Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Datsue caminaba por el puente que conducía al edificio del Uzukage bajo un cielo triste y apagado, tan inusual en verano. Los nubarrones ni siquiera iban cargados de lluvia, simplemente eran manchas de distintos tonos grisáceos que ensuciaban la bóveda celeste y ocultaban el sol.
No era lo único que estaba apagado aquel día. Datsue echaba en falta ciertos sonidos que solían inundar la villa a aquellas horas de la mañana. Los gritos de los niños al salir de casa. El canto de los pájaros. El bullicio. Las risas.
Y todo se había vuelto más triste de lo normal. A ojos del Uchiha, las características tejas de Uzu ya no destacaban sobre la piedra gris como los labios pintados de rojo de una mujer de piel pálida, sino que ahora más bien parecían un viejo moretón en la boca. Las barandillas rojas del puente ya no se reflejaban en las revueltas aguas del río evocando el símbolo de Uzu, sino que ahora recordaban… a una barandilla reflejada en el agua. Sin más. Era como si las mismísimas flores del cerezo hubiesen decidido vestirse de negro.
Motivos no faltaban. ¿Cuánta gente habría perdido a seres queridos hacía menos de una semana en el Valle de los Dojos? ¿En qué situación quedaban después de haber perdido al Daimyō? El Señor Feudal había caído, y si bien eso hubiese sido un duro mazazo para cualquier nación, para Uzu significaba también recordar viejos temores y dudas pasadas. Después de todo, la villa no se había caracterizado por tener una gran estabilidad tras la muerte de Shiona.
Datsue suspiró, apoyando la espalda en una pared del edificio, junto a la puerta, mientras aguardaba a Reiji. Quizá no era un día tan oscuro como su mente le quería hacer ver. Quizá el sol no se veía porque simplemente todavía no había salido. Quizá las flores de los cerezos seguían siendo rosas. Quizá, simplemente, era que sus ojos ya no eran los mismos. Ya no reflejaban ese brillo zorruno de siempre. Ahora tan solo eran negros, negros sin más, y absorbían la luz del ambiente con un matiz distinto.
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¿Como iba a reaccionar Hanabi ante la información de que uno de sus ninjas llevaba meses con ma localización de uno de los enemigos de Oonindo? Bueno, en realidad... Había dejado un reporte para que me hiciera llamar, pero claro... Quizás para algo tan importante tenia que haberme presentado en su despecho de inmediato.
En fin, si había hecho mal, ya nada se podía hacer. Solo quedaba contarle todo, y soltarle la idea de Gyūki y confiar en Hanabi. De momento, había ido todo bien, y seguramente, si confiaba, las cosas seguirían así. O eso esperaba.
Aquél dia era un poco gris, las nubes aún cubrían el cielo y apenas se veía la luz del sol. Quizás el ambiente también estaba gris, habían pasado muchas cosas. Pero no podía dejar que el cielo ni el ambiente apagado me nublasen a mí. Datsue y Hanabi se habían esforzardo por sacar mi lado bueno, y no podía permitirme ensombrecerme cuando más se necesitaba algo de positividad.
Así que ante todo, me dirigí al edificio del Uzukage como si fuese un dia cualquiera, sonriente. Obviamente, como siempre iba bien de tiempo. Odiaba llegar tarde, y ademas, estaba acostumbrado a madrugar. Aunque para guando llegué, pude ver que Datsue ya estaba allí, apoyado sobre la pared junto a la puerta.
Me acerqué hasta él y le saludé.
—Buenos días. ¿Listo para sujetar a Hanabi? Seguro que se cae de la silla cuando sepa que el enemigo se esconde en el territorio de Yui.
Aunque después de la historia del viajecito hasta la tierra de los samuráis, que no pareció sorprenderle tanto, no sabía si algo así podría sorprenderle. Igual el sorprendido era, de nuevo, yo.
