que eran hermanas llegaría tanto por el apellido de las chicas como por el sufijo familiar que la Uzujin usaba para con Ren.
No tardarían mucho en llegar al dojo más cercano, y notarían cada vez más gente yendo hacia allá. Era normal designar puntos de reunión para situaciones de emergencia.
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Cuando llegasen al dojo más cercano; un inmenso hombre entrado ya en edad parecía estar comandando a toda la gente que cruzaba de un lado a otro, en la entrada del edificio. Se le notaba mayor, con algo más de unos cincuenta años, una inmensa y lacea cabellera gris que llegaba casi hasta el final de su espalda. Las arrugas de su rostro estaban más que marcadas, y sus ojos eran profundos y apagados; vestía con unas botas de combate altas, el típico pantalón de los ninjas y una larga chaqueta que llegaba hasta los tobillos tan negra como sus botas; y con negro sobre negro, una camisa oscura bajo aquella chaqueta.
— ¡Todo aquel que no sea necesario, que desaparezca de mi vista; quiero ver los pasillos los más vacíos posibles! ¡Despejad todas las habitaciones posibles! — le gritaba con un dedo acusador, a un enfermero. — ¿Seguimos teniendo agua y luz?
— ¡S-Señor, usted no es médico, ni siquiera debería estar aquí! — respondió aterrado ante el porte de aquel hombre.
— Pero sé perfectamente que toda esta gente necesita ayuda; y si al menos puedo comandar correctamente, si puedo salvar aunque sea una sola vida porque hemos hecho las cosas bien. Habrá merecido la pena; así que todos los que tengan tiempo de discutirme, tienen tiempo de salvar a alguien — respondió aferrándose a los hombros de aquel hombre, con una mirada casi inhumana, chocando ambas frentes; en cuanto lo liberase, aquel hombre correría por los pasillos.
Su seriedad no desaparecería ni por un instante, mientras observaba como aquel hombre huía ante él. El ver a más gente entrar, lo alertaría girándose levemente sin perder su expresión, para caminar sin duda.
— ¿Venís del estadio? ¿Como esta la situación? ¿Estaís alguno...?
— H-Hola Oda-san... — respondería tímidamente, al verle tan alterado.
—Gracias a los Dioses... — dijo con su áspera voz característica, se llevaría entonces una mano a la frente. — Disculpadme... Pero no hemos parado desde que la gente comenzó a correr erráticamente. Conseguimos evacuar a bastante gente, intentando que salieran de forma ordenada; pero tras aquellas explosiones... Todo se volvió el mayor de los caos
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—Ya veo. Oh, espera. Una rubia llamada Himura Hana y una morena llamada Himura Ren. Sí . Fue un combate… curioso el suyo.
Intentó no fisgar en la conversación de Ranko tanto como le fuese posible, ella y Ren no hablaban, solo andaban más preocupadas por la otra que preparadas para empezar una conversación. Sin embargo, al oír sus nombres, tuvo que prestar atención. Cuando la mujer nombró el combate, a Hana le cayó una gota de sudor frio por la espalda.
—Me alegra ver que hayan resuelto sus diferencias. Como hermanas se les ve bastante cercanas ahora.
Y Hana se alegraba de que no entrase en detalles. Se habían chillado muchas cosas de las que no se sentía orgullosa en aquel combate, sin contar el beso que le robó al final a Ren. Sin duda, cosas que no quería airear y menos ahora.
Ren parecía totalmente inmersa en caminar y Ranko y su madre en su conversación, así que Hana se calló y siguió el ritmo hasta llegar al dojo más cercano. Escuchó una voz familiar al acercarse, pero fue la reacción de Ren la que le hizo reconocer del todo a la persona que portaba tal vozarrón.
— ¿Venís del estadio? ¿Como esta la situación? ¿Estaís alguno...?
— H-Hola Oda-san...
—Gracias a los Dioses... Disculpadme... Pero no hemos parado desde que la gente comenzó a correr erráticamente. Conseguimos evacuar a bastante gente, intentando que salieran de forma ordenada; pero tras aquellas explosiones... Todo se volvió el mayor de los caos
— Oda-san, Ranko-chan y Ren aún están heridas de sus combates. ¿Hay alguien que pueda examinarlas? Aunque sea para asegurarnos de que... de que están bien.
