Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Algo estaba pasando, de eso no le cabía la menor duda. El Datsue que ella conocía habría sacado pecho sobre cualquier bravuconada que tuviera que ver con una espada atravesándole el pecho y que le había considerado digno de algo. Estaba segura de que se habría inventado cualquier cosa, por inverosímil que fuera, como que fuese a ser el próximo Uzukage o algo así. Pero lo único que respondió fue un quedo y escueto:
—Espero que no tengas que descubrirlo en mucho, mucho tiempo.
La cosa no acababa ahí, ni mucho menos. La tensión se palpaba en el aire, y Daruu, junto a ellase había dado la vuelta con la tensión acumulada en todo su cuerpo.
—He retado a Yui a un combate. Me volveré el más fuerte de mi villa.
—Y cuando lo hagas —respondió el Uchiha—, volveremos a enfrentarnos.
Ayame parpadeó, confundida. ¿Pero a qué había venido aquella repentina revelación? ¿Qué demonios estaba pasando allí? Por un momento se sintió fuera de lugar, como si se hubiese metido en la disputa de dos hombres que estaban jugando a ver quién sacaba más músculo.
—¡Pues yo soy la hija del Daimyo del País de la Tormenta! —irónizo, ácida—. Ah, no, no y no —farfulló, irritada. Ayame se adelantó, se plantó a apenas a un palmo de Datsue, y se cruzó de brazos, mirándole directa y fijamente a los ojos como nunca antes había hecho. Nunca había tenido la ocasión de ver sus ojos tan de cerca, y hasta entonces no se había dado cuenta de que, de cerca, aquellos ojos eran muy diferentes de los de Akame. Como cualquier Uchiha que había conocido hasta ahora, tenía los iris de un profundo color negro azabache, pero también tenían algo más... una especie de brillo dorado que sólo se apreciaba si los mirabas de cierta manera—. A mí no me vais a dejar como la tonta del grupo: ¿Qué narices está pasando aquí?
—Espero que no tengas que descubrirlo en mucho, mucho tiempo. —La respuesta de Datsue a Ayame, para Daruu, había sido la losa que había sellado el sepulcro de aquél secreto a voces. Todas las piezas encajaban.
Por eso, cuando esta vez el Uchiha contestó a Daruu, el muchacho no pudo contener su emoción —dicho sea, como alguien a quien Datsue conocía muy bien—. Al girarse de nuevo a Datsue, sus Byakugan estaban activos, por primera vez desde hacía mucho, mucho tiempo.
—Lo haremos —asintió.
—¡Pues yo soy la hija del Daimyo del País de la Tormenta!—saltó Ayame. Daruu dio un respingo y desactivó su dojutsu. Ayame se acercó a zancadas, interponiéndose entre ambos—. A mí no me vais a dejar como la tonta del grupo: ¿Qué narices está pasando aquí?
Daruu suspiró y se acercó a uno de los bancos de la mesa de piedra del templo. Tomó asiento y se recostó lo más cómodamente que pudo en el respaldo, pasando los brazos detrás de la espalda con los ojos cerrados.
—Ya lo ha dicho todo sin decirlo. El Consejo le ha hecho una prueba para ver si sería digno de ser el siguiente Uzukage —dijo, entreabrió el ojo más cercano a Datsue y sonrió picarescamente—. Parece que esa espada no funciona muy bien. ¿Cómo vas a ser tú Uzukage, liante? —molestó.
«¿¡Cómo!?» La emoción que se podía respirar y palpar entre Daruu y Datsue por un nuevo duelo anunciado fue cercenado por Aotsuki Ayame a las bravas, como quien corta un hueso con un cuchillo de matarife. Pronto entendió que eso de ser la hija del Daimyo era una broma. ¡Menuda notición sino!
Daruu, siempre viendo más allá, respondió a la pregunta de la kunoichi sin necesidad de que el Uchiha tuviese que hacerse el loco. Daruu había leído tan bien entre sus palabras que no vio pertinente ni plausible ponerse a negarlo todo ahora. Miró a Ayame y se lo confirmó con la mirada. Luego otra vez a Daruu, que se preguntaba cómo demonios iba a ser él un Uzukage.