Datsue empezaba a dudar de semejante reacción. Sí, Hanabi era muy dado a recibir las noticias impactantes con cierta emoción, por así decirlo. Hasta le había visto en alguna ocasión tomarse alguna que otra pastilla para calmar la ansiedad, o desmayándose incluso, pero en los últimos tiempos había recibido tantas bombas en el pecho que el Uchiha empezaba a creer que ya se estaba haciendo inmune. O, por lo menos, que ya no le afectaban como antaño.
«Es como si a alguien le bombardeas a bombas sonoras día tras día. Al final acaban haciéndole menos efecto no ya porque se acostumbre o se haga más duro sino porque… Bueno, el pobre acabará con una sordera de aúpa».
Pestañeó varias veces al darse cuenta que todavía no había respondido a Reiji, tan perdido como estaba en sus pensamientos.
----Todo lo listo que uno pueda estar. Vamos —dijo, siendo el primero en adentrarse al edificio y preguntar al secretario que estuviese si Hanabi estaba disponible.
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Hyūga Kyoko levantó sus ojos perlados y los clavó en Datsue, luego en Reiji. Pareció encogerse sobre sí misma, retrocedió un paso y juntó los dedos índice de ambas manos.
—N... no, lo siento. No está disponible, y lleva ya u-una hora sin poder atender a nadie —tartamudeó—. E-está re-reunido con... con... con... —La chica palideció y abrió mucho la boca, con los ojos clavados en la escalinata de piedra que llevaba pisos superiores—. ¡Ah!
¡ZAPONK!
Como disparada por un muelle, Kyoko dobló el torso en una reverencia exagerada, golpeando la frente contra el escritorio. Todo su cuerpo temblaba, quizás por miedo, quizás por tener que aguantar el dolor sin decir palabra. En el fondo era lo mismo.
—Datsue-kun, ¡cuánto tiempo! —dijo una voz conocida, aunque ahora distante en el recuerdo.
—¿ConocesaMishiko-sama-dono? —susurró Kyoko, casi incomprensiblemente, con voz de pito.
Tres personas bajaban por la escalinata. La que se había dirigido a Datsue era una Uzumaki de cabello corto, ojos afilados y una sonrisa algo traviesa, aunque ahora el Uchiha no podía evitar fijarse en que estaba torcida. Era como una de esas sonrisas que uno pone cuando un amigo le cuenta un chiste inocente... tras el velatorio de un familiar muerto. Una de esas sonrisas a gusto, pero con sabor extremadamente amargo.
Los otros dos le dedicaron a Datsue, a Reiji y también a Kyoko una pequeña reverencia rutinaria a modo de saludo. Había otra Uzumaki. Sanona. Reiji no la conocía, pero había algo en ella que la hacía extremadamente familiar. El restante, Uzumaki Ryūkajīn, el más viejo y sabio de los tres, lo demostraba como siempre con su barba, larga como la de un mago de las leyendas.
—Ya os dejamos a Hanabi-kun tranquilo, no os preocupéis —dijo, serio. Cansado—. Lo siento por lo que tuvisteis que vivir en el Torneo, chicos —añadió, dedicándoles una mirada amable y apoyando una de sus manos en el hombro del Uchiha, específicamente.
—Algún día pagarán por lo que han hecho —dijo Sanona—. Pero ahora tenemos que mirar por nuestro país.
—Eso me temo. Pero mejor que dejemos que Hanabi se termine por decidir, Sanona. —Sanona asintió, y Ryūkajīn hizo entender a Datsue con un ademán de la cabeza que tenían que marchar—. Si vais a contarle malas noticias, será mejor que seáis suaves con él. Dadle algo de charla antes de nada. Las cosas no están... del todo bien, y ha pasado por mucho últimamente. Lo encontraréis en la sala de reuniones del primer piso.
Los Tres Sabios Uzumaki salieron del edificio cuchicheando entre ellos. Antes de que sus voces se apagaran, llegaron a escuchar:
—Una cosa hay que reconocerle. Los tiene bien puestos.
—Por la cuenta que nos trae a todos, que así sea. El último deseo de Rasen...