Iba a soltar "de que no se van a morir" pero no le pareció bonito decir una salvajada así. Aunque fuese verdad, la sola idea de que una de las dos muriese le partía el corazón, si llegase a pasar, jamás se lo perdonaría. Sobre todo al tener en cuenta que tanto Ren como Ranko se habían peleado con uzujines.
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31/07/2020, 03:20
(Última modificación: 31/07/2020, 19:52 por Sagiso Ranko. Editado 1 vez en total.)
La marcha fue cansada, pero constante. Al final llegaron al dojo, donde un hombre mayor parecía dirigir el lugar, a pesar de no ser médico. Komachi llevaría a Etsu junto con otros heridos y el clon de Ranko le acompañaría con Akane a hombro. Depositarían en el suelo a los Inuzuka con sumo cuidado.
—Éstos dos están en shock —indicaría la mujer en voz alta —. Sí, el perro también es de los nuestros. No parecen tener nada más grave —Luego se dirigiría al hombre al mando para responderle—. Un caos, por supuesto. Parece que los atacantes se retiraron ya, y Morikage-sama y Uzukage-sama están heridos. Había médicos en las inmediaciones, pero no parecen darse abasto. No sé mucho más.
Tal parecía que las Himuras conocían a aquel Oda, y la rubia preguntó por médicos para tratar a su hermana y a Ranko.
—Oh, n-no, no es necesario. E-estoy más que nada… cansada. Mis heridas habían s-sido tratadas anteriormente y… y… sólo estoy exhausta —No quería dárselas de ruda, pues era cierto: su vientre, si bien le dolía bastante, no sangraba, y la mella física venía del esfuerzo principalmente. Una larga siesta y un buen festín y estaría fresca como una rosa —. No sé si Ren-san… ¡Oh, disculpa! Sagisō Ranko, u-un gusto…
La de la trenza le dedicó una pequeña y levemente dolorosa reverencia a la Amejin. Se le había hecho un poco maleducado no haberse presentado ante ella previamente, aunque conociese a Hana.
—Ran-chan, cariño, no creo que sea tiempo para… Ahm… ¿Ran-chan? ¿Me prestas un hombro?
La mujer se había interrumpido para dar dos pasos veloces hacia Ranko. Luego suspiró con pesar. Su cuerpo perdió firmeza y sus músculos se encogieron levemente. Su rostro se tornó mucho muy cansado y su frente perdió aquella agresiva vena. Parecía un metal ardiente al que le hubiesen echado agua fría de repente. Ranko se apresuró para atrapar a su madre y evitar que cayera al suelo. Los ojos de la mujer habían regresado a su castaño normal.
—Gracias. A-ahora déjame… Déjame descansar un rato…
Ranko asintió y acompañó a su madre, antes imponente, ahora reducida por el uso de las Puertas Internas. Afortunadamente no había abierto más de un par, aunque su cuerpo estuviese resentido de tal técnica. Le ayudaría a sentarse con la espalda contra la pared.
”No veo… No veo a Kuu-chan ni a padre aquí…” pensó después de un angustiado vistazo a la estancia.
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31/07/2020, 13:26
(Última modificación: 31/07/2020, 13:26 por Himura Ren.)
Oda no tardó un instante en ayudar a descargar los cuerpos de Etsu y Akane; el primero en una silla cercana y el canino con delicadeza en el suelo.
—La respiración parece normal; tal vez sea solo cansancio, por todo esto, o por los combates... — pronunció examinando el pulso de estos; Oda carecía de conocimientos médicos, pero lo compensaba con una abismal experiencia y extensos conocimientos en diversos campos. No pudo evitar mirar de reojo a todos los presentes, en especial aquella que irradiaba con tanta fuerza la potencia de Las Puertas. Y en el momento que dos agitados miembros del dojo pasaran por su lado, les haría un suave gesto para pedirles que los cargasen y acompañasen.
