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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Pese a todo, se había decidido en subir. Equipado con una gruesa capa de viaje negra, Daruu se había adentrado en lo más profundo de Hokutōmori. Allí, tal y como había podido averiguar, una entrada muy estrecha en la montaña conducía a una cueva aún más estrecha. El largo trayecto bajo la cordillera había sido angosto y agobiante. Al principio sobretodo, por el calor que hacía con la capa de viaje. Pero ya había sido advertido de que la llevase puesta desde el principio, y menos mal: en cuanto dobló una esquina, una corriente de aire helado le sacudió como una bola de nieve en una pelea navideña de niños. Apretó los dientes y cruzó la ráfaga de viento, sus cabellos luchando por escapar en la otra dirección. La salida estaba ya muy cerca: una franja de luz diminuta en la distancia. Cerró los ojos y se armó de paciencia, hasta que finalmente consiguió poner un pie en el exterior.

Allá todo era nieve. Un pasillo entre dos cortes verticales en la montaña, que ascendía serpenteando. A un lado del camino, un cartel desgastado con las letras talladas en piedra rezaba:

La Senda del Carámbano

Pobres de aquellos que pisen estas montañas sin la intención de sufrir. Pobres de aquellos que intenten el ascenso sin el alma pura como el agua clara de un lago y el cuerpo endurecido como la roca. Sea la victoria de llegar al final solamente para aquellos con la tenacidad fría de un carámbano de hielo.

Daruu suspiró, cerró los ojos, y dio el primer paso en la nieve.
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#2
La senda del Carámbano. Una peligrosa travesía a la que sólo pocos se atrevían a a desafiar, les esperaba en lo más profundo de las cordilleras de Hokutōmori, sólo después de haber cruzado un enmarañado y angosto preámbulo rocoso en el que el calor azotaba lo suficiente como para que el valiente sintiese el súbito cambio de clima al dar el último cruce.

Donde un viento que calaba en los huesos, tan o más frío que las mismísimas cordilleras de Tsukima, te abría las puertas al paso de nieve. Y al desgastado cartel que relataba lo siguiente:

La Senda del Carámbano

Pobres de aquellos que pisen estas montañas sin la intención de sufrir. Pobres de aquellos que intenten el ascenso sin el alma pura como el agua clara de un lago y el cuerpo endurecido como la roca. Sea la victoria de llegar al final solamente para aquellos con la tenacidad fría de un carámbano de hielo.

Kaido iba acobijado, con un abrigo negro cubriéndole toda la parte superior del cuerpo. Se le hacía extraño, desde luego, siendo que sus vestimentas usuales dejaban siempre los brazos en libertad, pero ahora estaba obligado a arroparse lo suficiente como para no sucumbir tan rápido a los obstáculos de la cordillera. O a alguno de sus otros competidores.

—Eh, tú. Espera —dijo, a la espalda de aquel que se había atrevido a pisar la nieve primero que él. El hombre que a su espalda, sólo dejaba entrever su agresivo cabello, que se debatía en varias direcciones a causa de los azotes de viento—. ¿no quieres que vaya yo primero?

El escualo recibiría a su interlocutor con una media sonrisa, desvelando su filoso manojo de dientes; y un largo cabello azulado como su piel bien sujeto en una cola. Esa vez su bandana no yacía en su frente, sino bien sujeta al costado de su cinturón, cerca de un curioso termino con el símbolo representativo de su clan.
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#3
—Eh, tú. Espera. —Una voz llamó su atención a sus espaldas. Daruu se dio la vuelta rápidamente, sorprendido. Debajo del arrebujado bulto que ocupaba aquél abrigo negro se ocultaba un muchacho peculiar. Lo primero que saltaba a la vista es que su piel parecía haber perdido el color. Sinceramente, si no lo hubiera conocido de antemano, Daruu hubiera pensado que estaba medio congelado ya. Pero ese gris azulado era inconfundible. También la forma de esos dientes afilados y esa sonrisa suya que quiere intimidar pero no lo consigue del todo, y esa figura entre larguirucha e imponente—. ¿no quieres que vaya yo primero?

Daruu sonrió. Lo último que esperaba encontrar allá arriba era a alguien de su propia aldea. Y éste en concreto había asistido a su clase en la academa, aunque no había hablado mucho con él.