—N... no, lo siento. No está disponible, y lleva ya u-una hora sin poder atender a nadie —Pero... pero... di nosotros habíamos llegado a primera hora, los primero, para pillarlo libre si o si ¿Como era posible?—. E-está re-reunido con... con... con... —¿con quién?¿Quien había llegado antes que nosotros?¿Katsudon?¿Le estaba contando todo a Katsudon?— ¡Ah!
¡ZAPONK!
Menudo golpe se acababa de dar en la frente la muchacha de la recepción contra el escritorio al hacer una reverencia a... Me giré a comprobarlo.
—Datsue-kun, ¡cuánto tiempo! —Alguien desconocido para mí, al menos hasta que la recepcionista habló otra voz, susurrando.
Básicamente, Datsue los había descrito justo el día anterior, aunque no físicamente, claro. No al menos a todos ellos, de una, había mencionado que era la hermana de Shiona, y joder si lo era, era clavadita a ella. Hice una reverencia en dirección a los tres, aunque sin golpearme con nada.
—Ya os dejamos a Hanabi-kun tranquilo, no os preocupéis —Dijo el unico hombre y el que parecía más mayor de todos. Debia ser Uzumaki Ryoukajiin, segun lo que había descrito Datsue —. Lo siento por lo que tuvisteis que vivir en el Torneo, chicos.
Por su forma de hablar parecía buena gente. Es decir, se estaba disculpando por algo por lo que no tenia la culpa, Nadia habría podido predecir lo que iba a suceder, y mucho menos que iban a causar ese caos. Quizás, si podría haberse esperado un ataque de Kurama, al fin y al cabo se juntaban los Jinchurikis en un mismo sitio, pero no de una panda de criminales.
—Algún día pagarán por lo que han hecho —Si que pagarían. Datsue estaba decidido a darles caza, y yo pensaba seguirle.—. Pero ahora tenemos que mirar por nuestro país.
—Eso me temo. Pero mejor que dejemos que Hanabi se termine por decidir, Sanona. Si vais a contarle malas noticias, será mejor que seáis suaves con él. Dadle algo de charla antes de nada. Las cosas no están... del todo bien, y ha pasado por mucho últimamente. Lo encontraréis en la sala de reuniones del primer piso.
Bueno. Malas noticias no eran. Al fin y al cabo, el descubrimiento de la guarida del enemigo era una buena noticia, quizás incluso los miembros del consejo hubieran querido escucharlo, pero antes de que pudiera abrir la boca, ya se habían marchado.
Quizás había perdido una oportunidad de oro para hacer la propuesta que había comentado con Datsue, pero no parecía el mejor momento para algo así. No por las caras que tenían y sus palabras. No entendí lo último que alcanzamos a escuchar, pero no parecía una buena señal.
—Bueno, creo que ya es nuestro turno ¿Verdad? No te preocupes, creo que lo que traemos no son malas noticias. —Le pregunté a la chica de la recepción, aunque sin olvidarme, claro, del golpe. —A todo esto... ¿Estas bien? Menudo golpe...
Yo no era médico, pero desde los acontecimientos del torneo, de golpes en la cabeza, algo sabía.
«¡Vaya golpazo!» En el interior de su cráneo, la voz de Shukaku retumbó en una atronadora carcajada. Esos golpes eran de los que dejaban chichón, y de los gordos. No obstante, Datsue no tuvo siquiera tiempo a reaccionar, pues enseguida vio el porqué del susto de Kyoko: el Consejo de Sabios al completo bajaba por las escaleras.
—Datsue-kun, ¡cuánto tiempo!
—¿ConocesaMishiko-sama-dono?
—Es una larga historia… —respondió, también en susurros, antes de dedicar una reverencia a los Tres Sabios.
No habían cambiado un ápice, aunque ahora Datsue los veía con otros ojos. Quizá tuviese algo que ver con que en aquella ocasión no estaba frente a ellos para ser juzgado, sino como mero compañero de villa. Ryükajin se acercó a él y le dijo que lo sentía por lo que habían vivido en el torneo. Datsue le miró a los ojos y asintió. No dijo nada, pero su mirada habló por él. «Lo sé», quiso transmitirle. «Yo también lo siento».