—Ah, y qué sé yo —dijo, rascándose la nuca—. Pero solo de pensarlo hace que me entren ganas de vomitar de puros nervios. —¿Y si lo hacía mal? ¿Y si era un desastre? ¿Y si el sombrero le venía demasiado grande? Dudas, dudas y más dudas—. De todas formas, no soy más que un candidato. Cuando llegue el día, espero que dentro de muchos, muchos años, quizá haya más. Seguramente haya más. Así que por el momento prefiero no pensar demasiado en ello.
Cosa que, especialmente por las noches, no terminaba de lograr.
—¡Oye! —dijo, recordándolo—. Que sepas que yo también voy a enfrentarme a Hanabi —les reveló, mirando a Daruu. Luego a Ayame—. Creo que lo tendremos en muy breve. Ya os diré qué tal por nuestro pinganillo. Si sobrevivo, claro —dijo, mitad en broma. Mitad, sí, porque había sentido en sus carnes el poder descomunal que irradiaba Hanabi y, francamente, temía por su pellejo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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14/10/2019, 20:32 (Última modificación: 14/10/2019, 20:34 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Cerca de ella, Daruu lanzó un suspiro largo y tendido. El muchacho se había acomodado en uno de los bancos, con los brazos detrás de la espalda y los ojos cerrados.
—Ya lo ha dicho todo sin decirlo. El Consejo le ha hecho una prueba para ver si sería digno de ser el siguiente Uzukage —dijo, entreabriendo el ojo más cercano a Datsue y sonrió picarescamente—. Parece que esa espada no funciona muy bien. ¿Cómo vas a ser tú Uzukage, liante?
«¿Pero qué me está contando? ¿Ese Uchiha, candidato a Uzukage? En Uzushiogakure están perdiendo la cabeza...»
Sólo fue Ayame quien escuchó las palabras de Kokuō, pero resumió a la perfección lo que pasaba por su cabeza. La muchacha se había quedado boquiabierta, mirando alternativamente a Daruu y a Datsue, tratando de discernir una mínima prueba de que le estaban tomando el pelo. Pero no la había. Ambos parecían muy serios en aquel asunto, y la kunoichi comenzó a marearse de solo pensarlo. ¿Uchiha Datsue, el mismo que se había metido en mil y un líos por una maldita cebolla, ahora candidato a Uzukage?
—Ah, y qué sé yo —respondió Datsue, rascándose la nuca—. Pero solo de pensarlo hace que me entren ganas de vomitar de puros nervios. De todas formas, no soy más que un candidato. Cuando llegue el día, espero que dentro de muchos, muchos años, quizá haya más. Seguramente haya más. Así que por el momento prefiero no pensar demasiado en ello.
»¡Oye! —añadió de golpe, como si acabara de recordar algo muy importante—. Que sepas que yo también voy a enfrentarme a Hanabi. Creo que lo tendremos en muy breve. Ya os diré qué tal por nuestro pinganillo. Si sobrevivo, claro.
Ayame agachó la cabeza, sombría. Daruu hablaba de enfrentarse a la Arashikage. Uchiha Datsue, ahora candidato a Uzukage, hablaba de enfrentarse también a su propio líder. ¿Y ella? ¿Qué estaba haciendo ella? Abrazó su brazo derecho con el contrario, y la se estremeció sin poder evitarlo cuando su mano rozó el frío del metal de su recién estrenada placa de Chuunin. Una placa que, de repente, se le antojó pequeña, de hojalata.
««Señorita...»»
—Mucha... Mucha suerte a ambos —se forzó a sonreír, sin embargo—. No creo que Uzukage-dono quiera perder a uno de sus shinobi más poderosos —añadió, dirigiéndose a Datsue.
15/10/2019, 19:39 (Última modificación: 15/10/2019, 19:39 por Amedama Daruu.)
La burla de Daruu no surgió efecto. En su lugar, desesperado, descargó sus preocupaciones con ellos. Definitivamente, Datsue había cambiado mucho. Otro Datsue que conocía todavía muy bien se habría puesto a alardear. Mucho más provocativamente. Pero no, éste se limitó a lanzar un desafío de lo más templado.