—Vaya. ¿Umikiba Kaido, no? —dijo—. No te veía desde la graduación.

Volvió a darse la vuelta y observó la subida en diagonal, que poco más allá de cinco metros torcía a la derecha y se perdía entre los dos barrancos.

—Si quieres ir tú primero, yo no te lo voy a impedir. Pero la Senda del Carámbano es un camino de realización personal, no una carrera. O eso me han dicho.

»Así que, tú eliges. O te pones a correr cuesta arriba como un salmón subiendo una catarata o te vienes conmigo y hacemos el camino juntos. Será agradable y enriquecedor para los dos.
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#4
La sorpresa que embargó a Daruu también la sintió el escualo, cuando comprobó que la persona delante de él se trataba nada más y nada menos que de compatriota, también shinobi de su aldea, y genin; con el que habría compartido alguna de las clases finales anteriores a graduación de la academia. Además, así como Daruu le recordaba, probablemente, por su azulada tonalidad y/o tan indistinguible dentadura; Kaido podía decir lo mismo acerca del Amedama, cuyos ojos eran de lo más únicos y particulares.

De un gris blanquecino profundo, que rodeaba todo el globo ocular y daba la extraña sensación que te te veía y a la misma vez, no.

—Vaya. ¿Umikiba Kaido, no? —dijo—. No te veía desde la graduación.

—¡Daruu-kun! —exclamó, entre fríos bocarrajos de aire—. cuanto tiempo, colega.

Daruu se volteó de pronto, y Kaido avanzó un par de pasos hasta alcanzar su posición. Envolvió al ojos blancos con el brazo por detrás de su cogote, mientras observaba el único trayecto que se abría en una escalada diagonal frente a ellos, con gélidos vestigios de viento asomándose cada tanto entre los barrancos. Daruu trató después de explicarle de qué se trataba realmente la Senda del Carámbano, restándole importancia a la deportividad y definiéndolo como un trayecto de realización personal más que una competencia.

El gyojin sonrió, y bajó finalmente su brazo de encima de su compañero.

—Está bien, hagámoslo a tu modo. Ya tendré mi buena cuota de competencia para cuando empiece el jodido torneo —admitió, señalando el frente con ambas manos abiertas. Invitando a su interlocutor a comenzar la travesía, y así ver quién era digno de completar la Senda del Carámbano —. ¿vamos?
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#5
Como ya habíamos dicho anteriormente, Daruu no había tenido un enorme grado de confianza con el hombre-escualo: más bien todo lo contrario. Su personalidad, extrovertida y basada en dar la cara frente a los demás con desparpajo y sinvergüencería, era opuesta a su modo tranquilo de sobrellevar las clases y la vida en la academia. Pero aquél muchacho había avanzado hacia él y le había pasado el brazo por detrás de los hombros como si fueran amigos de toda la vida, incluso le había llamado colega. Daruu se quedó muy rígido, como si los vientos helados que bajaban desde la pendiente hubiesen empezado a afectarle ya. Kaido bajó su brazo de detrás de los hombros de Daruu, y el shinobi de ojos blancos suspiró, aliviado.

—Está bien, hagámoslo a tu modo. Ya tendré mi buena cuota de competencia para cuando empiece el jodido torneo —dijo, y señaló el camino que se les venía por delante. Daruu rio nervioso—. ¿vamos?

—Venga, claro. —Se obligó a sonreír. No es que la repentina calidez de Kaido no le agradara, más bien que había sido tan repentina que no sabía como reaccionar. Pero llegados a este punto sólo quedaba alegrarse de tener un nuevo amigo inesperado.

Ambos dos ameños comenzaron a subir la cuesta. Al principio era un paseo para dos shinobis que se habían visto forzados a entrenar bajo el inclemente temporal del País de la Tormenta, pero a medida que iban serpenteando entre los dos cortes verticales de roca y hielo, el sendero se iba haciendo más y más estrecho, y el viento que soplaba de allá arriba se hacía más fuerte y venía con más hielo que aire.

—Pues está jodida la hideputa, sí —comentó Daruu para romper el hielo.

¿Lo pilláis?