Cuando se fueron, Datsue alcanzó a oír lo que cuchicheaban entre ellos. «¿El último deseo de Rasen? ¿Mirar por nuestro país? Que… ¿A qué se estarán refiriendo?», se preguntó, intrigado. Fuese lo que fuese, tenía claro que habían estado debatiendo sobre algo. Sobre algo importante.
Las palabras de Reiji le sacaron de su ensimismamiento, arrancándole una sonrisa traviesa.
—Ah, las mesas son una trampa mortal, ¿eh? ¡Peor que un hilo shinobi atado a un sello explosivo, ya lo digo yo! —Siempre con esas esquinas mortales con las que te tropezabas con la punta del pie o un costado. ¡Qué rabia daba!—. Nah, no hay vergüenza en ello, Kyoko —dijo, tras la broma—. Uno de los ninjas más fuertes que he conocido en mi vida fue derrotado por un somier una vez.
Aunque aquel recuerdo que compartía con Eri y cierta otra persona hizo que se le ensombreciese la sonrisa y se le quitasen las ganas de vacilar a nadie.
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—¡Ayayayayayay! —se quejaba Kyoko, frotándose la frente, tan roja como un tomate. Asintió ante la preocupación de Reiji, y la broma de Datsue casi hizo que volviese a clavar la frente en el escritorio. ¡Datsue se codeaba con Hanabi y ahora también con el Consejo! ¡Era esencialmente un superior más, como Hanabi, como...!
»¡S... sí, por favor, suban! No se preocupen por mí, yo me... yo me curaré esto. ¡Ay! —exclamó, al ver la marca en un pequeño espejo que había al lado de la mesa.
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Los golpes en la cabeza eran una putada. Si hubiese tenido la bandana en la frente, seguramente le hubiese dolido menos. Los que usaban una de mala caladidad, claro, probablemente correrían la misma suerte que había sufrido Kyoko. Con bandanas de mala calidad también tenia experiencia. Y aunque ella había asentido para responderme que estaba bien, su rostro y el moratón de su frente decían otra cosa. Pero bueno, yo heridas en la cabeza no sabia curar. Hacerlas era otra historia.
Y hablando de hacer cosas, una de las que hacia de maravilla Datsue era hacer amigos. Se relacionaba con todo el mundo con una facilidad pasmosa, con los miembros del consejo, con Hanabi, con la recepcionista, conmigo... todo lo contrario que yo, aunque probablemente se debía a mi forma de ser.
En fin, eso no era lo importante, si no lo que teníamos que contarle a Hanabi. Y ya teníamos permiso para ir a visitarlo, aunque él no nos estaría esperando, y menos a nosotros.
—Pues vamos para arriba, que es importante. —Dije mirando a Datsue. —Si te vuelve a atacar una mesa, pega un grito y bajamos a ayudarte —me dirigí esta vez a Kyoko, continuando la broma de Datsue.
—¡Oye! —exclamó Datsue, dando una colleja a Reiji. Una colleja amistosa, pero colleja al fin y al cabo—. Menos bromas con una superior. Tira para arriba, anda —dijo, negando con la cabeza e intentando frenar la sonrisa que le nacía en los labios. Lo peor era que le había hecho gracia el chiste—. Ah, estos jóvenes de hoy en día… Nos vemos, Kyoko —dijo despidiéndose con un gesto de mano.
Subió las escaleras junto a Reiji con lentitud, casi podía decirse que con desgana. Una parte de él hubiese deseado quedarse un rato más con Kyoko, charlando y riendo sobre cualquier tontería, olvidando por unos momentos lo que había acontecido en el torneo. Las pérdidas. Los nuevos frentes abiertos.
Cuando llegó a la sala de reuniones y se paró frente a la puerta, suspiró. Si él ya estaba así, no quería ni imaginarse cómo estaría Hanabi, teniendo que ocuparse de las consecuencias y sabe los Dioses de qué más. «Mirar por nuestro país… ¿A qué se estaba refiriendo Sanona?»