—¡Oye! —dijo, recordándolo—. Que sepas que yo también voy a enfrentarme a Hanabi —les reveló, mirando a Daruu. Luego a Ayame—. Creo que lo tendremos en muy breve. Ya os diré qué tal por nuestro pinganillo. Si sobrevivo, claro.
No obstante, sí que hirió el orgullo de ambos. A Ayame, porque ya se sentía muy atrás. Siempre se había sentido muy atrás, más acusadamente desde que a Daruu le habían dado la placa de chuunin y a ella le habían obligado a quedarse en la aldea unos meses por su actuación en el Examen de Chuunin.
—Mucha... Mucha suerte a ambos —se forzó a sonreír, sin embargo—. No creo que Uzukage-dono quiera perder a uno de sus shinobi más poderosos —añadió, dirigiéndose a Datsue.
A Daruu, porque Datsue se había adelantado a velocidades extraordinarias. Hasta en el duelo contra su líder. Hasta...
«Qué cabrón...» Apretó los puños y desvió un momento la mirada.
Cada uno tendría que afrontarlo a su manera.
—Recuperé mis ojos, pero no fue tarea fácil —cortó secamente Daruu. Era algo difícil de contar, así que mejor empezar cuanto antes—. Ayame le metió una bala de agua entre ceja y ceja a esa cabrona. Yo me llevé a otra por delante. Y la última también está muerta —añadió dolosamente, recordando la expresión de desesperación de Nioka entre los barrotes de la cárcel—. Todo ha acabado.
Datsue miró a Ayame, y no pudo evitar fijarse en ella. En esa sonrisa forzada, mal disimulada. En ese brazo con el que se abrazaba, que según el lenguaje corporal, demostraba… ¿inseguridad? Las directrices sobre estos temas había que cogerlas con pinzas. El cuerpo humano y la psicología en general no era ninguna ciencia exacta. Pero la intuición le decía que algo pasaba con Ayame.
¿El qué? Por desgracia, se habían pasado un año echándose mierda encima el uno al otro, pero ni la décima parte para conocerse mejor. Solo podía hacer conjeturas, y ni a eso tuvo tiempo, porque Daruu demandó de toda su atención cuando soltó el tema estrella: cómo había recuperado sus ojos.
Datsue no sabía demasiado de aquel tema, pero sí lo suficiente. Por eso, silbó impresionado cuando escuchó que había sido la propia Ayame quien había enviado al Yomi a Naia. Y es que, ¡había visto a aquella cabrona! En una ilusión de Daruu, claro. Una ilusión que recreó la forma y el momento exacto en que le había arrancado los ojos.
Solo de recordarlo sintió un escalofrío. Por suerte —no, por el buen hacer de Daruu y Ayame— ya no tendría que preocuparse de esa perra. «Y, ¿con una bala, dijo? Vaya, me suena que Kaido me hizo algo parecido…» Y gracias a los dioses que había sido un clon quien lo había recibido por él.
Datsue asintió ante ambos, solemne. Había ocasiones que una mirada decía más que cualquier palabra. Esa era una de ellas.
—¿Llegué a hablarte alguna vez sobre mi padre?
Sí, por supuesto. En una ocasión que estuvieron de revelaciones funestas.
—Me dijiste que era un traidor. Que… que había intentado asesinar a Yui —recordó—. Poco más.
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16/10/2019, 19:13 (Última modificación: 16/10/2019, 19:14 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Recuperé mis ojos, pero no fue tarea fácil —Daruu cambió el rumbo de la conversación de forma tan brusca como quien toma el timón de un barco y lo hace rodar a toda velocidad—. Ayame le metió una bala de agua entre ceja y ceja a esa cabrona.
La aludida inspiró de forma profunda y apartó ligeramente la mirada cuando sintió la mirada de Datsue clavarse sobre ella. Sentía un extraño cosquilleo en su dedo índice. Sí, lo había hecho. Y lo volvería a hacer, una y otra vez si fuera necesario. Aquella víbora no merecía menos. Pero recordarlo no lo hacía precisamente placentero. La venganza nunca lo era. Era un plato amargo. Frío y amargo, como un café que se ha dejado toda la noche.
—Le devolví todo lo que había hecho —respondió, cortante y simple.
—Yo me llevé a otra por delante. Y la última también está muerta —continuó Daruu—. Todo ha acabado. ¿Llegué a hablarte alguna vez sobre mi padre?