¡Para romper el hielo!
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#6
El primer tramo transcurrió en silencio, con la sonrisa aún dibujada en el rostro del tiburón. Aquello fue, en un principio, lo suficientemente sencillo como para que no le costase a ninguno de los dos llegar hasta los últimos cortes gélidos de roca y hielo, donde la cosa se fue poniendo mucho más difícil de lo que alguno de los dos pudiera imaginar.

La corriente de aire era más fuerte, aunque ésta traía consigo más hielo que aire. Kaido supuso entonces que mientras más alto subieran, mayor sería el desafío en todos los sentidos. Tanto como para escalar, como para respirar. ¿Pero se iba a asustar por semejante nimiedad?

¡Ni de coña!

—Pues está jodida la hideputa, sí —comentó Daruu, sobre el temporal.

—Jodida es poco, ojos blancos; jodida es poco —admitió, mientras trastabillaba entre pasos cortos para no resbalar, y así asomar un poco el cogote por detrás de las rocas adyacentes—. si supiéramos al menos cómo va el camino. Porque, te digo, un paso en falso aquí y... olvídate del torneo.

Carcajeó, como si esa posibilidad —la de romperse todos los huesos en una caída— le resultase de lo más graciosa.
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#7
—Jodida es poco, ojos blancos; jodida es poco —respondió Kaido. «Este tipo se toma muchas confianzas, eso seguro»—. si supiéramos al menos cómo va el camino. Porque, te digo, un paso en falso aquí y... olvídate del torneo.

Se rio, y a Daruu le pareció una risa siniestra. Le observó de reojo, preocupado. Por un momento se le pasó por la cabeza que el hombre-tiburón estuviera pensando librarse de él arrojándolo por la pendiente, y sintió un escalofrío en absoluto relacionado con el frío que hacía allá arriba.

—Estamos rodeados de pared. Pared a la izquierda, pared a la derecha —dijo, no obstante—. Un buen golpe y salir rodando unos metros hacia abajo sería la única consecuencia. Pero quién sabe lo que espera más arriba.

»Está siendo una mierda, pero tampoco es para tanto.

Enseguida se arrepentiría de haberse a atrevido a hacer tan osada afirmación, pero todavía no sabrían por qué. Sin embargo, sus pies quedaron clavados en el sitio cuando empezó a oír un ruido, lejano, como un rugir de una pantera.

—Eh, eh, eh. ¡Espera! ¿Has oído eso? —El ruido venía por delante. Le siguió un temblor creciente—. ¿Qué está pasando?

«¡¡Idiota, compruébalo!!», le dijo la voz de la conciencia en la cabeza, y activó su Byakugan. Cuando vio lo que se les venía encima, se alarmó y ahogó un grito.

—¡¡¡A la pared, ahora!!! ¡¡Escala!!

Daruu dio un salto como una flecha, y enseguida el viento le hizo volar varios metros hacia atrás, pero consiguió aferrarse a las rocas con las manos y los pies gracias al chakra. Justo en el momento que se agarró, un montonazo de rocas de considerable tamaño descendieron por la esquina de la serpenteante montaña, golpeando contra las paredes y haciendo retorcerse y gemir de dolor a la cordillera entera. Si alguien quedaba ahí abajo sin duda habría muerto aplastado por las piedras.
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#8
... pero tampoco es para tanto.

Y como si la montaña le hubiese escuchado, sintiéndose insultada por el demeritorio comentario de Daruu; ésta rugió enfurecida, avirtiéndoles a los presentes de que algo se acercaba hacia el descenso en el que ellos se encontraban. Y tras el rugido, vino un potente temblor.

—Eh, eh, eh. ¡Espera! ¿Has oído eso? ¿Qué está pasando?

Kaido observó incrédulo, y expectante, como si fuese lo suficientemente capaz de esperar a lo que se le venía encima sin vacilar. Daruu, no obstante, tenía otros planes; y es que quién sabe cómo, éste comprobó que el peligro inminente estaba más cerca de lo que alguno de los dos esperaba. Y así se lo hizo saber, en un desesperado grito, tratando de advertirle al mismo tiempo de que él priorizaba poner su pálido culo a salvo.