¡Toc, toc, toc! Aguardó unos instantes y abrió la puerta.
—Hanabi-sama. —Nada más pasar se cuadró y realizó una reverencia militar—. Reiji y yo venimos a comentarle cierta cosa. ¿Tiene un momento?
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1/09/2020, 16:07 (Última modificación: 3/09/2020, 18:28 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Menos mal que Uchiha Datsue frenó los pies a su subordinado antes de tiempo, porque Kyoko tenía un límite y estaban jugando a rebasarlo. La mujer ya había hecho retroceder su pie derecho, y había adelantado la palma de la mano hacia adelante. En el último momento, lo disimuló despidiéndose con una sonrisa. Aunque las venas alrededor de los párpados cerrados la delataban.
· · ·
¡Toc, toc... flush! La mano de Datsue cortó el aire. En el otro lado, el Uzukage sujetaba con la mano izquierda el picaporte de la puerta. Sus ojos, hundidos y con claros signos de imsomnio, se mostraron sorprendidos. Pasearon entre Reiji y Datsue varias veces. Aunque probablemente nuestros dos protagonistas no se estaban fijando en los ojos.
Sino en la manga del haori, que colgaba sin encontrar sustento, allí donde una vez Sarutobi Hanabi había tenido un brazo derecho.
—Chicos. —Hanabi sonrió afablemente—. Me alegro mucho de veros. ¿Cómo estáis?
La colleja llego nada mas terminar mis palabras, y eso que bromeaba con ella de buena fe, no para vacilar a la pobre muchacha, que bastante tenia con el golpe en la cabeza. Aún así, me la merecía. Y algo me decía, un sexto sentido, que aquello había sido lo mejor. No me quejé. Si no que acompañé.
Datsue llamó a la puerta. O al menos, lo intentó, pues la tras el segundo golpe y justo antes de que sus nudillos tocasen la puerta una tercera vez, está se abrió de golpe, dejando a la vista al mismísimo que Hanabi, que tras un pequeño instante saludó.
Podía haberme fijado en muchas cosas en ese mismo instante, como por ejemplo, la cara de cansando que tenia Hanabi, o en aquellos ojos hundidos que indicaban que el Uzukage había dormido poco o nada. Pero no. En lo que me fije en aquel momento no fue en todo eso, si no en algo que ya no podía ver.
Pensaba que quizás con la información que llevaba podría sorprenderle un poquito, pero en aquel instante el sorprendido era yo. Tanto que ni siquiera sabia que responder a una pregunta tan simple como la que acababa de formular. Porque antes de que se abriera esa puerta estaba intentando mantener la alegría en un dia tan gris como aquél, pero tras verle, ni siquiera sabia como sentirme.
Sus nudillos se quedaron sin golpear la puerta por última vez cuando esta se abrió por sorpresa. El Uchiha se quedó con la mano alzada en el aire por unos instantes antes de bajarla. Ante él, se encontraba Hanabi. Su Uzukage. Su líder. Un amigo, también. Tenía los ojos hundidos en la negrura del insomnio, probablemente no había pegado ojo en toda la noche. Y, aún así, les dedicó una sonrisa afable al verles.
Luego movió los labios para decirles algo. Datsue no terminó de entenderle. Su voz sonaba a un eco lejano, como si estuviese hablándole desde el otro lado de una cueva profunda y oscura. Las palabras rebotaban en las paredes y flotaban en el aire hacia él, pero demasiado borrosas como para leerlas.
¿Chicos?, decían. No, no era eso. ¿Veros? No, no, estaba convencido que acababa también en una “o”, pero no era ninguna de esas. Empezaba de otra forma. Era…
Era…
¡Brazo!
¡Brazo!
¡¡¡BRAZO!!!