—Me dijiste que era un traidor. Que… que había intentado asesinar a Yui —respondió Datsue—. Poco más.
Aquella era una historia que Daruu debía relatar él mismo. Por eso, mientras tanto, ella se dedicó a pasear por el templo y se detuvo pensativa sobre la mesa de piedra. Sus manos, temblorosas, acariciaron su superficie y sintió que Kokuō se estremecía en su interior. El bijuu había estado muy tenso desde que habían puesto el primer pie allí, y no era para menos. Después de todo, aquel lugar, aquel templo, aquella misma mesa, había sido el atardecer de su libertad. Y el amanecer de la suya propia.
Pero también había sido el comienzo de su amistad.
En aquel lugar, en aquel templo, sobre aquella mesa, Ayame hizo y cumplió su juramento.
—Con la misma técnica que empleó Naia para paralizarme, torturaron a mi padre durante semanas —dijo, despacio. ¿Cuántas veces había contado aquella historia ya? Las suficientes. Demasiadas—. Le anularon como persona. Le convirtieron en un pelele. Y luego, le convencieron de que estaba en el mismo equipo que ellas. Lo que quiere decir que nunca fue un traidor. —Clavó los ojos en Datsue.
»Obligaron a mi madre a matar a su propio marido. Sólo para hacerle más daño. —Sonrió de forma triste—. Pero Amedama Kiroe fue fuerte y no se rindió. Y nosotros hemos acabado con ellas. Así que todo está bien.
Hay cosas que nunca dejan de sorprender. Por mucho que ya hayas visto de todo: desgracias de todo tipo; traiciones de todas las clases; golpes tan bajos como rastreros. Y, aún así, había momentos en que la vida volvía a sorprenderte.
Ese era uno de esos momentos.
—Pero qué hija de la gran puta. —No pudo evitar decir—. Qué hija de la gran puta. Qué hija de la grandísima puta, joder.
Esclavizar a una persona así… Hacerle ver a su familia que se había convertido en un traidor, y, como si eso no le hubiese bastado, obligar a su propia esposa a matarle. ¿Se podía ser más retorcido? ¿Más cruel? En su opinión, aquello superaba incluso a Shukaku, quien era también un cabronazo de cuidado. Pero lo suyo era el sadismo. Torturaba, mataba y a otra cosa.
Lo de aquella mujer era otro nivel. Una saña enfermiza y vomitiva. Era un puto cáncer que Ayame y Daruu habían extirpado de aquel mundo.
—Al menos ahora sabéis la verdad —dijo, sin saber muy bien cómo decir que lo sentía. Que sentía lo que le había pasado. Nunca era bueno en esas cosas—. Recordarás a tu padre por lo que verdaderamente fue, mientras a ella se la comen los bichos en el puto zulo donde hayáis tirado su cadáver.
»Estoy seguro de que estará orgulloso de ti, Daruu. Tu padre. Allá dónde esté su alma.
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—Sí. Muchas gracias, Datsue —le dijo, por sus palabras—. Aunque ahora supongo que estarás deseando saber los detalles, ¿eh? —anadió—. Tenían una taberna como tapadera. Nos infiltramos disfrazados e hice a mis gatos seguir a una de ellas para sacarles información.
»Que siga Ayame, que está muy callada. —Miró a Ayame, que estaba acariciando las piedras del templo como si fueran lo más fascinante de Oonindo.
El oír su nombre pronunciado en los labios de Daruu la despertó como si hubiese estado sumida en una técnica ilusoria. Confundida, la muchacha alzó la cabeza súbitamente y alternó la mirada entre el Uchiha y el Hyuga, entre los ojos negros como el carbón y blancos como las perlas. Aún tardó algunos segundos en volver a ubicarse, y en encontrar qué estaban esperando de ella.