El escualo le escuchó saltar, y él no necesitó pensarlo dos veces para hacer lo mismo. El viento, sin discriminación, le llevó también un par de metros atrás entre las paredes rocosas antes de que el chakra con el que envolvió sus pies pudiese hacerle frenar. Pero lo cierto es que ahí, encaramado como mono, y por delante de un también bien sujeto Daruu, ambos pudieron observar en primera fila el deslave de una marea de piedras golpeándose unas entre otras, engullendo el único camino sin contemplación.

—¡Uffffffff! te lo dije, Daruu-kun; un paso en falso y olvídate de vivir —exclamó, repitiendo la misma frase de antes. Aunque, ésta vez, el torneo sería lo de menos. Si así era la primera prueba de la Senda, no quería ni imaginar los desafíos que podrían haber más adelante—. ¿cómo supiste lo que nos venía?

Y sólo por eso, se agradecía no haber sido un cabrón con Daruu al inicio de la travesía. De lo contrario, habría estado difícil salir airoso de aquella situación sin el aviso de su colega.
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#9
—Pues, te diría que preferiría guardarme el secreto, pero, si te digo honestamente —explicó, dejándose caer a la nieve de nuevo—. No me apetece desactivar el jutsu, porque podrían venir más gracietas mortales.

»Se trata del Byakugan. Mis ojos —dijo, señalándose las venas hinchadas alrededor de los párpados—. digamos que pueden precedir un poco lo que se viene por el camino. Digámoslo así, no entremos en detalles.

Pero no puedo utilizarlo todo el rato, ahora sólo lo he visto porque al escuchar el ruido lo he utilizado. De modo que por la cuenta que nos trae deberíamos seguir siendo igual de cautos que antes.


Daruu echó un vistazo en el horizonte, y atravesó con la mirada la roca, la roca de más atrás y la roca de más allá, hasta visualizar lo que parecía ser la entrada de una cueva. Más allá se erigía una amplia caverna con lo que parecían ser estacas de hielo en el fondo. Algunas eran más grandes que otra y no acababan en punta.

—Por ejemplo, puedo decirte que más adelante nos espera una caverna en la que tendremos que saltar sobre pilares de hielo, y si nos caemos seremos lo más parecido a un helado que puede llegar ser un cadáver pinchado en un palo —dijo, señalando a un punto en el que Kaido sólo vería una curva de pared que giraba a la derecha para seguir con el zigzag—. Pero no puedo verlo todo el rato, porque me acabaría haciendo daños a los ojos y no vería lo que tengo enfrente, así que rompería los dientes contra la pared más pronto que tarde. Así que como no puedo estar mirando a la caverna el cien por cien del tiempo no sé lo que nos esperará allá cuando lleguemos.

»Que conste que todo esto te lo digo por supervivencia. ¿Tú qué sabes hacer?
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#10
—Pues, te diría que preferiría guardarme el secreto, pero, si te digo honestamente —explicó Daruu, dejándose caer en la nieve. Kaido, por su parte, se mantuvo erguido, con la mirada fija en los blanquecinos orbes del muchacho. Que ahora, además, yacían ataviados con senda hilera de venas envolviéndole los párpados—. No me apetece desactivar el jutsu, porque podrían venir más gracietas mortales.

«¿Se hinchó los ojos para ver mejor, o qué?» —se preguntó, y desde luego que no era lo más inteligente que se le podría ocurrir a alguien.

»Se trata del Byakugan. Mis ojos. Digamos que pueden predecir un poco lo que se viene por el camino. Digámoslo así, no entremos en detalles. Pero no puedo utilizarlo todo el rato, ahora sólo lo he visto porque al escuchar el ruido lo he utilizado. De modo que por la cuenta que nos trae deberíamos seguir siendo igual de cautos que antes.

Kaido le miró con incredulidad, y un tanto contrariado. ¿Que podía predecir lo que se viene por el camino, dijo? ¿Byakugan? si aquello era cierto, se trataba de una habilidad realmente útil, así sin conocer a fondo los detalles de la misma. Incluso se sintió obligado a compararlo en cierta medida —y sin tener un conocimiento ni superficial o profundo de lo que significaba un Dōjutsu— con aquella extraña evolución visual que ataviaba a los Uchiha de uzushio, Akame y Datsue.