—. No sé si Ren-san… ¡Oh, disculpa! Sagisō Ranko, u-un gusto…
— N-No te preocupes, Ranko. Es un placer — dijo cogiéndola de una mano y sonriendo tímidamente tras su reverencia. — Solo deseo que este día acabe ya.. — Y esta, se entristeció con suavidad.
—Ran-chan, cariño, no creo que sea tiempo para… Ahm… ¿Ran-chan? ¿Me prestas un hombro? — Y lo inevitable sucedió; como un globo que se desinflaba lentamente, sus músculos encogieron y sus fuerzas mermaron a una velocidad vertiginosa. —Gracias. A-ahora déjame… Déjame descansar un rato…
Al lado contrario por el que Ranko la sostuvo, el grisáceo amejin pasó el brazo de ella por encima de su nuca, levantándola más, y negandole a Ranko su ayuda.
—Dejámela a mí, todavía quedan camas y estamos consiguiendo liberar todas las posibles. — comenzaría a andar con el cuerpo de la madre de Ranko, acompañándose del resto. — Salvo algún caso suelto, todos están colaborando; los más graves los estamos trasladando a los dojos más interiores, y los que están recuperados los estamos evacuando por un túnel subterráneo. — soltó entonces un bufido. — Para que luego vengan cuatro imbéciles que son tan solo rocas y tierra.
Tras una breve caminata por los pasillos, correría una de las puertas laterales y cruzaría el marco de esta. Sobre el tatami tradicional, había varios fuutones, algunas sillas para sentarse e incluso una cama con buena estructura; donde dejó reposar a la madre de Ranko.
— En fin, descansad lo que podáis; cuando llegasteis, uno mis cuervos afirmó que el enemigo se había retirado, pero no podemos estar seguros. Si me necesitáis, estaré en uno de los patios traseros — y después de que aquellos acompañantes dejaran el cuerpo de Etsu dentro de uno de los futon con Akane a su lado, los tres se marcharían con prisa.
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Hana no dijo nada. Ni siquiera miró a nadie. Bajó la mirada sintiendose completamente fuera de sitio. Oda-san ya había tomado control de la situación casi sin parpadear y parecía calmado y maduro. Con su edad, era normal. Pero incluso Ranko y Ren, que estaban heridas, parecían más compuestas que ella misma.
Finalmente, cuando Oda-san se fue, Hana sintió que era el momento de decir algo, de tomar la iniciativa, de ser la kunoichi fuerte y responsable que debía ser. Miró a Ranko y a Ren y abrió la boca.
— Ranko-chan, Ren-neechan, de-deberíais descansar. Estáis heridas de vuestros combates y habéis estado moviendoos de arriba para abajo sin descansar. T-tumbaos un rato... por favor. — había intentado sonar tan directa como Oda-san.
Así no les dejaría espacio de protesta, pero al final, le salió más como una súplica desesperada que como una orden firme.
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Fue, sin embargo, Oda quien asistió a Komachi, y le llevó a otra habitación mientras le comentaba más sobre la situación. La mujer no puso queja, y le agradeció.
Ranko correspondió al saludo con mano y a la sonrisa de Ren. La Kusajin dirigió su sonrisa a Hana también.
—Gracias, Hana-san. Tienes… Tienes razón. A-aunque quisiera esperar. También tengo una hermana ¿saben? —Alternó su mirada de una chica a la otra —. Debe… Debe estar en camino, junto con m-mi padre. Se me antoja algo de comer.
"Una buena parrillada... Como esa vez con los chicos... Me caería bastante bien. Tal vez luego podramos salir de nuevo..."
Ranko rió nerviosamente. Sentía que su energía disminuía lentamente. Su cuerpo en realidad le exigía descanso, no podía oponerse a la sugerencia de la rubia.
—C-creo que me sentaré por allá, ¿e-está bien? —Ranko apuntaría hacia fuera y, si nada se lo impedía, saldría del dojo para sentarse fuera del edificio, con la espalda contra un pilar. Lo haría principalmente para esperar al resto de su familia, aunque también era para salir del camino de todos y no molestar a quienes llegaran al dojo.
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—Gracias, Hana-san. Tienes… Tienes razón. A-aunque quisiera esperar. También tengo una hermana ¿saben? —Alternó su mirada de una chica a la otra —. Debe… Debe estar en camino, junto con m-mi padre. Se me antoja algo de comer.