—¿Son necesarios los detalles como si le estuviésemos entregando un informe a Yui-sama? —preguntó, ladeando la cabeza ligeramente. Sin embargo, terminó por suspirar y se apoyó en el tablero de la mesa—. Las Náyades tenían su guarida en los subterráneos de una taberna que utilizaban como subterfugio. Pero no podíamos entrar y arramblar con ellas así como así, así que, con ayuda de uno de los gatos de Daruu, encontramos a un hombre que estaba compinchado con ellas. Que les compraba su mercancía, seguramente para venderla después —prácticamente escupió aquellas palabras—. Daruu y yo nos hicimos pasar por dos ricachones interesados en el negocio pero... no nos salió tan bien como esperábamos así que tuvimos que... desecharlo. —Por no decir que había tenido que matarlo bajo el temor de que le hablara a las Náyades sobre ellos—. Después de eso, reunimos más información. Nos enfrentamos a la primera Náyade a las afueras de la ciudad. Logramos apresarla y enviarla a Amegakure para que le sacaran toda la información posible. Y, después de eso, Daruu se coló en su guarida usando las alcantarillas como acceso subterráneo y mientras yo me enfrenté a Naia en la superficie, transformada al principio en su madre para captar su atención y hacerle morder el anzuelo. El engaño no duró para todo el encuentro, claro, pero una vez destapada, Naia ya estaba lo suficientemente indignada como para no querer dejarme escapar...
Ayame dirigió una breve mirada interrogante a Daruu, ¿se le había olvidado algo?
¿Sus gatos? ¿Cómo que sus gatos? ¿Acaso había amaestrado a un par de felinos para…?
—Oh…
«¡Oh…! ¡El muy cabronazo se ha ganado un pacto con los gatos! ¡Un jodido pacto!» Se abofeteó la pierna al darse cuenta. ¿Con envidia? Un poquito. Las invocaciones eran más que un jutsu o cualquier golpe que pudieses aprender. Era un vínculo con una familia animal. Eran nuevos lazos. Y también nuevos aliados, con características muy distintas a las que un simple humano podía desarrollar.
Qué coño, le envidiaba y mucho.
Fue Ayame la que continuó con la historia, y Datsue se quedó callado, como un niño pequeño frente a una obra de teatro. Dejó volar su mente y las palabras de Ayame le llevaron al asfalto y a la lluvia. A una taberna con una aura tétrica y oscura y a un hombre con un diente de oro y sonrisa perversa —sí, quizá estaba rellenando los huecos dejados por Ayame con demasiados elementos fantásticos—.
—No nos salió tan bien como esperábamos así que tuvimos que... desecharlo.
Y splash. Los adoquines grises se bañaban de rojo.
Entonces oyó truenos y vio relámpagos. Las nubes negras se arremolinaron sobre el cielo y la lluvia arrastró consigo los restos de una gran batalla, empujados por el viento. El vendaval continuó su camino por las calles de la ciudad hasta colarse por unas alcantarillas que arrancaban quejidos mudos. Y, justo en ese momento…
En ese momento…
Datsue pestañeó varias veces.
—Pero, pero… ¿Por qué se coló Daruu en la guarida mientras tú te enfrentabas a Naia? —¿Con qué objetivo? ¿Por qué no luchar juntos? ¿Y cómo había logrado derrotarla? Ayame le había puesto la miel en los labios, tejido todas las figuras de una buena historia y, justo cuando llegaba al final…
… le ponía un: ¡hasta el próximo capítulo!
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—Porque mis ojos estaban allí, en una cámara rodeada de serpientes venenosas —siguió Daruu—. De rebote, hallé la información sobre mi padre.
»Cuando me hice con el frasco de los ojos, noté la presencia de alguien atrás mío, y tuve que utilizar una de mis técnicas para salir de allí pitando. Con los ojos a buen resguardo, sabía que esa persona que quiso pararme los pies iría a ayudar a Naia. Así que acabamos ambos en el mismo campo de batalla donde estaba peleando Ayame.
»Mientras ella se encargaba de la jefa, yo lidié junto a una de mis invocaciones con la otra. Tenía una capa de rayos que le daba súpervelocidad. No podía seguirla, ¡te lo juro! Pero nada te hace ser tan rápido para evitar un Genjutsu. La engañé, y mi gato la remató.
Había algo que Ayame no podía negar: Uchiha Datsue era muy buen espectador. Atendía, silencioso y expectante, a cada palabra que pronunciaba Ayame. Sus ojos la miraban atentos, pero en la mirada de sus iris se podía adivinar que su mente estaba en otro sitio, dibujando el escenario que le estaba revelando la kunoichi.