Cuando Datsue encajó al fin el rompecabezas, se dio cuenta que estaba tirado en el suelo, y que todos aquellos pensamientos los había tenido ya inconsciente. Estaba bocarriba y, por el dolor en la nuca, supuso que había caído a plomo de espaldas. Quizá, de idéntica forma a cómo lo había hecho Hanabi año y medio atrás, cuando el Uchiha le había revelado que Kokuō había tomado posesión del cuerpo de Ayame.
—El brazo… —balbuceó, todavía en shock—. El brazo…
No podía ser. No podía ser. El brazo derecho de Hanabi…
… no estaba.
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Hanabi se adelantó con una zancada y trató de levantar a Datsue a media caída con el único brazo que le quedaba, pero falló en el intento y, de hecho, casi cayó encima de él.
—¡Datsue! —El Uzukage se arrodilló y miró a Reiji—. ¡Trae una silla y ayúdame a levantarle los pies! ¡No te me quedes mirando como si hubiérais visto a un fantasma! —Hanabi chasqueó la lengua y señaló a las sillas de la sala de reunión—. ¡Vamos, vamos! ¡Soy yo el que se ha quedado manco, chicos! ¡No me jodáis!
»Chicos, siento el shock, de verdad. Pero Datsue, debes sobreponerte. No pasa nada. ¡Estoy vivo! ¡Y eso es en parte gracias aquí a tu amigo Reiji y a los esfuerzos de los demás shinobi!
3/09/2020, 20:09 (Última modificación: 3/09/2020, 20:16 por Sasaki Reiji. Editado 1 vez en total.)
Mire a mi alrededor. Durante unos segundos pensé que Katsudon saldría de detrás de cualquier lugar y gritaría "Es todo una broma". Pero allí no habia nada tan grande como para ocultar a alguien como Katsudon. ¿Un Genjutsu quizas? No. Datsue hubiera salido de él con el golpe que se había dado en la cabeza.
Tarde otros segundos en reaccionar a las palabras del Uzukage. Era una situación difícil de manejar. Fui a buscar la silla que me pedía, aunque en realidad, cogí dos. Yo necesitaba otra para sentarme, respirar y asimilar todo aquello.
Ayude al uzukage con lo que me pedía y me senté en la silla. Inspira, espira, inspira, espira... Estaba vivo sí. Gracias en parte a mi, quizas si, probablemente no. Había hecho muchas cosas allí en el estadio, buenas... Muy pocas. Relevantes, eso si. La Morikage jamas olvidaría mi cara. Por unas u otras razones.
—La verdad es que no se como reaccionar...¿No es genjutsu verdad? Ni una broma de esas para relajar el ambiente ¿Verdad? — Por que si esa era su intención, había empezado mal, pero quizas el Uzukage no era bueno con las bromas. —Cuando le atendió el medico aquel usted aún...
El brazo, el brazo, repetía una y otra vez. Los párpados le pesaban toneladas, y tenía la boca pastosa y seca. Se dio cuenta de que estaba sentado en una silla, y tardó unos momentos más en darse cuenta de que se había desmayado.
—Estoy bien, estoy bien… —quiso tranquilizarles, si bien se sentía como si le hubiese pasado un carruaje por encima después de haberse pegado un maratón.
Trató de escuchar a Hanabi. De hacerle caso. Sí, debía sobreponerse. Pero no, no era como si no pasase nada. Le… ¡Le faltaba un brazo, joder! El mero hecho de mirarle le dolía. Le hacía daño en los ojos y también en el pecho.
—Cuando me fui con Daruu para ayudar a Kaido, yo pensaba que… Pensaba que… —Que no era para tanto. Que por muy mala pinta que tuviese, Hanabi era un hueso de roer. Que no habría necesidad de amputárselo. Ahora se sentía culpable por haberse marchado tan a la ligera—. ¿Hay alguna posibilidad de…? ¿De…? ¿Recuperarlo? —necesitó preguntar, intentando agarrarse a un clavo ardiendo. Había oído cosas. Gente recuperando órganos perdidos del cuerpo en operaciones complicadísimas. ¿La madre de Daruu no era una de ellas? Quizá…
Quizá aún existiese una posibilidad. De convertir aquel horror en un mal sueño.
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