Entonces, con la mirada fija hacia el camino tapado de rocas, Daruu se atrevió a compartir un bosquejo de lo que según él les esperaba después del cementerio de rocas que minutos antes habían intentado aplastarles sin contemplación. Una caverna, ataviada en su totalidad por largos pilares de hielo que desde luego pincharían el cuerpo de cualquiera que cayera encima de ellos tan fácil como una aguja en tela. El cómo de su pincelada siguió siendo un misterio, aunque el ojos blancos admitiría que era algo que no se podía dar el lujo de usar a diestra y siniestra. Como todo lo referente al chakra, tenía su límite. Uno que le dejaría ciego y atolondrado si abusase mucho de su "visión privilegiada".

Kaido parpadeó un par de veces, acomplejado.

—¿Que qué hacer yo? —repitió, irónico—. nada tan extraordinario, supongo. Sé correr, golpear, saltar, y algunas técnicas de suiton. ¿No te jode?

Sonrió, de nuevo, recobrando ligeramente su confianza.

»Ah, y digamos que puedo usar el agua en mi cuerpo de formas que me permitan potenciar ligeramente mis habilidades físicas. "Digámoslo así, no entremos en detalles" —le remedó, aunque lo decía lo más amistoso posible.
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#11
—¿Que qué hacer yo? —dijo Kaido, liándose con eso del lenguaje y hablando como alguien que no ha aprendido a formular frases completas. Daruu, perplejo, sacudió la cabeza, pensando si había oído bien—. nada tan extraordinario, supongo. Sé correr, golpear, saltar y algunas técnicas de suiton. ¿No te jode?

El pez sonrió. Daruu no se lo tomó muy bien, de modo que procedió a suspirar, expulsando una pequeña nubecita de vaho y caminó hacia adelante, siguiendo la Senda.

»Ah, y digamos que puedo usar el agua en mi cuerpo de formas que me permitan potenciar ligeramente mis habilidades físicas. "Digámoslo así, no entremos en detalles"

Daruu se detuvo.

—Está bien, veo a través de las paredes —confesó—. ¿Contento? Ahora dime si tienes alguna habilidad que pudiera resultarnos útil o moriremos aplastados con una roca.
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#12
Daruu continuó el trayecto, ligeramente hastiado por la evasiva del escualo; y suponiendo que no quería morir más adelante por haber pecado de orgulloso, se permitió añadir una muy concisa aclaración sobre el poder visual al que se había referido antes.

—Está bien, veo a través de las paredes —confesó—. ¿Contento? Ahora dime si tienes alguna habilidad que pudiera resultarnos útil o moriremos aplastados con una roca.

—Bueno, como ya te dije, los genes de mi clan me permiten transformar mi cuerpo en agua y usarla para numerosos beneficios. Es decir, que aunque llegue a caer sobre alguna de esas estacas que nos esperan más adelante, probablemente saldría vivito y coleando de ahí. Ah, y puedo respirar bajo el agua, aunque eso ya te lo habrás imaginado, supongo.

No era un secreto que, cuando hubo estado menos acobijado por tantas prendas de invierno, el par de branquias que tenía en cada costado nuca eran más que visibles.
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#13
Para su sorpresa, lo que Kaido le había descrito era exactamente el poder especial que había conocido de Ayame, que también poseía su tío, Karoi. Todos miembros del clan Hozuki. Daruu se cruzó de brazos y asintió, interesado.

—Vaya, vaya, otro Hozuki —dijo—. Entonces sé exactamente de lo que hablas, lo he visto con mis propios ojos. Conozco al menos a dos más.

Se rascó la nuca y señaló más adelante, donde el pliegue del camino se perdía de nuevo, zigzagueante.

—Está bien. Ahora que nos conocemos mejor, continuemos el camino.

Y continuaron el camino. Ataviados con sus capas de viaje gruesas y con el viento helado en contra, pisando en la nieve con fuerza para no resbalar, los genin zigzaguearon por el desfiladero hasta llegar a lo que parecía ser la entrada de una cueva enorme, tal y como había previsto Daruu. Y tal y como había previsto Daruu, dentro la caverna se extendía, enorme. A ambos lados de la esfera hueca había un desfiladero con la entrada y la salida, y entre medias, un montón de finos pilares de hielo en los que apenas les cabría un pie. Abajo, en el fondo, un sinfín de estalagmitas recubiertas de una fina capa gélida esperaban, pacientes, a que cayeran.