—Pero, pero… ¿Por qué se coló Daruu en la guarida mientras tú te enfrentabas a Naia? —preguntó, en cuanto dejó de hablar.
—Porque mis ojos estaban allí, en una cámara rodeada de serpientes venenosas —respondió Daruu—. De rebote, hallé la información sobre mi padre.
—También sabíamos que quedaba otra Náyade aparte de Naia, así que creímos conveniente enfrentarnos a ambas por separado —añadió Ayame, rascándose la mejilla—. Y dado que Shannako, así se llamaba, era especialista en Raiton, concordamos en que era mejor que fuera Daruu el que se enfrentara a ella y no yo —concluyó, con las mejillas enrojecidas. Después de todo, no era ya ningún misterio que su mayor debilidad eran los hijos de Raijin.
—Cuando me hice con el frasco de los ojos, noté la presencia de alguien atrás mío —continuó relatando Daruu—, y tuve que utilizar una de mis técnicas para salir de allí pitando. Con los ojos a buen resguardo, sabía que esa persona que quiso pararme los pies iría a ayudar a Naia. Así que acabamos ambos en el mismo campo de batalla donde estaba peleando Ayame.
»Mientras ella se encargaba de la jefa, yo lidié junto a una de mis invocaciones con la otra. Tenía una capa de rayos que le daba súpervelocidad. No podía seguirla, ¡te lo juro! Pero nada te hace ser tan rápido para evitar un Genjutsu. La engañé, y mi gato la remató.
—Yo tuve algunos problemas más... —admitió la muchacha, con un pesado suspiro—. Me envenenó varias veces con sus serpientes, incluso llegó a intentar usar un somnífero. Menos mal que no llegué a respirarlo, porque si no... —Se estremeció de solo pensar en lo que podría haber pasado. En el mejor de los casos, la habría matado allí mismo; en el peor... No quería ni imaginarlo—. Tras varios forcejeos conseguí herirle las piernas para evitar que huyera. —Titubeó durante unos instantes cuando llegó a la parte en la que Naia intentó envenenarla besándola, pero no quiso compartir aquella vergüenza. Se sonrojó sin poder evitarlo, y saltó por encima de aquel recuerdo, y sus ojos destellaron—. Cuando la tenía a mi merced le hice sufrir en un Genjutsu lo que ella le había hecho a tantas otras personas: se vio a sí misma seduciéndola. Se vio a sí misma echándose sobre ella. Y se vio a sí misma arrancándole los ojos sin piedad. Y cuando salió de la ilusión acabé con su vida.
Había agachado la mirada, temblando ligeramente al recordar aquel momento. Nunca había sido partidaria de hacer sufrir innecesariamente a nadie, pero aquella víbora merecía todo eso y más después de lo que había hecho. Después de destrozar tantas vidas, tantas familias. Y, sobre todo, después de amenazar a sus seres queridos.
¿Una cámara llena de serpientes venenosas? ¡La hostia! Quizá su imaginación no estaba dotando de aquella historia de tantos elementos fantásticos como creía, después de todo. «Divide y vencerás… Ya veo, ya veo.»
—¿Una capa de rayos? —intervino Datsue, antes de que Ayame continuase con la historia—. ¡Ese es el Raiton no Yoroi! ¡Menuda pasada de técnica! —Se la había visto hacer a Eri en su combate. Y a un enemigo llamado Cicatrices antes. Claro que de nada servía ser tan rápido como el rayo si te enfrentabas a un Genjutsu en desventaja numérica.
Daruu lo había aprovechado bien.
—Yo tuve algunos problemas más... —continuó Ayame, que llegado a cierto momento se paró y sonrojó. ¿El motivo? Solo ella lo sabía. Tras titubear, se rehízo, contándole el final que le había dado a Naia. Un final...
«...glorioso».
—Joder, no podría imaginarme un final mejor para esa mujer. El karma divino estampado en toda su cara. —Ciertamente, Ayame le había sorprendido, y mucho, con la elección de aquel Genjutsu—. Bien… —miró a uno. Miró al otro—. Bien. ¿Y ahora qué? Os pegaréis una buena semanita de vacaciones, imagino. A reponer fuerzas.
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