Ren tragó saliva, comenzaba a desear que dieran algún tipo de señal, así la joven dejaría de sufrir por lo menos un tiempo. «¿Pero y Nanashi? E-Estaba tan en shock por todo, que se me ha olvidado preguntarle a Oda por él...» Pero seguir preocupándose no tenía sentido, Han atenía toda la razón del mundo; si no descansaban aunque fuera un poco, pasarían a ser un estorbo más que una ayuda.
— Estarán bien Ranko... — dijo intentando tranquilizarla, pero era incapaz de transmitir la misma calma que Hana era capaz de transmitirle solo a Ren.
—C-creo que me sentaré por allá, ¿e-está bien? —
— Pero no te alejes mucho, no creo que a tu madre le haga mucha gracia — dijo devolviendo la mirada, a Komachi, que yacía sobre la cama descansando.
Solo quedarían Hana y Ren en la habitación, o por los menos conscientes, el resto estaban realmente agotados. Ren extendió uno de los futones por el suelo, haciendo caso a las indicaciones de su hermana. Arropada ahora por las sabanas, giró todo su cuerpo para estar de cara a Hana, sin perderla de vista por un segundo, parecía querer decirle algo, pero no sentía el coraje suficiente. Estiró una mano por fuera de las sabanas, ofreciéndosela a la rubia, mostrando aquella parte vulnerable que solo salia a la luz con Hana.
— Te... ¿T-Te quedarás aquí conmigo?... — si no llega a ser por las mantas, Hana hubiera visto un claro y suave rubor.
Un cuervo volvía graznando con fuerza y se posó en el hombro de Oda; para después, juntarse a otra decena de ellos a la espalda del amejin, sobre un árbol de cerezo, ahora oscurecido por millares de plumas. Aquel improvisado cuartel en el patio del dojo, con una mesa redonda donde un gran mapa del valle de los dojos se extendía, el hombre de avanzada edad parecía presidir la mesa; a su alrededor se agrupaba gente de los dojos, y las aldeas, algunos de estos con rangos militares, pero todos parecían convencidos con la gestión de aquel hombre.
— Sea quien sea el autor de esto... Solo es un maldito monstruo — dijo rechinando los dientes.
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1/08/2020, 16:20
(Última modificación: 1/08/2020, 16:20 por Himura Hana.)
—C-creo que me sentaré por allá, ¿e-está bien?
Quiso placarla. Ahí mismo. Tirarla al suelo y obligarla a descansar hasta que le saliese a ella de la real gana dejarla ir. Sin embargo, tras un día tan complicado y en el que había sido tan humillada, tanto por sus enemigos como por sí misma. No se sentía ni tan fuerte para conseguir tumbar a Ranko, ni tan diestra como para hacerlo sin causarle más daños.
Suspiró, no le gustaba nada ser incapaz de detener a la de la trenza, pero tampoco la conocía tanto como para presionarla más.
— ¡Si te encuentras mal, Ranko-chan, vuelve a entrar de inmediato! — de nuevo, en su voz había más pánico y preocupación que el tono propio de una orden.
Al menos, Ren-chan sí le hizo caso. Lo cual inundó de alivio su corazón. A ella sí la hubiese placado, todas las veces que hiciese falta. La amejin agarró un futon y lo extendió en el suelo, para meterse dentro poco después. Hana, como si fuese una costumbre milenaria, se sentó automaticamente al lado del futon para acompañar a su hermana.
— Te... ¿T-Te quedarás aquí conmigo?...
Le estaba ofreciendo una mano que la uzujin aceptó sin segundos pensamientos, mientras con la otra le acariciaba suavemente el pelo.
— Claro que sí. Duermete y aquí estaré cuando te despiertes. — le aseguró con una sonrisa.
Viendo a su hermana tan cansada, pidiendole que se quedase con ella se dio cuenta de que tal vez no había salvado mil vidas, pero al menos había salvado más de dos. La de su hermana, la suya y la de todas las personas que se sentirían destrozadas si una de las dos desapareciera. Era algo con lo que se podía conformar.
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