Habían esqueletos humanos en el fondo. A Daruu le dio un escalofrío y echó una pierna hacia atrás, dubitativo.

—No es que todo esto me de demasiada confianza, Kaido.
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#14
—Vaya, vaya, otro Hozuki —aquella afirmación le tomó muy por sorpresa, a tal punto de que el rostro de Kaido fue todo un libro abierto por unos instantes. Nunca llegó a pensar que Daruu pudiera conocer sino sus habilidades, a alguien que perteneciera también al clan Hozuki—. Entonces sé exactamente de lo que hablas, lo he visto con mis propios ojos. Conozco al menos a dos más.

«¡¿A dos más?! ¡pero ni siquiera yo conozco a más de uno!» —se increpó introspectivamente. Pero cuando quiso ahondar más en el asunto, y saber a quiénes se refería Daruu, éste tomó la delantera y habiendo señalado el camino frente suyo, pidió continuar el trayecto.

El gyojin envainó su curiosidad, y guardaría la interrogante para más tarde. Así pues, se dispuso a seguir el paso de Daruu.

Lo que vino después fue un difícil desfiladero que terminó llevándoles hasta la entrada de la cueva de la que ojos blancos había hablado antes. Ambos se asomaron al interior y comprobaron que, además de dos desfiladeros contiguos a ambos lados de la esfera, con un espacio abierto en el corazón de la cueva donde un buen número de pilares esperaban pacientes a que alguien intentara usarlos como método de cruce. Claro que, para ellos, y para los que alguna vez hubiese intentado completar la Senda del Carámbano, la principal preocupación no eran esos pilares, sino lo que les aguardaba tras una casi inminente caída.

Un centenar de púas congeladas, otorgándoles el frío abrazo de la muerte a un par de esqueletos.

—A mí tampoco, desde luego; pero entre los dos podemos pensar en un modo más seguro de cruzar. ¿Quizás haciendo uso de cuerdas? ¿hilo shinobi? —observó a su alrededor, intentando encontrar un punto sólido de donde poder clavar algo sin que el hielo cediera—. que útil nos vendría alguien que pudiera crear un puente de madera con ninjutsu. Los he visto en Amegakure. ¿No sabrás tú hacer eso, o sí?
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#15
Kaido estuvo de acuerdo con él. Sugirió, quizás, que entre los dos podrían pensar en un modo más seguro de cruzar aquél obstáculo tan peligroso. Hilo shinobi, tal vez. Luego indicó, que sería bastante útil que tuvieran a alguien que pudiera crear un puente de madera con ninjutsu.

—Ahá, Mokuton —dijo—. Un legendario Kekkei Genkai, tengo entendido. Según mamá, han habido miembros de mi familia que han sabido utilizarlo. Por desgracia, a mí la genética sólo me bendijo con estos ojos. —Hizo un ademán distraído con la mano, dejando escapar una suave risilla—. Bueno, déjame pensar.

Se llevó una mano a la barbilla y se la acarició como una escultura antigua.

«Mmh, veamos. Yo esto lo podría cruzar bastante fácilmente de varias maneras. Podría estirar el brazo y agarrarme a algo que parezca suficientemente sólido. Podría crear un pájaro de caramelo y volar a través del desfiladero. Podría, hacer muchas cosas pero... pero...

Todas ellas delatarían una técnica que podría utilizar contra este tipo en el torneo.»


Daruu gruñó en voz baja y dijo:

—Podemos saltar —dijo—. Dicen que los samuráis completan esta Senda. Nosotros tenemos mejor equilibrio, y podemos usar el chakra para fijarnos en el hielo y no caer. De modo que... ¡Hop!

Daruu dio un salto y cayó en el primer pilar. Bien, hasta ahí todo bien. Dio otro más, y cayó sobre el segundo. Nada mal. Confiado, dijo:

—Ajá. —Y saltó al tercero.

El pilar se rompió en cuanto puso el pie. Si hubiera podido hablar habría dicho "AJÁ".
[Imagen: K02XwLh.png]

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